Carta de amor a Walter Mercado

“Mucho, mucho amor” en esta carta dirigida de un astrólogo a un astrólogo, de un discípulo a un maestro, de un millenial a un inmortal. Alinee sus chacras y suspire mientras se sumerge en esta misiva astral.

Querido Walter:

Voy a serte totalmente franco: a veces no sé si quisiera saber de astrología, ese viejo saber que tú llevaste a la pantalla chica como nadie lo había hecho. O como solo tú lo harías, para ser más exactos, porque eso sí: naciste con el cielo de una estrella, justo antes del amanecer, con el Sol en conjunción al Ascendente, ese que te daría un carisma ingobernable y un gusto devocional por la actuación, las cámaras, las lentejuelas y los escenarios.

Parece increíble, pero es anécdota: tú, el astrólogo más optimista posible, te fuiste justo antes de la pandemia. A inicios de 2019, grabaste los 4 minutos del último horóscopo anual que alcanzaste a hacer. Se te ve dichoso augurando un gran año, decías, porque Júpiter estaría en Sagitario, el gran benefactor en el signo donde se pone más optimista y derrochador, exagerado y feliz. Es decir que el último reporte anual que te tocó dar fue que la suerte estaría potente, al cuadrado, expansión con esteroides. Y a los pocos meses te fuiste, apenas unas semanas antes de que iniciaran dos años cabrones, dos años de alineaciones que harían temblar de pavor a cualquier libro de astrología, y que habría sido cínico y cruel no anunciar, porque te cuento que desde entonces Júpiter, Saturno, Urano y Plutón nos la han tenido enterrada hasta las cervicales.

Hemos tenido de todo, Walter. Pandemia, muchas muertes, cierres, incertidumbre, escasez de papel higiénico y de levadura, desempleo, recesión, crisis de salud pública, de la salud mental, de los containers, del papel, de las materias primas, enfrentamientos en todo el mundo con los gobiernos y la policía. También muchos desarrollos en telecomunicaciones y tecnología, aunque te confieso que cada vez que mis editores me insinúan que haga contenido para una nueva plataforma de video que se llama Tik Tok, me hago el loco como puedo y me pregunto qué estaremos pagando en este valle de lágrimas y teletrabajo para que ese sea el siguiente paso, el lenguaje que viene, la esperada innovación. Me da risa y nostalgia imaginar que esos videitos de bazuco digital comprimido a ti te habrían salido perfectos. 

En todo caso, te salvaste y ni el universo te pudo obligar a dar malas noticias. 

Pero todas esas noticias difíciles no me han dejado indemne, Walter. Seguir aquí con una sucursal de reportería astral tercermundista me parece jodido. Ahora escucho los horóscopos y me cuesta creer hasta en mis libros predilectos cuando hablan de que se avecinan oportunidades, o cuando alguien acertado se pone a decir que viene no sé qué ciclo de manifestación. ¿Manifestación de qué carajos? Contra alguna vaina será… Te digo que ahora me da un miedo espantoso omitir algo grave cuando miro las alineaciones en las estrellas. Y además nos falta algo en todo caso. Algo que tenías tú. 

El entusiasmo infeccioso de tus frases era tanto que si quitáramos los nombres de los signos zodiacales obtendríamos algo parecido a la superación personal impregnada de todas las espiritualidades posibles. Quién no iba a quedar bendito, asegurado como propiedad de millonario y neurolingüísticamente catapultado con tu sancocho trascendental optimista. Cómo iba a ser de otro modo, Walter, si fuiste un profeta, uno de los divulgadores más oídos del gran movimiento de remezcla cultural y espiritual del siglo XX mejor conocido como la Nueva Era, y en especial junto a otro controvertido personaje, Osho, uno de tus mayores inspiradores. Y no sé si supiste, pero entre ustedes hubo mucho más que un momento compartido y un pensamiento medianamente cercano. 

Quién sabe por qué decías que naciste en 1938 o 1932 cuando fue en 1931, el mismo año que Osho, según consta en tu acta de nacimiento. Este detalle importa, Walter, porque ambos nacieron bajo la potente influencia de Saturno y Urano en cuadratura, fuerza astral que suele coincidir con desastres, guerras, protestas o crisis económicas capaces de transformar el mundo (y que aquí en la tierra estamos teniendo de nuevo desde el año pasado). Pero eso no es todo, los dos nacieron en tierras dominadas por el colonialismo y ambos serían unos de los pocos hijos de la periferia capaces de volverse referentes culturales y espirituales de los centros globalizados. Y tenían con qué: ambos nacieron con potentes dones para la intuición y la espiritualidad por los poderosos trinos que el cielo les regaló entre sus ángulos, planetas personales y Neptuno. 

Hay algo revolucionario, grandioso en recordar que la gloria escarchada de un mundo injusto pudo ser por un tiempo de un tipo como tú, un latino con capa que no necesitó ser superhéroe para arreglarle el día a millones.

Por eso me parece tan triste, una mala ironía, pensar que tanto críticos como aduladores te hayan reducido a ti y al conocimiento que popularizaste a un envoltorio trascendental y pseudoespiritual de la prometida superación personal que tanto le gusta al mundo contemporáneo y al capital. Me parece injusto recordarte apenas como un coach más, uno extravagante y que supuestamente se ajustaba a lo que su público quería oír, como lo hicieron tantos perfiles y reportajes de gente “seria” como los que salieron en CNN y otros medios grandes. Pero insisto: no es justo contigo. Nuestra falta de esperanza y necesidad de profetas es un problema nuestro, no tuyo. 

Quizás por eso el documental que te hizo Netflix es tan bello, conmovedor. Después de tantos años en pantalla, faltaba que alguien te diera siquiera dos horas para recordar tu vida, tu legado, tus desgracias. Recordarnos que serías siempre una estrella, aunque hayas sido fugaz. 

En todo caso, Walter, mientras miro las estrellas e intento no pensar en sus tendencias, hoy pienso que tus horóscopos son el vivo reflejo del peladito que también fuiste y que le devolvió la vitalidad a un pajarito moribundo con su aliento, como cuenta la leyenda. Naciste para ser una estrella de improbable glamour, amor y compasión. Y cumplías la misión. Antes de hablarle un último año a 120 millones de personas, escogiste dar noticias de Júpiter específicamente; es decir, de lo bueno, porque para qué obviarlo. Hoy recuerdo el 2019, cuando aún estabas aquí, y pienso que tenías razón: con todo, fue un muy buen año. 

Por eso creo que no estabas diciendo lo que queríamos oír, ni nos preparabas a medias para un golpe disfrazándolo de cambio y oportunidad: nos sacabas del pesimismo con las noticias que nadie más nos daba. Y eso sí que lo tenemos que recordar, porque si hay algo que hemos necesitado más que nunca en estos últimos años es quien nos desee y haga sentir paz, mucha paz, pero sobre todo mucho mucho amor. 

Donde sea que estés, ojalá haya mucho de ambas cosas, Walter.

Un abrazo cósmico,

Mestre Astral.