Chamucero, Rudas y Villamizar: tres artistas de Artecámara
Ana María Chamucero, Luis Mendoza Rudas y Daniel Villamizar hacen parte de los artistas seleccionados en la sección Artecámara de ArtBo. Sus obras confirman la diversidad de búsquedas y estéticas que caracterizan a esta muestra enfocada en artistas jóvenes.
iliana Andrade y Bernardo Ortiz tuvieron la difícil tarea de curar Artecámara este año: un año convulso que supone el retorno de ArtBo a la presencialidad, en un formato adaptado a las circunstancias actuales; una muestra que busca reunir el trabajo de un grupo representativo de artistas jóvenes y sin representante, en un momento en el cual sus preguntas son tan urgentes como variadas.
Ese imperativo de asumir las circunstancias, de vivir un momento que confronta con la imposibilidad y adaptarse a esa realidad creativamente, es un desafío que tanto la feria como los curadores debieron enfrentar y que se convirtió en la consigna curatorial de este año: ¡Lo que toca!
¿Cuáles son esas circunstancias y de qué forma estas obras se relacionan con ellas? En palabras de los curadores: “Esta exposición es contemporánea al virus y al paro nacional, pero no es sobre el virus y el paro. De hecho, creemos que este momento nos devuelve a una forma más básica de entender lo contemporáneo. No como un periodo histórico, que viene después de lo moderno. O, incluso peor, como un estilo. Más bien como una confrontación fundamental con el tiempo. Lo contemporáneo es lo que todavía no entendemos, lo que cae en suerte, lo que toca”.
La muestra estará abierta en la Galería Santa Fe del 25 de septiembre al 9 de octubre, en el marco de una edición de ArtBo que se toma la ciudad a través de recorridos organizados en los cinco circuitos principales del arte: Centro Histórico, Macarena, Chapinero/Teusaquillo, Norte y San Felipe.
Entre los artistas que conforman la muestra de Artecámara 2021 se encuentran Juliana Rojas Toledo, Nicolás Barrera, Isabel Cristina Torres, Carlos Vera, María Paulina Moncada, Nataly Rengifo y Johan Samboní. Los tres artistas jóvenes que reseñamos a continuación dan cuenta de la diversidad de estéticas y búsquedas de esta selección.
Luis Miguel Mendoza Rudas
Paga Diario
Grafito sobre papel
42cm x 59,4cm cada dibujo
2019
A través de la obra Paga Diario, este artista barranquillero se adentra en la complejidad de una práctica marcada por la violencia, insertada en las dinámicas de un segmento de la economía popular y masificada a lo largo de toda Colombia y de varios países de Latinoamérica, como Guatemala, El Salvador, México y Perú. Lejos de la formalidad de los bancos, el dinero se mueve rápidamente de unas manos a otras en una estructura dominada por prestamistas y protagonizada por su amplio esquema de cobradores: el artista Luis Miguel Mendoza Rudas fue uno de ellos.
El sistema se llama paga diario o gota a gota, y justo así operan los cobros y sus altísimos intereses: como una condena espiral que va drenando día a día al deudor y cuyos mecanismos de cumplimiento forzoso toman licencias ilimitadas de violencia ejercida puerta a puerta. “Cuando una persona no puede pagar, llegan tipos armados con un camión y se llevan las cosas de la gente, el televisor, la nevera. Pero la problemática no solo está del lado de quienes reciben los préstamos, sino también en el origen de esa plata. Muchas veces es dinero del paramilitarismo o de las bandas criminales que buscan lavar y poner en movimiento”, afirma el artista.
Esta serie de dibujos despliega el trazo decidido, el intenso valor de línea y el realismo en la mirada del artista participante en la edición 2019 del Premio Arte Joven y seleccionado en el 17 Salón Regional de Artistas. No se trata solamente de un realismo técnico, sino de una mirada cuya profundidad y precisión deben mucho a la inmersión en las experiencias de las cuales da cuenta la obra.
Luis Miguel creció en las vibrantes calles del barrio La Paz, en Barranquilla, y entre la cotidianidad de su casa y las vidas de los vecinos del popular sector fue descubriendo esas inequidades, imposibilidades y vértigo que generan problemáticas como la de los préstamos paga diario. Las artes y en particular el dibujo aparecieron en su vida como castigo, como una fórmula ideada por su madre para alejar al inquieto niño de cinco años de esas calles turbulentas. Primero en los cuadernos del colegio y luego en un block rayado que le regaló su mamá, los dibujos se convirtieron en su escape, en todo lo contrario a un castigo.
Los que conforman Paga diario y otras series con títulos como Rebusque al fiao, Peñonera y Comida basura, tienen en común las fortalezas técnicas afinadas durante casi tres décadas de carboncillo y también una postura intensamente social y política atravesada por el registro material de las desigualdades económicas.
El poder, la deuda, la usura, la vergüenza y la violencia son vistas desde dentro, como rasgos centrales de una economía paralela, que comparte algunas de las oquedades del sistema financiero formal: “Para mí el banco y el paga diario son lo mismo. Solo que un banco es para gente que tiene dinero y que cuenta con salidas para poder pagar. Pero también los bancos te roban y te embargan. Solo que este sistema del paga diario hace parte de una economía marginal”.
Ana María Chamucero
Inventario
Ensamblajes a partir de objetos
I Butacos-escalera. Dos encontrados. Tres ensamblados con listones de cedro, nogal y madera moho.
II Churruscos. Alambre, crin de caballo.
III Cajas (para arreglo floral). Corteza de árbol, bolsas plásticas.
