Fanzineras y feministas
Pocos proyectos editoriales tienen una identidad tan marcada como los fanzines, en ellos se reúne la voz de una comunidad. Aunque han sido históricamente un terreno dominado por los hombres, en años recientes el feminismo ha conquistado este formato. Aquí, un repaso por los principales fanzines feministas colombianos.
rimero fue la furia y la claustrofobia, la falta de aire que da el estar habitando espacios dominados por hombres en los que ellos aparecen tan portentosos que si no eres uno de ellos apenas puedes moverte. La historia de los fanzines comienza en 1930 cuando el Science Correspondence Club en Chicago creó The Comet, una pequeña publicación de ciencia ficción autogestionada; a partir de ese momento y durante 60 años más, el fanzine sería un lugar construido y controlado por hombres. Esto comenzó a cambiar en 1991 cuando unas mujeres norteamericanas, cansadas de ver la escena musical y artística liderada por ellos, hicieron el que se conoce como el primer fanzine creado por mujeres y para mujeres. Decidieron unirse bajo la etiqueta de Riot Grrrl y crear revistas rústicas y fanzines de protesta donde hablaron de feminismos, política, rock, punk y ruido. El fanzine apareció como un lugar para el junte y el desahogo.
En Colombia el impulso fue el mismo pero vino en el 2006, cuando Constanza Espitia (Fenómena) e Isabel Corredor, decidieron lanzar Lunátika como respuesta a una escena fanzinera y punk dominada por hombres y con la intención de mostrar el talento y la fuerza femenina. Cuatro años después, la revista colombiana de cómic e ilustración Larva reunió solo mujeres para hacer un número que fue editado por Powerpaola, tuvo una portada de la artista colombo-japonesa Nobara Hayakawa y contó con cómics de Aisha Franz, Camila Torre Notari, Katie Turner, Keki Un Puntito, Tateé, Alejandra Hernández y Mariana Gil, entre otras. Estos ejemplos, sin embargo, en su momento fueron rarezas.
Por fortuna hoy el panorama es otro. El camino que abrieron las publicaciones anteriores hoy está ancho y fértil. Colectivos y pequeñas editoriales de mujeres encontraron en este soporte de fácil distribución un aliado para exponer a otros sus ideas de autorrepresentación y cambio. Hay quienes afirman que el fanzine tiene mucho más que ver con la comunidad que con el producto y que eso lo separa de otro tipo de publicaciones, por eso para hablar de los fanzines es necesario contar quiénes están detrás; hoy en Colombia son grupos de amigas que quieren cuidarse, pensarse y construirse juntas. A continuación, algunos fanzines vigentes para quienes quieren escuchar lo que ellas tienen para enunciar.
Pequeñas y grandes desigualdades
Microfeminismos / Bogotá
A Camila Pinzón los feminismos le llegaron primero en forma de incertidumbre; no entendía por qué a sus amigas, sus tías, su madre, su hermana y ella estaban propensas a más injusticias que libertades y por qué el universo de las mujeres parecía siempre mucho más pequeño que el de los hombres. No quería un mundo hecho así. Esa sensación de inquietud la recuerda desde pequeña pero fue entrando a sus 20 años cuando empezó a informarse, a leer y a reconocer que su inconformidad era colectiva e histórica. Decide, entonces, ser parte activa de la lucha y poner a disposición sus habilidades, su mente, su cuerpo y su profesión de editora.
Ahora Camila vive en España donde está haciendo un posgrado en prevención de violencia de género trabajando con mujeres refugiadas y desde allí milita su activismo feminista y antirracista. Sin embargo, es en Colombia donde desde 2017 hace uno de sus proyectos más importantes: el fanzine Microfeminismos. En compañía del ilustrador y diseñador Erik Naranjo, construyó una publicación para hacerle frente a las desigualdades que sufren las mujeres en espacios tanto públicos como privados. El fanzine, que sale siempre de conversaciones que tiene con las mujeres que la rodean, tiene una estructura simple: hay una viñeta con diálogos donde se presenta la discriminación y debajo hay un letrero que se llama “microfeminismo” en el que se intenta darle una solución o una alternativa.
Decidió hacer un fanzine y no otra cosa porque le pareció que este formato podía moverse en espacios más marginales, en librerías de pequeños proyectos o directamente con distribuidores en ferias y festivales; esto lo haría más barato y en ese sentido más accesible para mujeres que tal vez necesitan ver la publicación y leerse allí. Camila cree que solo en la interseccionalidad logrará ser una publicación espejo para la realidad de las mujeres y por eso la tercera edición será sobre mujeres negras, construído con historias reales e ilustrado por la dominicana Elizabeth Montero. Tiene pensado hacer otras ediciones sobre mujeres migrantes y cuidadoras; su idea es lograr que la mayoría, sino todas, se sientan representadas.
