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Tres ilustradores comentan las imágenes de la NASA

Tres ilustradores comentan las imágenes de la NASA

La NASA ha revelado algunas de las imágenes más distantes del universo, captadas por el telescopio James Webb. Hablamos con tres ilustradores colombianos sobre lo que estas fotos significan para su trabajo inspirado en la ciencia.
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El pasado 12 de julio, la NASA publicó las primeras imágenes captadas por el telescopio James Webb, el más avanzado hasta la fecha lanzado al espacio, y el 1 de agosto fueron reveladas fotos de la galaxia Rueda de Carro, tomadas por el mismo telescopio. 

Las imágenes son hermosas. Cada una deja ver con nitidez apabullante una porción del espacio del tamaño de un grano de arena, pero que contiene estrellas moribundas, gases, polvo y galaxias enteras aisladas o chocando entre sí a velocidades descomunales. Las vemos en nuestras pantallas y aún así representan cuerpos que están en el pasado a más de 5000 millones de años luz de distancia de nosotros, como si hubiéramos desenterrado un antiguo yacimiento arqueológico en un punto cualquiera del universo.

Conceptualmente, parece una locura. Por ejemplo, ¿cómo referirnos a ellas? Un incauto que las agarre circulando por la red podría tomarlas por fotografías o pinturas digitales o ilustraciones hechas por algún artista sin nombre. Son las tres cosas y al mismo tiempo ninguna. El proceso inicia con la captación de la luz infrarroja de los cuerpos celestes y a partir de las longitudes de onda se componen distintas tomas, cual instantáneas, para que puedan ser montadas posteriormente por los científicos de la NASA. Podríamos decir que son imágenes que se construyen a partir de números. Así mismo, pasan por pinturas o ilustraciones en tanto son coloreadas con criterios científicos en pos de representar la materialidad del cosmos. Basta señalar que las agencias espaciales tienen un patrón de colores según ciertos elementos: si vemos azul en la imagen puede que se trate de oxígeno; si vemos naranja, hidrógeno; verde, azufre, etcétera. No olvidemos que la NASA no busca imágenes del cosmos para venderlas como mercancía a la salida de un parque de diversiones. 

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A principios de agosto, la NASA reveló las primeras imágenes de la galaxia Rueda de Carro, situada a más de 500 millones de años luz de la Tierra. 

Entonces, ¿cómo entender estas imágenes en su belleza? Más allá de la composición y el color, hay un misterio en aquello que representan. Durante siglos hemos imaginado galaxias, estrellas, gases, polvo pero ahora lo vemos con nitidez. ¿Qué implica eso para la manera en la que recrearemos el universo, el planeta y nuestras pequeñas pasiones de ahora en adelante?  

Para responder a estas preguntas hablamos con tres ilustradores colombianos que han tenido el cosmos y la ciencia como objeto de inspiración a lo largo de su trabajo. 

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DANIEL LIÉVANO

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Daniel estaba trabajando en una ilustración sobre data e inteligencia artificial para el Harvard Divinity Bulletin cuando las imágenes de la NASA fueron publicadas. Entre ellas, la que sintió más afín a su trabajo fue esta de la Nebulosa Carina.

Una de las primeras cosas que hizo Daniel Liévano cuando la NASA publicó las imágenes captadas por el telescopio James Webb, fue descargarlas. Igual que muchos de nosotros. “Con esas cosas soy un poquito aficionado”, dice. Cuando las imágenes salieron, trabajaba en una ilustración de data e inteligencia artificial para una revista de educación en Estados Unidos. La ciencia en sus distintas manifestaciones es uno de sus temas predilectos; sobre ello ha ilustrado para medios como The Lancet y The Economist.

Liévano reconoce que al mirar por primera vez las imágenes del James Webb sintió que podía ver a través del tiempo con total claridad. Las imágenes del telescopio Hubble son nítidas, pero con estas otras el rango se dilata un poquito más y la sensación de ver la magnitud del espacio es más poderosa. “Nos dan la posibilidad de salirnos un poco de nuestra vida”, dice. “A mí la sensación que me embarga es de absurdo, porque a veces creo que la vida es algo normal y este tipo de imágenes alebresta la locura de vivir”. Allí es donde, para él, reside esa belleza celebrada por medio mundo. Liévano considera que lo bello va de la mano con el absurdo, en la medida en que aquello que consideramos bello lo es porque somos incapaces de comprenderlo plenamente, porque nos supera. Las imágenes del James Webb son misteriosas a pesar de que dilucidan una realidad nunca antes vista: conjugan el doble movimiento de mostrar un secreto pero sin revelarlo. 

