Cómo se organiza un festival de música en Colombia
Gente de Estéreo Picnic, el Festival Centro y otras fiestas de ese nivel comparten ideas y lecciones que les dejan un montón de años de experiencia en el arte de darle gusto a todo el mundo.
2022 fue uno de los años más fructíferos para la industria del entretenimiento musical en vivo. El regreso a los eventos masivos fue un fenómeno mundial que tuvo eco en Colombia, por lo que no es de extrañar que el año pasado fuera el mejor en mucho tiempo para varios de los agentes más importantes de la industria.
El sector privado se permitió organizar espectáculos de ensueño con algunos de los artistas más sobresalientes de la actualidad; el sector público, por su parte, desplegó una serie de estrategias y aprovechó las lecciones que dicta la experiencia para ofrecer espectáculos impecables a los asistentes de conciertos gratuitos. Rock al Parque, por ejemplo, cerró un año ejemplar para la entidad que lo organiza, el Instituto Distrital de las Artes (Idartes), con una curaduría de primer nivel, que reunió algunas de las nuevas promesas con actos legendarios de larga trayectoria.
Los operadores logísticos han adquirido en los últimos años equipos tecnológicos sofisticados, y han capacitado a sus equipos humanos en el manejo de estos eventos, con lo que han puesto a Colombia en las agendas de artistas de peso. Basta recordar que el año pasado nos visitaron Miley Cyrus, Rosalía, C. Tangana y Guns N’ Roses, entre muchos otros.
Solo en 2022, Páramo, empresa que organiza el Estéreo Picnic, hizo más de 100 conciertos en todo el país, empleando de manera directa o indirecta a cerca de 30.000 personas. A la luz de lo anterior, y conforme la experiencia festivalera se convierte en parte del ADN cultural del país, fuimos tras bambalinas para entender cómo se organiza un festival, qué actores intervienen y qué diferencia las iniciativas públicas de las privadas.
La identidad de un festival musical
Cada festival musical debe tener una línea conductora, un concepto transversal que impacte a un sector demográfico en específico. Desde el Festival de la Leyenda Vallenata al Festival del Diablo, cada uno tiene su particularidad, y no solo hablamos del tipo de música que va a escuchar el público asistente.
Por ello, en el proceso de ideación es central tener una idea visual de cómo se proyecta el evento, qué se quiere construir en el espacio y cómo se va a comunicar de manera masiva para capitalizar la atención de los segmentos objetivo. “En general, los festivales se deben a un impulso de querer cubrir bien sea una amalgama de sonidos y propuestas diferentes o dedicarse a un nicho específico de la música”, explica Philippe Siegenthaler, una de las cabezas visibles de la productora Páramo, a cargo del Festival Estéreo Picnic, el Baum Fest, Comunión, entre varios otros eventos masivos. “Esa es la primera reflexión. ¿Es un festival multi género o un festival de un solo sonido? Respondiendo esa pregunta, vienen otras como ¿Para qué tipo de gente quiero hacer este festival? O ¿Dónde voy a hacer el festival?”, añade el empresario con cerca de veinte años de experiencia.
Laura Nieto, directora de arte de Páramo, explica también que después de aterrizada la identidad del evento se empiezan a desarrollar una serie de procesos desde el equipo de arte. A propósito de la primera versión de Cordillera, celebrado el año pasado por primera vez en Bogotá, la artista explica: “Cordillera tiene un concepto muy profundo y eso se trabajó desde la dirección creativa de Páramo. El logotipo, el branding y todo lo que tiene que ver con el universo gráfico de la marca, como la paleta de color, se definen en esta etapa. Después a mí me llegan con un concepto y me lo entregan para determinar cómo se va a ver ese festival en la vida real, cómo va a vivir, cómo se ven las tarimas y la iluminación, cómo vamos a hacer para rendir los recursos en términos de presupuesto”.
Esta primera etapa gráfica define unos lineamientos, pero la manera cómo se aterriza el festival incluye muchos elementos que van más allá de las redes sociales, el branding, la tipografía y sus colores.
El caso de Cordillera ejemplifica esta experiencia y desarrollo del equipo de arte. El concepto de este festival estaba enclavado en la identidad latinoamericana, desde la selección de los artistas que participaron hasta todo el imaginario visual de cada una de sus tres tarimas, que llevaban el nombre de los picos más altos de la Cordillera de los Andes: Cotopaxi, Aconcagua y, para resaltar la presencia colombiana, Cocuy.
Inspirándose en los pueblos originarios del continente, Cordillera cuidó cada uno de los detalles de la producción para transmitir este concepto identitario, valiéndose también de un mobiliario con el que ya contaba Páramo de las ediciones pasadas del Estéreo Picnic. “Todo lo que ves, el cojín, la florecita o la lamparita tiene un proceso de diseño concienzudo, bastante profundo, para que el festival empiece a respirar su propia identidad”, complementa Nieto.
La curaduría
Escoger a los artistas es probablemente una de las tareas centrales al idear un festival. La curaduría es la encargada de la decisión de compra (literal o simbólica) por parte del público. “Una vez se tiene claridad de lo que se quiere con el festival, se abre el correo electrónico y se le escribe a la cantidad de gente que uno se imagina dentro del contexto que se define para el espectáculo”, explica Siegenthaler. “Evidentemente si uno tiene una red, si uno se acerca a festivales de la región o del país que se hagan cercanos a lo que uno quiere hacer, eso va a facilitar que se puedan armar giras, como un pequeño circuito para los artistas. Eso aligera costos para todos. Al artista le cuesta mucha más plata desplazarse por una presentación en particular que haciendo tres o cuatro shows en lugares cercanos. Pero, indistintamente, creo que lo primero es imaginarse ese cartel, tener los deseos y los sueños y comenzar a escribir. Uno no puede tener timidez ni ponerse muchas limitantes”, añade.
