El arte de la identidad
Daniel Acuña estudió Artes Visuales en la Pontificia Universidad Javeriana y desde entonces ha expuesto en numerosos espacios, ha creado revistas y festivales y ha participado en varios colectivos. Acuña participó en el Premio Arte Joven 2015 y, al ver su trabajo, no pudimos dejar a un lado la curiosidad de conocer a la mano detrás de dibujos tan minuciosos e impactantes.
¿Cuándo supo que quería ser artista?
Lo supe dos años antes de salir al colegio. Toda la vida me ha gustado pintar y dibujar y, aunque mi gusto por los videojuegos y las películas animadas me llevaron a inclinarme hacia el diseño gráfico, más adelante descubrí un encanto enorme por la filosofía y encontré en las artes un espacio de comunión entre el hacer y el reflexionar sobre lo que se hace.
¿Encuentra algún contraste marcado entre lo que le enseñaron en la academia y lo que ha experimentado hasta el momento como artista?
En lo teórico sigo trabajando las mismas líneas temáticas y técnicas que se empezaron a gestar en la universidad (incluso en el colegio) y que sigo trabajando en este momento. El choque fuerte estuvo en procesos como el de postularse a una convocatoria, registrar una obra en la Dirección Nacional de Derechos de Autor, hacerle certificados de autenticidad, embalarla, sacarla del país, entre otros. Ese tipo de cosas hacen notar un vacío en el aspecto educativo en las universidades.
Pasa del grabado a la pintura, de la instalación a la escultura, ¿cuál fue esa primera aproximación o esa primera pieza que usted dijo “Esto es lo que yo quiero hacer”?
Volviendo al asunto de la academia, una cosa muy positiva es que hace que uno se haga no solo un artista sino una persona más versátil, hace que uno aprenda a encontrarse a uno mismo en distintas técnicas y circunstancias. En ese sentido, creo que nunca hubo una técnica o una obra que yo dijera “Esto es lo que estaba buscando” sino que es una cuestión de momento, de cómo me acerco a mis propios intereses. Ahora, por ejemplo, estoy experimentando con el dibujo en polvo de carbón, que me acerca al tema del decaimiento y de la muerte de una forma muy específica. Así que estoy sacándole todo el jugo posible. Después algo nuevo vendrá.
A propósito del trabajo sobre la muerte, ¿cómo combinar esos conceptos como la huella, la identidad, la muerte y lo orgánico en algo tan pequeño?
Creo que es un tema que llevo desarrollando ya hace bastante tiempo y desde varios ángulos. Por un lado, los dibujos de cráneos y la fascinación por la muerte; por otro, tenía esta fijación con las cualidades gráficas y simbólicas de las huellas dactilares que me llevaron, por ejemplo, a realizar una serie llamada Memorias dactilares en la que entrevisto a personajes, dibujo su huella dactilar y dentro de ella, hago un retrato hablado de una persona que les haya dejado huella. El asunto de la escala es lo que le da a la imagen una dimensión de realidad que es lo permite que la obra resuene en uno desde el propio cuerpo.
Top de materiales que le gusten mucho.
Siento que el carbón y el carboncillo son como una cama en la que siempre puedo caer. También me gusta la arcilla porque me permite trabajar desde lo táctil, como si estuviera encontrando otro cuerpo, así como la cera de abejas, que es un material increíblemente noble: es rígida y se calienta con el calor de las manos para dejarse trabajar, hay que consentirla para que empiece a responder– además, tiene un olor delicioso, como de fauna y vida silvestre–. Por último yo creería que está el óleo, al que le tengo muchísimo respeto. Sé que en algún momento de la vida me voy a encontrar con él y vamos a tener un romance largo y una relación difícil, pero aún no ha llegado.
¿Qué momentos, acciones o espacios lo inspiran mucho?
Por un lado, ver obras de otros artistas, eso me da ganas de sentarme a hacer lo mío.
Lo otro que me inspira son los fenómenos naturales: los temblores, los tsunamis, los tornados… Siempre que veo eso logro percibir una pequeña medida de la fuerza de la naturaleza y de nuestra fragilidad y eso me conmueve muchísimo. Y la tercera son los sueños. En alguna época estuve entrenándome para tener sueños lúcidos y alcancé a tener algunos en los que vi cosas increíbles. Me acuerdo mucho de un sueño en específico en el que estaba en el mar, veía una isla flotante y comencé a nadar debajo de ella. Todo era muy oscuro, lo único que alcanzaba a ver era una línea de luz que era el contorno del sol alrededor de la isla y recuerdo que empecé a llorar de asombro. Quedé con una sensación impresionante.
