Alejandra Pérez: cuando la memoria ilustra la ausencia
Retratar la memoria a través de los trazos ha sido la fortaleza artística de esta ilustradora de Medellín, una de las 80 finalistas del Salón Visual Bacánika 2022.
Alejandra aprendió a dibujar antes que a escribir. Su padre fue el chispazo que encendió sus primeros trazos. Recuerda que en aquellos años de infancia él estudiaba artes, la casa estaba repleta de materiales, pinturas, brochas, pinceles y demás. Era el paraíso para cualquier niño o niña con ese impulso creativo que se desborda en el descubrir.
A los seis años comenzó su etapa de aprendizaje formal. Ingresó a sus primeras clases de dibujo y pintura en Bellas Artes. “Desde ese momento me empeliculé mucho con el dibujo, era una niña muy callada, pero todo el tiempo estaba dibujando”, recuerda Alejandra. Así fue como se dio inicio a su pasión por crear trazando líneas. Como todas las vidas, la de esta ilustradora de Medellín también cambió radicalmente en la adultez. Al inicio de esta etapa el dibujo estuvo por un tiempo en un segundo plano, pues priorizó la investigación y la academia.
Durante 2012 comenzó a estudiar artes en Bellas Artes, pero debido a diferentes inconvenientes decidió dejar en pausa la carrera en su sexto semestre. Luego, ingresó al ITM a estudiar artes visuales con un enfoque en crítica, curaduría y museografía, carrera que este año espera terminar. Este cambio de planes fue la elección perfecta para hallar el balance entre arte e investigación.
Pero realmente el primer giro para retomar el dibujo llegó en 2018. Por esos días, el Museo Casa de la Memoria de Medellín comenzó unos talleres de dibujo dictados por Manuela Moreno, también conocida como Nueve Manuelas. Estos talleres hicieron clic en un recuerdo que se sentía lejano, pues algunos ejercicios consistían en esbozar la memoria. Regresó entonces a la plenitud de rayar, bosquejar y delinear.
Adentrándose en el dibujo, dejó por un momento de lado aquel perfil de “rata de archivo”, pasó de solo leer y releer artículos de investigación a conceptualizarlos a través de la ilustración. “Yo ya venía trabajando con la memoria por trabajar con archivo y hacer curaduría de archivo y eso me despertó todo”, cuenta Alejandra, refiriéndose a la temática del taller que tomó en el Museo Casa de la Memoria.
Por ese mismo año, en una tarde de esas en las que se anda el centro buscando inspiración y tomando tinto, entró al bar El Guanábano, en el Parque del Periodista. Comenzó a bocetar uno de sus dibujos cuando Sandra Barrientos, productora del periódico cultural Universo Centro le pidió que dibujara para un artículo de la próxima edición. Luego, se sumaron otros proyectos que enriquecieron su experiencia como la convocatoria del grupo de investigación Hipertrópico de la Universidad de Antioquia y su alianza con el Parque Explora.
Las ilustraciones de Alejandra se asemejan a pinturas: sus líneas son delgadas, las sombras predominan y los colores saltan a la vista. Su paleta suele cambiar por temporadas, pero siempre prevalece uno que otro tono pastel, pues son la antítesis de la mayoría de colores fuertes y saturados que utiliza para dar ese aspecto sombrío e intrigante entre la sutileza de sus trazos suaves.
Llegar a este estilo fue un camino de referentes no solo visuales, sino mayormente musicales para Alejandra. En su espacio de trabajo suele acompañar sus horas ilustrando al son de artistas como Franz Schubert, quien ha sido clave en su descubrimiento debido a la tonalidad siniestra y solemne. En cuanto a sus referentes visuales, las ilustradoras Manuela Moreno y Elizabeth Builes han estado presentes entre los escenarios de sus ilustraciones.
Para Alejandra, la ilustración también ha surgido como un ritual para la introspección, pues dentro de este diálogo con ella misma ha intentado responder a aquellas ausencias que por tantos años le han generado angustias sobre su relación con el mundo y a quienes ha amado, “lo primero que hice con la ilustración una vez fui consciente de que me gustaba dibujar y que esa era mi forma de comunicarme y de tramitar vainas fue entender la ausencia, comenzar a buscarle formas a la ausencia”, explica la ilustradora.
Algunos de sus proyectos tienen esta expresión de la memoria, como en 2020 cuando tuvo la oportunidad de ilustrar un libro sobre temas de conflicto armado enfocados en la niñez y creado para la niñez. Este libro hizo que recordara aquellas masacres y hechos violentos que ella misma vivió en su barrio cuando era una niña, el nombrar aquel sentir que desde muy pequeños hemos estado inmersos en el conflicto del país.
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