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Descubre los secretos detrás de la animación colombiana La perra

Descubre los secretos detrás de la animación colombiana La perra

La perra ha sido la única pieza de animación colombiana que ha hecho parte de la selección oficial del Festival de Cannes. La directora Carla Melo Gambert nos cuenta cómo fue la creación de este cortometraje visceral y conmovedor. 

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Construida minuciosamente durante tres años y dibujada enteramente en tintas y acuarela, La perra es un cortometraje de poco más de 14 minutos y toda una joya de la animación análoga. Una madre, su hija y el lazo de amor encarnado en una perra que las ve crecer protagonizan esta historia. El cortometraje es tanto un retrato de la complejidad de los vínculos familiares, como una reflexión sobre los estereotipos femeninos con los que hemos crecido en nuestra cultura de gallos fieros y que ahora, más lentamente de lo que quisiéramos, se están derrumbando. 

Para la joven directora Carla Melo Gampert, su familia es la fuente de inspiración para los personajes de su corto y es a la vez el origen de su búsqueda artística y creativa. “Mis padres son artistas, mi abuelo también. Mi mamá es bajista, Nathalie Gampert, conocida en el mundo del jazz en Bogotá y mi papá es arquitecto. Yo no podía estudiar otra cosa que no tuviera que ver con esto”, explica Melo. “Estudié Artes Visuales en la Javeriana e hice mucha danza desde que tenía siete años. Empecé con danza contemporánea y luego ballet. En la Javeriana empecé la carrera de Artes Escénicas, en danza”, añade sobre su formación que luego complementaría al hacer parte del Programa de Cine de la Universidad Torcuato di Tella en Buenos Aires. 

Al final de sus estudios en Bogotá tuvo que presentar su proyecto de grado y este reto la enfrentó con una serie de preguntas que acabaron por dar forma a su primer cortometraje titulado Por ahora un cuento. “En mi tesis no sabía qué hacer. Solo había tenido una clase de animación, pero tenía la danza en mi cabeza y sentí que la animación me permitía mezclar la danza, la escritura y el cine. Me lancé a hacer eso, sin saber muy bien cómo. El cuento del cual sale mi tesis de grado tiene un montón de accidentes y de errores que vienen de la primera intuición, una especie de vómito al entregar algo muy íntimo”, explica Melo sobre este caótico primer proceso creativo. Al final, el error y el accidente acaban reforzando la potencia gráfica de la animación.

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El primer cortometraje surge de la relación con el padre y las protagonistas son gallinas antropomórficas. “Acababa de hacer un viaje con mi papá y empecé a escribir un cuento sobre eso. Los personajes eran gallinas, porque mi papá siempre hacía referencia a ellas con expresiones un poco machistas como ‘el gallinero’, poniendo a las mujeres en el papel de la gallina. También está el tema de asociar al hombre con el gallo, que es fuerte. La gallina es una figura despectiva”, añade. 

El corto fue estrenado en 2019 en el Festival de Annecy, el más importante del mundo en animación, y otorgó a la joven realizadora un nivel de exposición que le permitiría despertar el interés de productoras y financiar La perra

Tanto en Por ahora un cuento como en La perra, los animales ocupan un lugar central y las complejas relaciones familiares –con una mirada aguda a los roles de género– son el hilo conductor de las historias. Un encuentro con el padre, en el primer corto, y en desencuentro con la madre, en el segundo, confirman la capacidad de la directora de conjurar su propia historia a través de la ficción. A los once años, mientras sus padres se divorciaban, Melo recibió una perra como regalo de su madre. La mascota fue testigo de las transformaciones de Carla en un cuerpo en el que se sentía extraña, de sus rebeliones adolescentes, de las complicadas tensiones en el seno del hogar y del despertar de su sexualidad. “Hacia esa misma época, empecé a desarrollarme y me sentía muy mal en mi cuerpo. Empecé a salir mucho en las noches y a tener novios, buscando una seguridad que no tenía en casa, una especie de aprobación a través de la mirada del otro… claramente, no la encontré. Me sentía cada vez más insegura, llena de culpa, con miedo y viviendo acosos que creía normales”, explicaba antes Melo en el comunicado de prensa que acompañaba la noticia de su nominación a Cannes. 

