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El cómic minimal de Ana María Lozano

El cómic minimal de Ana María Lozano

Imágenes

Las creaciones de Ana María Lozano nos llevan al calor de Girardot, las vacaciones y la nostalgia. Tanto su trabajo personal como sus emprendimientos editoriales muestran una relación única con el diseño, la arquitectura y el arte.

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Adentrarse en el colorido mundo de Ana María Lozano, artista colombiana que orbita el mundo de la gráfica editorial, es volver a la nostalgia de los días de la infancia. Egresada de la Pontificia Universidad Javeriana, con énfasis en gráfica y plástica, Lozano ha estado trabajando durante años en torno a una obsesión que la vincula con los recuerdos más personales de una casa familiar en la ardiente Girardot, donde vivió los días más felices de sus vacaciones de infancia. Desde hace un tiempo su obra de carácter minimalista circunda un universo sobre el que poco reflexionamos y que tiene una potencia poética imprevista: las piscinas, las vacaciones, el trópico idealizado y la potencia creativa del recuerdo. Aunadas a sus obsesiones, sus imágenes juegan con lenguajes que provienen de distintas disciplinas y que en su obra encuentran el preciso equilibrio entre potencia estética y elegancia minimalista.

“Cuando salí del colegio no me interesaba nada, no había ninguna materia que me hubiera llamado tanto la atención como para decir ‘quiero vivir de eso’”, explica Lozano. “Había algo que atravesaba todas las disciplinas que me atraían y era que me gustaba mucho lo visual. De chiquita veía mucha televisión o jugaba muchos videojuegos. Creo que esa memoria visual se trasladó a las clases: rayaba todos los cuadernos con dibujos. Pero, realmente, la clase de arte en el colegio no era chévere, era muy técnica: pasar de un amarillo a un rojo, hacer escalas, repetir algo que ya había hecho alguien más. No me llamaba mucho la atención”, añade. Para una mente inquieta, el seguir a rajatabla un programa que no motiva la creatividad sino la habilidad mimética, limitaba enteramente sus ambiciones. A pesar de ello y del temor de sus padres, lugar común en la narrativa de muchos artistas, se encontró estudiando Artes Visuales. “No quería estudiar arquitectura o diseño. No quería hacer objetos, no quería hacer cosas funcionales sino explorar visual y gráficamente lo que sentía o lo que se me venía a la cabeza”.
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Ilustraciones para La suspensión de los objetos flotantes de Tania Ganitsky, Cardumen, 2020.

Durante su tiempo en la universidad, realizó dos énfasis en áreas que ha aprendido a complementar en su trayectoria profesional. “Primero, me fui por el énfasis gráfico, que va más por el lado de la ilustración, de las imágenes que se pueden reproducir en muchos medios. Y luego sentí que algo me faltaba, algo más táctil y matérico, por lo que también me metí en el énfasis plástico. Siento que fue una formación muy integral en las artes visuales”. Tras finalizar sus estudios, se enfrentó a los desafíos que el mundo laboral supone para los artistas y esa doble formación le ofreció herramientas para sortear la creación propia y la subsistencia. “En Colombia no es muy fácil para un artista, sobre todo plástico, encontrar trabajo en ese área. Me tocó seguir mi práctica personal por un lado y comencé a trabajar para empresas de publicidad y agencias de diseño por el otro”, explica. “Luego me di cuenta de que podía explorar otras cosas, que el diseño no estaba tan alejado del arte y que esa división que me habían pintado en la cabeza desde la universidad se desvanecía”.

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En su empresa editorial, Palm Press, con la que acaba de publicar su segundo libro, se cristaliza esa disolución de la línea entre el diseño y el arte. “En 2018 comencé a ir a ferias editoriales en las que veía que la gente vendía sus cosas y era muy autónoma, y comencé a hacer, de manera muy intuitiva, mis primeros libros, mis primeros fanzines, a autopublicarme. Esas voluntades y prácticas, que eran un poco ingenuas en un principio, se volvieron súper políticas. Me empecé a preguntar por qué estaba publicando esos contenidos, qué significaba autopublicarse, qué significaba gestionar un proyecto y ser independiente. Todo eso me llamaba mucho la atención”, añade. Conforme empezaba a editar sus primeros fanzines, en los que publicaba también la obra de sus amigos, Lozano encontró en la figura del libro un medio poderoso para proyectar sus inquietudes. 