La culpa femenina
Dr. Fausto y Hiedras / Manizales y Medellín
En el afán de mostrarle a las mujeres el camino, las formas que deben adoptar, y evitar que se salgan de allí, la sociedad ha recurrido a la culpa. Que sientan pena por no querer ser mamás, por querer serlo a toda costa, por comer de más, por tener pechos secos o caderas lánguidas, por llevar el cabello revuelto, por no ceder, por buscarse una vida propia. La culpa aparece “como una compañera pesada que han cargado las mujeres a lo largo de la historia de la humanidad, como un precio que están pagando por atreverse a ser lo que desean”, escribe Alejandra Pérez, integrante Hiedras, un colectivo feminista de Medellín. La revista manizalita Dr. Fausto que se proclama como una publicación caprichosa de cómics inflamables y este colectivo, unieron fuerzas para hacer una edición especial hecha por mujeres y atravesada por este tema: el de la culpa femenina.
Invitaron a ilustradoras como Kathiuska, Carolina Urueta, Gato en Bus y Nube a hablar y a dibujar la culpa tanto en la historia, como en la cotidianidad actual y en sus propias vidas. Esta edición de Dr. Fausto es un junte de mujeres que dejan en evidencia cómo es atravesar la vida intentando justificar cada acción para no sentir la falta que supone honrar el deseo interior y obviar lo preestablecido.
Matilde Salinas y Alejandra de Hiedras fueron las encargadas de la curaduría y también de escoger la culpa como el tema que atravesaría esta revista, que fue impresa en risografía en tinta negra y rosada. Escogieron la culpa porque consideran que convoca a todas las mujeres y porque pensaron que tal vez es un paso más a que no existan cómplices de esta práctica que hace que muchas sientan que viven en omisión.
Ser amigas
Maleza / Manizales
La maleza es espesura, son plantas no deseadas que crecen muy juntas. La estudiante de derecho Manuela Ramos, la dibujante Laura Ramos y las artistas Natalia Lombo y Andrea Zúñiga decidieron llamar a su colectivo así, porque eso son: mujeres que quieren estar muy unidas y así pensar sus cotidianidades. Quieren, como esa mala hierba, esparcirse, crecer, abundar y estorbar si es necesario. Hace 4 años que se encontraron en la facultad de Artes de la Universidad de Caldas en Manizales y decidieron hacer un fanzine sobre calzones; reunieron poemas y dibujos y lanzaron esta primera publicación que sería sucedida por otras. Desde ese momento no han parado.
Sus publicaciones no tienen una sola temática, sino que se van hilando con sus propias historias y con invitaciones que les hacen. Unos meses atrás, por ejemplo, las invitaron a ser parte de una exposición llamada Curar la tierra, en la Alianza Francesa de Manizales y ellas decidieron crear una especie de herbario en el que recopilaron las recetas naturales pensadas para aliviar algunos dolores que escucharon de sus madres y abuelas. La publicación, hecha a una tinta e impresa sobre papeles de color, está pensada para honrar los cuidados de las antepasadas y lo que la tierra da.
No se consideran solo un junte fanzinero ni un colectivo feminista hecho para pensar la teoría, buscan tejer lazos de apoyo, confianza, trabajo y cooperación y lo han hecho de la mano de la pedagogía y el arte. Con el Banco de la República han dictado talleres sobre cuerpo y noción de belleza, sexualidad, menstruación, aborto, maternidad y otros temas sobre los que las mujeres se preguntan. A veces dentro de esos talleres se hacen también fanzines a manera de memorias, en las que las participantes crean colectivamente con dibujos, fotografías, poemas y sus experiencias.
Les gusta acudir a lo visual y a lo que puede registrarse sobre papel porque aunque a veces el impacto de quien mira es fugaz, otras veces la imagen o alguna frase cala y se instala en algún lugar hondo.
El desamor y el aprendizaje colectivo
Las Histéricas / Bogotá
Penes y penas, la primera publicación del colectivo bogotano Las Histéricas, nació de un desamor colectivo. Ornella, Deisy, Sofía y Alejandra, en ese momento estudiantes de arte de la Universidad Distrital, estaban atravesando aflicciones y tristezas y tenían algo de tiempo, recursos y la necesidad de desahogarse de la forma que conocen: gráficamente. A través de ilustraciones y “de manera satírica, irónica y hormonal”, como dice el fanzine, procesaron la rabia y el desconsuelo individual del amor fallido y al mostrarlos a otras mujeres se dieron cuenta que tenían estampas de una emoción colectiva.
Decidieron que querían seguir haciendo publicaciones para que otras mujeres pudieran verse reflejadas. A Penes y penas le sobrevino Estrógenos salvajes, que habla de hacer las paces con lo más primitivo de ser mujer y otra llamada Anatomía feminista que reúne distintas visiones y formas de asumir el cuerpo desde los feminismos. Todos los fanzines son también formas de acentuar la idea por la que empezaron a reunirse, que era la de enseñarse entre ellas, de compartir sus saberes y de paso reivindicar que son histéricas y no tienen problema con ello.
