Comic Sans, la eterna incomprendida
¿Cuál es la historia detrás de la icónica tipografía, amada por el público y menospreciada por tantos especialistas? Una en la que la revolución digital y el diseño se dan cita para que Disney, el anuncio de descubrimientos científicos, un álbum papal y las tarjetas de cumpleaños de nuestra infancia pudieran tener ese aspecto que hoy nos produce tanto nostalgia comoo un poquito de cringe.
La tipografía Comic Sans es probablemente una de las más controversiales de la cultura contemporánea, más aún que la Papyrus de Chris Costello, la Jokerman de Andrew K. Smith y la Curlz MT ideada por Carl Crossgrove y Steve Madison. Comic Sans sobresale por su falta de simetría, su deliberado interés por escapar de lo ceremonioso y solemne y, sobre todo, por el uso exagerado que se le ha dado desde su creación en 1994 en tarjetas de cumpleaños, locales de lavados de autos, cualquier tipo de servicio ofrecido en volantes informales e, incluso, en mensajes del Vaticano para despedir y celebrar el legado de un pontífice.
Su carácter divertido e informal era precisamente el efecto que buscaba lograr su creador. Nacido en Boston a principios de la década de los sesenta, Vincent Connare se encontró en el momento exacto del inicio de la revolución digital tras finalizar sus estudios de Arte y Fotografía y su maestría en Diseño Tipográfico. Cuando Connare empezó a trabajar en Microsoft, la compañía comandada por Bill Gates se encontraba en expansión y buscaba dar forma a una identidad que le permitiera competir con el imperio que Steve Jobs y Steve Wozniak habían empezado a construir desde Apple. Por ello, Microsoft intentó crear una serie de productos exitosos que los pusieran en la cima del mercado. Y entre todos ellos, Microsoft Bob fue uno de sus más estrepitosos fracasos.
Microsoft Bob era un programa diseñado para ofrecer una interfaz de usuario amable y sencilla del sistema operativo, permitiendo que virtualmente cualquier persona pudiese utilizar su procesador de texto, su herramienta de finanzas o su calendario. La interfaz mostraba una serie de habitaciones que el usuario podía recorrer, como en una suerte de aventura point and click, para activar las funciones del sistema. Por ejemplo, si se oprimía el esfero y papeles en el escritorio de una de las habitaciones se abría la herramienta de procesador de texto; si se realizaba la misma acción sobre un reloj, el usuario podía acceder a su agenda.
El programa introdujo una serie de personajes animados como asistentes que luego se integrarían a las interfaces posteriores de Windows. Y uno de los más recordados, Rover –luego Ruffo– un perro labrador amigable que servía como guía principal, fue quien inspiró a Connare a diseñar su tipografía mundialmente famosa.
Siglo XX, revolución digital y las tipografías para computadores
Las tipografías sans-serif o, en castellano, paloseco habían hecho su aparición en el siglo XIX y les tomó un tiempo llegar a ser parte de la vida cotidiana de todos nosotros. Este es un alfabeto en el que no existen remates, gracias ni serifas y al que se le ha llamado también grotesco, tanto en castellano como en inglés. Estas tipografías habían existido en el pasado, pero no se les consideraba lo suficientemente formales como para escribir un texto en ellas. Esto es hasta la llegada en 1816 de William Caslon IV y el desarrollo de la Caslon Egyptian, la primera tipografía sans-serif en ser utilizada para imprenta. Poco tiempo después, Vincent Figgins presentó su innovadora tipografía Antique, que tuvo detractores y personas que la celebraron desde el primer momento. Una cosa fue cierta desde el inicio: las tipografías sans-serif eran impactantes y legibles, además de que podían determinar la jerarquía en el diseño de un texto.
Durante el siglo XX, gracias a una serie de revoluciones artísticas y culturales en las que cabe resaltar la labor gráfica del futurismo italiano, el movimiento Dadá y el constructivismo ruso, la tipografía se convirtió en una parte fundamental de las conversaciones en el diseño. Fue en ese contexto en que emergieron la utópica idea de Herbert Bayer y el Bauhaus para crear una tipografía universal, las formas austeras del modernismo suizo, y el uso creciente del grotesco en la publicidad de revistas y afiches de películas en los Estados Unidos.
