Los atronadores silencios de Margaret Mariño
La artista bogotana ha sido ganadora del Premio Arte Joven en 2012 y finalista en 2020. Actualmente su muestra Humanar hace parte de la exposición colectiva Boca del estómago, que está abierta al público en la galería Casas Riegner.
Fotografías por: Erick Morales
Hay algo siniestro y atractivo en la obra de Margaret Mariño. La artista de la Universidad Nacional ha venido trabajando desde hace una década en torno a preguntas sobre lo innombrable o lo innombrado, sobre la potencia poética de la materia cruda y el sentido propio del ornamento desnudado de su poder seductor y decorativo.
Margaret ha estado presente en dos ediciones del Premio Arte Joven, recibiendo el primer lugar en 2012 y consagrándose como finalista en la edición de 2020 con una pieza titulada Remedo de remedios. En esta última, Mariño presentó un tejido de membranas de mandarina con una potencia estética que remite a la fragilidad de los cuerpos, a los hilos invisibles con los que funcionan los organismos, entrelazando estas delicadas membranas de pulpa perenne con reflexiones sobre el cuerpo femenino y la enfermedad. Estas indagaciones se materializan, de nuevo, en Humanar, parte de la muestra colectiva de Boca de estómago, actualmente expuesta en la galería Casas Riegner.
Fotografías por: Erick Morales
En esta muestra la artista reflexiona sobre el espacio doméstico desde una perspectiva femenina que interroga el lugar del cuerpo de la mujer en lo privado y lo público, en el cuerpo social. “El espacio doméstico y privado es un espacio en el que precisamente nos han privado de sentir”, explica Mariño. “El espacio doméstico es el espacio del silencio. ‘Silencio: ¿tienes rabia? No está bien que tengas rabia. ¿Estás arrecha? No está bien que estés arrecha. ¿Tienes una opinión crítica y específica sobre algo? Mejor no seas tan directa’. Esto no es un discurso de las mujeres de los cincuenta: sigue ocurriendo todo el tiempo. No grites, no llores, no estés arrecha. Todo el tiempo están aplacando nuestra presencia. Entre más presentes estemos, más incomodamos”.
Hay algo que callan estas delicadas piezas en sus soportes poco convencionales, un secreto velado por la potencia visual con la que nacen y son expuestas. Humanar se compone de siete piezas que se bifurcan por distintos lenguajes estéticos. La muestra reúne escultura, tejido, dibujo, video y fotografía. No es la materialidad de las obras lo que interesa tanto como lo fantasmagórico que no dicen.
En Humanar Mariño recoge varias de sus obsesiones y se pregunta por el espacio doméstico, ese lugar en el que se lavan los trapos sucios, con los visillos cerrados a la miradas de curiosos. “El tema de la ausencia y el vacío es coyuntural para mi familia. Es un tema muy generacional: el padre que está como proveedor, pero no está por dedicarse a trabajar para mantener a su familia”, explica la artista. “Para mí fue muy fuerte ahondar en ello como hija, profesora y amiga. Esa ausencia que empieza a hacer mella. Pero no es solo mi familia, está en todas”.
Fotografías por: Oscar Monsalve
La exposición nace de un video experimental que Mariño tituló Las obsesiones no se negocian. El audiovisual presentaba las manías de una monja enclaustrada quien, en medio de su virginal retiro, se preguntaba sobre la maternidad, el matrimonio, el estado, la religión y la familia. Así, metódicamente, la monja anónima –quien podría ser cualquier mujer– realizaba una serie de ejercicios plásticos de manera compulsiva: clavaba espinas de rosas contra la pared, dejaba caer la cera de velas rojas en cada uno de los cuadros de una cuadrícula de papel, desnudaba fresas jugosas de sus semillas con incisiones de agujas afiladas. Sin embargo, la obra funciona sin el soporte de este video, que solo fue el punto de partida para potenciar reflexiones en otros objetos. “Cuando cuento la historia del proceso tengo que hablar del cortometraje. Hay preguntas que se mantienen. Preguntas sobre los hilos invisibles que tenemos las mujeres encima desde hace mucho tiempo. Desde la familia, desde el colegio. Estudié en un colegio de monjas y ellas tenían unas prácticas espirituales muy fuertes. Eso me llamaba muchísimo la atención”, explica la artista. Estas preguntas han acompañado a Mariño desde que salió del colegio y sirven como motor conceptual a una obra cargada de sentidos que ha explorado desde la plástica, desde diferentes oficios y lenguajes.