Dimensiones variables
2019
El trabajo de Ana María Chamucero parte de la búsqueda de objetos cotidianos que la artista transforma con intervenciones formales para darles una nueva perspectiva y dimensión, una resignificación estética que conserva la materia original pero que genera una nueva forma de relacionarse con ella. El resultado es un conjunto de piezas escultóricas en cuyo ensamblaje son centrales la disposición geométrica y la repetición orgánica.
La serie Inventario está conformada por tres obras: unos híbridos entre butaco y escalera, una pieza conformada por cajas para arreglos florales y un ensamblaje de cepillos de crin de caballo en una estructura espiral titulada Churruscos. Con esta última pieza, Ana María participó en la edición 2020 del Premio Arte Joven y quedó entre los diez finalistas.
Estos son elementos arraigados en la cultura popular, cuya producción pasa de lo artesanal a lo industrial y que en estas obras son intervenidos a través de un nuevo proceso manual, delicado, de reconstrucción. De esta forma, los butacos que vemos a diario se convierten, a través de una sucesión de sí mismos, en escaleras; los empaques florales se transforman en una imponente y compacta construcción, y los cepillos de suaves crines de caballo acaban conformando una estructura que es a la vez resistente y sutil.
Para un trabajo escultórico como este, en el cual la materialidad y el espacio resultan esenciales, la reapertura de lugares de exhibición presenciales después de un año de completa virtualidad representa la oportunidad de vivir una experiencia más completa frente a la obra. Así lo reconoce la artista: “Lo más importante de la reapertura es tener esa experiencia de ver las piezas en vivo. Porque hay cosas que uno no puede percibir desde la pantalla: detalles, texturas y gestos. En la actualidad la escala de percepción es distinta y es muy importante la reactivación del arte pues durante más de un año todo estuvo un poco estancado”.
Ana María también reconoce la importancia de que ArtBo diversifique sus espacios a lo largo y ancho de toda Bogotá. En el caso particular de la sección Artecámara, el hecho de que la sede sea la Galería Santa Fe, una plaza de mercado intervenida, guarda estrecha relación con el origen de los objetos que conforman Inventario: “estas piezas están construidas con objetos que se encuentran principalmente en plazas de mercado, para mí era un sueño que regresaran a este lugar, que fueran exhibidas y la gente pudiera verlas en este espacio”.
Actualmente, Ana María se encuentra trabajando en proyectos más cercanos a lo performático y el video, con temáticas tan disímiles como los sistemas de drenaje y los entornos clínicos. La repetición, a manera de bucle, una interacción distinta con la materialidad de los insumos médicos y los cuerpos de agua, y el contacto con el arraigo en lo popular, a través de una búsqueda en el origen huilense de su familia, guían sus nuevas creaciones.
Daniel Villamizar
Migrantes
Papel moneda cosido con hilo
3m x 2,8m
2020
Hijo de padres colombianos y nacido en Venezuela, Daniel Villamizar estudiaba diseño y artes en Valencia, pero tuvo que mudarse a terminar sus estudios en Colombia en 2014. Aquel fue un año de intensa agitación política en Venezuela, marcado por las protestas estudiantiles y un paro de casi tres meses que sucedió a la captura de Leopoldo López. Durante este periodo, varios compañeros de Daniel resultaron presos y otros fueron asesinados.
Desde Colombia, el artista siguió atentamente la turbulencia de los años posteriores y visitaba casi anualmente Venezuela. Lo que ocurrió entre finales de 2016 y 2017 sacudió desde la raíz toda la economía del país y se convirtió en el detonante para la obra Migrantes. “Fue en ese momento cuando Nicolás Maduro decidió acabar con el billete de 100 bolívares fuertes, que era el de más alta denominación. La excusa eran supuestas conversiones monetarias, pero había asuntos mucho más turbios por debajo. El caos se encendió porque dieron un plazo cortísimo, como de un mes, para sacar los billetes de circulación. Fue una cosa absurda, la gente empezó a salir a la calle despavorida a intentar gastar el dinero, los bancos no ofrecían ningún tipo de ayuda y el gobierno tampoco tenía garantías”, recuerda Daniel.
Esta obra indaga en ese absurdo: en la pérdida de significado del papel moneda al ser despojado de su valor de cambio, su reducción a un objeto de diseño, seriado, masivo, que remite al recuerdo de su poder, pero que ahora no es más que papel impreso.
En su regreso a Colombia, al pasar por Cúcuta, Daniel fue testigo de una escena dramática que impulsó el inicio de la obra. Al pasar la frontera, en el Puente Simón Bolívar, vio montones de personas en un intercambio urgente, saliendo de sus billetes a toda prisa, recibiendo a cambio cualquier cosa: los ahorros de vidas enteras por algo de ropa o comida. Desesperación y confusión: “Gente huyendo con bultos de dinero, los billetes volaban, estaban tirados en el piso, la gente los botaba”, recuerda Daniel, quien comenzó a reunir esos billetes para convertirlos en el sustrato a través del cual iba a expresar su mirada en torno a la migración.
Migrantes es un manto de 2,80m x 3,20m, conformado por 1000 billetes de 100 bolívares fuertes, recolectados allí en la frontera de Cúcuta y San Antonio, en el puente Simón Bolívar. No se trata de un simple ensamblaje, influenciado por el abstraccionismo geométrico de artistas venezolanos como Jesús Soto, Cruz Díez y Alejandro Otero; el tejido de ese manto revela las costuras de todo un país: “Cuando te acercas y lo ves a contraluz, te das cuenta de que los billetes están cosidos entre sí y que la superficie del manto está completamente herida por agujas. Son las heridas, el dolor y la resistencia que nos ha tocado vivir a todos los venezolanos. La impotencia que se siente irte de tu casa sin haberlo planeado y, bueno, las muchas y muchas realidades de todo lo que está pasando en Venezuela”.
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