Con la revolución tecnológica de los ochenta y la primera generación de computadores se dio un paso importante a nivel de experiencia de usuario: la posibilidad de elegir la tipografía con la que se podía redactar un texto. Este acierto fue una decisión consciente del revolucionario Steve Jobs, quien comisionó a Susan Kare (a quien deberíamos admirar más frecuentemente) la tarea de diseñar varias de las fuentes que hoy son icónicas y que llevan nombre de ciudades como Chicago, Monaco, San Francisco, New York.
Por primera vez se tenía agencia por fuera del mundo del diseño gráfico, sobre la forma (la tipografía) que se le quería dar al contenido (el texto). Que esto fuera decidido por personas alejadas de estas disciplinas creativas resultaba en una sensación de libertad novedosa para quienes empezaban a familiarizarse con el mundo de la computación. Y aunque una fuente no es lo mismo que una tipografía, por esa misma época fue Steve Jobs quien terminó instaurando culturalmente el término “fuente” gracias a sus procesadores de texto, en los que bautizó aquella opción con esa palabra que él prefería.
Microsoft no se iba a quedar atrás en esta carrera, por lo que incorporó a sus modelos textos varias tipografías. Es en este contexto que aparece Vincent Connare quien, durante mucho tiempo, se convertiría en el diseñador tipográfico más importante de la cultura moderna. Quizás por las razones equivocadas.
Macromedia Fontographer 94, Watchmen y Microsoft Word
Vincent Connare no era parte del proyecto de Microsoft Bob, que lideraba Melinda French, entonces novia y posterior esposa de Bill Gates. Sin embargo, tuvo acceso a una versión Beta que le disgustó no tanto por el tono condescendiente e infantil, o por los tutoriales que se repetían cada vez que se abría una aplicación y el diseño cutre de las habitaciones, sino por la forma como se expresaba Rover, el perro asistente. A los ojos de Connare “Un perro no habla en Times New Roman”, por lo que le pidió al equipo de Microsoft Bob que le permitiera crear una fuente específica para el personaje guía.
Connare se inspiró en el estilo manuscrito de los globos de texto de sus cómics favoritos, en especial Watchmen. Utilizando el software estrella del momento para el diseño de tipografías, Macromedia Fontographer 94, creó su tipografía más icónica (vale la pena anotar que también desarrolló la Trebuchet, Webdings y Bagpipe). Su tipografía de bordes redondeados, suave, con espacios irregulares entre los carácteres y de terminaciones imperfecta no estuvo lista para el lanzamiento de Microsoft Bob, pues el programa había sido diseñado para utilizar Times New Roman e incluir la Comic Sans lo hacía más pesado en un momento en el que almacenamiento era un problema importante. No obstante, Comic Sans fue incluida en la plataforma de edición de video para niños Windows Movie Maker y como una de las opciones de tipografía del Word 95. Su popularidad se disparó, junto con la del procesador de texto. Explica Sebastián Gelvez, director de arte de Bacánika, que “El hecho de que se basara en los globos de texto de los cómics tiene un sentido tanto práctico como pragmático, porque funciona en su contexto”.
Al revisar las opciones de fuente es fácil entender por qué la Comic Sans se volvió tan popular. Para entonces el programa contaba únicamente con Arial, Courier New, Georgia, Impact y Times New Roman, todas muy formales para el usuario. Comic Sans empezó a utilizarse entonces como alternativa descomplicada para escribir textos. Y tiene sentido: es un tanto extraño enviar una invitación de cumpleaños para un niño pequeño en Georgia o Arial. Era más divertido y menos formal hacerlo con la que se volvería la favorita de los usuarios comunes.
