Imprenta Patriótica: el oficio de hacer libros
Guardianes de las artes gráficas nos contaron un poco de sus vidas y cómo hacen los libros de la Imprenta Patriótica del Instituto Caro y Cuervo.
er linotipista, encuadernador, impresor o cortador son oficios que ya no se enseñan en Colombia, pero aún hay quienes luchan para que su práctica no desaparezca. Así es como se hacen los libros sin Indesign o Photoshop.
El relieve de las arrugas del lomo, sus esquinas convertidas en crestas de olas, su olor a nuevo o a persona, y la textura de sus hojas hacen del libro un objeto artístico más allá de la historia que lleva en las entrañas. Para algunos contiene un escape mientras que, para otros, sirve como nivelador de sofás. Sea para lo que sea, es innegable la transformación que ha tenido este objeto desde los de papiros.
En nuestros tiempos, muchas editoriales crean e imprimen sus obras gracias a herramientas digitales como InDesign y Photoshop, por eso, quisimos rescatar la labor de una imprenta que confía ciegamente en los procesos manuales y mecánicos como parte de la magia de un libro.
El 20 de julio de 1960, el Instituto Caro y Cuervo fundó la Imprenta Patriótica en conmemoración de los 150 años de la Independencia. La imprenta se encuentra ubicada en la Hacienda Yerbabuena, antiguo hogar del expresidente José Manuel Marroquín, en el kilómetro 24 vía Chía, Cundinamarca.
Árboles, flores y un pequeño lago rodean la biblioteca del Instituto y el área de producción donde se han publicado alrededor de cinco millones de ejemplares, correspondientes a cerca de 2500 títulos de libros y revistas. Allí se encuentran máquinas como linotipias, imprentas y cortadoras custodiadas por unos guardianes que, además de darles un propósito, las cuidan como si su vida dependiera de ello.
Las máquinas no son los únicos tesoros de la Imprenta Patriótica. Cada una de las personas que trabajan allí se han convertido en salvaguardas de su oficio. Y lo hacen con tanto amor que, incluso, algunos siguen trabajando en el Instituto Caro y Cuervo luego de haberse pensionado.
César Augusto Buitrago
Coordinador de divulgación editorial del Instituto Caro y Cuervo y director de la Imprenta
Primero trabajó como corrector de estilo y actualmente es el coordinador de divulgación editorial y director de la Imprenta. Lo que más le gusta de trabajar allí es poder crear piezas de arte gracias a la experiencia de sus operarios -sus “maestros”, como les dice- y ver cómo materializan una idea que al principio consideraban imposible. Las poderosas máquinas no solo han impreso en papel, lo han hecho en tela, corcho y madera, y hasta están experimentado con policromías en las tipográficas.
Cuando visita la Imprenta, comienza el recorrido saludando a los maestros y les indica qué trabajos tienen que realizar, revisa que todas las máquinas estén funcionando adecuadamente y está pendiente de cualquier emergencia, desde corregir un texto hasta echarle aceite a una máquina.
“Nos negamos a desaparecer. Un taller como el de la Imprenta Patriótica se constituye como un museo. No como un museo inerte que muestra cosas del pasado, sino un museo vivo. Cuando una persona nos visita y conoce nuestro trabajo, queda fascinada y picada por la vena de las artes tipográficas. Quisiera que esto no desaparezca nunca”.
Demetrio Ballén
Cortador y plegador
Demetrio comenzó en el área administrativa hasta que se encarretó con la imprenta. Lleva cuarenta años en el Instituto. Desde entonces ha procurado que cada libro no tenga ni una hoja que se salga del cauce de papel.
Con los años ha aprendido a entender su máquina y sus mañas. En el caso de la plegadora, la grafa –cinta metálica usada para marcar el papel en el lugar exacto por el que debe doblarse– se atasca y Demetrio tiene que ponerle plastilina porque amortigua y no corta el pliego. “Antes uno ponía cinta, pero eso rasgaba el papel. Ahora uno tiene más trucos para que todo funcione”, cuenta.
Así como cuida su máquina para que ningún papel quede torcido o mal cortado, también disfruta jugando voleibol o baloncesto con los otros trabajadores en sus horas libres en la Hacienda. Demetrio ya se pensionó, pero decidió seguir trabajando por amor al Instituto y a su oficio.