La conformación de redes y su aprovechamiento para aligerar costos tiene sentido tanto en lo público como en lo privado: el Circuito de Jazz Colombia está bien organizado, y prueba desde lo público que esta estrategia aporta a la circulación de artistas en el país en la medida en que se abaratan los costos al trabajar mancomunadamente el Festival Jazz al Parque, Medejazz, Barranquijazz, Pasto Jazz o Ajazzgo de Cali.
Producción y logística
Conforme se empieza a desarrollar el imaginario del festival, el equipo de producción trabaja en paralelo para concretar la visión del equipo creativo. Lukas Gutiérrez, productor general para la edición de 2023 del Festival Centro, resume sus diversas responsabilidades de la siguiente manera: “El trabajo de producción es básicamente toda la coordinación logística, técnica y operativa del festival. Esto abarca el seguimiento de contratación de artistas, el seguimiento a la curaduría, la selección de las locaciones, la programación de cada uno de los días, los tiempos de cada una de las presentaciones, la coordinación del equipo de trabajo, la coordinación del operador logístico, el seguimiento al personal logístico o el ejercicio de buscar quiénes pueden estar interesados en financiar el festival”.
Es un cargo de orden operativo y de campo que está presente a lo largo de todos los momentos del festival, entendiendo la curaduría, el cronograma de actividades en el evento y aquellas que el público no ve como el montaje o desmontaje de las tarimas.
Es distinta la logística si el festival tiene lugar en un espacio campestre o en la ciudad. El equipo de producción tiene en cuenta vías de acceso, facilidad de transporte, recorridos del asistente una vez se encuentre dentro, entre muchos otros detalles, tanto en uno como en otro caso.
Germán Navas ha desarrollado un talento especial para entender el espacio. Es productor de TBL, a cargo del evento de Suena que reunirá a Arcangel y a Ivy Queen, y trabajó junto a Páramo en la fiesta oscura del Knotfest en diciembre de 2022. Luego de años en la industria, es capaz de construir el mapa del evento, entendiendo la arquitectura del espacio, teniendo en cuenta también los requerimientos que podrían tener los artistas y el público. “En el caso del Knotfest, por ejemplo, se tuvo otra alternativa de escenario que fue el parqueadero norte del Estadio el Campín, y eso daba la capacidad de más público en el escenario”, explica Navas sobre su experiencia en el festival de metal celebrado en el Movistar Arena, un lugar que conoce perfectamente. “Entonces desde ese lado se diseña, buscando que el mapa esté acorde a todos los requerimientos de artistas que van a pasar en el festival. Hay que tratar de darles gusto en iluminación, en efectos especiales, en el sonido. Se busca tener un festival que sea fluido, con muy pocos tiempos en los cambios de los artistas y que ellos acepten que esta proyección que les estamos proponiendo esté acorde con la presentación que van a realizar”.
El equipo de producción también tiene que conjugar lo que desean organizadores, artistas, público y marcas con las regulaciones para la celebración de espectáculos culturales en el país, trazadas por el Portal Único de la Ley del Espectáculo Público de las Artes Escénicas del Ministerio de Cultura, recogidas en la Ley 1943 de 2011.
En ese sentido, las empresas públicas o privadas tienen que tramitar una serie de permisos ante distintas entidades: Policía, Bomberos, IDIGER, Secretaría de Ambiente, Secretaría de Salud y la Alcaldía Local. Estas instituciones dan su visto bueno o rechazan el proyecto con base en el mapa de ruta de la producción del evento.
“Dentro de los requerimientos a ti te exigen unos recursos logísticos base” explica Lukas Gutiérrez. “Un punto de salud, una ambulancia medicalizada, bomberos, cierta cantidad de brigadistas que dependen de la complejidad del escenario, coordinadores de logística, logística de choque, seguridad privada”. Y continúa: “Para sacar los permisos uno tiene que pasar un plano de distribución con el evento claro, ubicando dónde va a estar la tarima, las comidas, las zonas de salud y, si el evento es de alta complejidad, dónde va a estar el puesto de mando, dónde están los baños, los camerinos, las áreas de producción. También está el plan de emergencia en caso de que algo salga mal”, dice el productor del Festival Centro 2023, organizado por la Fundación Gilberto Alzate Avendaño.
Lecciones para organizadores y público
La organización de festivales en Colombia se fortalece con cada edición de uno de estos eventos masivos. El público también está respondiendo a una oferta cada vez más amplia y diversa. Laura Nieto, de Páramo, dice: “Cada vez estoy más convencida de que estas experiencias masivas cambian el comportamiento de la gente en la ciudad, cambia la forma en que la gente se comporta en una fila, para entrar a un baño, para sentarse en un espacio público que está ambientado, limpio”. Y remata: “Porque entre más limpio, más luminoso, más amplio, con más opciones visuales y artísticas, la gente se va a comportar mejor, más civilmente, más organizadamente. Cambia realmente el comportamiento de un público masivo llevar a cabo estas experiencias desde una dirección de arte ordenada”.
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