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Barbie Pink: breve historia de un inconfundible color rosa

Barbie Pink: breve historia de un inconfundible color rosa

Ilustración

Tras el estreno de la taquillera película Barbie, el color rosa lo ha invadido todo. Pero no es la primera vez que esta mezcla de tonalidades se convierte en tendencia de la moda y la estética en el mundo. Esta breve historia nos lleva desde Versalles hasta el pantone 219 C.

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BCNK articulo Noticias MAMM

A la orilla izquierda del río Sena, queda la ciudad francesa de Sèvres. Allí hay un museo de cerámica, está la oficina internacional de Pesos y Medidas donde guardan, entre otras cosas, el metro y el kilogramo del que parten todos los metros y kilogramos, y desde 1740 queda la Manufactura Nacional de Sèvres, una de las principales fábricas de porcelana de Europa. Fue fundada bajo el nombre de Manufactura de Vincennes en una sede distinta a la que empezó a ocupar desde 1756, cuando el arquitecto Laurent Lindet entregó este proyecto de cuatro pisos a unos pocos metros del castillo de Bellevue, residencia de la mecenas y gestora de la Manufactura, Madame de Pompadour.

Madame de Pompadour fue una cortesana francesa, amante del rey Luis XV por seis años y luego “amiga necesaria” hasta su muerte. Llevó una vida privilegiada en la que hizo lo que quiso y lo que quiso fue tomar decisiones políticas y geopolíticas, patrocinar escritores como Diderot y Montesquieu, guiar el trabajo al escultor Edmé Bouchardon y supervisar construcciones como La Plaza de la Concordia. También fundó la Manufactura Nacional de Sèvres y popularizó el color rosa a través de una serie de porcelanas en este color que empezaron a fabricarse en 1757. 

Los rosas audaces de un tono intenso, según Kassia St Clair, autora del libro Las vidas secretas del color, eran muy populares entre las mujeres fuertes con mucho carácter; refiriéndose específicamente a Madame de Pompadour. Su firmeza era tal que murió de neumonía en Versalles, aún yendo en contra de la prohibición que indicaba que nadie podía morir en el mismo lugar donde el rey y su corte estaban existiendo. 

Madame de Pompadour nació 238 años antes de que la Barbie hiciera su primera aparición en un traje de baño a rayas, pero sin duda habría disfrutado una muñeca llena de accesorios del color que popularizó, y que además le dictara: sé quien quieras ser.

El tono rosa que hizo famoso Madame de Pompadour fue hecho por el químico francés Jean Hellot y aunque aún hoy se conservan piezas que ostentan este rosa, la fama de este color en esa época pasó rápido. Sin embargo, no muy tarde, otros tipos de rosa aparecieron anclados (casi) siempre a mujeres recias. Ruth Handler, la empresaria estadounidense que ideó la existencia de las muñecas Barbie, escribió en su libro Dream Doll: The Ruth Handler Story, que “A diferencia del juego con un muñeco bebé, en el que una niña está prácticamente limitada a asumir el papel de mamá, Barbie siempre ha representado el hecho de que una mujer tiene opciones”. 

Inicialmente, el rosa era solo un complemento para Barbie, pero en los años setenta el equipo de mercadeo de Mattel quiso redireccionar el foco; lo que antes era un juguete adolescente, se iba a convertir en un infaltable en las canastas de juegos de niñas pequeñas. Para lograrlo recurrieron al color rosa. Escogieron un tono intenso y brillante que más tarde Pantone asignó como el 219 C o Barbie Pink. 

Kassia St Clair cuenta en su libro que no deja de causar asombro que los rojos claros adoptaron un nombre exclusivo para ellos, cosa que no ocurrió con los amarillos claros o verdes claros. Tal vez si no hubiese ocurrido esta ampliación del lenguaje cromático, este color no hubiese ido a parar a los empaques y accesorios de la muñeca más famosa del mundo. Un color para Barbie no puede tener apellidos. Barbie es Barbie y así mismo, en una sola palabra, está ese color común que ya es difícil asociar con algo más. 