Después de este primer acercamiento empírico al mundo editorial, vivió una enriquecedora experiencia en Francia, durante sus estudios de maestría en la Escuela Superior de Artes y Medios Caen-Cherbourg, institución de la que se graduó con felicitaciones del jurado. “Una escuela de artes te explota la cabeza, es muy diferente a una universidad. No eran clases, eran proyectos prolongados a lo largo de semanas, lo que me permitió conocer mucha gente que tenía prácticas similares a las mías, gente que tampoco se veía dentro del mundo del arte. Viajábamos y hacíamos ferias editoriales con amigos”. Las posibilidades de conectividad entre circuitos de arte le permitieron ahondar en sus prácticas editoriales, reflexionar sobre el lugar del libro en el arte contemporáneo, además de comercializar sus publicaciones muy dicientes, pero mudas, por toda Europa. Fue en estos años de pandemia cuando Lozano dio forma a Palm Press y publicó cinco libros con colaboradores que conoció durante su viaje de estudios. 

Si el libro es el soporte principal de su obra actual, la reimaginación de su infancia en una casa de Girardot es la materia prima de su inspiración. “Toda mi vida he vivido en Bogotá y cuando uno se devuelve de la piscina a la ciudad es un sentimiento terrible. Toda esa sensación de pérdida y de nostalgia la trasladé a una serie que se llama Nostalgia tropical en la que comencé a explorar qué es lo que tanto quería de estos lugares, lo que a uno lo hace sentir tan feliz en momentos, que se vuelve un recuerdo grato en los lugares fríos. Me obsesioné un poco con ese tema y todo mi trabajo hasta hoy tiene que ver con eso”. Hacen parte de estos intereses los dos volúmenes de Encantos Paradisíacos en los que, a partir de una paleta de colores reducida, juega con la geometría de la arquitectura tropical, la cuadrícula de las canchas de tenis de los hoteles recreativos o los azulejos desordenados de las piscinas de su recuerdo.

Además de libros, Lozano ha producido un importante cuerpo de obra con instalaciones, cuadros o fotografías en los que juega con este universo visual. En Intervalos (2021), por ejemplo, la artista reflexiona sobre la construcción de paisajes subjetivos en espacios de descanso, obra que resultó entre las tres finalistas del Premio Compensar de ese mismo año.

En las ilustraciones de Lozano, la imagen se sintetiza hasta lo simbólico para jugar con un universo de referentes transversales que se entretejen en su obra. Así, la palmera, la cancha de tenis, una raqueta de ping pong o la señalización de la piscina se potencian como ideogramas de una narrativa que parte de sus recuerdos más íntimos. Esta fascinación tropical también está presente en otros medios de expresión, como sus obras en cerámica y hasta en la marca de ropa que creó bajo el nombre de Paraíso para siempre. En Nación Paraíso, su primera muestra individual de 2019, Lozano presenta estos elementos a través de lo lúdico para ironizar sobre el proyecto de nación y construye una república independiente, soñada, en la que las vacaciones se extienden por siempre.

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En medio de estos intereses y medios diversos, el libro ocupa el lugar central en este momento de su carrera. “El libro surgió como una preocupación por democratizar los contenidos, para sacar un poco el arte de los museos”, explica sobre las reflexiones que motivaron, en parte, su viaje a Francia. “Me empezaron a interesar el libro-arte y cómo se podía crear una obra pensada desde lo múltiple y desde lo editorial. Los libros son objetos en los que se desacraliza el contenido, si incluye dibujos son reproducciones múltiples a los que la gente les pierde el miedo. Es un objeto portátil, lo puedes llevar a donde quieras y lo puedes abrir cuando te dé la gana, no tienes que ir a un espacio a ver arte, lo que pasa con los museos y galerías”. Lo colectivo y la autogestión hacen parte de las reflexiones que dieron forma a su editorial Palm Press, en la que se enfoca en publicar historias visuales que prescinden del texto para comunicar un sentido.

