
Entre el misterio y el horror: el universo artístico de Isabella Arenas
Isabella Arenas fue la ganadora del segundo lugar del Premio Arte Joven 2024 con su obra Arenarias. En esta serie de dibujos y esculturas la artista santandereana se adentra en la difícil relación de su familia con el suicidio.
Con el mismo aire ominoso que envuelve las historias góticas de la escritora argentina Mariana Enríquez, la ganadora del segundo lugar del Premio Arte Joven 2024, Isabella Arenas, mezcla el horror y el realismo mágico a través de su historia familiar ambientada en San Gil, Santander. “Arenarias”, la obra con la que obtuvo este reconocimiento, es una instalación con dibujos y piezas en impresión 3D con las que explora la “maldición” que ha marcado a su linaje. Este es un recuento sobre el proceso de “Arenarias” y la exploración de la artista.
La noche de premiación estaba en compañía de su padre, don Libardo Arenas, persona clave en su obra. Isabella es de cara pequeña y sonrisa dulce como su voz. Sus gafas enmarcan sus ojos, así como su cabello enmarca su rostro. Es rizado y cae como un río oscuro sobre sus hombros. Aunque es de naturaleza introvertida, su timidez es antagónica a su trabajo como artista.
En la habitación de Isabella, figuras y libros descansaban sobre repisas de madera, todos organizados meticulosamente. Entre los objetos resalta Cuentos macabros, la edición de lujo de cuentos de Edgar Allan Poe traducidos por Julio Cortázar e ilustrados por Benjamin Lacombe. Esta edición se ubica en el centro y de frente, como una biblia.

Un inicio marcado por el perfeccionismo
Cuando nos reunimos, hablamos sobre su despertar artístico, ese primer trazo que dibujó todo. “Aunque ahora exploro técnicas como el modelado 3D, el dibujo siempre ha sido mi base. Crecí en una vereda de Curití, Santander, donde tuve mis primeros acercamientos al arte en las casas de la cultura”, recuerda. Durante este proceso, el apoyo de sus padres fue fundamental para encaminarla a su verdadero propósito: ser una artista.
A diferencia del panorama familiar en el que suelen desanimar a los hijos de estudiar arte, don Libardo Arenas siempre creyó en el potencial de Isabella. “Sin él, quizá habría terminado en algo más convencional, como ingeniería”, me asegura. Comenzó a estudiar Artes Plásticas a los 18 años en la Universidad Industrial de Santander, graduándose en 2023. Si bien es de naturaleza terca, la carrera le permitió explorar otras técnicas, además del dibujo —en el que es experta—, como la escultura, el video o el modelado 3D, siendo este último un imprescindible en sus obras más recientes.
Su facilidad para dibujar es innata; el hiperrealismo de sus obras hace dudar de si realmente es un dibujo análogo o una impresión digital. Es tan perfeccionista que la precisión del modelado 3D fue su enganche inicial con esta técnica: “Buscaba el acabado perfecto que las herramientas manuales no me daban. Con el modelado 3D logras una limpieza que es difícil replicar a mano”, me responde cuando le pregunto el porqué del modelado 3D en su trabajo.Este amor casi ansioso por el dibujo le costó abrirse a otras narrativas artísticas como la performance o la instalación. No fue hasta que uno de sus docentes, Nicolás Cadavid, le demostró que no necesitaba abandonar el dibujo, sino integrarlo a proyectos más amplios y heterogéneos. Con referentes como Carolina Borrero, Mark Dion o Patricia Piccinini, comenzó a construir y ampliar un lenguaje artístico propio.
Un pilar de su estilo y lenguaje es el cine, especialmente el terror clásico y el cine clase B de directores como Robert Eggers. “Mi obra tiende a absorber esa estética cinematográfica. Mi tesis fue un laboratorio ficticio donde exploré las malformaciones humanas, creando una puesta en escena casi teatral. Esos elementos visuales y simbólicos del cine son una gran influencia para mí”, explica.

Arenarias: un árbol genealógico con ramas marchitas
Su interés por generar incomodidad y curiosidad la llevó a Arenarias, el proyecto ganador del segundo puesto del Premio Arte Joven 2024, mismo que comenzó como un cortometraje en 2021, cuando aún era estudiante. En la familia paterna de Isabella se han presentado doce suicidios a lo largo de cuatro generaciones. De los doce fallecimientos, decidió enfocarse en tres por su cercanía emocional: el de su abuelo, su tía y su tío.
La muerte de su abuelo la recuerda por su particularidad casi telenovelesca. El padre de Isabella es médico. Durante su rural en el hospital de San Gil, fue llamado a atender un suicidio en el cementerio del pueblo, pues ni el forense ni el médico de guardia estaban disponibles. Todos sabían que se trataba del abuelo de Isabella, pero nadie se atrevió a contarle. Al llegar, encontró el cuerpo de su padre bajo una ceiba. Le tapó la cara con un pañuelo y se sentó a su lado.
La segunda historia retrata la muerte de su tío, quien se suicidó en el Puente Viejo de San Gil. Y la tercera es la historia de su tía, quien terminó con su vida en una cama antigua, misma que heredó Isabella y en la cual duerme cada noche. La ceiba en el cementerio, el puente y la cama representan espacios impregnados de memoria y tragedia. En cada uno está presente un camuro, como un Caronte que acompaña el viaje hacia el inframundo.