En una era en la cual las mujeres salen a la calle a voz en grito para reclamar los derechos que históricamente se les han negado, Humanar se pregunta por todas las voces que no fueron escuchadas y que aún invisibilizamos. Son esas voces domésticas, quizás las de nuestras madres o las de nuestras abuelas, las que despiertan la retórica plástica de Mariño. La lucha política se lleva a cabo en la calle, pero es en el cuarto propio en el que la mujer puede cuestionarse todo cuanto la rodea. Mariño propone una serie de elementos poderosos en su aspecto visual, pero no desata el nudo de su sentido con sus palabras. Son tan prístinas sus obras que casi se confunden con las paredes blancas de la galería, quizás otra reflexión sobre lo doméstico y cómo los seres que habitan un espacio a veces se convierten en parte del mobiliario, antes de representar una presencia viva que se hace sentir. Que se hace escuchar.
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Fotografías por: Oscar Monsalve
“Investigué familiarmente, los secretos, lo que se calla. Esculqué la información hasta llegar a ese punto. Hay muchas historias al interior de mi familia”, explica Mariño. “Pero no soy solo yo: las familias están cargadas de un montón de secretos siniestros y macabros producto de que la familia siempre ha sido un lugar blindado. Maltratos, golpes, violaciones, machismo, explotación, venta de personas, incesto, matrimonios obligados. Todo está blindado por el pensamiento de familia del que hablaba Foucault. Súper interesante a nivel intelectual, pero llevarlo a la materialización es una pregunta sobre cómo escapar de tu familia sin que eso implique que tú no los ames, que no los quieres, solo que los estás viendo cómo son. Este modelo de familia o de sujeto familia nos lo han vendido como algo hermoso, pero realmente es siniestro. Muchos temas ocurren alrededor de la familia porque el ícono de la familia genera una presión social para muchas personas. Muchas cosas se ocultan y se callan en función del buen nombre de la familia. ‘Esto nunca pasó, nunca ocurrió’. Es como si estuviéramos defendiendo al lobo que todo el tiempo nos ha mordido”. De esta manera, y con estas reflexiones como eje, Mariño crea un balance con piezas que están entre lo macabro y siniestro y lo delicado.
Mariño trabaja con materiales poco convencionales y se vale de una paleta de colores fantasmagóricos para construir una obra en la que el vacío y la ausencia son tan importantes como lo que está expuesto. Detrás de cada una de las obras hay un proceso que Mariño ve desde lo meditativo y lo punitivo. Sus manos han pasado horas y horas preparando cada una de las piezas: recogió con ellas las 35.000 espinas que perforan un muro de plastilina, vertió la cera de cientos de velas rojas sobre una traducción en gran formato de la monja de su cortometraje, perforó con agujas durante días el cuerpo pulposo de fresas rojas, utilizando sus semillas diminutas para dibujar el esqueleto de su perro Lion. Es una obra íntima en la que el cuerpo femenino está en el foco de la atención, aunque no se traduce en la encarnación del epitelio, sino que se desdibuja y se convierte en fantasma, como en la fotografía nupcial de una novia espectral de la que solo sobrevive su bouquet de rosas blancas que se complementan con los ornamentos bordados en su vestido de virgen sacrificada. Presidiendo la muestra la membrana de mandarina tejida de Remedo de remedios se despliega sobre una pared, produciendo una sombra delicada sobre la pintura blanca.
