Huertas públicas en las comunas de Medellín
En tiempos de alimentos genéticamente modificados, de protestas globales por la soberanía alimentaria y de hipsters que usan Instagram para publicar las fotos de sus plantas, una red de personas se dedica a hacer huertas públicas en los barrios: gente que inspira y cultiva para compartir y cambiar las cosas. La red de huerteros de Medellín. Algunos de sus miembros nos contaron sobre sus huertas y nos dieron consejos para sembrar en casa.
ada vez son más, con procesos y logros distintos. Iniciativas ciudadanas e institucionales como las de la Casa de Cultura Los Alcázares, las bibliotecas de la Floresta y La Quintana. Así mismo en El Poblado, Belén, Manrique y otras comunas. En ellas van surgiendo nuevas huertas, incluso en espacios baldíos. Hay cultivos que también son proyectos artísticos y culturales, como AgroArte y la Casa Morada o huertas como la de Cerros del Escorial en Calasanz, donde los vecinos se tomaron parte del espacio verde de su conjunto residencial y trabajan con orden, compromiso y dedicación. En todas ellas, han empezado paso a paso y van para adelante.
En la calle de los aromas, Javier Burgos y Ricardo García
Javier es pintor y gestor cultural. Ricardo ha sido electricista, plomero y cocinero, una persona de las que usan sus manos, de las que necesitan cualquier proyecto para salir adelante. Son vecinos y frente a su casa en un segundo piso del barrio La América, en Medellín, crearon una huerta con un letrero que dice “toma lo que necesites, comparte lo que te gusta”.
Sacándole tiempo a sus trabajos, ya llevan dos años dedicados a su huerta, apoyando una cultura de menos consumismo: “¿Para qué comprar algo si podemos cosecharlo? ¿Qué químicos tienen los alimentos del supermercado? ¿Cuánta agua se gasta para producirlos? Los grandes productores nos hacen creer que es difícil producir un tomate o un banano y que además tienen que ser perfectos para podérnoslos comer”.
Además, “nos gusta hacerlo, pero es importante aclarar algo. La huerta no nos da todo, compramos lo que hace falta. Lo esencial es que este espacio ha propiciado una forma diferente para relacionarnos con los demás: algunos vecinos pasan, preguntan, se interesan, ven que es posible, entendiendo que sembrar no es sólo asunto de campesinos. Sembrar es una forma de resistencia para nosotros, la gente común”.
El camino no ha sido fácil. “A veces la gente coge los retoños estando muy niños pero no importa. Aunque nos duele un poco que arranquen cosas que no están listas para ser cosechadas, que se lleven una albahaca es una ganancia para nosotros, una victoria”.
Su huerta no tiene nombre, aunque la idea se extendió hacia otras casas vecinas. Por eso su calle empezó a ser llamada “La calle de los aromas”.
Siémbrele imaginación, la huerta de mandala de Sandra Rodas
En un antejardín en pleno espacio público del barrio Santa Lucía, queda esta huerta inusual. “Siempre me han gustado las cosas creativas. Los mandalas están asociados con el fluir de la energía y quise que así fuera mi huerta”. Sandra comenzó dibujándola con cuerdas, cortando la madera, averiguando sobre los materiales y así está ahora. “Una huerta es un aprendizaje. No es algo que uno compra, sino algo que crece con uno”.
Ella ha ido sembrando de todo: acelga, tomillo, romero, yerbabuena, albahaca, pimentón, penca, cebolla, estragón, limones, limoncillos, lechugas. “Las cosas que da la huerta son para todo el mundo, pero bacano si los demás colaboran. Otra cosa bonita es que cultivo con semillas libres y limpias”.
Con el sistema de riego ha buscado alternativas. El tanque está conectado a la canaleta de la casa. También tiene una manguerita para complementar el riego. “Si uno empieza a hacer estas cosas, el mundo de uno empieza a cambiar, los amigos empiezan a cambiar, cambia la forma en que uno ve las cosas”.
Espacio vital, la huerta de Javier Cardona
“Fui profesor durante doce años, estudié dos carreras pero no terminé ninguna. Soy ama de casa y espero que algún día me den un delantal”, dice y se ríe este hombre que es ya nivel ninja en el tema de las huertas: no solo cultiva sino que tiene un sistema de compostaje bastante elaborado. Todo comenzó cuando un arbolito de la acera se murió, le tocó arrancarlo, cogió un pico y una pala, sacó las primeras piedras y no pudo parar. “Este man se enloqueció”, decían los vecinos y por fortuna era un poco cierto.
Al principio no tenía ni idea de cómo compostar. Hizo un cajoncito de un metro de ancho donde depositaba su basura. “Me equivoqué un montón, no sé cómo no me echaron del barrio porque olía horrible”. Aprendí con la práctica, leyendo o viendo tutoriales de YouTube. El hecho es que este era un espacio muerto, de puro cemento. Lo volví un espacio vivo en el que he cosechado cilantro, yuca, rábanos, maíz. Aunque no me ha salido de exportación, he entendido que el simple hecho de tener la huerta es ya un resultado”.
