La nueva bandera LGBTIQ+
¿Por qué hay tantas versiones de la bandera del Orgullo LGBTIQ+? ¿Es necesario seguir cambiándola? Conozca las razones que mueven el cambio constante de los símbolos en las luchas por los Derechos Humanos
n todas las luchas los símbolos son importantes: representan y abrazan a un conjunto de personas, las identifican y visibilizan. La bandera de la comunidad LGBTIQ+ se toma muchos espacios (sobre todo virtuales) en el mes de julio, porque se conmemora el Orgullo, la visibilidad y las luchas de las personas diversas. Vemos arcoiris por todas partes: en marchas, cuentas de redes sociales y campañas de grandes marcas que se apropian de los discursos de amor, visibilidad y la celebración del amor libre.
La celebración del Orgullo nació de la indignación de una mujer trans, negra, trabajadora sexual con VIH que desafió todos los estereotipos y marcó la historia de la lucha para siempre, pero con el paso del tiempo la conmemoración se ha difuminado, la forma en la que está estructurada nuestra sociedad ha hecho que se convierta en un espacio en el cual prima la representación de hombres gais, blancos y privilegiados, cuyo protagonismo ha impedido la visibilidad de las personas trans, negras y racializadas, intersexuales, asexuales, travestis, lesbofeministas, aquellas que son VIH positivas y otro sinnúmero de particularidades que también hacen parte de la lucha por la justicia, la diversidad y el derecho de amar a quien nos dé la gana. No es lo mismo luchar por un conjunto de derechos siendo un hombre cisgénero, pertenececiente a una clase social más cómoda y blanco, a cuando se es una mujer trans, trabajadora sexual y VIH positiva, porque como todo en la vida, las violencias ejercidas sobre las personas se suman y definen los privilegios, la representación y el eco de las luchas.
El término interseccionalidad fue creado por Kimberlé Crenshaw, una abogada feminista, profesora y defensora de los derechos humanos que ha centrado su trabajo en la teoría crítica de la raza. Kimberlé desarrolló la idea de que los asuntos de género y raza siempre se contemplan por separado –como si fueran excluyentes– y no como “un marco diseñado para explorar la dinámica entre identidades coexistentes como persona mujer y negra; y sistemas conectados de opresión como patriarcado y supremacía blanca”. El término permite comprender cómo la experiencia desde la raza y las distintas clases sociales determinan la cantidad de privilegios que obtienes cuando eres mujer (porque el término empezó a usarse en el feminismo) y parte de la comunidad LGBTIQ+.
De acuerdo con Cristina Rodríguez Romero, comunicadora social, activista, feminista, orgullosamente trans, que trabaja en Fondo Lunaria Mujer, una organización feminista que moviliza recursos para derechos humanos y procesos colectivos, “hay que dejar de ver a la lucha de la diversidad como algo homogéneo y una experiencia de vida hegemónica, así los medios nos muestren siempre la misma cara de lo diverso. Es muy importante empezar a visibilizar que hay unas implicaciones en las subversiones que empiezan a mostrarnos que la vida no es blanco o negro y que hay una serie de situaciones en las que nos vemos inmersas precisamente por tener una serie de características: mujeres, jóvenes, negras, trans, LGBTIQ+, de clase social baja, sin educación y comprender que todo esto es un entramado gigante, que no todo es blanco o negro, que hay una escala de grises y una paleta cromática gigante que es importante visibilizar”.
La primera bandera LGBTIQ+ fue creada en 1978 por Gilbert Backer, se compone por seis franjas horizontales que replican los colores del arcoiris y simbolizan elementos como la salud, la luz del sol y la serenidad. Pero con el paso del tiempo la bandera se ha resignificado y se le han añadido más elementos y franjas que tienen una carga simbólica más acorde a las luchas que persiguen.
Así como hay una bandera que busca cobijar a toda la población LGBTIQ+, es necesario visibilizar y tener en cuenta que cada sigla del acrónimo tiene su propia bandera y sus propias urgencias y necesidades.
En el 2018 el diseñador gráfico de Portland, Daniel Quasar, rediseñó la bandera original y añadió unas cuantas franjas más: blanca, por las personas VIH positivas; azul y rosa, por las personas trans; negro y café, por las personas negras y racializadas y el amarillo con círculo morado, por las personas intersexuales. La nueva bandera recibe el nombre de interseccional y persigue la visibilidad de las luchas particulares que definen la experiencia de vida de las personas diversas.
“El proceso de construcción de la bandera ha sido muy bonito porque siempre quiere pensarse una bandera más inclusiva y en esa búsqueda, siempre hace falta algo, pero se va por un buen camino. Es importante escuchar todas las experiencias de vida, o al menos las que quieran ser compartidas, y generar un espacio para todas las personas, yo creo que esa bandera tendrá muchas más paletas cromáticas y todas van a apuntar a generar espacios más justos, donde quepan todas las personas”, dice Cristina Rodríguez.
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