Fotografías por: Oscar Monsalve
Hay un interés por la ruina, por lo que sobrevive a los procesos de erosión del tiempo, el cuerpo que languidece y se transforma. Quizás por eso, o por una alegre coincidencia, el taller de Mariño está ubicado en Mapa Teatro, un espacio en el que las paredes presentan la belleza desnuda de un muro en el que colindan distintos materiales de los varios momentos que han tenido sus fachadas. En un altillo al que se accede por una escalera de madera que cruje, Mariño investiga en torno a los materiales con los que construirá su obra. Sobre la mesa de trabajo hay un telar artesanal con la lana que tejió una artesana en Nobsa del pelambre grueso y blanco del perro de la artista, Lion. El perro, figura iconográfica de la fidelidad, ocupa un papel central en Humanar. “El aparato óseo de mi perro [dibujado con semillas de fresas] es una pregunta sobre el oficio de la maternidad”, explica Mariño. “Lion llegó a mí en un momento extraño de mi vida. A propósito de maternar, de la polémica del Papa Francisco sobre el significado que tiene el perro dentro de las familias contemporáneas. También hay un pasado religioso con los perros: muchos de los santos eran enterrados con un perrito al lado, como símbolo de fidelidad y lealtad”.
Mariño ha criado a su perro de manera salvaje, condicionando en la menor medida posible su comportamiento animal. “Dentro de la exposición el perro va a tener una representación importante para preguntarnos sobre la fidelidad. ¿Qué tanto estamos domesticándolos y qué tanto estamos domesticados nosotros”, explica Mariño. Tensado sobre cuatro caninos de un pastor alemán fallecido un crochet en seda dental presenta la figura de un perro encadenado: “Los soportes son siniestros. Están entre lo delicado y lo macabro”, añade señalando el tejido del perro en cautiverio.
Fotografías por: Oscar Monsalve
El eros femenino, domesticado a través de la figura de la castidad, es también entonces una reflexión sobre el cautiverio y los sistemas sociales de la disciplina. El sustantivo se convierte en verbo (maternar, humanar, domesticar antes que madre, humano, doméstico) para fijarse como acción que concretiza los cuerpos. Es una reflexión semántica que denota la acción en potencia de existir: el sustantivo del hombre (el ser humano) tiene también la potencia de la acción constante del ser, como un proceso obsesivo de configuración constante. A la luz de eso, ¿cuál es el espacio de la mujer en el ámbito privado, el espacio doméstico? Todas las obras de la muestra están hechas a partir de oficios manuales asociados con la feminidad por el ejercicio de división de géneros: la jardinería, el tejido, el decorar un espacio. Y, aún así, esta mujer condicionada, encuentra la potencia de su sexualidad en la creación de su obra: la espina, la plumilla, la vela, la fresa y la aguja remiten a un erotismo mudo, silencioso, que se configura en obsesión y método.
Fotografías por: Erick Morales
Las obras de Mariño son de un silencio ruidoso. Callan y nos miran esperando que entendamos los secretos que se guardan. Como una esposa que anda en la calle mirando al suelo y que en las reuniones con los colegas de su esposo ríe tímida y tristemente. Es un silencio atronador, es una ausencia que nos remite a una pregunta por el lugar, es un cuerpo que se configura en fantasma y que, por ello, circunscribe el anhelo del cuerpo que fue, del cuerpo que estuvo. Humanar es el vacío y la ausencia que genera una herida. Partiendo de lo anecdótico, Mariño abarca el modelo universal de lo doméstico. Por lo menos en lo que concierne a nuestra historia social colombiana. “Todas las piezas tienen una herida que las atraviesa por la mitad. Es una herida que dice: ‘Ey: esto que estás viendo, que tú crees que es muy lindo, no es tan bonito”, concluye Mariño.
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