Armando Rodríguez Mora
Diseñador gráfico y linotipista
En 1972 estudió composición mecánica en el Sena y allí conoció a Jaime Álvarez, un amigo que se encontraría en la Imprenta Patriótica años después. Armando Rodríguez pasó por varias editoriales, incluso trabajó en la Imprenta Nacional de Colombia, de donde es pensionado, pero decidió volver a crear letras porque está muy agradecido con su máquina. “Lo que tengo es gracias a ellas. Me enseñaron mucho”, dice.
Antes de teclear las letras para que sean impresas en plomo, Armando tiene que leer y revisar la redacción y ortografía de todos los textos. El libro que más le ha gustado es Cien años de soledad. También ha transcrito La María, La Ilíada, La Odisea y La vorágine.
“No es por nada, pero antes el linotipista era la segunda persona más importante después del gerente. Era una cosa medio espectacular, como novedosa y uno se sentía a gusto donde quiera que trabajaba porque toda la gente lo admiraba a uno”.
Jorge Mora Ávila
Impresor tipográfico
Hace treinta y cuatro años Jorge empezó a trabajar en servicios generales fundiendo el plomo, entregando publicaciones y aseando el taller. Después manejó la cortadora y lleva un cuarto de siglo como impresor. Lo que más le gusta de “su negra”, como llama a su máquina, es que mientras tenga las guías y el papel ajustado, es un relojito para trabajar.
En ocasiones, cuando imprime libros que tienen signos que no están en la matriz del linotipo, tiene que “echar sobre tiros”, es decir, volver a pasar la hoja por la imprenta con una matriz que tenga los signos faltantes. El papel que más utiliza es el papel bond de 75 gramos, pero dice que su máquina es tan buena que trabaja en lo que sea.
Jaime Antonio Álvarez
Linotipista
Jaime trabaja en la Imprenta junto a Armando Rodríguez, su colega linotipista y amigo de carrera con el que estudió en el Sena. Cuenta que aunque quería estudiar dibujo publicitario, eligió composición mecánica porque le dijeron que así iba a estar sentado, a diferencia de la composición manual, en la que debía estar de pie.
Durante años trabajó en editoriales jurídicas como Guadalupe y Wilches, en donde “levantó”, es decir, transcribió en la linotipia, libros especializados en Derecho, sus favoritos. También trabajó en la Imprenta Nacional, a donde llegaban los anales del Congreso, que eran las bitácoras de las sesiones en copia de carbón sin puntuación. A Jaime le tocaba leer esos originales borrosos, imaginarse al “honorable” echando su discurso y ponerle puntos y comas por puro instinto. “A mí me encantaba el original porque uno aprendía sobre redacción y ortografía”.
Luego estudió Comunicación Social, fue periodista en distintos medios en el país y se retiró. Hace seis años un amigo le pidió que le hiciera mantenimiento a la máquina de linotipia y desde ese momento se quedó en la Imprenta Patriótica. Jaime conoce tanto su máquina que solo le basta pegar su oreja al frío metal para saber si a “la negrita” se le sale un pajarito y necesita lubricación.
Luz Marina Salazar Varga
Encuadernadora
Luz Marina estudió encuadernación con los salesianos y en 1973 comenzó a trabajar en el Instituto Caro y Cuervo, y no ha parado desde entonces. Nunca se casó. Su único amor platónico fue un investigador del Instituto que coqueteaba con muchas de sus compañeras, pero se fue y nunca volvió a saber de él.
Mientras cosía cuadernillo por cuadernillo con hilo y aguja , cuidaba y curaba a sus compañeros cuando salían heridos de los partidos de fútbol, voleibol o baloncesto, y fue tanta su dedicación que estudió enfermería.
Lo primero que hace al llegar a la oficina es encender la máquina de estampado para que esté a la altura y temperatura ideales, luego revisa que nadie le haya hecho trampa con el orden de los cuadernos y trabaja en los pendientes que no alcanzó a hacer el día anterior.
Ignacio Martínez-Villalba
Diseñador gráfico y profesor de la Maestría en Estudios Editoriales del Instituto Caro y Cuervo
Además de aprovechar el ecosistema de la imprenta para desarrollar sus clases, Martínez-Villalba encontró en este espacio una mina de historias. Este año publicó el libro Tipos Heroicos Letras, Orlas y Rayas en el que clasifica y explica cada una de las distintas tipografías que han sido utilizadas por la Imprenta Patriótica en estos casi sesenta años de historia.
“Si nadie quiere aprender este oficio y el funcionamiento de las máquinas, esto se acaba”.
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