Así se creó Corneta culebro, obra ganadora del Premio Arte Joven 2024
El sonido y el legado de las plantas sagradas hacen síntesis en la obra de Jordan Stalin Ramírez, ganador del primer lugar del Premio Arte Joven 2024 organizado por Colsanitas y la Embajada de España en Colombia. Aquí una mirada y recorrido por las raíces de los procesos de este artista del Sibundoy.
Bogotá, jueves 30 de octubre de 2024, 7:55 p.m.
¡Mírenlo, ahí está! ¡Te quiero! —Exclama emocionada Teresa, la tía de Jordan, mientras señala la pantalla del televisor con la estatuilla de vidrio del premio Arte Joven 2024. Estamos en el segundo nivel de la Galería Nueveochenta. Unos aplauden, otros silban, pero todos nos sonreímos con la dulzura encarnada de doña Teresa.
Al otro lado, en una habitación de un hotel en Ibagué, Jordan está pegado del enchufe cargando su celular. Intenta permanecer en la videollamada pero sin comprender qué está sucediendo en Bogotá, solo saluda a su tía sosteniendo una sonrisa confusa y tímida. En Sibundoy, su padre, hermanos y primos celebran su triunfo a través del en vivo en Instagram. Lo llaman para felicitarlo. Toda su familia se enteró de que ganó el primer lugar del Premio Arte Joven 2024 antes que él mismo.
Cuatro días después nos encontramos en el Parkway, caminamos unas cuadras mientras las nubes grises atisbaban la lluvia capitalina. Le pregunté cómo se sentía con el premio y la residencia. “Aún no me la creo”, me contestó. Hablamos de su familia y de la comunidad Kamëntsá, así como de la importancia de estos en su obra. También coincidimos en el comentario de quienes vamos a Bogotá por compromisos: qué ciudad tan potente. Parece que hasta los edificios nos quisieran comer vivos.
Un tejido entre el valle
Jordan nació en el valle de Sibundoy, en Putumayo, hace 33 años. Es el segundo de cinco hermanos. El arte está presente en su comunidad desde generaciones previas a su nacimiento. Al igual que él en su adolescencia y adultez temprana, muchos de ellos se han dedicado a la creación de artesanías.
Varias familias indígenas Kamëntsá e Ingas habitaban la zona rural en la que Jordan creció y, gracias a su cercanía, cimentaron en su obra reflexiones que solo pueden ser halladas a través de las experiencias multisensoriales de las plantas sagradas. Esta conexión con la cosmogonía indígena y los sonidos propios de los rituales y la naturaleza son la clave para comprender su obra.
“De adolescente fue que probé la medicina ancestral, la ayahuasca o yagé. Esto hizo que para mí se profundizara más esa pregunta sobre el mundo, sobre qué somos, ese interrogante tan fuerte sobre la humanidad”, me explica Jordan mientras sorbe su té de hierbabuena.
Estas conjugaciones venían acompañadas de sonidos como los cantos ceremoniales de los taitas, las aves y los insectos, además de los chamizos y hojas de plantas como el eucalipto que arden durante este ritual. Esta atmósfera que agudiza los sentidos le ha permitido conocer por años el espíritu animal de las plantas, así como su mensaje, replicándolo a través del lenguaje que conoce desde niño: el arte.
Artesanía de academia
Durante años, inquieto por lo que él mismo define como una “pulsión”, buscó formas de estudiar la plasticidad desde la academia. Ese interés por saber qué era lo que tanto se hablaba allí lo llevó a presentarse reiteradas veces a la Universidad de Nariño, pero tras un par de años sin éxito, lo dejó en veremos. No fue hasta 2015 que, por azares del destino e intuición, decidió cambiar el rumbo y presentarse a Bellas Artes en Cali. Pasó al primer intento.
El tallado de máscaras, los tejidos, el cultivo y el diseño de jardines eran las expresiones artísticas que conocía de principio a fin. La academia fue entonces un choque, una división de dos mundos enfrentados que más adelante reuniría para crear piezas como Corneta culebro, obra ganadora del Premio Arte Joven 2024.
“Quedé perdido los primeros semestres”, recuerda Jordan. “No encontraba un rumbo, pero creo que fue apenas normal en mi proceso. Los intentos por construir un lenguaje se sentían muy distantes; nadie entendía muy bien lo que quería comunicar, o me iba para el otro extremo, con obviedades. Entonces me costó mucho encontrar un punto equilibrado”.
Si bien Bellas Artes en Cali se destaca por su carácter revolucionario y crítico, este espacio no deja de estar compuesto por un pénsum pensado desde el arte occidental y contemporáneo. Su proceso de adaptación ha sido lento pero seguro; cada año en la academia también lo ha acercado más a estados de conciencia y conocimiento que le eran ajenos, aunque otros siempre estuvieron ahí, escondidos dentro de sí mismo.
Escuchar el silbido del universo
En medio de las meditaciones y ceremonias, constantemente recordaba el legado que debía compartir: “Creo que es de las pulsiones más fuertes que he sentido, tanto que me llevó a desplazarme a una ciudad para preguntarme desde la academia qué era esa pulsión”, me explica.