Así, como resalta la diseñadora independiente Laura Alejandra Cárdenas: “Comic Sans es una fuente incomprendida. Simplemente fue creada para divertir (y divierte). Pero, el ser tan amigable la hizo muy popular y por eso fue satanizada: no por sí misma sino por cómo las personas la usan. Quizá su problema sea el tener tanta personalidad. Tiene tanto carácter que es difícil de usar, ya que no acompaña los textos de una manera neutral y sofisticada como otras fuentes”. Reactions Entertainment Sports Stickers Artists Upload Create Privacy Terms Bacánika @Bacanika Portal web que reúne arte, diseño, música, cine, moda, tendencias, literatura, cultura y noticias para jóvenes.
El uso y el abuso
Comic Sans fue creada para un programa animado e infantil, para un personaje amistoso y juguetón, pero muy pronto todo se salió de control. Ha aparecido en menús de restaurantes, monumentos conmemorativos para las víctimas de la Segunda Guerra Mundial o la camiseta nacional de equipos de baloncesto. Incluso sirvió como tipografía para anunciar el descubrimiento del Bosón de Higgs en 2012, Disney la adoptó brevemente y tanto la asociación española como la británica de dislexia la han sugerido para evitar la confusión entre la personas que poseen esta condición por no utilizar letras reflejo (la b y la d, la p y la q), lo cual evita su confusión. ¿Tiene sentido entonces el odio a su diseño, hasta el punto de que asociaciones de diseñadores han intentado prohibirla? Más allá de invitaciones a cumpleaños infantiles y alegres tarjetas de felicitación, ¿qué valor tiene la tipografía?
Para Juan Esteban Duque, director creativo y socio fundador de Motiff, el problema se encuentra en el uso y el contexto de una tipografía: “El diseño en general busca solucionar problemas o satisfacer necesidades. Un diseño exitoso es aquel que resuelve una dificultad particular”, explica. “Es por eso que sería inútil discutir cuál tipografía es mejor entre, por ejemplo, la Garamond, diseñada en el siglo XVI para el diseño e impresión de libros, y la Helvetica, creada en 1957 para el creciente mercado de la publicidad y la identidad corporativa”.
“El dilema con la Comic Sans, más allá de qué tan bonita o fea nos parezca, debería tener que ver con qué tanto resuelve aquello para lo que fue diseñada. La historia ya dio su veredicto: la Comic Sans fue todo un éxito porque permitió al neófito usuario de computador escribir textos menos formales. Hoy, superada la necesidad que le dio origen y las limitaciones de la época en la que surgió, y habiendo tantas otras opciones mejor construidas, más efectivas y estéticamente más armónicas, no veo razón para usarla”, concluye Duque.
En defensa del legado de Connare
La Comic Sans permitió que los neófitos se iniciaran de una manera más cómoda en el mundo de la computación. Su carácter divertido hacía que no fuera un reto aterrador enfrentarse a la máquina. Hoy se nos olvida cuán difícil fue en su momento el familiarizar a la gente con el uso de un computador personal, debido a la hiperconectividad en la que vivimos en el siglo XXI. Cárdenas lo explica en términos contundentes: “Es la primera tipografía así de amigable que presentaron gratis. Escogerla es una declaración de principios, toda vez que se deja de lado la Arial o la Times New Roman. Por eso conecta con tantas personas, pues no parece una tipografía, se aleja mucho de la idea que existe sobre ellas. Los puristas de la tipografía la critican, pero es una elección de la gente. Y es súper honesto cuando alguien la elige. Cuando nos enfrentamos a un computador muchos de nosotros lo primero que hicimos fue usar Comic Sans y WordArt. Era un juego: no es pretenciosa, no es complicada como otras fuentes, tiene personalidad.”
En síntesis, como explica Gelvez, “Creo que es única y distintiva, que no marcó solamente un momento histórico de los computadores, sino también en cómo la gente percibe este tipo de tipografías para hacer sentido en sus tarjetas y asuntos personales. La gente la utiliza para expresar un sentimiento”. De eso se trata, al final, el diseño. Del maximalismo al minimalismo, de lo kitsch a lo modernista, buscamos construir nuestros espacios y comunicaciones con el mundo desde nuestra propia individualidad. Nada más honesto que invitar a quienes queremos ver en nuestro cumpleaños para compartir y celebrar a través de una tipografía irreverente y divertida. Ojalá cada letra en color distinto, para más inri de los puristas.
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