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Cómo es (volver a) vivir los viajes a través del journaling

Desde hace 6 años, Emilio Aparicio registra sus viajes por el mundo en cuadernos con dibujos, fotografías, objetos y notas. Lo invitamos a contarnos cómo cambian los viajes cargando un estudio creativo análogo a sus espaldas para registrar la vida que pasa mientras se está de paso por tierras lejanas.

El 14 de febrero de 2018 tuve la oportunidad de ver y fotografiar una aurora boreal por primera vez. Esa madrugada regresé agotado al hotel, pero absolutamente inspirado para escribir sobre esta experiencia en el que sería mi primer diario de viaje.

Tuve que contarle a mi diario que los huesos casi se me rompen con las bajas temperaturas y el frío que hizo aquella noche, pero también le confesé que ver una aurora boreal de color verde limón sobre una nocha estrellada es una de las experiencias más surreales de la vida. En unas cuantas páginas escribí cantidad de cosas surgidas de haber estado ahí completamente solo ante aquel fenómeno natural, pero también acerca de caminar varios kilómetros entre la nieve para encontrar la locación correcta, e incluso escribí sobre los equipos fotográficos y el trípode que llevaba conmigo a la espalda.

La primera aurora boreal fue tímida y pequeña a comparación de las muchas que pude ver en las siguientes semanas, pero fue la primera vez y eso jamás se olvida; necesitaba dejar un testimonio de las luces del norte haciendo su magia ante mis ojos.

El acto de escribir en una libreta durante un viaje crea un espacio de calma, presencia y conexión en medio de las tantas emociones y ajetreo de la exploración; pues no es lo mismo visitar la enorme ciudad de Tokio que adentrarse en una comunidad de indígenas en Brasil. Viajar implica en muchas ocasiones una sobrecarga sensorial, con nuevos lugares, atmósferas variables y personas en cada esquina, pero el journaling puede llegar a actuar como un refugio, un momento de pausa para reflexionar sobre lo vivido.

Cuando viajamos, es fácil dejarse llevar por la emoción o por la prisa de ver todo y hacer todo lo que nos ofrece un nuevo lugar. Sin embargo, tomarse el tiempo para escribir en un diario nos obliga a reducir la velocidad, a extender nuestras conversaciones con los locales y apreciar los detalles. Asimismo, este tiempo de quietud no solo ayuda a procesar lo que estamos experimentando, sino que también puede ser profundamente calmante y restaurador. La escritura también es una forma de meditación y nos ayuda a estar presentes en el momento.

Escribir sobre nuestras experiencias de viaje también permite conectar con el entorno. En cambio de simplemente pasar por un sitio, nos podemos detener a observar y a pensar un poco más sobre lo que vemos o sentimos. Imaginen sentir el calor de Dubai en el verano, oler en la mañana un croissant de chocolate en París o escuchar la historia de un refugiado del Tíbet. Este nivel de atención permite captar detalles que de otro modo pasarían desapercibidos.

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Viajar con un mapa físico de tamaño pliego y una libreta de apuntes se convirtió en el primer ejercicio de journaling de viajes que hice mientras le daba la vuelta a Islandia durante el invierno en 2018 en un recorrido de más de 1000 kilómetros. Desde entonces, además de una cámara fotográfica, llevo siempre libretas, mapas físicos, acuarelas artesanales, pinturas económicas, pinceles de tamaños diferentes, marcadores, bolígrafos negros y blancos, papel de fotografía instantánea e impresora portable, entre otras cosas.

No es obligatorio ser un artista para incluir dibujos o garabatos en nuestras libretas y tampoco es necesario emplear los materiales más costosos o profesionales. Aquí es donde debemos dejar fluir nuestras ideas. Los bocetos rápidos pueden capturar la esencia de un lugar o una experiencia de una manera única; como dibujar el filo de una montaña con unas témperas de colores, el contorno de un edificio histórico en lápiz, o incluso manchar con café líquido y utilizar una servilleta para dibujar las formas de los árboles que vemos en una plaza principal. Los trazos no solo embellecen nuestros diarios, sino que, también nos obligan a observar más de cerca y a apreciar los detalles. Aquí los errores no existen, solo son evidencias de un proceso que estamos viviendo.

