Anomalía visual
A principios de 2014, entre ensayo, error y azar, nació Anomalía, un proyecto gráfico que unió el movimiento de las gráficas bidimensionales con las texturas y las tintas de la serigrafía.
En el mundo de las artes, la anomalía es un paso casi obligatorio para aruñar –a duras penas– la perfección creativa. Entendiendo lo anterior –con dos cabezas que piensan mejor que una y con cuatro manos que crean mejor que dos– nació Anomalía, “una necesidad de sacar a la luz varios proyectos personales”, dice Goske Rojo, uno de los integrantes de este parche de imperfectos gráficos.
Anomalía basa sus prácticas gráficas –además de los defectos que nutren los procesos– en la serigrafía (a la batuta de Goske) y en la animación 2D (a la batuta de Rubén Romero). Juntos, entre experimentación y juego, “llevamos nuestros productos a un nivel más allá del personal”, dice Goske.
Con base en lo anterior, estos anómalos han creado libretas, afiches, calendarios, stickers y cuanto producto pueda caber en los límites de sus medios creativos; eso sí, con un estilo “defectuoso” (anómalo) que se evidencia en sus colores, personajes y diseños (clásicos y modernos). Con ellos, la perfección está en el error.
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