Cuatro tatuadores para visitar el Viernes 13 de Bogotá Tattoo
Para su edición número catorce, el evento vuelve con una plétora de artistas con estilos del tradicional al blackwork. Hablamos con cuatro de los invitados para conocer a fondo sus trabajos de tintas, trazos, agujas y bellas cicatrices.
La edición número 14 del Bogotá Tattoo Viernes 13 se llevará a cabo en Espacio Aurora entre las 11 de la mañana y las 8 de la noche. Creado por Mario Rivera Lombardi, este evento surgió del deseo de emular los tatuajes de 13 dólares que se realizaban en Estados Unidos en esa misma fecha y que, para los amantes del estilo tradicional, es un diseño clásico. Hoy, además de reunir cerca de 40 tatuadores en la capital del país, integra una amplia gama de elementos relacionados con la cultura del tatuaje, como venta de camisetas, pines, parches, presentaciones en vivo y variedad de opciones gastronómicas. Tocarán bandas como Salidos de la cripta, Sangre y fe, Fucking fighters, The cowboys from hell, Infra y Los peyes punk. También habrá una competencia de pulso entre tatuadores y una selección de música en vinilo para el disfrute de los asistentes durante todo el día.
La lista de tatuadores invitados es extensa e incluye a artistas como Franco Maldonado, Marco Barrera, Daniela Rojas, Jesús González y muchos otros. Según Mario Rivera, habrá diversidad de técnicas y estilos de tatuaje, incluyendo tradicional, tradicional europeo y algo de black and grey. Hablamos con cuatro de los invitados sobre sus inicios tras las agujas, intereses estilísticos y lo que representa este arte para cada uno de ellos.
Mario Tattoo
El fundador de este evento es una de las figuras claves de la movida del tatuaje en Colombia. “De profesión soy publicista y diseñador gráfico. Me interesé en el tema del tatuaje cuando me tatué por primera vez en el colegio, cuando tenía como 16 o 17 años, y quedé enamorado de todo este tema, de todo el ritual que conlleva el tatuaje”, explica el regente de Bogotá Tattoo. Con casi tres décadas de trabajo en este mundo de agujas, sangre y arte, Mario ha destacado a lo largo de su trayectoria no sólo por dar forma a un estilo particular, sino por visibilizar los procesos y reflexiones detrás de una profesión que afortunadamente cada día está menos estigmatizada, pero que aún carga consigo algo de esa cruz del tabú, la criminalidad, lo abyecto y periférico.
“Empecé a tatuar más o menos en 1995. Empecé con un muy buen amigo mío. No tuvimos ningún tipo de tutoría, fue más bien intuitivo y mucho de prueba y error. En esa época no existía Internet ni nada. Todo era más o menos a través de revistas y de información de primera mano que conseguimos de otras personas que estaban empezando por esa época”, dice Rivera. No es de sorprender que su interés por la comunidad del tatuaje esté presente en cada iniciativa que gestiona, pues siempre ha recibido y ofrecido retroalimentación de y para sus pares. “Es muy importante dar a conocer ese tipo de trabajo que tiene detrás y la cultura alrededor del tatuaje. Reúne un montón de nichos que existen en la sociedad y que comparten y convergen en lo que es el tatuaje: el rock, el rap, el punk, el hardcore. El tatuaje nos une a todos como cultura, por eso es tan importante llevarlo con mucho orgullo y respetarlo”.
Al no recibir una tutoría, Mario ha explorado una amplia gama de vertientes en sus creaciones que comparten, eso sí, un trazo firme, definido y limpio que le da una elegancia propia a quienes ostentan sus creaciones sobre el pecho, los bíceps o en manos y cuello. Plural como el universo, el tatuador no se conforma con quedarse en un único nicho, sino que explora todas las posibilidades para que un diseño resalte y resulte hipnótico. “Tengo más inclinación hacia las técnicas de tatuaje, como el tatuaje tradicional americano o japonés y hago una mezcla de muchas técnicas que conozco por el tiempo que llevo tatuando y lo giro más hacia un tema ilustrativo, sin encasillarse en un estilo como tal. Es una mezcla de varias cosas para obtener una figura más concreta y consistente”, explica.
