De rock, porro y cumbia
Carlos Iván Medina es un músico en todo el sentido de la palabra.
Ha estado detrás de la composición de varios éxitos musicales de Carlos Vives, grupo en el que es tecladista, corista y compositor desde la época del grupo La Provincia.
Sus inicios se remontan al grupo Cascabel, pero su historia es la de la banda Distrito Especial que formó en 1987, junto con Bernardo Velasco -al cual se uniría más tarde el baterista Einar Escaf-. El grupo es un referente del rock colombiano pionero en la fusión de elementos de la cultura popular colombiana con instrumentos como congas, tambora y gaitas para integrar cumbia de los indígenas y afroamericanos con algo de funk, blues y rock argentino en un generó que bautizaron como Gastrofunk. Distrito inició con la influencia de músicos como Jethro Tull, Jimmy Hendrix, James Brown, Charly García, Luis Alberto Espineta y Bob Marley, hasta los gaiteros de San Jacinto y Totó la Momposina. Sus letras, muchas de estas compuestas por Carlos, están llenas de historias de ciudad como CAI-Policía, Bogotá, El Excusado o Candelaria. La discografía se compuso de dos discos: "D.E. Mentes" y "Documento", además de cuatro canciones de "Materia Gris", el disco que esperan lanzar al mercado este año.
Hoy desde su oficina en Gaira habla de la música colombiana, las nuevas fusiones, la historia de Distrito. Es inquieto e irreverente y habla siempre calculando que ninguna palabra importante se le escape, mientras que lo hace sin pausas y a todo ritmo.
¿Qué marcó Distrito Especial en la música colombiana?
Primero puso una pauta al decidir cantar en español cuando los demás grupos lo hacían en inglés. Nosotros teníamos influencias de algunos grupos ingleses, pero también del rock argentino que nos llegaba por el primo de un vecino que vivía en Argentina. Así comenzamos a escuchar a Luis Alberto Espineta y Charly García. En general, Distrito cimentó las bases de la colombianidad. Dijimos: si vamos a hacer música ante el mundo lo mejor es con lo que somos y lo que viene instalado genéticamente en nosotros por la cultura, más allá de imitar lo que otros hicieron, porque aunque es bacano, bueno y nos llena de inspiración, no tiene que ser la única pauta.
Ustedes alcanzaron a producir un tercer álbum: "Materia gris" ¿Por qué no lo lanzaron?
El material no estuvo completo. Llegamos a cuatro canciones porque no había plata. Además en 1994, Bernardo Velasco –que se había casado con una inglesa- decidió irse a vivir a Liverpool para que sus hijos crecieran allá. El baterista, Einar Escaff, volvió a Barranquilla y yo comencé a trabajar con Carlos Vives. Pero continuamos siendo una hermandad. En 2003 nos reunimos en Rock al Parque y la idea es grabar "Materia gris" tan pronto como podamos cuadrar un tiempo para reunirnos.
Y musicalmente ¿Cómo fue el cambio de Distrito Especial al grupo La Provincia con Carlos Vives?
En todo caso fue seguir haciendo música, aunque obviamente lo de Carlos Vives es más su música, pero ha sido un taller de composición y de creación muy importante para mi. Entonces, el cambio más notorio fue dejar de tocar junto a los hermanitos de toda la vida.
¿Qué opina de los nuevos grupos de música fusión o de tropipop, que siguieron algunos de sus pasos?
El único asunto es que hay muchas variaciones de lo mismo y se confunde el lenguaje un poco. Entonces uno escucha algo y dice: ¡ya lo he oído! Con el resultado de que se satura el mercado y nos aburren.
¿Qué grupos rescata?
Me gusta mucho lo que viene más por el lado indígena, como por ejemplo Curupiraque lleva la música colombiana a un nivel más musical, como si estuvieran haciendo jazz o música clásica. Es meterle más cerebro al asunto. Porque hay grupos que tocan cosas muy exóticas, pero no llegan a decir ni lo uno ni lo otro. También es muy bueno el esfuerzo de Mucho indio con Teto Ocampo, quien es un gran músico colombiano; está lleno de ganas y es una fuente de inspiración.
Y ¿qué piensa del boom actual de los grupos colombianos que trabajan con la fusión?
Es la “electronización” de la música colombiana. Por ejemplo, grupos como Sidestepper toman la colombianidad y la trabajan en el mundo de la rumba, con el dance, como un rock de rumba. Por ahí sigue Choc Quib Town, que se puede decir hace lo mismo que un grupo como Orishas en Cuba. Son tendencias de la época que me parecen válidas, al igual que grupos como Systema Solar o Banana Republic. Cada grupo pone su grano de arena con su estilo, porque de todos modos somos diversos y todo se tiene que ir reinventando.
¿Cómo se hace para no caer en la redundancia musical y diferenciarse?
No pegarse de la moda porque muchos copian lo que a otros les funcionó. El que copia va mal. Si uno es músico eso se lleva en el espíritu: la música es un ente abstracto que comunica y si el músico es genuino, tiene un mensaje y su fuerte está en decir algo, lo logra. Puede empezar en cualquier plataforma, pero si tiene un fuero interno legítimo, la cosa triunfa. El espíritu es lo que más prima. Además, pienso que ahí está todo: en las ganas, la seguridad, la convicción y la necesidad que la persona tenga de transmitir lo que siente. Eso es lo que hace que su música llegue a algo.
¿Cuál es el paso obligatorio que tiene que dar la música colombiana en este momento?
Yo creo que van a venir más grupos alternativos y se deben buscar fusiones nuevas, probablemente de la música indígena latina y fusiones más electrónicas, por lo menos un porro electrónico, que si nadie se atreve a hacerlo, lo hago yo.
¿Y cuál es el siguiente paso para Carlos Iván Medina?
Queremos sacar adelante Materia gris con Distrito, apenas Bernardo venga a Colombia. Yo también quiero hacer un disco este año como compositor y cantante.
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