 Una de las libretas más significativas que guardo ha sido la de Kenia. En ella están todos los dibujos que pinté diluyendo en agua el barro rojizo característico del lugar, usando la tierra como acuarela. Cinco horas de trabajo para completar el dibujo de este camaleón.

Mientras estaba en África como voluntario de un proyecto social de educación, descubrí que el lugar donde iba a vivir durante 3 meses tenía un color de tierra particularmente fuerte, penetrante y anaranjado que me ensuciaba los pies todos los días. Una mañana, en lugar de verlo como una dificultad quise aprovecharlo como un recurso artístico y probar si podía dibujar y manchar con esta tierra en mi tercer diario de viajes. Así fue como al mezclar el agua con el barro poco a poco, encontré una consistencia ideal y una especie de “acuarela natural” del propio territorio en donde me encontraba. Con ella realicé más de 25 dibujos en este diario y guardé las pequeñas huellas de las manos de 16 niños y niñas con quienes compartí en ese momento, ya hace más de 5 años; huellas que ahora, sin duda alguna son más grandes.

Cada vez que abro esa libreta, no puedo dejar de tocar la textura del barro restante sobre las hojas de papel o acercarme a ver si todavía tiene olor a tierra; para ver si a través de los sentidos puedo transportarme nuevamente a los campos del África.

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Los viajes en general no se limitan a una sola cosa. Son un cúmulo de experiencias, estados, lugares y descubrimientos propios. Incorporar diferentes técnicas como la fotografía física, el collage, los dibujos y hasta la recolección de objetos, puede transformar una libreta de viaje en una obra de arte capaz de reproducir esa riqueza y variedad. Los tamaños de las libretas, sus papeles o materiales y las opciones que encontramos hoy en día en el mercado, permiten construir y fluir en completa libertad a la hora de escoger cómo contar nuestras propias historias.

La recolección de piezas como las entradas de museos, mapas, hojas secas, flores prensadas, boletos de avión y cualquier otro pequeño recuerdo que encontremos en el camino puede añadir una dimensión tangible al diario de viaje. Estos elementos no solo decoran las páginas y dan algo más de textura o color, sino que también sirven como recordatorios físicos de nuestras memorias. Al pegar estos objetos en una libreta y escribir sobre ellos, podemos crear una conexión emocional más fuerte con los recuerdos.

Quién no desearía poder fotografiar la vía láctea en el desierto de Atacama en Chile, recolectar estampillas de la antigua Yugoslavia, dibujar los tres tipos de columnas que se encuentran en los templos Grecia y escribir a bordo de un buque para cruzar el mar más peligroso del mundo con destino a la Antártida.

Saber qué escribir y anotar en un diario de viaje puede parecer una tarea abrumadora al principio, pero una vez comenzamos, vamos entendiendo que las posibilidades son infinitas. No se requiere el don de García Márquez; lo importante es transcribir de la cabeza al papel aquello que queremos recordar y ha significado algo importante para nosotros. Una buena práctica es dedicar unos minutos cada día para reflexionar sobre lo que hemos vivido. Anotar los nombres de lugares que visitamos, detalles interesantes de las personas que conocimos y las emociones que sentimos. Estas reflexiones no solo ayudan a procesar las experiencias, sino que también crean un registro detallado de nuestro viaje que podamos volver a visitar en el futuro.

Capturar las sensaciones también es una parte fundamental del journaling de viajes. Hablar y describir los olores, sonidos, sabores y texturas que encontramos. Qué tal, escribir sobre el aroma de las especias en un mercado local de Nueva Delhi, el sonido de las olas rompiendo frente al malecón de la Habana, o el sabor de un plato exótico que probamos por primera vez en el Amazonas. Estas descripciones sensoriales nos permitirán revivir esos momentos con mayor claridad.