¿Cómo es eso de entrenarse para tener sueños lúcidos?
Hace rato estoy muy interesado en ser consciente de mí mismo, de mi mente, de cómo pienso, siento o reacciono y eso me ha llevado a meditar, a buscar momentos de reflexión y de estudio de mí mismo, y en ese camino me encontré con los sueños lúcidos, fue como una cosa de mirar para adentro, mirar quién se es realmente.
¿En qué espacio no convencional le gustaría exponer su trabajo?
Me gustaría hacer algo en un jardín. Suele ser un espacio en el que uno toma un poquito de distancia del mundo y, aun estando dentro de él, puede mirar para adentro un rato. Creo que es algo que yo también busco con mis piezas.
¿Tiene alguna maña en particular?
En general siento que me he entrenado para trabajar en distintas condiciones. Puedo poner música, puedo estar en silencio, puedo dibujar en una libretica en la calle o en un café, también creo que es una cuestión de disciplina y de decidir concentrarme. Tal vez lo único que no puedo hacer es dibujar sin sacar la lengua.
Consejo a artistas recién egresados.
Les diría que tengan una actitud activa, que no se duerman. Uno está un poco acostumbrado a que la academia lo va chuzando a uno con esta dinámica de las entregas, pero es uno mismo el que debe desarrollar esas disciplinas propias, ponerse un horario, unas metas. El otro consejo tal vez sería participar en convocatorias e ir a charlas porque uno termina conociendo gente que le puede aportar muchas cosas.
¿Prefiere museos o espacios informales?
Creo que los espacios informales y los museos están atravesados por fuerzas como el mercado o la academia. Independientemente de eso, a mí me parece que la relación que sucede en un museo entre la obra y el espectador le sirve, al menos, a mi tipo de obra. Me gusta pensar que mis obras son personas amables, con las que puedes sentarte a charlar y a las que vale la pena dedicarles un rato en calma. También hay obras antipáticas y mamonas que ni te miran y otras que te gritan y te regañan. Sin importar el lugar, me gusta que uno pueda encontrarse con algo que pueda tocarle un nervio y generarle una sonrisa al mismo tiempo.
PALABRAS QUE PROVOCAN PALABRAS
PLANTAS: MAESTRAS
SANGRE: PINTURA
SOMBRAS: HUELLAS
PROPORCIONES: ILUSIONES
PUTREFACTO:
Esta palabra me hace pensar un montón en un texto que se llama Las 9 contemplaciones funerarias, que son una manera de llevar a cabo una meditación en la que tú sigues el proceso de descomposición de un cuerpo a medida que va muriendo: Cuerpo pálido, hinchado, cuero, huesos y polvo.
ALGO QUE LE DÉ ASCO: LOS SONIDOS AL COMER, NO LOS SOPORTO.
SONIDO QUE LE GUSTE: LOS TRUENOS Y EL VIENTO CUANDO PASA POR UNA RENDIJA.
A partir de una formación complementaria entre las disciplinas del dibujo, la pintura, la escultura y el grabado, Daniel Acuña sitúa su obra alrededor de la muerte, el colapso de las formas y de los límites que definen la identidad, la naturaleza y lo humano. En 2010 participó en el X Salón Javeriano de Artes Visuales en el Centro cultural Gabriel García Márquez y en exposiciones y festivales organizados por colectivos como Yavería, Taller Trez y Creartika. En 2013 terminó su carrera y adquirió el título de Maestro en Artes Visuales con énfasis en expresión plástica. Es cofundador del colectivo cultural Reloj de arena, donde desempeña el papel de ilustrador, filtro de imagen y curador. Ha sido organizador y curador de las cuatro versiones del festival anual de artes Equinoccio-exploraciones. En 2015 fue finalista en el Premio Arte Joven organizado por Colsanitas y la Embajada de España y fue curador de una de las exposiciones realizadas bajo el marco del Quinto Festival Yavería.
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