Fruko: una imagen y un sonido que marcó la música colombiana
Tiene la fama de que sus manos son tan grandes, que puede romper cocos con ellas. Sin embargo, las ha dedicado durante cinco décadas a hacer algo muy distinto: con ellas labró un camino y abrió muchas puertas para la música tropical colombiana.
La primera vez que vi en persona a Julio Ernesto Estrada, mejor conocido como Fruko, fue en 2017. Lo vi entrar a hacer una prueba de sonido y cuando pasó frente a mí, sentí que al paso que andaba se escuchaba su bajo en la canción Caliventura, que grabó con Afrosound en 1973 para Discos Fuentes.
Fruko, de 66 años entonces, llevaba ese día un conjunto de blazer y pantalón del mismo verde olivo, una camisa polo negra que del pecho para arriba es negra y para abajo tiene finas rayas horizontales de las cuales resalta una prominente barriga que sobrepasaba los límites de su abrigo.
El atuendo lo complementa una prominente cabellera artificial que lleva por lo menos hace 25 años y que contrasta con su reluciente calva de la que quedan rastros en presentaciones en vivo que se conservan en línea como la que hizo en el Show de Jimmy (Salcedo) en 1976 alineando la Colombia All Stars, un proyecto efímero que reunió a los representantes más importantes del movimiento salsero de la época en el país en los estudios de la televisora Punch.
Del saco sobresalía un par de manos gigantes, casi caricaturescas. Con las mismas se ha hecho acreedor en la cultura popular de que rompe cocos con solo sus manos (lo ha hecho en repetidas ocasiones en televisión). Pero también son esas manos las que comenzaron en la música tocando una flauta, pasaron por timbales, congas, pianos, guitarras y brillaron sosteniendo un bajo.
Ese Fruko que conocí en 2017 dista mucho de la primera vez que vi una fotografía suya, en la portada de su álbum Fruko el grande, de 1975. Allí posa junto al Joe Arroyo y Wilson ‘Saoko’ Manyoma (su dupla más estelar de cantantes) abrazados y usando atuendos que parecen extraídos del documental de Wooddstock o de la época A go go que se vivió en Colombia en los años 60: chalecos de cuero, pañoletas y cuentas de colores en el pecho y manillas en las muñecas.
Sin embargo, este Fruko psicodélico sí está en sintonía del hombre que en 1970 decidió cambiar su hacer musical y después de siete años andando por el mundo con los Corraleros de Majagual (tocaba el timbal en el grupo) fundó sus Tesos, poniendo un antes y un después en la música tropical colombiana y por supuesto, una primera piedra en la salsa del país.
En ese año Estrada sacó el álbum Tesura, álbum inaugural de los Tesos en donde el bajista aparece con las manos en la cintura, con cara del malo del paseo, una chaqueta de cuero abierta en el pecho -que está descubierto-, una pañoleta que le cuelga del cinto y un revólver colgando sobre su estómago. A su lado, un hombre viste de forma similar al primero, solo que está sentado, fumando un habano y sosteniendo la cadena que va al cuello de un perro negro que para sus orejas y abre su boca sin entender muy bien de qué va la cosa.
Las pistas para entender de qué va el asunto están en el prensaje: El vidriero, Botando corriente y Tesura son algunas de las canciones que abrieron la senda a la nueva agrupación de Fruko e impusieron un sonido –con características tan marcadas como la trompeta de Jorge Gaviria- que se consolidaría con los años.
En Tesura también viene una versión de La esencia del guaguancó, obra del célebre Tite Curet Alonso que un año atrás (1969) había grabado la orquesta de Willie Rosario y cuya versión más popular puede ser la de Johnny Pacheco, pionero del sello Fania y su camada de artistas.
Pacheco y Fruko a grandes rasgos están lejos de ser parecidos, pero coinciden en varios puntos, los dos supieron imponer un estilo y un sonido particular. Pacheco además de flautista y líder de orquesta, fue productor y cómplice de muchos de los lanzamientos de la Fania en su época de oro: Cheo Feliciano, Willie Colón, Ralfi Pagan, Celia Cruz y Pupi y su charanga entre otros.
Fruko tuvo un papel similar en Colombia. En su casa de siempre, Discos Fuentes (los responsables de los 14 cañonazos), comenzó como timbalero de los Corraleros y fuera de sus Tesos también estuvo involucrado directamente con los Latin Brothers (también de salsa, paralela a su orquesta), la Sonora Dinamita, La Verdad (proyecto musical del Joe Arroyo), Uganda Kenya y Afrosound. Con estos dos últimos proyectos se dio a la tarea de reinterpretar ritmos propios de África y el Perú, se trajo para acá sonidos como el soukous y la chicha peruana.
Además de lo musical, Pacheco y Fruko también supieron ser polifacéticos para vender sus discos. Aparte de la psicodelia, no tuvo reparo en desnudarse, vestirse de cocinero, de militar, posar en cementerios, entre otros contextos. Lo mismo Pacheco: se vistió de pintor, de mosquetero, de traje de gala, entre otros.
Con todo y vagas similitudes, Fruko se sirvió del álbum El maestro (1975), de Johnny Pacheco, para la portada de su producción El salsero mayor (1983). Usó la misma letra y las mismas formas que rodean las fotografías.
Así como La esencia del guaguancó, Fruko se valió durante su apogeo musical de muchos éxitos salseros de otros: Dámaso Pérez Prado, La Selecta de Raphy Levitt, Joe Cuba, Justo Betancourt, Nelson y sus Estrellas, Alfredo Linares y el Gran Combo de Puerto Rico son algunas de las agrupaciones de las cuales se valió el músico antioqueño para nutrir su discografía. Esta misma costumbre tomaría un discípulo suyo, el Joe, en el momento de crear su propio sonido, el joesón, con su orquesta La Verdad.
Y así como Fruko, en el mismo año que sale Tesura (1970), otro estandarte de los Corraleros de Majagual se le midió a hacer salsa: Lisandro Me<a. El acordeonero sucreño sacó en ese año una producción llamada Salsita Mami. En ella versiona canciones de artistas como Joe Pastrana, con el tema Chaca boom, y Johnny Colón, con Me quedo en Cali, una reinterpretación del New York mambo.
Meza no solamente aparece en la historia de Julio Ernesto Estrada como compañero en los Corraleros y curioso, o pionero, de la salsa en el país, sino que también es responsable de que hoy lo conozcamos como Fruko. Lo bautizó así al ver la similitud del músico paisa con la muñeca que en ese entonces identificaba al sello de salsas comestibles (los de la salsa de tomate y la mayonesa).
Así como su imagen de jóven le sirvió para establecer una marca con su nombre y posteriormente para vender discos, su talento y múltiples facetas construyeron un legado importante más que en la salsa, en la música tropical colombiana. Y más salsa, que un sonido con los Tesos, son muchos sonidos. Es chucu chucu, es tropicalidad, son los Corraleros, son los 14 cañonazos, Fruko está directamente ligado a la historia de la música tropical, parrandera y rumbera de este país.
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