Estas imágenes encierran muchos tiempos en un mismo tiempo, lo que equivale a decir que en ellas están pasando millones de cosas que por ahora solo podemos interpretar a partir de un esfuerzo hermoso de la imaginación. “Además, son imágenes que nos hacen humildes. No tenemos poder sobre ellas: son mucho más grandes que nosotros”.

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En algunos de los encargos que recibe Daniel Liévano para publicaciones científicas, como The Lancet, y en una parte de sus proyectos personales, el espacio es el tema protagónico.

Al verlas de nuevo, Liévano recuerda que toda imagen es virtual por naturaleza, es decir, que no existe más que como la representación de una realidad. “Una imagen es la imagen de otra imagen que a veces no podemos ver”, señala. Las de la NASA son el ejemplo perfecto de ello: son la representación de una porción invisible para nosotros del espacio exterior. Por ello implican un reto conceptual frente a lo que entendemos por imagen. Ahora que hemos logrado representar con tal claridad lo que parecía irrepresentable, ¿cómo volver a representar mediante la ilustración o la pintura o la fotografía aquello que nos es mucho más cercano y accesible, por ejemplo, aquello que está dentro de este planeta? En ese sentido, las imágenes de la NASA, parece sugerir Liévano, abren una puerta para pensar los procesos creativos a partir de un impulso renovado. No se trata solamente de comenzar a dibujar montañas de gases por aquí y por allá, si no de entender que esas montañas de gases son la representación de algo que ningún ser humano ha visto y que son la representación de un cúmulo de datos captados a través de un telescopio. “Con seguridad, si hipotéticamente nos sueltan en ese punto donde estaba el telescopio, es probable que no veamos nada con nuestros ojos, solo negro”, concluye. 

Finalmente, Liévano siente que la imagen de la Nebulosa Carina es la más afín con su trabajo. En ambos casos, el contraste entre azul y naranja o azul y rojo nos golpea de frente. La Carina Nébula, tal como la captó el James Webb, tienen tantas texturas y degradados que parece no agotar su lectura. “Refresca nuestra capacidad de asombro y, al mismo tiempo, establece nuevos íconos. Por ejemplo, yo solía pintar estrellas con cuatro rayos, pero en esas imágenes tienen por lo menos seis. De ahora en adelante las voy a hacer así”. 

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MARIE JOELLE GIRAUD

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Al igual que las imágenes del espacio captadas por el James Webb, las ilustraciones arqueológicas de Marie Joelle Giraud tienen el desafío de recrear algo que nunca hemos visto. Son compuestas a través de datos y vestigios y no de la observación directa.

Marie Joelle Giraud es geóloga e ilustradora científica especializada en paleontología y geología. Su trabajo se concentra en mirar el suelo bajo nuestros pies y representar visualmente los hallazgos desenterrados por la ciencia a tantos metros de profundidad: dientes, vértebras, rocas minerales y todos los otros vestigios que el tiempo ha sedimentado con el paso de los siglos. No obstante, al ver las imágenes publicadas por la NASA reconoce una bella relación entre los descubrimientos de la tierra y los del universo. “En este momento tengo frente a mí una fotografía de la Nebulosa del Cangrejo y también una lámina microscópica de una mica moscovita. Ambas comparten la misma gama de colores y alguien con el ojo no entrenado podría pensar que son dos imágenes distintas del mismo objeto. La diferencia es que las imágenes del universo son coloreadas, pero las de los minerales de los microscopios son naturales”, dice.  

Giraud siente que las imágenes del James Webb nos recuerdan qué tan pequeños somos. Pero lo dice con conocimiento de causa: una placa microscópica revela la gracia del universo. Así que en su comentario no está el desconsuelo colectivo que se escucha frecuentemente respecto al universo, sino, más bien, una especie de asombro. “A mí me llama la atención saber que el antropocentrismo está llegando a su etapa final. Muchos científicos lucharon para decir que nosotros éramos solamente un cuerpo en el espacio, que no somos el centro del universo. Hoy podemos reconocer que no somos ningún centro; somos mucho menos que un grano de arena en un universo vasto”. Giraud sabe que incluso dentro del tiempo geológico de nuestro planeta somos el último estadio, es decir, que ni siquiera donde nos creemos reyes hemos reinado desde siempre. Hay mucho más que nuestro ego recorriendo el planeta y hasta de pronto el universo. 

