La superliga China da un golpe en la mesa
¿Será exagerado hablar de una superliga made in China? Muchos colombianos están goleando en el fútbol del lejano oriente y poco sabemos de ellos.
Hasta hace tan solo unas semanas, cuando el gran público pensaba en «fútbol» y en «China», lo primero que llegaba a la mente, Google mediante o no, era la película Shaolin Soccer, una suerte de Supercampeones chinos de carne y hueso, cuya pericia en las artes marciales marcianaba su práctica del deporte más popular de todos. El mundo acusó recibo de esta película con cierta sonrisa condescendiente, como diciendo «Ay, los chinos…»; pues bien, una vez finalizada la pasada ventana de invierno del mercado futbolero ya no se puede decir lo mismo. La Superliga China –en el nombre está la clave de todo– vino a animar un mercado que no suele presentar muchas emociones, habida cuenta de que los clubes europeos prefieren guardarse la chequera para el verano. En cierto sentido, podría decirse que la China comenzó a traficar jugadores de fútbol con la misma desfachatez con la que está empezando a dominar el mundo. Más de cuarenta futbolistas –entre ellos tres colombianos, que acompañarán a Gio Moreno en la primera división; cinco compatriotas más juegan en segunda– se dejaron tentar por una nación que comienza a ver con buenos ojos el deporte rey y tiene el dinero para respaldar sus ambiciones, además de un presidente que anda chocho viendo cómo se le llenan los estadios. ¿Será el principio de la supremacía china?
La Superliga ya había dado otros golpes de efecto. Luis Felipe Scolari encontró un escampadero a los siete goles que todavía resuenan en la mente de los brasileños; como él, otros entrenadores de prestigio –campeones mundiales como Lippi, oportunistas como el español Camacho– han llegado al país asiático para tratar de que su fútbol deje de estar en el sótano de la consideración mundial. Uno supone que talento deben de poder encontrar, considerándolo al menos desde un punto de vista estadístico: si una población de 1.400 millones de habitantes no produce un crack, la humanidad corre peligro. Hasta ahora, su jugador más representativo es el capitán del equipo que se ha hecho con los servicios de Jackson Martínez: Zheng Zhi, un buen volante de 35 años que no rehúye el lugar común de los futbolistas asiáticos: jugadores rápidos, elásticos, eléctricos, que dan la impresión de tener un motor adherido a su tren inferior. Más allá de ello, la Selección China solo ha asistido a un mundial (el de Corea y Japón, donde se comió nueve goles en tres partidos y ocupó el penúltimo lugar) y tiene comprometido su paso al de Rusia. Es comprensible, entonces, que su proyecto sea a largo plazo. Y lo harán como lo hacen todo: a lo grande.
No es una tendencia nueva en el fútbol mundial. Algunas ligas de la periferia (Estados Unidos, Japón) han logrado arañar algún crack en el pasado, un crack que usualmente viene de bajada en su carrera. Tipos que llenarán estadios pero que es improbable marquen una diferencia deportiva. Este no parece ser el caso de la Superliga, que ha hecho lo posible por llevar jugadores en edad competitiva, que todavía tienen mucho por dar. Acaso la primera transferencia sonada fue la del argentino Darío Conca, quien después de destacarse en las ligas argentina y chilena, pasó con suceso por el fútbol brasileño y fue a dar a la China. Es un zurdo habilidoso y retacón, que se convirtió en el tercer jugador mejor pagado del mundo tras Messi y Cristiano Ronaldo. (Leyó bien. Y después le mejoraron el sueldo y ocupó transitoriamente el primer lugar.) En el caso colombiano, muchos olvidan que los chinos lograron hacerse con el precursor de James Rodríguez: Giovanni Moreno, un zurdo con futuro europeo en el horizonte, pero al que una inoportuna lesión en su escala argentina frenó en seco. Moreno optó por los millones chinos en lo que se borraba de la selección Colombia y del panorama del fútbol mundial (lo mismo que, da la impresión, han hecho Jackson y Guarín). Se sabe, puesto que cada tanto alguien tuitea un golazo del antioqueño, que goza de buena salud y en su tiempo libre nada en billetes cual Tío Rico y se burla de quienes nos burlamos de él por haberse ido allí. Revisando las estadísticas, un colombiano fue goleador de la China: Duvier Riascos anotó veinte goles en 2010; Riascos y Moreno han brillado en una liga que venera a los jugadores suramericanos. El éxodo no se detendrá.
Así las cosas, son cuatro los compatriotas que ya han jugado un par de fechas de la Superliga 2016. Tal vez los casos de Freddy Guarín y Fredy Montero sean comprensibles: Guarín daba la impresión de haber cumplido un ciclo europeo destacado, y quizá necesite el dinero para mantener a Andreína; Montero, por su parte, nunca pudo ser indiscutible en Portugal pero cada tanto dejaba destellos de su calidad: por cinco millones de euros a lo largo de dos años hará lo mismo en el Tiajin Tida. El caso de Jackson merece otro análisis. El chocoano –que antes de China ya era millonario, recordemos– brillaba en la Champions League hace tan solo un año y media Europa se peleaba por sus servicios. Recaló en el Atlético de Madrid de Simeone, donde no tuvo suerte y no le tuvieron paciencia. Por 42 millones de euros, los chinos lograron raptarlo y ya ha anotado un par de goles que yo he visto porque Bacánika me paga por ello. Es posible que usted, colombiano de bien, pasado el entusiasmo inicial de RCN y Caracol, se lo haya perdido. Pékerman, quien puede que los haya visto (o no), pasó del goleador para la fecha FIFA y ha dejado entrever que un paso en la dirección de China es un paso que se aleja de la selección, algo que ya sabíamos.
Hablando en plata blanca, la Superliga China tendrá que hacer un esfuerzo superlativo por cambiar el equilibro del fútbol mundial, que juega al ritmo de Europa. Su calendario no le hace ningún favor, tampoco los horarios. Ha dado un primer paso significativo, es cierto, pero le falta mucho camino por recorrer. Veremos cómo evoluciona todo. Lo cierto es que, volviendo al chocoano Martínez, sus goles los están viendo millones de personas, quizá cientos de millones con ojos rasgados. ¿Usted, por ejemplo, ha tenido las agallas de verse un partido completo de la superliga? Por supuesto que no: el aficionado promedio aún no se preocupa por ello. Tal vez lo comience a hacer cuando, en unos años, los chinos desembarquen en el Chocó con todo y balón de fútbol y con ganas de quedarse.
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