Tejiendo hacia la modernidad, diseño latinoamericano en el MoMA
Desde marzo de este año inauguró en el MoMA la exposición Crafting Modernity: Design in Latin America 1940–1980, curada por Ana Elena Mallet, una muestra heterogénea donde convergen las contradicciones de la historia con la diversidad de las tradiciones artesanales e industriales de nuestro subcontinente. La autora nos lleva a la intimidad de esta exposición de la mano de sus curadores.
Recoger la herencia cultural –como cualquier otra herencia– significa algo más que recibirla pasivamente; significa acogerla como una incitación al movimiento. No inhibirse frente a ella, sino ponerla en acción. Porque la cultura es vida y es transformación, no un trofeo irrevocable.
Clara Porset
“Iba a menudo a Villa de Leiva. Allí era fácil encontrar en los mercados grandes cantidades de pieles de oveja, correas de cuero y madera de eucalipto ya cortada para leña. Esos materiales me hacían pensar en un asiento perfecto para descansar.”
Estas son las palabras con las que el diseñador colombiano Jaime Gutiérrez Lega describió cómo a inicios de los años setenta se le ocurrió crear la silla Ovejo, un diseño de contraste donde las líneas horizontales y verticales de la madera las atraviesan unas correas de cuerpo para crear un asiento alargado que cobra forma cuando se completa con una suave piel de oveja. Esta silla es uno de los objetos más importantes en la historia del mobiliario colombiano y es un ícono del diseño latinoamericano. Se ha dicho que es una síntesis entre el territorio, el legado español de los obrajes, la materialidad posible para un lugar como Colombia; se ha dicho que es una metáfora, una acción plástica que solo pudo suceder aquí. Hoy esa silla está en el tercer piso del Museo de Arte Moderno de Nueva York, MoMA.
¿Qué hace ahí?
El 24 de septiembre de 1941, lo que en ese momento era el Departamento de Diseño Industrial del MoMA inauguró la exposición Organic Design in Home Furnishings con una cena. La exposición era producto de un concurso en el que se invitaba a diseñadores a presentar muebles, lámparas y textiles de "diseño orgánico" que el curador Elliot Noyes describió como un ejemplo de organización armoniosa de las partes dentro del todo, de acuerdo con la estructura, el material y el propósito. Wallace K. Harrison, presidente del Comité de Diseño Industrial del Consejo de Administración del Museo, hizo un discurso esa noche en el que contaba que si Hitler hubiera sido uno de los jueces de este concurso, todos los participantes habrían sido descartados. La mitad no podían ser considerados porque no tenían sangre nórdica, otros porque las formas de sus muebles no se inspiraban en las columnas griegas o en los tejados de Nuremberg y el resto, los americanos del norte y del sur, por ser “degenerados” y no tener cabida en el nuevo órden. Pero Hitler, claro, no hacía parte del jurado y algunos de estos últimos degenerados americanos del sur lograron ganar y poner sus objetos en esta legendaria institución.
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El concurso tuvo dos versiones y una de ellas fue llamada Industrial Design Competition for the 21 American Republics que invitaba a los países del sur a presentar sus propuestas y que terminó destacando el trabajo del mexicano Xavier Guerrero, el uruguayo Román Fresnedo, el argentino Julio Villalobos, el brasilero Bernardo Rudoksky y Michael Van Beuren que nació en Nueva York pero que hizo su trabajo más importante en México.
Todos presentaron mobiliario que utilizaba madera o acero con mezclas de yute, ixtle, fibras de cactus, cáñamo, cuero y otros materiales locales. Esta muestra fue el germen, un punto de partida para un camino que continúa 83 años después en el mismo museo, pero sin concurso y con una muestra ampliada de lo que significó para Latinoamérica crear objetos en la época que llamaron moderna.
Así nació Crafting Modernity: Design in Latin America 1940–1980, una exposición que inauguró en marzo del 2024 en las Philip Johnson Galleries bajo la curaduría de la mexicana Ana Elena Mallet, quien escogió examinar México, Argentina, Brasil, Chile, Colombia y Venezuela. La búsqueda objetual está acompañada de una comprensión de la complejidad y heterogeneidad de los procesos políticos, sociales e industriales de cada uno de estos países, así como de su domesticidad y de cómo concebían los procesos artesanales dentro de una época que pedía limpieza, practicidad, producciones en masa y soluciones técnicas para casi todas las esferas humanas.