“Mi familia siempre ha estado vinculada al camuro. Recuerdo que una anciana llamada Dolores, conocedora de mi historia familiar, me contó cómo este animal se convirtió en una maldición que parecía perseguirnos”, recuerda Isabella. La carne del camuro es un plato típico de San Gil, consumido en festividades. Por lo menos ocho de los doce familiares de Isabella organizaron una reunión previa a su muerte en la que ofrecieron camuro. Durante su investigación, encontró este patrón como una despedida silenciosa.
El título de Arenarias es una coincidencia con su apellido. Originalmente es una referencia a una planta homónima de pequeñas flores blancas, considerada maleza en Santander. Para evitar que invadan los cultivos, los campesinos sueltan a los camuros en los campos para que devoren las arenarias, pues sus flores achicharradas por el sol son un manjar para los bovinos.
Esta obra se compuso de tres dibujos con lápices de grafito —que representan los espacios en los que sus familiares murieron, con un camuro en el centro—, tres esqueletos de camuros modelados e impresos en 3D, y un cortometraje que narra estas historias con actores naturales.
Durante el proceso de Arenarias, su profesor le aconsejó disociarse del tema y abordarlo como una cineasta extranjera que llegó a un pueblo a investigar una historia de terror. Esta perspectiva le permitió entrevistar a sus familiares, recopilar las historias, dibujar los escenarios y moldear las piezas sin involucrarse emocionalmente.
En cuanto a su perspectiva sobre el suicidio, Isabella reconoce la tristeza que envuelve estos eventos, pero prefiere darles un tratamiento respetuoso y artístico que permita abrir conversaciones sin caer en la lástima o el morbo. “Yo trato de tomar el tema desde la ficción y la creatividad, no desde una reflexión que busque cambiar las cosas. El arte no arregla nada, y los artistas no somos trabajadores sociales”, afirma con claridad. Para ella, el objetivo es conjurar la memoria de sus seres queridos, dándoles un lugar en su obra. El uso de elementos del terror y la ritualidad le permitió crear un discurso visual que trasciende lo personal.



La trinidad de una obra: muerte, humanidad y terror
Además de Arenarias, esta artista santandereana ha resaltado con muestras como “Salón Oeste: No Compatible con la Vida”, su trabajo de grado expuesto en Colecciones y rumores de ARTBO en 2023. Este proyecto aborda el archivo clínico creado por su padre en el Hospital González Valencia de Bucaramanga. El concepto de “lo no compatible con la vida”, utilizado en la medicina para categorizar a los fetos con malformaciones sin esperanza de vida fuera del útero, la llevó a explorar estos cuerpos anómalos y el límite de su humanidad.
Esta propuesta tiene referencias a filmes de terror como Re-Animator y El gabinete del Doctor Caligari, diseñando un espacio parecido a un laboratorio científico en el que se evalúan los límites de lo que se puede considerar humano o no humano. “Algunas personas pensaron que los fetos que creé eran reales, lo cual fue un halago en términos de técnica, pero también generó polémica”, me cuenta.
Y es que un aspecto destacado en su obra, reflejando su personalidad quisquillosa y observadora, es su proceso creativo, marcado por el trabajo de campo y el contacto directo con los espacios. “Siempre llevo cámara y libreta. Tener ese acercamiento es fundamental porque permite nutrir la obra desde una experiencia real”, dice Isabella. Esta práctica ha sido crucial para proyectos recientes, como una investigación sobre una especie de hormiga caníbal en su región, financiada por la beca de creación “Cultura con Berraquera” de la Gobernación de Santander.
Sin aires de pretensión, Isabella reconoce la importancia del premio Arte Joven en el campo artístico, y más a sus 23 años. “Los artistas jóvenes recién egresados siempre soñamos con ganar premios como Arte Joven o, por lo menos, ser seleccionados. Es como un honor. Salgo pensando que tenía razón, que sí sirvo para esto”, me dice emocionada tras preguntarle por el premio. Su próximo objetivo será estudiar la maestría en Artes Plásticas y Visuales de la Universidad Nacional. El incentivo económico recibido en Arte Joven será invertido en cubrir sus gastos de movilización a la capital en 2025. Me señala que el galardón es una carta de presentación que le permite decir “mira, gané el Premio Arte Joven”.
Esa tarde de diciembre, conversamos durante casi una hora. Antes de despedirnos, me preguntó con ansias cuándo se publicaría este artículo, decidida a agendarse para ser la primera en leerlo. No le di una fecha exacta, pero como curadora del tiempo, sabrá que todo ocurre en el momento preciso, incluida su lectura.


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