Siete lecciones que aprendimos de las telenovelas
Para hacer tareas, para acompañarnos, para entretenernos… las novelas sirven para todo, hasta para enseñarnos sobre la vida. Estos ejemplos lo demuestran.
Keep it real
Con el 4-7-9-2-9, Huicho Domínguez se sacó el premio mayor de la lotería.
Pero a las malas aprendió que dinero no es sinónimo de felicidad y que, aunque las extravagancias duran poco, la familia es para siempre. Como decía el narrador al final de El premio mayor, “Huicho perdió lo que más quería, y se quedó con lo que menos vale: el dinero”.
El amor nos plantea dilemas difíciles
Las relaciones siempre traen encrucijadas. Sobre todo si uno es…
De él y de Dos mujeres, un camino aprendimos que a pesar de nuestras decisiones, el destino siempre nos tiene sorpresas preparadas. Lo malo fue que Erik no nos enseñó a vernos tan geniales como él cuando nos subimos a una moto.
Gaviota que emprende vuelo no se detiene
Gaviota enamoró no solo a Sebastián sino al país entero –y a Latinoamérica– con su carisma, voz, y partes iguales de melena y nobleza. Si usted carga con un amor marca Café, con aroma de mujer, tenga por seguro que le va a durar toda la vida y no se le va a dañar con ningún obstáculo. Ni siquiera con las impredecibles fluctuaciones en los precios del grano.
Hay que ser más como Betty, la fea
Con lealtad, inteligencia, dulzura, 2.5 de miopía y 3.2 de astigmatismo, Beatriz Pinzón Solano logró ganarse el corazón de don Armando y demostrar que la belleza no es lo único que importa para conquistar a alguien que parece que no da un peso por nosotros.
De esta gran telenovela, tampoco podemos olvidar la sabiduría de don Hermes:
Hay que persistir (no importa lo malo que uno sea)
Después de un holocausto nuclear sobrevivirán las cucarachas, Cher y Soraya Montenegro. Luego de caerse por la ventana de un apartamento y de que todos la dieran por muerta, la mexicana regresó con un único deseo:
Puede que Soraya no haya escogido las mejores estrategias para retener a Luis Fernando. Sin embargo, si hay algo que aprendimos de ella, es la persistencia. Soraya nos enseñó a no darnos por vencidos y a reponernos de los golpes (literales y figurados) siempre con la cabeza en alto.
Las lágrimas no deben ser contenidas
En Colombia no vivimos “El Rachel”, pero sí “El Paquita”. Además de su corte de pelo, Paquita Gallego tenía algo muy particular: era incapaz de llorar. No lloró ni con la muerte de su mamá, ni con la de su tía, ni con la de dos de sus esposos. De Paquita aprendimos que, parafraseando a la tía Chavela, si no lloramos de tristeza, no seremos capaces de ser felices.
Sé tú mismo. A menos que puedas ser Gabriela Spanic
Si se encontraran por casualidad con un gemelo perdido, ¿qué harían?
Paola Bracho le pagó a su doppelgänger para que se hiciera pasar por ella. Con lo que no contaba era con que la impostora iba a caer mucho mejor y a ser más buena onda que la original. La usurpadora nos enseñó que siempre hay una mejor versión de nosotros mismos. Debemos ser la Paulina Martínez y no la Paola Bracho de nuestras vidas.
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