Clara Porset, que nació en Cuba pero trabajó en México y que hizo parte del diseño de muebles que su esposo Xavier Guerrero presentó en la exposición de 1941 –aunque faltó su crédito por parte del Museo–, pensaba que la artesanía y la industria podían encontrarse para abrir una zanja distinta dentro del diseño moderno, pero no todos los diseñadores de Latinoamérica pensaba así y por eso el resultado de esta muestra es, por decir lo menos, diversa. Si se habla de algo como diseño latinoamericano para las décadas entre 1940 y 1980 se está hablando de procesos asincrónicos con temporalidades que son difíciles de poner a conversar.
Argentina a finales del siglo XIX ya era un país rico y para comienzos del siglo XX ya tenía industria, por ejemplo, pero esto tardó mucho más en Chile, Colombia e incluso México donde la industria, la sociedad de consumo y la clase media se consolidaron apenas hace unas décadas. En México, la artesanía ha sido un pilar sobre el que se teje parte de su idiosincrasia y se ha sostenido en el tiempo, pero en Colombia hay una relación conflictiva, pues a pesar de su diversidad e importancia para las comunidades, la artesanía no se incluyó como parte del pensamiento moderno y su integración se hizo desde el folclor. Además del reto que supone manejar temporalidades distintas y contextos sociales y políticos distintos para cada país, no existe realmente una estabilidad de los códigos estéticos regionales.
Crafting Modernity: Design in Latin America 1940–1980 es, entonces, una exposición de pluralidades. Allí confluyen procesos industriales y artesanales y un espectro de diseñadores que eran artistas, artesanos, arquitectos o apenas los primeros en sus países en formarse en áreas específicas del diseño.
Aparecen algunos ya en apariencia inmortalizados en la historia del diseño como la arquitecta italo-brasileña Lina Bo Bardi, el pintor surrealista chileno Roberto Matta y otros tal vez menos conocidos en el universo del diseño de objetos como el arquitecto argentino Amancio Williams o el diseñador chileno Cristian Valdés.
Parte de los lineamientos para la curaduría que sería presentada por cada país era que un cierto número de objetos debían estar ya en la colección del MoMA. Esto fue difícil para Colombia pues no hay muchas piezas del país en su colección, “las que existían previamente es porque ya hacían parte de otra colección que era la colección de arte”, cuenta César Peña, profesor asociado de la Universidad de los Andes, que se ha encargado de hacer historia de la ciudad a través de las artes, de expresiones de diseño, de la arquitectura, la cultura visual y la cultura material. En este caso fue quien realizó la preselección de los objetos colombianos. Esta escasez de diseño colombiano en el archivo del MoMA hizo que la presencia de artistas fuera protagonista para el caso de este país.
Así aparecen en esta exposición Marlene Hoffman y Olga de Amaral como fuertes representantes del arte textil, que es una de las tradiciones más sólidas en el campo de las artes y oficios que predominaron en Cundinamarca en el periodo de la exposición. También está la artista bogotana Ana Mercedes Hoyos con su obra Proyecto para ventana de 1976, que a pesar de ser un óleo sobre lienzo muestra una influencia del pensamiento moderno. Con un pie en la tradición pero mucho más apropiados del concepto de diseño, el arquitecto Jacques Mosseri participa con Cuatroenuno, una mesa hecha en 1978 con madera de guayacán (hoy una especie amenazada) y Oscar Muñoz de la marca Muma con la silla Siesta hecha en 1974.
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A pesar de la heterogeneidad de los objetos y los diseñadores que están detrás, la exposición se encargó de trazar líneas de encuentro, círculos creativos que en un mismo país o entre países lograron conectarse y conversar a través de técnicas, materiales y estilos para crear objetos que sintetizaron el momento que estaban viviendo. Grupos que al estilo de Charles y Ray Eames atomizaron su proyecto y curiosidad y crearon puntos articulares en la región como es el caso de Clara Porset y Xavier Guerrero en México y Ana Mercedes Hoyos y Jacques Mosseri en Colombia.
Como toda exposición Crafting Modernity: Design in Latin America 1940–1980 es apenas una muestra; una punta que da cuenta de todo lo que podría incluirse como diseño latinoamericano en este espacio y aún así las conversaciones que propone de asimetría entre contextos, propuestas entre artesanía e industria, uso de materiales locales y juntes es potente y podría llevar incluso a otras muestras dentro de su mismo universo. Así como Organic Design in Home Furnishings fue el germen para este espacio que se conquista hoy, tal vez Crafting Modernity: Design in Latin America 1940–1980 sea solo el índice que hará que, con razón, el diseño del resto de América esté presente en este y otros museos expansivos.
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