El hombre que dibujó a los invasores
-Agosto 26, 2019
A pesar de que vivimos una especie de boom gráfico e ilustrado, las tiras cómicas siguen siendo una rareza en los medios del país. A los 78 años, el paisa Elkin Obregón es uno de sus mayores representantes, no solo literalmente sino también como referente de una generación de nuevos dibujantes colombianos.
N
o es fácil hacer tiras cómicas ahora. Mucho menos lo era en los años setenta. Para ese tiempo, Elkin Obregón Sanín empezó a publicar en diarios de Medellín la tira cómica Los invasores. Se trataba de una serie de viñetas que recreaba de forma paródica la llegada de los españoles al nuevo mundo.
Dibujar tiras cómicas en Colombia siempre ha sido un oficio de obstinados, un trabajo de pocos que le apuestan a esta forma de arte que cada vez cuenta con menos espacios. Como ha dicho Obregón: “En mis épocas, el adulto que confesara su afición por los cómics despertaba la curiosidad o el desdén de la gente seria, y solo unos pocos alimentábamos ese vicio secreto”. Esas épocas parecen no haber cambiado mucho, y el cómic, hacer cómics, leer cómics, es todavía un vicio menospreciado –por lo menos en Colombia– por la gente seria, que prefiere otras artes más comprometidas con su realidad inmediata.
UNOS POCOS TERCOS
Las tiras cómicas son esas secuencias de viñetas que aparecen, cada vez menos, en un rincón de los medios impresos. Es un tipo de historieta que apunta a divertir al lector con dibujos que muchas veces rozan el arte pictográfico. Es un género del cómic que se puede emparentar con el microrrelato o el cuento corto en la literatura. Pero en este caso, además de la brevedad de la secuencia narrativa, los elementos tienen una correspondencia directa entre dibujos y palabras.
La nueva generación de dibujantes colombianos se inclina, en su mayoría, por hacer novelas gráficas, adaptaciones de obras literarias o biografías en cómic sobre autores de literatura. En algunos diarios aún predominan personajes como Mafalda de Quino, Olafo el amargado de Dik Browne, Garfield de Jim Davis y algunas pocas otras clásicas extranjeras. Solo la publicación mensual que hace PowerPaola para la revista Arcadia y las series de Entreviñetas para El Espectador rompen la regla de ser tiras cómicas colombianas en medios impresos del país.
A pesar de ese panorama, hay dibujantes que se las han ingeniado para surfear en otros espacios fuera de los medios impresos, logrando divulgar su trabajo, incluso haciéndolo sostenible. Autores como Zay Cardona (Mariquismo juvenil) con su popular tira digital que reivindica los derechos de la comunidad LGBTIQ+; Diego Shaken, quien fabrica sus atrevidos ShortCómix; el prolífico Raeioul que ha usado sus tiras en Bacánika para dar consejos a dibujantes, o el humor incómodo del joven Casetera, han aprovechado el alcance de las redes sociales para darle visibilidad a sus dibujos.
Entre ellos, como una excepción terca salida de la línea de tiempo, también se encuentra el joven septuagenario Elkin Obregón.
ENTRE PIONEROS
[Retrato de algunos artistas nacionales para la Compañía Nacional de Tabaco]
Algunos investigadores han rastreado la historia del cómic en el país. Entre ellos está el editor y guionista Pablo Guerra quien realizó para la Biblioteca Nacional de Colombia la investigación La historieta colombiana en prensa.
Además de las tiras de Elkin Obregón, esa historia incluye dibujantes como Adolfo Samper, considerado como primer historietista colombiano, quien trabajó en medios impresos entre 1921 y 1965, dibujando las primeras historietas colombianas, y quien en 1924 creó a Mojicón, el primer personaje de la historieta nacional, que aparecía en la contraportada del diario Mundo al Día. También está el trabajo de Ernesto Franco, autor de uno de los personajes de historieta más reconocidos y recordados en Colombia, Copetín, una recreación sobre la desigualdad y la crudeza que vivía el niño bogotano marginado. A ello se suma la separata dominical Los Monos, una de la publicaciones fundamentales de cómic de los años ochenta.