Pronto, sin embargo, lo autobiográfico se diluye como la tinta para dar espacio a reflexiones que parten de la observación de los frágiles entornos familiares, el descubrimiento de la sexualidad en la mujer, el deseo y la culpa. En La perra se evidencia la historia de admiración y decepción que es universal a las familias conforme los hijos empiezan a construir su propia identidad. Primero, encontramos a una polluela absolutamente dependiente de la falda de su madre, para luego verla desencantarse y abandonar el nido al aprender de sus encuentros sexuales con otros hombres, luego de que el padre abandonó el gallinero. Finalmente, esta gallina se descubre también melancólica entre las plumas de otro gallo, que es también una figura patética. Mientras tanto, la perra que parece ser lo único que mantiene la relación de madre e hija, observa cómo las dinámicas de su hogar se tornan crudas y dolorosas. 

La perra es ruidosa y cruda en su belleza visceral. En el corto, Melo vuelve a la figura de sus gallinas para representar la relación de madre e hija, marcada por la mirada que no juzga del animal titular del relato. En ese sentido, la animación utiliza la metáfora visual de las aves para jugar con construcciones culturales que funcionan en un contexto latinoamericano, aunque se extrapolan de manera universal al contexto Occidental. Gallos y gallinas conviven en una ciudad ruidosa en la que los cuerpos se rozan y se cubren, se observan con violencia, para finalizar en encuentros incómodos, frustrantes y tormentosos. 

La animación análoga que presenta a la gallina madre, a la hija gallina y a la perra que las une familiarmente, pero que es también testiga de las distancias que van generándose entre ellas, retrata con elegante crudeza los dramas de los protagonistas. Por eso, pareciera querer decir la directora, los contornos de sus personajes poseen una línea clara conforme las manchas que los componen se alborotan e inquietan, dando cuenta de las conversaciones internas, los miedos y deseos que no siempre evidenciamos en el contexto social, pero que están dentro de nosotros. Así, jugando plásticamente con la tinta y la acuarela, Melo construye un universo de imágenes abrasivas y hermosas, tan explícitas como evocativas que coexisten, dando cuenta de ese momento incómodo en que empezamos a ser adultos, pero no hemos dejado del todo de ser niños fantasiosos.

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Melo encontró que la mejor forma de hablar de sus emociones era el lenguaje expresionista, construido de manera análoga al combinar diversos materiales y soportes. “Es tinta Lamy, para recargar los cartuchos de las plumas”, explica sobre el insumo principal de sus dibujos. “La tinta Parker, cuando la mezclas con agua, da tonos violeta. Y de esta tinta Lamy salen tonos verdes y violetas. Me parece increíble porque es algo que uno no controla. Más allá de que uno no controla completamente el trazo porque es pura agua, tampoco controla los colores que van a salir al pasar el pincel por esa tinta. Y, para darle un carácter a los personajes, un tono, cogíamos acuarelas normales. La hija es amarilla y la mamá es violeta”, explica. Estos dos tonos definen una paleta minimalista en la que el negro predomina, creando un espacio de sombras, nocturno y lúgubre. 

Jugando con un elemento delicado como la acuarela Melo también introduce una disrupción en la manera como entendemos y visualizamos ciertos lenguajes. Después de todo, en el cine, la acuarela fue famosamente rescatada para películas infantiles como Lilo & Stich que, curiosamente, retrata a una familia rota y que utiliza esta técnica famosa para la bocetación en cada uno de sus fondos. “Me interesaba mucho romper con la idea de lo ‘bonito’ en la acuarela, como de película para niños. Creo que el corto comienza con esa idea de ‘qué lindo’ y después se va complicando. Tiene una cosa violenta y brusca que se logra con las acuarelas y las tintas”, explica. La acuarela, por la naturaleza de su composición, es una técnica impredecible pues se transforma al secar. Jugando de nuevo con el error y el caos, Melo introdujo también otra dimensión de sorpresa en la factura de La Perra. “Me interesaba mucho el soporte del papel. El papel no es de acuarela, es un papel Fabriano que resultó ser más barato que los papeles Durex, pero no es un papel para acuarela, por lo que no absorbe tanto, sino que genera errores. Eso me interesa mucho”, complementa sobre sus experimentos técnicos.  

