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De: Brusquita 2020. Para: Brusca en 2030

De: Brusquita 2020. Para: Brusca en 2030

Ilustración

Mientras muchos hacen propósitos de año nuevo –dietas, reconciliaciones, viajes, pagar deudas–, nuestra columnista mira hacia el futuro y se encuentra consigo misma una década más vieja. “Horrorosa, divagante y deprimente carta para la que seré en 2030”.

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De Brusquita Para Brusca Articulo 1

T

e escribo, chica, para saber cómo estás. Por aquí hace un sol miedoso producto de una robusta crisis climática. La mitad de los habitantes de esta ciudad furiosa caminan contentos con extraños quemones en los cuellos. Para tu época se convertirán en agresivos cánceres de los que nadie se va a ocupar. Te parecerá horroroso esto, pero espero que tu facilidad para ver la tragedia y el horror se mantenga igual o más plena que la mía porque eso es lo único que nos mantiene aterrizadas.

Espero que vivas en un mundo mejor que este (pero no creo, culpa mía, supongo). 2030 debe ser brumoso y oscuro. También aquí y ahora se intercalan los días más gélidos con los más ardientes. Se supone que tú estás al límite del tiempo en el que todavía se puede hacer algo antes de llegar al punto de no retorno, cuando el clima mundial esté irreversiblemente echado al garete. ¿La logramos? ¿Sirvió de alguito la COP, Greta Thunberg, el veganismo, la ciencia?

En Australia están sacrificando miles de camellos para que no se le lleven el agua a la gente, en Colombia los bosques del sur arden, en Singapur la gente se ahoga. A las niñas y mujeres nos siguen matando y violando. La deuda pública aumenta, las redes sociales y el porno nos emboban. En fin, por como pinta la cosa hoy no creo que tu estés bien en el mañana (aunque espero que lo estés).

En cuanto a ti, supongo que estarás viviendo en un mundo de corales achicharrados y migraciones masivas. Espero que para tu época todos ya estén seguros de que, en efecto, nos cagamos el mundo y que todavía haya algo por hacer (aunque en el fondo quiero que para cuando esta carta te llegue toda nuestra raza ya esté extinta).

De Brusquita Para Brusca Articulo 1

No sé cómo seas tú. Imaginarse a la una misma del futuro es como cuando una mamá se imagina al bebé que trae adentro, y se soba la panza mirando al horizonte, como en un comercial de pañales. Ella lo sabe real porque el cachorro le aplasta la vejiga, pero hasta que no lo empuja al mundo es como si no existiera. Así te siento, pero ya te parirás tú misma. 

Te deseo, amiga, que no seas como yo. Que no te creas aquello de “nunca cambies”, porque es la lápida más pesada que le pueden colgar a uno al cuello. Te deseo que mutes y seas monstruosa, cada vez más extraña. Para los treinta y cinco que tienes espero que ya te conozcas alguito, que los añitos te hayan limado las certezas y que seas aún más agresiva e incrédula, aunque tus tías te digan que hay que creer en algo porque sino los seres humanos estamos vacíos. Ellas sugieren a dios, pero yo me limito a saber que el sol sale y se esconde, y hasta ahí, no se tú.

En todo caso, no creas ni en ti, Helena. No te ates ni a mi recuerdo ni a una mierda, que tú y yo nos estamos desvaneciendo al segundo. Disfruta del vuelo, el peso pluma. Te quiero ver ligerita, querida.

A ti se te agota la década tanto como esta se me agotó a mí. Por si no te acuerdas, 2019 nos arrolló, se sintió como un ladrillazo en la cara. Aprendimos a soltar a las amigas que no quieren estar y a las que sí quieren pero deben irse, a que nadie es dueño de la historia de nadie, a deprimirnos y dejar de comer, a tripear, a no acumular cosas solo por tener cosas, a vivir lejos de mamá (espero que siga viva, dime que sí).

2020, en cambio, va en dos ruedas, como le oí decir a Luis Miguel Rivas. Se siente como levantarse con la cara caliente pegada al cemento, chorreando sangre, borracha y sin un peso, caminando, cojeando, hacia la casa. Como si ya hubiese pasado lo peor, solo basta una curita y listo. Rico también, vamos vivas, Helena. Si seguimos sobreviviendo a años como estos vamos a llegar a viejas sin ser sabias, como nos soñamos.

Dime por favor que para tu desgracia y la mía seguirás viviendo en un país que quieres cambiar pero que no ha cambiado y que seguirás esperanzada por el futuro que muchos no han tenido. Que continúas solitaria y cándida, que escribir te sigue destrozando la tripa. Si paraste no lo sueltes, aunque lo hagas mal. Sigue terca y testaruda. Ojalá que te hayas ido de Bogotá por fin como te fuiste de Medellín, o de cualquier ciudad que te haya atado, y ojalá que hayas vuelto.

Te deseo que sigas con hambre, que no te hayas entecado con plata y si la tienes, hayas aprendido a derrocharla de la manera más generosa e irresponsable posible. Acuérdate, amor, que gobernar o ser gobernado asquea por igual. Para cuando yo tenga tu edad ya habremos aprendido a sortear sin drama la decadencia de ser clase media baja en este país.

Ojalá estés bien, chica, que hayas aprendido a llenar el tiempo libre de vacío y no de trabajo. Que no le temas al vértigo. Que por fin hayas entendido que el ocio no corrompe, solo eleva. Que te des el lujo de no hacer nada, que le estés camellando a un mundo en donde todos tengan el privilegio de aburrirse sin querer fierros, como te tocó a ti. Que todo el horror del mundo te de tiempo para pensar en estas cosas y escribirle otra carta a una Helena menopáusica, sabrosa y cuarentona.

No puedo desearle todo esto a nadie más que a nosotras mismas. Quiero que siempre nos pongamos de primeras en la vida, eso no sacrifica la solidaridad y espero que por fin hayas entendido esa vaina. También quiero que siempre vayamos de primeras, recibiendo viento y agua, porque los de atrás son los que van dormidos y no. Yo lo quiero ver todo, sentir todo, y tú, ¿todavía?

Solo una cosa: por favor no creas más que no necesitas a nadie porque te quedarás sola, muy sola. Espero, de corazón, que no estés sola. Ah, y no nos falles. Todos los días son una declaración de principios, así que no te canses. Si estás trabajando en un call center, en un banco, en una empresa de seguros, haz como dice la canción y no te deprimas, mátate, porque es preferible la pobreza que la miseria. 

Con amor, Brusquita.

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