Haikus dedicados a la buseta y el Transmilenio
Lejos del Monte Fuji, en la sabana cundiboyacense, un gigante rojo atraviesa la Caracas. Estos versos están dedicados a quienes sobreviven diariamente a la experiencia matutina del Transmilenio, el Metro o la buseta.
Una manera fácil de decir qué es un haiku es describiendo su estructura: una forma de poesía japonesa de tres versos, de 5, 7 y 5 sílabas respectivamente. Un especialista en la materia diría que para que sea un haiku debe hacer referencia a la estación del año (kigo), o no estar atravesado por ningún tipo de interpretación o adjetivo, o que debe hacer referencia a la naturaleza.Pero hace tiempo que el haiku salió del Japón del siglo XVII y ha cambiado de idiomas y de temas. Desde William Carlos Williams, J.D. Salinger y Jack Kerouac hasta Octavio Paz, Mario Benedetti o el premio Nobel de Literatura en 2011, Tomas Tranströmer han experimentado con este género.
Este tipo de poesía es el formato perfecto para hablar de las diferentes cotidianidades, que ya no son necesariamente los bastos campos o los amaneceres al pie del monte Fuji. Y si los haikus deben tratar de la naturaleza, pues qué mejor que esta selvática mole de concreto que es Bogotá y sus diversas faunas urbanas; o si se trata de estaciones, pues aquí tenemos nuestro eterno invierno de altiplano.
Por eso hoy traemos este compilado de haikus sobre el transporte público, que explora las diferentes experiencias que se viven en una buseta o en un biarticulado repleto a las 7 de la mañana.
Todos miran sus
Pantallas. Nadie compra
Tres dulces por mil.
Cruzan miradas
Los pasajeros desde
Dos Transmi llenos.
Pasan diez B13
vacíos. No pasa ni
un B23.
Traje viejo y
voz triste. Bolerista
de Transmilenio.
Se oyen en el
metro los susurros de
los audífonos.
Con la rutina
aprendió a dormirse
de pie en el bus.
Bolso al frente.
Se compacta el metro.
Hora pico.
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