El retrato de la relación de la hija con la figura de su madre enseña cómo esta dinámica en lo privado termina teniendo una serie de consecuencias en lo público, conforme el cuerpo de la hija se transforma en adulto y, de alguna manera, empieza a existir en un contexto social en el que es susceptible a miradas, chiflidos y manoseos por parte de una atención masculina no solicitada. “De todas formas me resistía un poco a hacer algo feminista. No me resistía, pero no estaba en mi idea original y yo quería contar algo muy propio que venía a partir de la muerte de mi perra”, explica Melo sobre cómo el filme fue adquiriendo un tono de reflexión social y política. 

“Poco a poco se empezó a volver feminista y me gusta, pero no era mi intención ni es algo que busco en las cosas que hago. Eso me hace pensar que sí hay muchas preguntas que debemos hacernos, principalmente sobre cómo la sociedad mira a la mujer, más que la mujer en la sociedad, cómo esa mirada condiciona nuestra propia mirada, por más feministas que seamos, pero hay una idealización y una construcción de la mujer en nuestra cultura. O es muy bella o es muy monstruosa, pero no puede ser simplemente una mujer. Es una vieja, una niña, pero nunca una mujer”.

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Esas preguntas ya estaban en la enunciación de su padre de “el gallinero". Antes que juzgar algo, son preguntas muy propias porque uno sigue hablando de una manera muy despectiva de la mujer. Estamos atravesadas por la sociedad y es muy difícil tener una mirada propia sobre la mujer”, reflexiona la realizadora. “También me preguntaba mucho por el vínculo madre e hija, que es muy tabú. Sobre todo en Colombia. A la mamá hay que respetarla mucho y yo me peleaba con mi mamá y la gente se enfurecía. Mi mamá es suiza y siento que tenemos un vínculo diferente, pero también me daba mucha culpa porque había algo en la relación que, desde afuera, tiene que ser muy armoniosa, pero, desde adentro, puede tener problemas. También es violenta. Para cualquier madre e hija, nadie se salva. Pero nadie lo dice”, añade Melo. 

Así, un cuerpo crece y el otro envejece, creando una tensión en la que median los celos, el control y el reproche. La animación se convierte en regueros de tinta que vibran sobre los cuerpos y espacios para darle un sentido emocional al relato, jugando con las emociones del espectador al llevarlo de la mano por un mundo a veces lúgubre y ominoso en el que, al final, el amor se impone al dolor y el miedo. 

La mirada es un elemento poderoso en la narración de La perra: la mirada que espía, la mirada que culpa, la mirada del gallo que se miente e idealiza frente al espejo y, sobre todo, la mirada compasiva y pura de la perra que observa con cristalina bondad cómo la protagonista del corto se transforma. Estos ojos se convierten en parte del paisaje del relato y se desdoblan literalmente en elementos invasivos y terroríficos que persiguen a la protagonista de la historia en su transformación hacia la adultez. Mientras tanto, la joven encuentra la paz y el sosiego cuando se encuentra de frente con los ojos de su compañera.  La perra tiene el poder de mirarnos a los ojos como un animal bondadoso para confrontar nuestros silencios y nuestras tristezas, todo aquello que callamos en la intimidad y que nadie puede conocer, por mucho que se acerque a la mirilla de la puerta para espiarnos. 

Fotogramas de La perra, cortesía del equipo de realizaciónseparador

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Ignacio Mayorga Alzate

Literato e historiador del arte, selector de vinilos y periodista cultural. Aprendió a leer en silencio para que no se lo llevara el Diablo. Fanático de lo periférico, lo terrorífico y lo sangriento. Escribe frases largas y párrafos extensos. No muestra su rostro en video.

Literato e historiador del arte, selector de vinilos y periodista cultural. Aprendió a leer en silencio para que no se lo llevara el Diablo. Fanático de lo periférico, lo terrorífico y lo sangriento. Escribe frases largas y párrafos extensos. No muestra su rostro en video.

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