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Libreta creativa con fotos, dibujos y notas para recordar momentos personales

Recordar en libretas

¿Cuántas cosas podemos meter en una libreta? ¿Para qué poner ahí fotos, notas, dibujos e incluso etiquetas, empaques, papeles u otras cosas? Desde su experiencia de años usando libretas para documentar el paso de los días, esta autora de la casa nos cuenta sobre el sentido –tan sencillo como poderoso– de ir trazando el rastro de la vida en páginas que más tarde la acompañan a recordar.

Quédense hasta el final en los velorios. 
Tomen una foto del muerto. 
Tengan memoria, conserven los objetos.
Resístanse al deseo de olvidar.

Leila Guerriero

Ya se había ganado un nombre como filósofo y médico cuando en 1685 John Locke lanzó A New Method of Making Common-Place-Books. Allí explicaba las formas en las que él creía que era más coherente organizar la información –cualquier tipo de información– y por ende el pensamiento. En el primer paso dice que hay que tomar un taco de hojas blancas sin marcas y ponerlas juntas en un solo volumen, es decir, hacer una libreta. A partir de ahí, cuenta con minucia cómo se dividen las páginas y los temas, y cómo se registran las citas, apuntes, ideas, preguntas, proverbios, plegarías y discursos para crear este dispositivo de conocimiento misceláneo. 

Locke, en medio de sus teorías empiristas, también creía que al nacer, la mente era una tabula rasa, un lugar impoluto que se iba llenando con el uso, así como una libreta. Su método fue tan efectivo que se imprimieron volúmenes con las plantillas necesarias para aplicarlo. Este, claro, es solo un método de muchos para hacer libros de lugares comunes, libretas que recogen el mundo. Todo depende de qué es lo que se quiere consignar allí. Yo, por ejemplo, quiero un trozo de todo.

Libreta creativa con fotos, dibujos y notas para recordar momentos personales

En septiembre del 2018, mi mejor amiga Daniela Gómez y yo lanzamos una marca de libretas y cositas de papelería que aún vive, se llama Nea Papel. Nuestra idea era crear una libreta con el papel más suave y que pudiera abrir completamente y quedarse así sobre el escritorio sin deformarse; luego de meses de pruebas, pudimos dar con un diseño simple donde no había líneas ni cuadros ni rayas –eso vendría luego–, ni patrones en la tapa, ni un derecho ni un revés. Una tabula rasa. Al principio, llenaba estas libretas de información más bien desechable: listas, preguntas, pendientes, palabras cotidianas para no olvidar. Pero a fuerza de convivir con este objeto empecé a inventarme juegos y usos, a pensarlo no solo como una herramienta, sino también como una posibilidad de la memoria. Marqué el inicio de esta nueva disposición con la primera libreta que hice pensando en que iba a guardarla. Era el 2020 y en la segunda hoja dice: sentirás un iceberg en el estómago.

En el ensayo de Joan Didion “Sobre tener un cuaderno de notas”, que aparece en el libro Los que sueñan el sueño dorado, ella escribe que: “La gente que toma notas en cuadernos íntimos es una especie distinta, gente solitaria y reticente que siempre está cambiando la disposición de las cosas, insatisfechos ansiosos, niños que al parecer sufrieron al nacer cierto presentimiento de pérdida”. Yo no soy solitaria y ya no vivo ansiosa, pero sí entiendo lo que quiere decir llegar al mundo y sentir la ausencia, y entiendo la insatisfacción.

Libreta creativa con fotos, dibujos y notas para recordar momentos personales

También entiendo cómo ese es el germen de lo que decidí hacer con estas libretas para la conservación: registrar como pudiera lo que he sentido viviendo y dejar cuenta de que estuve aquí y fui amada por otros. Un rastro íntimo, un antídoto ante lo inevitable que es diluirse y olvidar.

Ahora es 2025, ya tengo un cajón dedicado a las libretas llenas que amenaza con no recibir más, y pude después de cinco años de construirlas darle un nombre a ese gesto de recoger formas tangibles de la memoria –cartas, fotos, estampillas, tela, postales, etiquetas, semillas, servilletas, invitaciones, mapas, boletas, descripciones– y ponerlas allí para recordar: le dicen junk journaling. No veía en este concepto ninguna diferencia con el más común scrapbooking o libreta de recortes, pero luego leí a la brasilera Bella Oggioni, fundadora del Journal Girls Club: “El scrapbooking tiende a ser más estructurado y el junk journaling, en cambio, es más orgánico, fluido. No hay reglas. Es una mezcla de creatividad, nostalgia y expresión, todo en uno”.