El arte entonces le permitió crear un código en el que esta información no es literal, pero tampoco distante. “Generar sensaciones es lo mío”, me explica, girando sus manos entre sí tratando de ejemplificar aquellas sensaciones que nos conectan con el mundo y que reflejó en Corneta culebro.
Para comprender la obra de Jordan hay que conectar los sentidos más allá de los ojos. Si bien sus instalaciones, pinturas y esculturas impresionan por su espacialidad, los sonidos y olores son otros de los pilares fundamentales, y en los que no escatima en detallar y cuidar. Particularmente el sonido ha sido la clave para articular y traducir la mística sensorial que tantas veces le ha permitido conocer la partícula del átomo, el universo y el cosmos a través de un silbido, un canto o un cuerno.
No me equivocaba en mi primera impresión al ver a Jordan, y pensar que ese muchacho debía tocar algún instrumento o ser un melómano empedernido. Más adelante lo confirmé: la música, pero principalmente los sonidos, eran uno de los elementos reiterativos en nuestra conversación.
Una decantación en espiral
“Corneta culebro es la síntesis de otras piezas”, comenta Jordan cuando le pregunto por su origen. Al igual que sus dibujos e instalaciones, en Corneta culebro las hojas y ramas parecen apoderarse de estructuras, intentando hablar o cantar. Una personalización de instrumentos hechos por y para la tierra. Un cuerpo sonoro de la naturaleza. Este cuerno mutante es una mezcla de instrumentos musicales clásicos y autóctonos de los rituales con plantas sagradas. Formas orgánicas como la sutileza y agilidad de un jaguar o una serpiente combinadas con la fuerza monumental propia de las tubas, las cornetas y el cuerno ceremonial de los Ingas en las tomas de yagé.
“Mis visiones o sensaciones del mundo onírico están presentes en Corneta culebro. Los taitas nos hablaban sobre los templos de la música, de los seres elementales que rigen el mundo de los sonidos”, explica Jordan.
En Nueveochenta, al acercarse a Corneta culebro, podía escucharse el sonido de los cuernos y los mantras ancestrales, pero con un sistema tan adaptado y preciso que dudé de si realmente había un bafle, si era el sonido de otra obra o si mi cabeza estaba inventando las vibraciones en mis tímpanos.
La composición, materiales y forma de Corneta culebro fueron un plan de años. Los bocetos de plantas-humanoides, plantas-parlante, plantas-tocadisco o plantas-arpa son el registro de su proceso creativo. Observando este archivo, se puede armar un rompecabezas de lo que es hoy Corneta culebro. El armazón de esta obra fue vestido con hojas de eucalipto. Esta planta es comúnmente utilizada para limpiar y armonizar los espacios, como los sahumerios previos a las tomas de yagé. Además, simboliza la conexión con el aire, pues oxigena los pulmones en el mundo de los instrumentos.
Posarse bajo la instalación Corneta culebro fue como resguardarse en la sombra de una flor gigante, fresca y absorta de la realidad. De hecho, su apariencia de copa o embudo es una analogía a las flores del borrachero culebro, también conocida como floripondio o trompeta de ángel, otra planta sagrada utilizada en rituales.
Las lianas y los bejucos que abrazaban estas hojas fueron recolectados por Jordan en su territorio; estas raíces enredadas como gusanos y sondas le recordaban aquellas imágenes que invaden sus dibujos.
Premio Arte Joven 2024
Además de Corneta culebro en Arte Joven 2024, la obra de Jordan ha sido galardonada y expuesta previamente en espacios como el X Salón de Arte de San Juan de Pasto, por ejemplo, donde obtuvo el primer puesto en la modalidad espacial. También fue ganador de la Beca ReactivARTE: Arte Joven 20 x 21, otorgada por el Ministerio de Cultura, participó en el XVI Salón Regional del Pacífico en 2018 y al año siguiente, en 2019, expuso en el Museo La Tertulia con la muestra Manglaria: Raíces, vínculos y sujeciones. Por su parte, su obra El llamado del perdón en RE menor sostenido fue expuesta en el Museo Rayo en 2022.
Como buena chismosa periodista, durante nuestra conversación acompañada con té y galletitas de almendra, me invadió la curiosidad por los planes que Jordan tuviera con el incentivo del Premio Arte Joven, así como la futura residencia en Madrid gracias a la Fundación Carolina y la Embajada de España en Colombia.
“Quiero volver a Cali a terminar mi carrera”, dice sin titubear. “Quizás invertir en un espacio más adecuado para poder experimentar con comodidad. Estoy en un taller improvisado que me prestó mi tía, pero me ha tocado ser muy cuidadoso con todo porque no es mi espacio”, añade.
La residencia le entusiasma, pero al igual que el premio, sigue dudando de si en serio está sucediendo. “Si me emocioné viniendo por primera vez aquí a la capital, ahora imagínate saltar el charco”, nos reímos a carcajadas. Finalmente, me comparte que su plan a corto plazo es cuidarse, cuidar su salud, mente y corazón para todo lo que se viene.
Suscríbase a nuestro boletín
Sin spam, notificaciones solo sobre nuevos productos, actualizaciones.
Dejar un comentario