Trenzas de poesía
La Trenza / Bogotá
Camila Charry, Carolina Dávila, Tania Ganitsky y María Tabares son cuatro poetas colombianas que desde el 2018 se reúnen para leer y comentar los poemas que tienen en construcción. Poemas convalecientes, les dicen, porque son esos que aún necesitan trabajo para alcanzar una existencia vigorosa. En medio de sus tertulias apareció una pregunta que Tania formuló por primera vez: ¿ustedes no se sienten excluidas?. La respuesta era afirmativa y tajante, evidenciaban que pocas mujeres eran invitadas a los festivales de poesía en comparación a la cantidad de hombres y que en las antologías poéticas o catálogos de la mayoría de editoriales, la presencia de las mujeres era apenas perceptible. Decidieron no esperar a que el panorama fuera distinto y crear su propia publicación: La Trenza.
Lo que querían no era reproducir los espacios existentes para poetas y volverlos exclusivos o predominados por mujeres, sino pensar qué diálogos o lecturas eran importantes para ellas y que esa pregunta fuera el criterio para lo que entraba o no a La Trenza. Querían, por ejemplo, la posibilidad de combinar la poesía con ilustración y también dejar en evidencia que además de escritoras, son también lectoras críticas de poesía. Por eso cada trenza se compone de tres secciones que se repiten tres veces, como tres mechones de pelo entrelazándose: una sección de poemas, otra de representación gráfica y una más donde se hace un ensayo sobre los poemas presentados. Bajo este esquema han publicado a poetas como Fátima Vélez, Olga Elena Mattei y María Matilde Rodríguez.
Escogieron el formato de fanzine porque permite que la poesía viaje más fácil, que quienes no tienen manera de acceder a libros u otros contenedores sí puedan leer La Trenza. Ya existen 4 ediciones y en ese proceso han cartografiado el trabajo de muchas mujeres poetas que están produciendo aún hoy y también ha posibilitado una conversación entre las escritoras y las ilustradoras, que siguen trabajando juntas luego de ser parte del fanzine. La Trenza es una pequeña editorial independiente y también una red que teje vínculos entre mujeres que hacen.
A las abuelas
Las Emergentes / Bogotá
Hoffen, Cristina, Valeria, Carolina y Ángela vivían todas en Bogotá en 2018 cuando hicieron un taller de escritura creativa de Idartes. En ese taller Hoffen estaba siendo acosada por un profesor y juntas decidieron hacer una venganza literaria. Cada una escribió un texto sobre el acoso y lo leyeron en voz alta durante la clase. Esa fue la primera acción del colectivo que luego tomaría el nombre de Las Emergentes. Juntas escriben, se apoyan, se corrigen y se pulen con paciencia y ternura y convocan a otros para luego tener en sus manos un fanzine que piensa a las mujeres, a todas las mujeres.
Pero antes que coeditoras son amigas y por eso los temas de las publicaciones suelen salir de conversaciones casuales que tienen. El primero que hicieron fue así: volvían de unas vacaciones en las que todas fueron a visitar a sus abuelas y entre contarse las historias decidieron rendirles un homenaje que resultó siendo el fanzine Mujeres de montaña y agua. Allí hablan de sus ancestras, de cómo las criaron, del agradecimiento y de las aventuras del pasado. Escribiendo entre la ficción y la nostalgia entendieron el peso de la herencia de esas mujeres y el legado que las marca.
Luego de eso vinieron dos más. La segunda llamada Mujeres de cobre y cuarzo en la que rescataron y ampliaron la venganza literaria y el tercero, Mujeres diversas, que intenta revisar las múltiples formas que puede adoptar una mujer. Pretenden seguir haciendo fanzines que retratan mujeres divergentes y sobre todo, que se preguntan por su lugar en el mundo.
El cuidado colectivo
Motivando a la Gyal / Medellín
En el Diccionario Abierto del Español está consignado que “gyal” es una forma caribeña de decir chica, mujer. Motivando a la Gyal, entonces, es una juntanza de mujeres o personas que se reconocen desde géneros no binarios de Medellín y que buscan estimularse entre ellas a través de la distribución de saberes, el cuidado colectivo y la fiesta. Cada una de las 15 mujeres que hacen parte de esta plataforma se dedican a algo distinto: unas hacen artes visuales, otras son investigadoras, otras se dedican a la agricultura; y es desde esos lugares aparentemente disímiles que construyen conversaciones y problematizan los feminismos y sus propios contextos.
Desde 2016 se reúnen por lo menos una vez a la semana y una vez al año hacen un festival itinerante en toda la ciudad dedicado a compartir conocimiento. Saberes que han estado marginados de espacios tradicionales de aprendizaje tienen lugar en este festival; allí la carpintería, el transfeminismo antiespecista, el tarot, el billar, el aborto seguro, el graffiti o el skate tienen un espacio. El límite no existe, únicamente la disposición de quienes enseñan y la curiosidad de quienes reciben.
Cada festival termina en una fiesta y tal vez por eso y porque juntas habitan la noche, decidieron hacer un fanzine al que se refieren como una manifiesta sobre fiestología, una recopilación de preguntas y diálogos que se hacen alrededor de los espacios de fiesta, una problematización de las violencias que están naturalizadas dentro de una pista de baile y la importancia de cuidarse. Escogieron el fanzine porque por su circulación libre e intercambiable permite hackear los medios de comunicación e interacción tradicionales y así llegar a otros públicos y a otras conversaciones.
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