En defensa de regalar medias
¿Para qué pasarse la vida buscando una media naranja cuando se pueden coleccionar pares de todos los colores, tamaños y patrones imaginables? Quizás todo lo que quería Mariah Carey para navidad era un par de medias, porque si hay algo mejor que comprarlas, es recibirlas como regalo.
Las medias como regalo me recuerdan a mi abuela, la matriarca de mi familia. En su afán porque todos nos sintiéramos parte de algo en el nacimiento de su ídolo, entre el collage de platos con natilla sobre el comedor, buñuelos tibios, una torre de carne asada y copitas con guaro, cada miembro de la familia recibía sagradamente un par de medias el 25 de diciembre a las 12:00 am. Este democrático gesto navideño simbolizaba una igualdad con reconocimiento, pues cada par estaba pensado en la personalidad: tobilleras en tonos pastel para las tías y media pierna con rombos para los tíos. Para mis primos y para mí eran las más bonitas: de figuras y coloridas.
Cuando tenía unos 10 años, en diciembre del 2007, acompañé por primera vez a mi abuela a retirar su pensión en el parque de Bello. Después de desayunar tamal con perico –café con leche para quienes no son paisas– en nuestra cafetería favorita, nos pegamos la voladita al Éxito. Ese día fui jurado de la selección de medias decembrinas para la familia. Aprendí la curaduría de una hilandera retirada: la calidad del algodón, la forma y la talla son fundamentales para elegir un buen par de medias y no fallar en el intento.
Quizás estoy sesgada por la nostalgia y la búsqueda inquebrantable de comodidad. Aunque me aterra la idea de sonar como una diva, sí soy alguien que se toma en serio su imagen personal. Y no solo lo digo yo: lo dicen aquellos con quienes interactúo. Es un halago que he escuchado y leído de mis conocidos y hasta de esa persona que me siguió por curiosidad hace años en Instagram. Teniendo en cuenta mi trayectoria decembrina textil, la priorización del confort y la genuina preocupación por la expresión humana a través de las prendas, este artículo es un manifiesto de las medias como regalo perfecto. Aquí mis razones y la ñapa: cómo elegir el par perfecto.
Las medias forman parte de la ropa interior, es decir, un básico, una segunda piel. Empezar por aquí es fundamental para reconocer la importancia de un buen par de medias, no solo porque van a proteger los pies de la persona amada, sino porque también serán un toque distintivo cuando cruce una pierna al sentarse, cuando se trate de combinarlas con los tenis, la falda o la camiseta, o simplemente cuando llegue a una de esas casas con pisos de madera en las que los zapatos están prohibidos.
Conocer el estilo y los gustos de la persona es el primer paso para elegir un buen par de medias. Este ejercicio de observación y memoria le llevará directo al corazón: ¿Cuáles canciones publica, comparte o reproduce cuando tiene el Spotify al mando en la fiesta? ¿Qué paleta de colores suele utilizar en sus prendas? ¿Es emo monocromático, extrovertido de tonos eléctricos, viejito de tonos tierra o un impredecible que en cada salida tiene una nueva personalidad? Lo mejor de este regalo es que cualquier imagen que esté pasando por su cabeza ya existe en unas medias. De lo contrario, ya pueden ser personalizadas.
Lo anterior alude exclusivamente al punto estético, pues los patrones o combinaciones de colores son el detalle más visible, pero no el más importante. En cuanto a materiales se refiere, las mejores siempre serán de algodón: suaves y transpirables, ideales para cualquiera. Estas son las favoritas, las reinas de las medias. También las hay de nylon y de seda, especiales para pintas formales en las que las piernas son protagonistas. Para la capital o el Polo Norte están las de lana, cuya misión es mantener los pies tibios.
Por último, el tipo de media: ¿Invisible, tobillera, media pierna, larga o alta? Esto depende tanto de la edad del ser amado como del tipo de zapato que utiliza. Una hipótesis de redes sociales divide a las medias por rango generacional. Mientras la generación X (1965-1981) y los millennials (1982-1994) son usuarios de las tobilleras, los boomers (1945-1964) y centennials (1995-2009) solemos utilizar las medias de media pierna. Pero, como este dato no es la regla, también hay que tener en cuenta el tipo de calzado. Si la persona es relajada, de esas que solo utiliza botas o tenis, las medias de media pierna son lo ideal. Si usa zapatos más estilizados, como baletas o mocasines, las medias invisibles y –en algunos casos, las tobilleras– son perfectas.
Aunque las medias o calcetines –para los más eruditos– son el comodín en el Rummikub de los regalos, en la adultez más cercana a los treinta que a los veinte, es un detalle que se agradece. Lejos de parecer un regalo simplón, de última hora y hasta perezoso, hay maña detrás de un buen par. Son la divina trinidad de los regalos: bonitas, útiles y asequibles.
Nota:Por favor, por el bien de la humanidad y el bienestar de su ser amado, NO regale medias de “dedito” –también conocidas como “toe socks”–, esa aberración textil que separa cada dedo. Gracias.
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