Consejos para ser menos machista y más hombre
La masculinidad tradicional tiene que replantearse. Por eso, como hombre colombiano, heterosexual, de 25 años, hice una lista de cosas que creo que deberíamos cambiar porque nuestra manera de aportarle a esta lucha es bajándole al “mero mero”.
recí oyendo a mi papá decir que el hombre es quien mantiene a la familia; sobreviví a un colegio masculino donde el mejor era el más macho y le creí a mi mamá cuando me dijo que los hombres son mejores que las mujeres al preguntarle por qué en el mundo solo había tipos exitosos. Es decir, crecí pensando lo mismo que el colombiano promedio: que ser hombre es llevar plata a la casa, imponerse, ser mano dura, tener muchas viejas y nunca llorar.
Pero entonces llegaron las amigas de la universidad, el sexo casual con algunas de ellas, las fiestas hedonistas de mi hermana, el boom del nuevo feminismo y David Bowie. Algo no encajaba con la noción de “ser hombre” que había aprendido.
“Los modelos rígidos de género hacen que los hombres actúen desde la fuerza y desde la mentalidad del macho. Eso lo único que genera es violencia”, me explica Mónica Mejía, psicóloga clínica adscrita a Colsanitas, especializada en niños y adolescentes. Y sí, ahí radica el problema que ha llevado a que en Colombia, durante el 2017, se hayan registrado 35.690 casos de agresión hacia mujeres por parte de sus parejas, y que entre enero y mayo de este año el Instituto Nacional de Medicina Legal haya informado de 17.715 casos de violencia de pareja, 6969 de violencia intrafamiliar, 16.005 casos de violencia interpersonal y 396 homicidios. Todos casos contra mujeres. Y sin contar los que no han sido denunciados.
Las cifras delatan una cultura en la que el comportamiento violento de los hombres hacia el otro, en especial hacia las mujeres, está tan naturalizado que los límites son difusos o prácticamente ni existen. O, más bien, que el hombre es quien decide esos límites.
“Para mí es claro que el abuso es abuso, pero para mucha gente no”, dice Nora Picasso, abogada, feminista, profesora de la Universidad los Andes e investigadora en temas de género. “Todavía me toca convencer a tipos que si una vieja se emborracha y un man se la come, está abusando de ella”.
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Lo peor del asunto es que a veces se le echa la culpa a la mujer de haber sido abusada o violentada: que quién la manda a emborracharse, a vestirse así o a ser coqueta. Como si esas fueran señales de “por favor, viólame”.
Claramente no se puede generalizar: muchos hombres no canalizan su masculinidad atacando físicamente a una mujer. Y mi idea tampoco es hablar sobre ese tipo de personas, sino del colombiano heterosexual que no es un violador, abusador y/o acosador, pero que tiene una mentalidad machista subrepticia.
Como yo.
“Los micromachismos pueden pasar desapercibidos y por ende son más difíciles de trabajar y modificar”, dice Mejía. No es fácil sentar a un tipo y decirle que el más fuerte no es el más hombre, que uno no tiene por qué tener todo bajo control, que el que haya tenido sexo con más mujeres no es el mejor, que podemos apreciar el físico de otro man sin sentirnos menos masculinos y que nuestra liberación como hombres depende de la liberación de ellas como mujeres. No es fácil porque son cosas dañinas que hemos aprendido inconscientemente y que sentimos como naturales y biológicas.
Pero igual toca hacerlo.
“Uno de los grandes retos es identificar violencias, reconocerlas y hablarlo”, explica Víctor Pérez Cobos, abogado especializado en Construcción de Paz y creador de Machos en Rehabilitación. Pero tanto Cobos como Picasso coinciden en que no hay espacios para que los hombres discutan sobre estos comportamientos. “Quería compartir mis dudas con otros hombres y como no encontré dónde, busqué con quién hacerlo y la primera conclusión fue que hablar ayuda un montón: nos hace darnos cuenta de cosas”.
Las feministas han creado espacios para discutir lo que es ser mujer. Como bien lo dice el comediante y escritor estadounidense Michael Ian Black el artículo de The New York Times, “ser niña actualmente significa ser la beneficiaria de décadas de conversación acerca de las complejidades de la feminidad, sus muchas formas y expresiones”.
Pero, ¿y nosotros qué? ¿El feminismo es una lucha exclusiva de las mujeres? ¿Un hombre puede ser feminista? Y si sí, ¿cómo sería eso?
Reflexionando sobre estas preguntas, llegué a una conclusión: No basta con ser un “hombre solidario”. Además de que el término es condescendiente, es la excusa perfecta para seguirnos lavando las manos. Si los hombres hemos sido los victimarios en esta historia, nosotros también deberíamos estar haciendo nuestra parte. No sirve de nada tratar los síntomas sin atacar la enfermedad.
Por eso más allá de responder si se puede ser un hombre feminista o no, es necesario que primero, como explica Cobos, “asumamos el reto de batallar por identificar violencias en nosotros para trabajarlas”. No es cuestión de “ayudar” a las mujeres, sino de darle palo constructivo a nuestro comportamiento. “Ustedes tienen más voz que nosotras entre los hombres. Ahí es donde deben usarla”, dice Picasso.
No tengo la verdad revelada, pero después de hablar con dos abogados y una psicóloga, de escuchar atentamente los comentarios cotidianos de mis amigos y a mí mismo, me propuse crear un listado de acciones que pueden acercarme a ser un mejor hombre o, más bien, una mejor persona.
Aquí lo comparto, por si a alguien algo de esto le suena.
