Pintando con aguja e hilo
Tatiana Castillo es conocida en las redes por su proyecto Mujer Esqueleto, que hace referencia a una leyenda inuit homónima que cuenta la historia de una mujer que recuperó la carne de su cuerpo gracias al amor.
Aunque hay referencias del arte textil en Colombia desde la década del sesenta con nombres como Graciela Samper, Marlene Hoffmann, Olga Ceballos y Stella Bernal, la labor artesanal y creativa de crear lienzos con hilos en lugar de pinturas no ha sido tan conocida. Sin embargo, aún hoy encontramos jóvenes que encuentran en el repetitivo movimiento de coser, una forma de expresión.
Hace un par de años, Tatiana estaba terminando su carrera en artes escénicas, daba clases en un colegio de siete de la mañana a cuatro de la tarde, luego dictaba otra cátedra de apreciación teatral hasta las ocho de la noche, una hora más tarde, ensayaba la obra que estaba montando junto a unos compañeros hasta media noche y, además, tenía que escribir su tesis de grado. Se sentía cansada. Decidió aprender sobre té y bordado. Ahora, Tatiana es feliz.
Si hubieran convertido a la protagonista de un cómic en un ser humano de verdad, esa sería ella. Tiene rasgos fuertes pero a la vez dulces; sus movimientos son lentos y sutiles y se viste como si fuera a cantar en el cuarto de al lado con una banda de rock. Su equipaje diario son un par de tijeras que parecen creadas por el mismísimo Matusalén, aros de bordado, una caja de hilos de todos los colores –sus favoritos son el negro, el violeta y el verde– y un marcador especial para tela que se borra al contacto con otro.
Aunque ya sabía algo de bordado gracias a su abuela paterna –que, según ella, le enseñó esta manualidad para mantenerla quieta–, Tatiana nunca le había dado un enfoque artístico. “La verdad es que todo empezó por una tusa y me volví creativa gracias a eso. Yo he intentado pintar, dibujar… muchas cosas, pero la verdad nunca nada me fluyó tanto como esto, encontré algo que me hace sentir creativa y libre”, confiesa.
De esos primeros bordados, ella retiene en su mente la imagen de unas hojas. Más allá del recuerdo, esa es una de las cosas que más le gusta bordar: cuerpos humanos, plantas y flores. Una jornada normal en la vida de Tatiana implica madrugar –su propósito de este año–, ir al salón de té donde trabaja como administradora y bordar en la mañana, pues la luz eléctrica no es la mejor. “De por sí casi no tengo vista porque mi abuela también era bordadora”.
Aunque no le agrade forzar sus ojos, Tatiana tiene una cita inaplazable los miércoles en la noche: su pandilla de bordado junto a Lola y Ana, otras jóvenes artistas que tienen especial apego por la aguja y el hilo. La idea surgió por la necesidad de hacerse compañía mientras bordaban. Según Tatiana, cuando borda sola se desconcentra, mientras que con ellas gasta dos horas haciendo lo que ella en solitario demora todo un día. Tanto se ha entrelazado su amistad, que han empezado a exponer juntas y quieren abrir un espacio para que curiosos de otras disciplinas, como la pintura o el dibujo, encuentren cobijo en su aquelarre, como ellas mismas llaman a sus reuniones.
Su trabajo favorito es un retrato bordado que le hizo a la grafitera Mugre Diamante en un trueque simbólico: Tatiana la bordaba y ella la pintaba. Fue la primera vez que ella hiló un rostro de mujer, “sé que no es realista, pero es como yo la veo, es mi versión de ella. Utilicé una técnica que nunca uso que es una de relleno; me gustó cuando la terminé pero antes me parecía horrible”, admite.
En este momento está trabajando en una exposición con base en el texto de Marguerite Yourcenar Fuegos, en el que la autora defiende a antiheroínas de Grecia y de Roma. Tatiana eligió a Clitemnestra y a María Magdalena. “Ahora tengo en mente hacer algo relacionado con un grupo de mujeres y hombres en medio de una revuelta. Me llama la atención la expresión de las personas en medio de una lucha”. Ha participado en las exposiciones Marcando calavera (2015) y Negras mentiras (2016); si pudiera elegir un espacio no convencional en el cual exponer, escogería una casa abandonada para habitarla con hilos.
Aunque la historia de las artes textiles es todo menos reciente, vale la pena valorar los esfuerzos de los artistas (jóvenes y veteranos) por llevar los oficios manuales más allá del límite de la artesanía y la moda: en la tela también se teje historia y memoria.
Para conocer más sobre este artista visite:
Mujer Esqueleto
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