Lozano es pionera en Colombia del cómic minimal, un movimiento que lentamente ha empezado a llegar a nuestro país a través de las redes sociales. “Al no tener texto en la publicación se abre mucho el público. Que no tengas que leer hace posible que lo que estás poniendo en tu libro pueda ser entendido por muchas más culturas, en distintos países”, afirma Lozano. “Ser mujer artista y editora en este país, publicando este tipo de contenidos, es muy chévere porque se genera una variedad inmensa de posibilidades editoriales dentro del circuito. Siento que soy un poco el bicho raro en las ferias con Palm Press”. Sus publicaciones aún están en un espacio liminal que no corresponde propiamente al mundo del cómic (cercano a la literatura en la creación de narrativas lineales) ni al del libro arte, terreno en el que predominan los artistas contemporáneos. Combinan un poco el arte contemporáneo, el libro arte y el cómic clásico, esta es la gráfica minimal y lo que publico en Palm Press”, añade con erudición, pues es un tema que domina por haber sido el objeto de estudio de su tesis en Francia.

En la obra de Lozano el libro es un mecanismo político de circulación de contenido. Su preocupación por este soporte, muchas veces precario y frágil, pero también democrático y accesible, es en sí una reflexión sobre la manera en la que socialmente accedemos al arte o reflexionamos en torno a los productos artísticos. Sus publicaciones, por ello, hay que entenderlas como productos en los que se pone en tensión el mercado y las dinámicas asociadas a la exhibición de la obra artística. También, complejiza la posibilidad de enunciación de quién puede o no llamarse artista al incluir lenguajes como el diseño o el dibujo arquitectónico en sus publicaciones, problematizando la figura áurea del culto a la personalidad del artista contemporáneo. Así mismo, al prescindir de la palabra escrita como soporte retórico de la obra, problematiza varias de las producciones del arte contemporáneo, centradas en ingeniosas reflexiones como las de Camnitzer, Meirelles o, en el contexto colombiano, Antonio Caro y Juan Uribe. 

04 Galeria Paraiso Para Siempre

Lozano es una artista muy novedosa en el ámbito contemporáneo colombiano. Su obra, en apariencia sencilla, posee una carga poderosa que la hermana con la historia del arte desde puntos sorpresivos. Por un lado, una de las primeras piscinas de la historia de Occidente se remonta a la villa particular de Cayo Mecenas, uno de los primeros patronos del arte cuyo nombre se ha convertido en nomenclatura de las personas que fomentan desinteresadamente las artes, como es el caso de su editorial Palm Press que se ha convertido en el motor editorial para hacer circular el trabajo de creadores funámbulos entre disciplinas que juegan con la imagen. 

Por el otro, y menos anecdótico, su producción dialoga con el arte contemporáneo de manera temática con David Hockney o el suizo Sylvie Fleury y, estéticamente, con una nueva vanguardia de creadores europeos que han apelado al medio de la gráfica para permitirse la circulación de sus imágenes entre circuitos cada vez más ricos. 

Si bien es cierto que el arte de Lozano es por naturaleza digital, su soporte es siempre material y en él existen una serie de decisiones que tienen que ver con las limitaciones tecnológicas de medios de producción como la riso, la serigrafía, la risografía o la impresión off set con varias tintas. Es un universo gráfico marcado por el recuerdo pero, aún más por la idealización del recuerdo mismo. 

En este espacio riquísimo converge lo inventado con lo rememorado idealizado, la narrativa personal que nos define como sujetos con los valores simbólicos que nos hermanan como cultura de manera universal. Lozano se vale de icónos globales para narrar su experiencia privada y, en el camino, ha empezado lentamente una revolución que dialoga con lo político, la cultura inaccesible del arte contemporáneo y la circulación e intercambio de imágenes. Su arte es portátil y accesible. Escarbando en sus imágenes podemos construir una reflexión sobre el recuerdo y la identidad pero, si nos quedamos en la orilla pandita de su obra, encontramos también un universo vibrante de colores cálidos que es innegablemente atractivo a nivel visual y poderosamente memorable en la simplicidad de sus formas. 

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Ignacio Mayorga Alzate

Literato e historiador del arte, selector de vinilos y periodista cultural. Aprendió a leer en silencio para que no se lo llevara el Diablo. Fanático de lo periférico, lo terrorífico y lo sangriento. Escribe frases largas y párrafos extensos. No muestra su rostro en video.

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