A esta constelación de autores habría que sumar el trabajo de uno de los pioneros del cómic documental en Colombia, el artista Pereira Ulianov Chalarca, quien entre 1972 y 1974 dibujó una serie de historias gráficas para acompañar los resultados de la investigación de acción participativa que Orlando Fals Borda y la Fundación del Caribe hicieron en los departamentos de Córdoba y Sucre.
A esta constelación de autores habría que sumar el trabajo de uno de los pioneros del cómic documental en Colombia, el artista Pereira Ulianov Chalarca, quien entre 1972 y 1974 dibujó una serie de historias gráficas para acompañar los resultados de la investigación de acción participativa que Orlando Fals Borda y la Fundación del Caribe hicieron en los departamentos de Córdoba y Sucre.
RETRATOS, LECTURAS Y CARICATURAS
[Calvin, Víctor Gaviria y Luis Alberto Álvarez]
Además de hacer tiras cómicas, Elkin Obregón se ha destacado como retratista y caricaturista de humor político. En este terreno desarrolló un estilo particular con trazo simple, sin recargas en las expresiones de los personajes. Una línea sencilla y clara, que sintetiza los rasgos particulares. Muchas de esas caricaturas son siluetas de escritores como William Faulkner, Manuel Mejía Vallejo, Alberto Aguirre y Virginia Woolf, o directores de cine como Víctor Gaviria.
El trazo en la caricatura de Obregón está visiblemente emparentado con los dibujos de Ricardo Rendón, a quien considera un maestro, de quien toman la expresividad y el manejo riguroso de la expresvidad y a quien cataloga como referente incuestionable de la caricatura nacional. Sin reparo, Elkin afirma que “todos los caricaturistas colombianos vienen de Rendón”.
La relación de Elkin Obregón con otras figuras destacadas de las artes no solo se ha dado a través del dibujo. Este hombre que nació con un lápiz en la mano, y nunca lo ha soltado, es también escritor de literatura y periodismo, prologuista y traductor. Este vínculo con lo literario ha transcurrido principalmente en torno a la obra de autores brasileros, como traductor del portugués al español de autores como Rubem Fonseca, Nélida Piñón, Lygia Bojunga, Machado de Assis y muchos otros más, para la desaparecida colección literaria de la editorial Norma.
La relación de Elkin Obregón con otras figuras destacadas de las artes no solo se ha dado a través del dibujo. Este hombre que nació con un lápiz en la mano, y nunca lo ha soltado, es también escritor de literatura y periodismo, prologuista y traductor. Este vínculo con lo literario ha transcurrido principalmente en torno a la obra de autores brasileros, como traductor del portugués al español de autores como Rubem Fonseca, Nélida Piñón, Lygia Bojunga, Machado de Assis y muchos otros más, para la desaparecida colección literaria de la editorial Norma.
[Tira de Los invasores sobre la declaración de Derechos Humanos]
LOS INVASORES SIEMPRE REGRESAN
El principal aporte de Elkin Obregón a la tira cómica nacional es Los invasores. Con su estela de personajes con nombres de líderes indígenas y referencias a los pueblos originarios como Nasú, Sinú, Tupac, Nene, el Informador, el Invasor, esta parodia de la conquista estuvo presente en las lecturas antioqueñas durante seis años consecutivos. La tira apareció en una primera etapa, de lunes a sábado, entre 1975 a 1977, en el periódico El Colombiano, y luego, en una segunda temporada, en 1981, apareció en formato sunday, a medio tabloide y a color, en el otro diario de Medellín, El Mundo.
La idea se puso en marcha con algunos bocetos que Obregón le llevó a Darío Arizmendi, jefe de redacción por esos años de El Colombiano. Hizo estas entregas hasta que se cansó: en las dos etapas dibujó cerca de 600 tiras, manteniendo la línea discursiva, sin parar, evitando las repeticiones y madurando aspectos que de un período a otro son visibles con la inserción de referentes de otras artes en los diálogos de los personajes. Además probó incorporando color en algunas piezas.
[Tira de Los invasores]
Para Álvaro Vélez (Truchafrita) dibujante de historietas de Medellín, autor de la serie Cuadernos Gran Jefe, y quien dibujó en 2012 la tira Timmy y Mitty para las páginas de El Colombiano: “Obregón conservó una calidad constante durante sus cerca de 600 tiras de Los invasores, un logro ya bastante significativo en un medio como el nuestro donde la aridez en términos de narración dibujada es pasmosa”.