Pedro Castillo Medina
Pedro Castillo tatúa con un palillo en la boca mientras en las bocinas de su estudio casero suenan canciones cercanas a su corte Pompadour: punk, rockabilly, psychobilly y algunos clásicos de la movida Mod británica. Detenido en el tiempo, el artista bogotano ha hecho del tatuaje tradicional su fuerte, aunque también presenta una fascinación por la estética japonesa de larga data. “Estudié Artes Visuales en la Javeriana, pero me empecé a interesar por el tatuaje en el colegio, pues comencé a tatuarme a los quince. Tengo un primo que tiene el cuerpo tatuado desde hace muchos, muchos años y siempre supe que quería estar tatuado”, explica el tatuador. “En ese momento estaba muy de moda el new school, pero nunca fui muy fan, entonces me interesó mucho el tatuaje japonés. Cuando me gradué del colegio, ya el new school no estaba tan de moda y estaba de moda el tradi. Empecé a dibujar tradi”, añade.
Tras recibir su grado como artista, Pedro empezó a trabajar de la mano de Walo, quien le abrió las puertas de su estudio Barba Negra, en Chapinero. “Walo fue quien me enseñó la gran mayoría de las cosas que sé, pero creo que uno tatuando en una tienda le aprende un poquito a todo el mundo, así sea armar la mesa, procesos. Le aprendí a la Diega, le aprendí a DC, le aprendí a Orlando Kosinski viéndolo tatuar. Cada vez que alguien me tatuaba le aprendía cosas diferentes. Tutores muchos, pero el maestro que me enseñó todo como se debe fue Walo”, reconoce con gratitud. Barba Negra fue uno de los muchos locales que no sobrevivió la contingencia sanitaria producto del Covid-19, por lo que Castillo empezó a tatuar en su casa en donde adecuó un cuarto con todas las medidas de higiene para recibir a sus clientes.
Las principales influencias de Pedro son evidentes y tiran hacia lo tradicional, ya sea el americano desarrollado por Sailor Jerry o Mildred Hull o el japonés. Sin embargo, le resulta muy difícil encasillarse en un único elemento. “Creo que uno nunca termina de definir su estilo, siempre está modificando algo. Creo que uno se enamora de uno o varios estilos, de una forma de hacer las cosas, y de ahí en adelante empieza a hacerle pequeños cambios y se va volviendo más propio, pero nunca deja de evolucionar”, recuerda el artista. El uso del color de Pedro Castillo denota una técnica avanzada y vibrante que emplea los elementos de su educación artística para componer imágenes envolventes. “La verdad no sé qué es lo que a mí me gusta del color. Es una forma de atar compositivamente la imagen, pero no pasa en todos los tatuajes. La vaina es que me gusta mucho el color por cómo se ve en las personas, independientemente de si es una herramienta para componer, resaltar o esconder. El negro es una chimba y va a cicatrizar brutal en cualquier diseño, pero el color le da otra dimensión”, concluye.
Zulaima Morad
Zulaima Morad hace gala de su destreza con sus tatuajes de inspiración botánica en blanco y negro. La artista no es una extraña al mundo del body art y se ha desempeñado en distintos momentos de su trayectoria en varias prácticas de la modificación corporal, haciéndose un nombre entre las mejores artistas del tatuaje en su campo sembrado de flores. “Cuando empecé mi proceso para convertirme en tatuadora, porque antes de eso realicé piercings durante diez años, entonces ya había trabajado con tatuadores en Tattoo Supply, estaba súper empapada del proceso. Llegué a hacer piercings a la tienda de Mario, Bogotá Tattoo. Él me vio un día dibujando y me preguntó si quería aprender. Llevo muchos años muy feliz en este mundo. Mario me enseñó este hermoso oficio”, explica la artista que, en principio, se graduó como diseñadora de modas.