En 2017, el Williams College Museum of Art alojó la exposición ‘Pink Art’ en la cual algunos estudiantes crearon un algoritmo que identificó entre la amplia colección del museo todas las obras que tuvieran rosa. Aunque las preguntas que le daban forma a la exposición tenían que ver más con el concepto de curador en el mundo de la Inteligencia Artificial, sorprendió que, por ejemplo, la computadora rechazó la pintura Special Appearance, 2004 de Richard Hawkins que está inundada de este color. Christina Olsen, curadora del museo en ese entonces, dijo: “La realidad es que las prácticas de comisariado basadas en computadora resultan ser tan subjetivas como las basadas en humanos”, y sí, claro, pero no pensó que ninguna mente humana que haya crecido con este referente, confundiría el Barbie Pink. Tanto así, que una de las pancartas de promoción de la película Barbie que se lanzó este año bajo la dirección de Greta Gerwig, es tan solo una lona impresa toda con el color 219 C y la fecha en blanco sobre una esquina. Nada más. 

Tal vez por eso, porque es poco probable que pueda confundirse este rosa con otro y asociar la Barbie con un color distinto, este año se agotó el rosa. Rosco es una empresa creada en 1910 que fabrica iluminación, dispositivos de proyección y efectos, productos de humo, forillos y también pinturas escénicas. Fue la empresa encargada de fabricar este rosa fluorescente que necesitó la producción de la película de Gerwig para lograr que el tono en pantalla fuera efectivamente Barbie Pink. Según le dijo Lauren Proud, la vicepresidenta global de Rosco, a Los Ángeles Times la película usó todas las existencias de esa pintura. 

Otro momento decisivo en la historia del rosa fue protagonizado por Daisy Fellowes: ícono de la moda durante la primera mitad del siglo XX. Además de escritora, editora de Harper’s Bazaar Francia y poetisa, era la hija de Isabelle-Blanche Singer y heredera de la empresa de máquinas de coser Singer. Su vida fue convulsa, hasta el punto que Winston y Clementine Churchill la apodaron ‘Il Imbroglio’ (el embrollo), también era conocida como la Madame de Pompadour de su época, y Mitchell Owens, periodista del New York Times, escribió que “era un cóctel molotov en un traje de Mainbocher”. Fue ella quien llegó a la casa de Elsa Schiaparelli, la diseñadora de moda surrealista, portando el Tete de Belier, un diamante de 17,47 quilates que perteneció a la realeza rusa. Sobre el encuentro con este diamante, Schiaparelli escribió: “El color lanzó un destello brillante ante mis ojos, imposible, descarado, favorecedor, lleno de vida; algo así como todas la luces, y las aves y los peces del mundo al mismo tiempo. Un color de China y de Perú pero no de occidente: un color escandaloso, puro y sin adulterar”. Y no se detuvo en la contemplación.

La diseñadora quiso tomar ese tono como propio y lo bautizó Shocking Pink. En los años treinta creó con este color perfumes, labiales y trajes enteros que fueron el pilar de su carrera, además de otros prendas de vestir que solo podrían ser creadas por una mujer antojadiza y ostentosa: un sombrero con la forma de un tacón, un vestido atravesado por una langosta. Ni siquiera en ese entonces, una de las épocas más memorables para ese color, llegó a agotarse. 

Pero bastó apelar a la nostalgia y mover correctamente el tablero para que el rosa desbordará cualquier otro momento de su historia. Bastó que Margot Robbie, protagonista de la película, apareciera con un traje tipo cowboy de pantalón con la bota amplísima y un chaleco en Barbie Pink para que aumentara un 416% la búsqueda de ropa rosa, según la revista TIME. Bastó haber jugado con estas muñecas trascendentales y llenar totalmente las salas en cada función de la película, para que el rosa volviera a invadirlo todo. El rosa no es el color de las mujeres, pero ser quien quieras ser es también poder habitar el mundo de formas escandalosas y memorables, como el Barbie Pink.

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Andrea Yepes Cuartas

Periodista. Ha trabajado escribiendo y creando contenidos sobre diseño, ciencia y diferentes formas del arte para El Tiempo, Bacánika, BOCAS, Lecturas y Habitar, entre otras publicaciones. Creó la revista Mamba sobre diseño, un podcast llamado Objituario sobre objetos perdidos pero no olvidados y una marca de libretas, NEA Papel. Le interesan el alemán y el inglés, los libros sobre los que hay que volver, y poner el diseño y la ciencia en entornos periodísticos y museográficos

Periodista. Ha trabajado escribiendo y creando contenidos sobre diseño, ciencia y diferentes formas del arte para El Tiempo, Bacánika, BOCAS, Lecturas y Habitar, entre otras publicaciones. Creó la revista Mamba sobre diseño, un podcast llamado Objituario sobre objetos perdidos pero no olvidados y una marca de libretas, NEA Papel. Le interesan el alemán y el inglés, los libros sobre los que hay que volver, y poner el diseño y la ciencia en entornos periodísticos y museográficos

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