Por muchos años se ha dicho que Los invasores es una alusión histórica a la colonización de América, al descubrimiento y conquista, o lo que es más desacertado un libro de historia en cómic. Si bien en los escenarios aparecen esclavos, indios, conquistadores, y demás personajes pasados por unas dosis recurrentes de humor crítico y bromas, la tira nunca fue un intento de revelar una verdad histórica, sino una forma de reescribir con humor esa historia.
La tira entre viñetas, deja ver otras referencias que fueron apareciendo con los años, evidenciando que Obregón para hacer tiras no solo leía cómics sino que mantenía una conversación con cualquier forma de arte. En algunas pueden leerse referencias cruzadas, como esa secuencia donde Obregón toma la portada de Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez, y la inserta, en medio de los indios que miran asustados el cuerpo de Santiago Nasar en el suelo.
Así como Schulz, Quino o los autores de tiras de los últimos años Liniers, Max o Tom Gauld, Obregón desliza sus lecturas, sus puntos de vista, sus opiniones no como un simple adorno, sino en una posición de diálogo contenido, haciendo que la tira sea algo más que la transición de líneas y una expresión de humor básico. Un diálogo que se confirma en la portada de la edición recopilatoria de sus tiras hecha por la Universidad de Antioquia en 1992, en la cual aparecen dos de sus personajes preguntándose por un pájaro gigante que hay en una montaña, el cual es el El cóndor que Alejandro Obregón pintó.
Por muchos años se ha dicho que Los invasores es una alusión histórica a la colonización de América, al descubrimiento y conquista, o lo que es más desacertado un libro de historia en cómic. Si bien en los escenarios aparecen esclavos, indios, conquistadores, y demás personajes pasados por unas dosis recurrentes de humor crítico y bromas, la tira nunca fue un intento de revelar una verdad histórica, sino una forma de reescribir con humor esa historia.
La tira entre viñetas, deja ver otras referencias que fueron apareciendo con los años, evidenciando que Obregón para hacer tiras no solo leía cómics sino que mantenía una conversación con cualquier forma de arte. En algunas pueden leerse referencias cruzadas, como esa secuencia donde Obregón toma la portada de Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez, y la inserta, en medio de los indios que miran asustados el cuerpo de Santiago Nasar en el suelo.
Así como Schulz, Quino o los autores de tiras de los últimos años Liniers, Max o Tom Gauld, Obregón desliza sus lecturas, sus puntos de vista, sus opiniones no como un simple adorno, sino en una posición de diálogo contenido, haciendo que la tira sea algo más que la transición de líneas y una expresión de humor básico. Un diálogo que se confirma en la portada de la edición recopilatoria de sus tiras hecha por la Universidad de Antioquia en 1992, en la cual aparecen dos de sus personajes preguntándose por un pájaro gigante que hay en una montaña, el cual es el El cóndor que Alejandro Obregón pintó.
[La "pirámide invertida en Los invasores]
Con Los invasores Obregón fue uno de los pioneros no solo de las tiras sino del cómic en Colombia. Sus dibujos han sido una invasión silenciosa en los diarios de Medellín, dejando una marca y abriendo un camino para decirle a los dibujantes futuros que pase lo que pase nunca hay que soltar el lápiz.
Entre 1974 y 1975, mientras vivía en Brasil, Obregón dibujó la tira Januária na sua Janela, que apareció en una revista de cómics para niños llamada Crash. En ella narraba con imágenes la vida de una niña en una playa que imaginaba historias para evadir la rutina que su madre le imponía.
El de Januária fue un periodo corto, que alcanzó para poner a prueba una temática y escenarios muy distintos a los que recorrían las 600 tiras de Los invasores. Una nueva muestra de esa destreza narrativa diversa y de la plasticidad de la línea gráfica de Elkin Obregón. Esa versatilidad no solo se relaciona con su talento y disciplina sino con el placer de descubrir el trabajo de muchos otros colegas: al ser a la vez creador y fan de tiras cómicas, Elkin es tanto rockstar como groupie de un amplio universo gráfico que se ve reflejado en su obra.