Cada viaje está lleno de pequeñas historias o anécdotas; los días jamás serán iguales y cada uno de ellos traerá ingredientes diferentes para nutrir nuestros cuadernos o libretas. En el mismo día podemos conocer a alguien en un tren, perdernos en una ciudad y descubrir un lugar escondido; otras veces no pasará nada y eso también es normal. A veces, los detalles más simples son los más memorables.

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El lugar y el momento en que decidimos hacer journaling también pueden influir en la calidad de nuestras experiencias, anotaciones o creatividad. Existen lugares tranquilos y cómodos para escribir en una libreta, extender nuestros materiales en su totalidad y divertirnos. Esto puede suceder en una cafetería acogedora, un parque tranquilo, o incluso en la habitación de un hotel; son muchos los lugares donde nos vamos a sentir a gusto, relajados y sin distracciones. Sin embargo, no hay reglas: podemos tomar notas desde cualquier posición o lugar en que nos encontremos. En el interior de un tren en Sri Lanka, en un templo sagrado de Bhutan, esperando en un aeropuerto de Australia o incluso haciendo un trekking hacia el Monte Kilimanjaro en el África.

Actualmente tengo dos libretas inéditas y privadas que resumen los cincos años de arduo trabajo que tuve que hacer para encontrar y fotografiar el Leopardo de las Nieves. Más que papel encuadernado, estos diarios son un confesionario de todas las aventuras, dificultades, y situaciones vividas que hay detrás para hacer realidad una fotografía soñada. 
En estas piezas hay más de cien fotografías instantáneas pegadas con cinta de enmascarar barata, dibujos y bocetos en acuarela de las montañas o locaciones exactas en donde encontré al fantasma del Himalaya, hay una colección de empaques de chocolates pues era lo único que me daba calorías para salir a buscar a este esquivo animal, también hay datos personales, nombres detallados y números de contacto de todas las personas que me han ayudado a lo largo de tanto tiempo.

Y por qué no contarles también que en estos dos diarios hay noches de lágrimas y despedidas, escritos de motivación personal dedicadas a mí mismo para seguir luchando y notas sobre todos aquellos sueños que quiero seguir haciendo realidad.

Esta práctica ofrece la oportunidad de conocernos mejor; pues a través de la escritura, lo visual y experimental podemos explorar pensamientos propios y sentimientos profundos, reflexionando sobre cómo nos afectan los lugares y las cosas que vivimos en el día a día. Este ejercicio de autoconocimiento puede llevarnos a descubrimientos importantes sobre nuestra relación con el mundo.

Se dice que los viajes se viven tres veces: Primero cuando los planeamos, segundo cuando los vivimos y tercero cuando los recordamos. Para hacer más intensa esa tercera vez, cada libreta es un refugio y un espacio personal en donde solo con abrir sus páginas, podemos absorber conocimiento y anécdotas que merecen ser recordadas para siempre.

Emilio Aparicio Rodríguez

Fotógrafo profesional con formación en Taller 5 y estudios en Fotografía Documental, Fotoperiodismo y Street Photography. Ha sido docente en la Universidad Jorge Tadeo Lozano y la Escuela de Misiones Internacionales y Acción Integral del Ejército. Speaker en TEDx Las Aguas y el Primer Encuentro de Fotografía Urbana de FUJIFILM. Reconocido en Fotomaratón, National Geographic Colombia y Premio Arte Joven Colombia. Ha participado en exposiciones en Colombia, Francia y Cuba. Conoce 37 países y ha sido voluntario en Islandia, Kenia, Tanzania, India y Nepal.

 

Fotógrafo profesional con formación en Taller 5 y estudios en Fotografía Documental, Fotoperiodismo y Street Photography. Ha sido docente en la Universidad Jorge Tadeo Lozano y la Escuela de Misiones Internacionales y Acción Integral del Ejército. Speaker en TEDx Las Aguas y el Primer Encuentro de Fotografía Urbana de FUJIFILM. Reconocido en Fotomaratón, National Geographic Colombia y Premio Arte Joven Colombia. Ha participado en exposiciones en Colombia, Francia y Cuba. Conoce 37 países y ha sido voluntario en Islandia, Kenia, Tanzania, India y Nepal.

 

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