Aun así, para Giraud, ese reconocimiento de pequeñez no representa el verdadero desafío de estas imágenes. Ella siente que el reto que las imágenes del espacio le suponen a la ilustración está en la manera en la que se comunica un hallazgo científico. Recordemos que el telescopio capta datos que deben ser traducidos a un lenguaje que sea útil para la ciencia y cercano al público general. Las imágenes del James Webb tienen ajustes en términos de luz, gamas tonales, intensidad, contrastes y brillos para pasar de la información al elemento estético sin perder nunca su propósito. “No estamos hablando de turismo espacial”, dice Giraud. La dificultad está en conciliar ambos polos. “Si uno observa cualquiera de las imágenes es posible identificar una gama de colores precisa y un tono de fondo negro en la parte masiva del universo; están esos colores intensos, preciosos, azules, rojos, amarillos, naranjas, que realmente no existen en las imágenes que fueron proporcionadas por el telescopio mismo. Nuestro ojo humano tiene un pequeño espectro de visión de los colores. Entonces, estas imágenes van a ser distintas a los ojos de otros animales de la naturaleza. Lo que me parece chévere es entender ese proceso, ese desafío. La gente sabe que ahí hay estrellas, galaxias y otros cuerpos espaciales, pero no sabe que está viendo una composición mineralógica de ellos”. 

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Entre las referencias de las que Marie Joelle se vale para hacer su trabajo están las láminas microscópicas. Esta, de unos granos de arena, se parece mucho a la imagen de una de las nebulosas reveladas por la Nasa el pasado 12 de julio.

Giraud se pregunta qué significaría para nosotros ver un universo gris. Gracias a una larga tradición visual nos acostumbramos a ver el universo con un fondo negro y estrellas brillantes, y de eso se vale la NASA para construir estas imágenes a partir de las montañas de información que captan sus telescopios. “Esto no quiere decir que las fotos sean falsas, sino que son interpretaciones ajustadas de la realidad para que nuestro ojo humano lo asimile. Los colores, en este caso, se asignan siguiendo parámetros científicos. Esa exageración lleva a que las fotos no sean planas ni aburridas. La NASA busca mostrarnos lo invisible ocultando la información excesiva, seleccionando lo más urgente de ver”, dice Giraud, señalando que en últimas ese es el trabajo de todo ilustrador: jugar con la información para darle brillo a un cuerpo, a un objeto, a un elemento de un paisaje. “Te pongo un ejemplo, una persona puede tomar una roca y, si no tiene entrenado el ojo, posiblemente no vea lo que hay allí, mientras que un geólogo sí encuentre muchísimas cosas. Lo que hace uno como ilustrador es tomar esa lámina de roca y darle niveles de contraste, exagerar los tonos amarillos y rojos, y buscar filtrar la información para seleccionar únicamente lo que se necesita mostrar. Eso no es mentir. La ciencia necesita imaginación, creatividad, instinto, emoción, disciplina y constancia. Un investigador es terco. Hay gente que ha soñado el planeta antes que nosotros. Entonces cuando vemos estas cosas en la vida real ya no estamos tan extrañados, si no solo asombrados”.

Es en ese sentido, Giraud siente que las imágenes del espacio también hablan sobre su trabajo. El interior de la tierra es abstracto y desconocido. Una garra o una concha de animal nos dice algo sobre la existencia de ese animal, a pesar de que no lo estamos viendo y, tal vez, no lo veamos jamás. Su reto como ilustradora es tomar aquel descubrimiento y darle una forma que lo haga visible, a pesar de estar a millones de años de distancia de nuestro tiempo. 

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DARÍO SILVA

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La anatomía es una de las líneas principales de la ilustración científica de Darío Silva. Las imágenes del espacio son para él una inspiración paradójica: el interior del cuerpo encierra tanta grandeza como el espacio exterior.