Entre 1974 y 1975, mientras vivía en Brasil, Obregón dibujó la tira Januária na sua Janela, que apareció en una revista de cómics para niños llamada Crash. En ella narraba con imágenes la vida de una niña en una playa que imaginaba historias para evadir la rutina que su madre le imponía.
El de Januária fue un periodo corto, que alcanzó para poner a prueba una temática y escenarios muy distintos a los que recorrían las 600 tiras de Los invasores. Una nueva muestra de esa destreza narrativa diversa y de la plasticidad de la línea gráfica de Elkin Obregón. Esa versatilidad no solo se relaciona con su talento y disciplina sino con el placer de descubrir el trabajo de muchos otros colegas: al ser a la vez creador y fan de tiras cómicas, Elkin es tanto rockstar como groupie de un amplio universo gráfico que se ve reflejado en su obra.
LA BIBLIOTECA DEL ZARZO
Para Obregón, “quienes hemos hecho cómic en Colombia lo hemos hecho por gomosos, por darnos el gusto”. Un gusto que en Obregón surgió de su lectura de tiras de prensa norteamericanas como los Peanuts de Charles Schultz, Krazy Kat de George Herriman, Lorenzo y Pepita de Chic Young, Justo y Franco de Bob Thaves, Benitín y Eneas de Bud Fisher y otras historietas de distintos géneros como el de aventuras (Tarzán de los monos), de ciencia ficción (Flash Gordon) e históricas (Príncipe valiente).
Como escribió Truchafrita, “Los invasores tiene cierta conexión con la estética y la narrativa de autores como Quino o Schultz. Esa suerte de inocencia en el dibujo, de una línea clara en el trazo y, al mismo tiempo, un contenido que va más allá de las simples tres viñetas dibujadas que, pasadas por un humor en ocasiones muy fino, dan esa deliciosa sensación de leer algo sutil pero que intuimos mucho más complejo”.
Eso ha hecho que Obregón sea un autor de tiras, pero sobre todo un lector de historietas. Y aunque ha repetido muchas veces que “yo nunca estudié pa’ nada, ni estudié dibujo, ni traducción, ni redacción. Nada de eso”, los estudios en arquitectura que realizó en la UPB de Medellín, y de la que nunca se graduó, le fueron abonando, sin saberlo, la experiencia en el manejo del espacio en la página, y el arte de la composición requerida para hacer tiras cómicas.
El lugar de aprendizaje de Obregón es su casa, sus colecciones de cómics. Como muchos autores y amigos suyos saben, es un hombre de barba que vive encaramado en su zarzo, que se la pasa leyendo y viendo películas, y en las noches tomando algún aguardiente. Ahí, en ese espacio de su casa, en el centro de la ciudad, ahora escribe la columna mensual “Caído del zarzo” donde expresa opiniones sobre cualquier tema o lectura de su interés para el periódico Universo Centro. El hombre práctico, que ya no dice mucho, se guarda las palabras para decir lo justo, prefiriendo la compañía de sus figuras móviles, de los pinceles con lo que alguna vez dibujó acuarelas, los colores y un lápiz que siempre lo acompaña.
En su casa, el zarzo de Obregón está lleno de libros de todas las especies, pero sobre todo de cómic. Ahí lo tiene todo, El Fantasma, Flash Gordon, Tarzán, cómics franco-belgas como Tintin, Asterix y Obelix o Moebius de Jean Giraud. “Para mí los cómics son una felicidad enorme”. Esa felicidad también se materializa en tesoros editoriales, rarezas, como una edición de RAW #8, la revista que fundaron Art Spiegelman y Françoise Mouly, que incluye el capítulo siete de Maus, o libros como Nancy, la tira perfecta de Ernie Bushmiller.
Ya hace mucho tiempo que Obregón dejó de dibujar sus tiras. Un oficio que no recomienda, porque como repite con una sonrisa burlona “toda tira nace para morir”. A pesar de esto, sus dibujos, su entusiasmo y esa goma por los cómics fueron una invasión silenciosa, que día a día ocupó las últimas páginas de los diarios de Medellín, logrando dejar una marca en lo que él llama como “la época de arriería de las tiras”, abriendo así, gracias a su terquedad, un camino para los dibujantes de cómics en Colombia.
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