“Yo quisiera tener una huerta comunitaria, pero es difícil movilizar gente porque les dura poco el entusiasmo. Podrían cuidar las matas un poquito, traer una botellita de agua. Eso ha sido difícil, pero en la comuna en que vivo puede haber unas veinte huertas; entonces se puede decir que hay gente metiéndole el corazón, que varios tenemos el mismo rayón”.
En el Parque Biblioteca San Javier la huerta es de la gente
“Antes esto era un peladero, un montón de tierra anaranjada. Hoy este espacio verde es un lugar de encuentro para los vecinos. Aquí cultivan, marcan sus espacios, les ponen cariño. Les prestamos algunas herramientas pero lo bonito es que la gente se apropió; si me voy, la agroteca no se va a morir”, dice Juliana Arango Álvarez, gestora cultural del Parque Biblioteca San Javier.
“Tenemos aromáticas, lechugas, pimentones. Soñamos con tener árboles frutales. Es importante recordar que mientras más ambiciosa sea la huerta, más complejo es su mantenimiento. Lo importante es aprovechar lo que hay: sobras de carpintería, palitos de escoba, envases de PET, todo sirve para sembrar”.
Su propia huerta, puntos sencillos para comenzar
Javier, Ricardo, Sandra, Juliana y muchos más, disfrutan sembrar. Hacen parte de la Red de Huerteros de Medellín, un grupo de Facebook que también se reúne en la vida real y al que puedes asistir, conectarte con otros, ser voluntario y aprender recorriendo el camino –incluso si no estás en Medellín–. No van a hacerte la huerta pero que sí pueden compartir conocimiento, motivarte y orientarte. Tener una huerta es un asunto diario, un proceso continuo. Para que la siembra sea fructífera, para tener éxito, nuestros entrevistados recomiendan:
- Ten deseo, ten voluntad y no te rindas. -
Nada pelecha en dos días.
- Encuentra un espacio y aprovéchalo. -
Cualquier sitio es bueno si tiene sol, mínimo cuatro horas al día. Una ventana, un antejardín, una matera, una olla vieja. En un metro cuadrado se puede sembrar mucho. Empieza por ahí y luego puedes irte expandiendo.
- Elige las semillas que son. -
Usa semillas nativas, en vez de semillas de supermercado tratadas con químicos, modificadas genéticamente para no dejar hijas.
- Nada es imposible pero comienza por lo fácil. -
Cultiva cosas sencillas. Las aromáticas funcionan bien con el calor. La lechuga y el cilantro crecen fácilmente. Igual la cebolla de rama, el tomate, la acelga…
- Sobre el riego: -
las plantas necesitan agua, pero no todos los días. Si la tierra está húmeda, no hace falta. Es mejor regarlas de noche, porque el sol evapora el agua y la planta no alcanza a asimilar el agua.
- Mejor regadera que manguera. -
La regadera da agua localizada. La manguera la desperdicia. Si no tienes regadera puedes hacer una. Toma una botella de PET, hazle cinco huequitos a la tapa y listo. Si aprovechas el agua que bota tu lavadora, genial: subiste de nivel.
- Que tu huerta tenga un buen drenaje. -
Es importante para que la tierra no se compacte mucho, para que el agua fluya y las matas crezcan bien. Para esto, a la tierra se le puede echar un poquito de arena de construcción.
- Las malezas sirven, las hojas secas también. -
Algunas malezas o una capa de hojas secas puede proteger tu huerta del sol, ayudando a que la tierra mantenga su humedad.
- Para controlar las plagas -
puedes hacer un herbicida natural o un biopreparado, para usarlo una vez al mes.
- Los abonos de supermercado son un negocio. -
Es mejor elegir minerales naturales, conocidos como harina de rocas, que son de asimilación lenta: cuando uno los riega, van soltando sus nutrientes de forma paulatina, alimentando a las plantas de a poquito. Los abonos químicos ofrecen beneficios inmediatos pero se consumen muy rápido. Por eso, luego de algunos días, las plantas decaen y es necesario abonarlas de nuevo.
- Puedes hacer tu propio abono. -
Hacer compostaje es sencillo si aprovechas la labor de las lombrices y los residuos de alimentos que generas en casa.
- Si tienes hijos o sobrinos, involúcralos. -
Puede ser que no se coman una acelga, pero sí van a participar felices en la siembra y la cosecha.
- La ayuda se encuentra fácil. -
En la Red de huerteros y en internet hay tutoriales de todo.
- Usa herramientas sencillitas y manuales. -
Una palita de mano, algún cuchillo para mover la tierra, una tijerita para podar, un balde o una coquita para regar. No hay que gastarse la plata en kits caros.
- Si tu huerta es pública, señalízala. -
Cuéntale a los vecinos qué tienes ahí, invítalos a regar, a que hagan parte para que defiendan el huerto y lo sientan como suyo.
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