Tips
● Hable de sexo, todo bien, pero intente ser más consciente de las palabras que usa cuando habla de una mujer. "Me la comí", "Me soltó", "Le hice la vuelta" o "Coroné" son expresiones feas y sobre todo falsas, pues ellas también “Nos comen”, “Nos coronan” y “Nos hacen la vuelta”. Y sí, lo disfrutan. Con decir "Nos comimos" la cosa mejora.
● ¿Se ha dado cuenta que entre amigos tendemos a hablarnos a gritos? ¿O que cuando hay más hombres que mujeres en una conversación casi que ni las dejamos hablar? No monopolice las conversaciones. No interrumpa. Déjelas hablar y escúchelas. Y por favor, tenga cuidado con el mansplaining.
● Calladita NO se ve más bonita.
● Deje de mostrar asco por una mujer que ha tirado con diferentes manes. Estoy seguro de que si a usted le va bien con el sexo opuesto, no se mira al espejo y le dan arcadas. Agradezca que hay personas que conciben el sexo como un placer que no necesita de tantas arandelas sociales. Y si ve que una mujer critica a otra por “perra” o “fácil”, pregúntele por qué nosotros sí podemos ser “perros” sin ser juzgados y ustedes no.
● ¿No le ha pasado que cuando dice que salió con una amiga, ningún man le cree que no haya intentado nada con ella? ¿O que siente que el primer filtro para ser amigos es haberle caído antes? Si sí, relájese. No se las tiene que “comer” a todas para demostrar su hombría. Una mujer puede ser su amiga y ya.
● Mencione únicamente los méritos de una mujer cuando esté hablando de sus capacidades intelectuales o laborales. No hable de su físico. Por favor no le agregue el “y está rica” al final de la frase. Eso no es relevante y demuestra que no somos capaces de verlas como iguales a nivel profesional.
● Intente dejar la parte carnal a un lado cuando un amigo le esté hablando de la vieja con la que tuvo sexo anoche. Pregúntele si ella le gusta, que cómo lo hace sentir. Sin necesidad de incomodarlo, está entrando en un campo pocas veces explorado por los “machos”.
● No sea un simple espectador (o como se le conoce en inglés, un bystander): muéstreles a sus amigos su inconformidad si ve que están teniendo una actitud machista por algún grupo de Whatsapp o en alguna reunión. Con decirles, por ejemplo, lo paila que es embutirles trago para ver si “sueltan”, ya está dando un gran paso.
●No se moleste si una mujer se incomoda cuando usted le caiga en una fiesta. No la tilde de perra ni de lesbiana solo porque no le copió. No insista y aprenda a perder con dignidad.
● Replantéese el término de “caballerosidad”. Está bien que la invite a comer y que la recoja en su casa, si es que a ella le gusta, pero no crea que por tener esos gestos las mujeres le deben algo (sexo). Ah, y déjese invitar. Ella también quiere y puede hacerlo.
● Si viven juntos, divídanse las tareas de la casa por igual. No espere a que ella le pida el favor de lavar los platos o de cocinar. Y si lo hace, no sienta que la está “ayudando” con sus oficios caseros. Acuérdese que el espacio es de los dos.
● Deje de decir que la amiga del parche parece un hombre. El hecho de que sea chévere y se sienta cómoda entre manes, no le quita su feminidad. Tampoco use “mujer” o “niña” como insulto.
●Está bien que ella gane más plata o que tenga trabajo y usted no. No se sienta juzgado ni menos hombre. Si fuera al revés, ¿cree que alguien diría algo?
● Participe activamente en la crianza de sus hijos. Ese cuentico de que la mamá se queda cuidando al niño mientras el papá trabaja está mandado a recoger. Sus hijos se lo agradecerán cuando dejen de ser pubertos.
● Irse de fiesta sin pareja o sin intención de buscar viejas, también funciona. Ensáyelo.
● Si ya es papá o piensa serlo, no alimente en su hijo ese imaginario tan tóxico del macho alfa fuerte y dominante. Enséñele que puede ser un hombre sin ser rudo e insensible y muéstrele la libertad tan profunda que trae zafarse de todas esas creencias sociales. Y si tiene hijas, enséñeles a ser auténticas, a poner límites, a cultivar desde chiquitas su poder personal y, sobre todo, a que no le coman cuento al imaginario machista.
● Si ve una vieja en la calle que le gusta, disimule. No la incomode con miradas agresivas y morbosas y mucho menos le chifle o le bote piropos. No tiene ese derecho.
● No piense que las mujeres exageran cuando hablan acerca de una mala experiencia que tuvieron o cómo se sintieron acosadas en alguna fiesta. (In)conscientemente está subestimando una realidad y está protegiendo a un tipo que se pasó de calidad. Escuche y, si ella quiere, ayude.
● Lo gay no quita lo hombre. Simplemente es una masculinidad diferente e igual de válida a la suya. Eso es todo. Tampoco use “marica”, “lesbiana” o sus sinónimos como insulto y no se quede callado si escucha comentarios homofóbicos.
● Dése el permiso de ser vulnerable. Está bien llorar, pero eso es una pequeña parte, es minúsculo. Sentirse frustrado y mostrar las emociones no es de débiles, es de humanos.
● No se dé palo si se da cuenta que tiene actitudes machistas, a todos nos ha pasado. Lo importante es observarse todo el tiempo y corregirse. Esto es un proceso y nadie tiene la fórmula perfecta. Esto también le aplica a las mujeres.
● No se timbre con las feministas y no deje que su mensaje, tan necesario y decisivo, se diluya en medio de los estereotipos tan ridículos como creer que quieren acabar con los hombres o que están “mal comidas”. Más bien escúchelas, entienda su discurso, discuta con respeto y no le tenga miedo a darse cuenta de los privilegios que tiene por el simple hecho de ser hombre.
● Por cierto: algunas feministas son lesbianas. Otras, no. Como las mujeres. Misterio resuelto.
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