Libreta creativa con fotos, dibujos y notas para recordar momentos personales

Es así: saco todos los lapiceros, cintas, sellos, tintas, stickers, tijeras, pegantes y lo que haya escogido para registrar y sin ningún sistema, pensando poco en cómo va a quedar y mucho en los elementos que me permitan mostrar la intensión de esa huella, construyo. Las libretas, como los libros, tienen una anatomía con nombres propios; la primera hoja, luego de la portada y la guarda, se conoce en ambos objetos como de cortesía o de respeto porque suelen dejarse en blanco. Yo me acojo a esta tradición y la dejo siempre quieta como un gesto que reconoce la potencia del material, pero a vuelta de página irrumpo.

En La gravedad y otras sustancias, Daniel Liévano habla de los recuerdos así: “Son una imagen borrosa, desordenada, o tal vez precisa, que ya no puede tocarse porque su cuerpo se perdió (…) están incompletos, entre otras, porque no se llenan linealmente, ni hacia atrás ni hacia adelante, sino hacía adentro”. Recordar en libretas se siente así, es proponer un enunciado: crear entradas en un índice que activa los recuerdos y los trae de nuevo a la superficie. Y como cada uno es distinto, así mismo lo son las páginas.

Hay unas blanquísimas con un solo recorte en el medio y una fecha en la esquina y otras con hasta una docena de etiquetas que no dejan ni un centímetro sin tocar; hay páginas recortadas y otras expandidas en plegables; unas fondeadas por completo en color y otras llenas de letras negras y nada más. Hay unas libretas más uniformes que solo tienen polaroids de fotos que he tomado de mis amigos; otras de viajes con retazos de México, Chile, Alemania, Polonia, Bogotá; unas donde voy armando lo memorable de cada año, además de las específicas de investigaciones sobre objetos, física o reggaetón que suelen ser pequeñas. Son compilados plurales, como yo, como cualquier cosa humana

En la exposición Papel Testigo, que construí con mi socia y presentamos por primera vez en el Parque Otraparte, hay un texto que dice lo siguiente: “Entre todos podríamos armar una gran biblioteca de lo cotidiano si en vez de deshacernos de los cuadernos llenos y andados les diéramos un espacio junto a nuestros libros más queridos, si insistiéramos en preservar lo registrado allí: el pedazo de mundo del cual fuimos testigos”.

El papel es una sustancia “que ha pasado por todos, al menos una vez”, como dice Liévano en el mismo libro cuando habla de la felicidad. Nos es familiar; por eso tal vez ha sido el encargado junto con la palabra de preservar gran parte de nuestra historia, porque casi todos hemos estado ahí ante el taco de hojas buscando recordar.

Libreta creativa con fotos, dibujos y notas para recordar momentos personales

A veces, casi siempre en domingo, me voy a ese cajón a mirar qué es lo tanto que hay allí, y encuentro una vida. Veo esa entrada de museo y ese triángulo rojo y las letras azules que dicen que andar por el centro de alguna ciudad siempre trae una sensación que me encaja; veo unos dibujos de dinamita que hicimos en un bar en Hamburgo un día que no pudimos ir al centro porque habían encontrado una bomba de la Segunda Guerra Mundial, veo planas de los números en alemán y todo eso junto me lleva a un lugar. Veo esa servilleta que dice “And I was fast, I wasn’t afraid and it was clear and I felt ok, you know?”, el “no olvidar” al final de ciertos datos, el dibujo del dragón y la foto del eclipse, y llego al 2023. Las letras, el pliegue, los dibujos, las imágenes, el desorden, el tachón, me conectan al recuerdo.

Las libretas son lo más parecido a un portal, como los libros. Dos hilos de una misma cosa. Pienso que en unos años, podré abrir todo ese papel que seguro ha estado quieto, y saber con certeza –tener pruebas– de que me ha sucedido el mundo, de que he estado aquí con otros. En The Carrier Bag Theory of Fiction, Ursula K. Le Guin escribe que: “El primer dispositivo cultural fue probablemente un recipiente”. Sé que se refiere a algo como una vasija o una mochila, pero yo pienso en las libretas, que tienen todo ese blanco para que quepa lo plural y lo íntimo, un trozo de todo.

Andrea Yepes Cuartas

Periodista. Ha trabajado escribiendo y creando contenidos sobre diseño, ciencia y diferentes formas del arte para El Tiempo, Bacánika, BOCAS, Lecturas y Habitar, entre otras publicaciones. Creó la revista Mamba sobre diseño, un podcast llamado Objituario sobre objetos perdidos pero no olvidados y una marca de libretas, NEA Papel. Le interesan el alemán y el inglés, los libros sobre los que hay que volver, y poner el diseño y la ciencia en entornos periodísticos y museográficos

Periodista. Ha trabajado escribiendo y creando contenidos sobre diseño, ciencia y diferentes formas del arte para El Tiempo, Bacánika, BOCAS, Lecturas y Habitar, entre otras publicaciones. Creó la revista Mamba sobre diseño, un podcast llamado Objituario sobre objetos perdidos pero no olvidados y una marca de libretas, NEA Papel. Le interesan el alemán y el inglés, los libros sobre los que hay que volver, y poner el diseño y la ciencia en entornos periodísticos y museográficos

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