“Al principio no entendí qué estaba viendo”, dice Darío Silva, para quien el espacio ha sido un tema frecuente en su trabajo. “Entonces empecé a investigar más para saber qué era lo que estaban representando. Sentí que era algo sorprendente y abrumador: lo que estaba viendo era una foto del pasado, una foto tan lejana del universo que tardó millones de años luz en llegar a nosotros. Esa es una experiencia abrumadora”. Es probable que muchos de los que vimos esas imágenes nos dejamos llevar por su poder visual, por tanta fuerza expresiva en medio de todo ese negro profundo, por los millones de puntos brillantes, por los contrastes de color. Pero lo cierto es que la ignorancia también conjuga la belleza. Por lo menos en este caso, como señala Silva, ser incapaces de entender a cabalidad lo que implican las imágenes del James Webb y ese valor visual produce una experiencia estética redonda. 

Han pasado semanas desde su publicación y Silva sigue pensando en ellas. Además del espacio, le gusta ilustrar la anatomía del cuerpo, en donde yace un microcosmos armado con músculos, tendones, huesos, tejidos varios y una amplia variedad de líquidos. Su trabajo es un recordatorio constante de que la búsqueda por entender el espacio ha ido a la par con la búsqueda por entender el cuerpo. Los primeros dibujos anatómicos datan de la misma época de los primeros dibujos sobre la hondura del cielo. “Hace años leí un libro de Elena Poniatowska sobre Guillermo Haro, que fue un pionero de la astronomía en México. Ahora pienso en el título de ese libro, que es muy bonito: El universo o nada. Es una expresión que recoge un poco lo que hemos intentado apuntar como especie: ir por todo o no ir por nada”, dice.

Para Silva, las imágenes del James Webb lo llevan a preguntarse por la manera en la cual el espacio figura como metáfora de la experiencia humana en el arte. Lo que nos dice la muerte de las estrellas podría ser tan significativo como el choque de dos planetas o como el choque de dos cuerpos. La literatura, el cine y la televisión han explorado esa veta incansablemente. Aunque podría tratarse de una vuelta al antropocentrismo, con el universo girando en torno a nuestras pequeñas pasiones, también podemos asumir que los descubrimientos científicos son un camino para encontrar temporalmente el lugar que ocupamos en la trama de la vida o, al menos, para llegar a un escampadero mientras llegamos a él. “Melancholia, de Lars Von Trier, usa como excusa el espacio y la metáfora de un planeta que se va a estrellar contra otro para hablar de la depresión de una mujer cuyo mundo se está acabando. Películas como esa e imágenes como las de la NASA me recuerdan porqué he hecho las ilustraciones que hecho: algo que parece tan lejano se puede usar como una metáfora de nuestras emociones cotidianas”, dice Silva. 

Silva recuerda que en el libro de Poniatowska se cuenta que Guillermo Haro miraba al cielo desde que era un niño, y que a los seis años pensaba que el cielo terminaba donde terminaban las montañas. En un viaje en tren con su mamá a las afueras de la ciudad, Haro cruzó las montañas y notó que el cielo continuaba. “Primero hemos imaginado las cosas y luego hemos ido hasta ellas para comprobar si lo que imaginamos es cercano a la realidad o no”, dice Silva. “Yo suelo aproximarme al espacio desde la literatura y el cine. Hace unos años pude ver Solaris, esta película de los setenta que dura tres horas, y es fascinante ver que en la ciencia ficción de hace 50 años se lograban imágenes tan bonitas del universo a partir de interpretaciones impresionantes de él. En mi caso, mi paleta está llena de colores tierra desaturados, y cuando veo estas imágenes de la NASA, llenas de luz y de saturación, siento ganas de salirme de mi zona cómoda. Es casi una invitación a imaginar el espacio a partir de esta experiencia científica y su riqueza de colores”. 

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En algunos de sus encargos y trabajos personales, Darío Silva establece paralelos y convergencias entre el cuerpo humano y el universo observable.

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*Cortesía de las imágenes de
@danieliev / @mariejoellegiraud / @dario.silva.gd*separador

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Brian Lara

Bogotano, literato y administrador de empresas. Ha publicado entrevistas, perfiles y ensayos sobre ilustración, literatura, teatro, música, salud y medio ambiente para las revistas Bacánika, Bienestar Colsanitas y Arcadia. Eso, en el tiempo que le queda luego de jugar Play. 

Bogotano, literato y administrador de empresas. Ha publicado entrevistas, perfiles y ensayos sobre ilustración, literatura, teatro, música, salud y medio ambiente para las revistas Bacánika, Bienestar Colsanitas y Arcadia. Eso, en el tiempo que le queda luego de jugar Play. 

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