“Empecé haciendo tradicional americano, que es como la base del tatuaje, así lo aprendí con mi maestro”, comienza explicando Morad. Más adelante, se interesó por la ilustración botánica y empezó a tatuar complementando diseños con líneas gruesas y delgadas. “Cuando tuve un manejo de las líneas delgadas más limpio, me fui [enfocando] hacia los tatuajes que tuvieran una buena cicatrización, con buena línea y con buena técnica, ahí me atreví a hacer los tatuajes que me caracterizan, que son ilustración botánica, puro fine line y blackwork, aunque mi pasión también es el tradi”, explica.
“Diría que mi fascinación con el negro empezó cuando todos los adolescentes empezaron a hacerse sus piezas y bodysuits completamente negros. Antes no era un mundo tan explorado. Empecé a tatuarme en los noventa y en ese momento se usaban todos los pigmentos del planeta. Cuando empecé a tatuar y a aplicar otras técnicas, me di cuenta que lo mío definitivamente eran las sombras”, añade. Desde entonces, la artista ha explorado todo tipo de estilos, que van desde el black and grey al uso eficiente de las sombras para generar volúmenes realistas y el amplio universo del blackwork. “El blackwork empezó a pegar duro cuando me interesé por la botánica y, al hacer esa mezcla, me enamoré de todas esas técnicas y salió lo que es el estilo Zula Tattoo. Bien particular”, dice entre risas.
Una de las particularidades de la artista es su entendimiento de la anatomía y la musculatura humana. “Lo que hago es que, casi siempre, cuando voy a hacer unas flores las dibujo, presento esa propuesta a mi cliente y después es un acto de fe porque la disposición del tatuaje sobre la piel la hago a mano libre. De esa manera me fluye y hago que la composición se haga alrededor del brazo de cada persona, por ejemplo, y es por eso que quedan esos juegos de matorrales y plantas que me fascinan”, concluye.
Chivo
Chivo es uno de los artistas centrales del estilo chicano en Colombia. Durante años ha bañado con sombras diseños cercanos a la cultura del barrio, las claves del hip-hop y la resistencia latinoamericana sobre los cuerpos de sus clientes, entusiastas de esta cultura periférica que tanto le ha aportado desde la marginalidad al mundo de las artes. El chicano style, influenciado por la cultura de los migrantes mexicanos a los Estados Unidos, se caracteriza por tatuajes con temáticas relacionadas con la cultura mexicana, como la Virgen de Guadalupe, calaveras, rosas, y retratos de personajes históricos. Suelen incluir detalles elaborados y a menudo tienen un fuerte enfoque en la identidad y el orgullo cultural chicano. Sin embargo, para quienes viven la poesía del concreto y conocen las pintadas en los barrios, es un estilo que resuena con su identidad, mirada altiva que pocos, por desconocimiento, se atreven a sostener.
“Estudié dibujo artístico y fotografía”, comienza explicando Chivo. “Me interesé por medio de la música, a través de bandas de hip-hop y hardcore, en las que siempre veía los tatuajes, pero también a través de las revistas y del barrio. [Ahí] uno veía todos los estilos, entre ellos el chicano”. Chivo empezó a tatuar en casa, junto con sus amigos, aunque no fue autodidacta. Contó con el apoyo de Julio Díaz de Store Tattoo y Orlando de Doctor Calavera. Sin embargo, toda la cultura visual que ha consumido ha sido la influencia determinante en su formación. A través de revistas, videoclips y horas de navegación por Internet, Chivo ha explorado el trabajo de los principales exponentes de este estilo, del que se ha convertido en principal creador en nuestras fronteras nacionales.
“Me gusta mucho Cypress Hill, House of Pain y todo ese estilo de Los Ángeles que reúne a la cultura mexicana. Así llegué a este estilo que tiene que ver con el lowrider, las letras, catrinas y guasones. Ahí está incluído todo”, concluye. Chivo es experto en incluir la tipografía y el lettering en sus composiciones, permitiendo que a sus números y letras los habiten cupidos con bandanas y revólveres, calaveras sobre patinetas y diseños intrincados que incluyen elementos deportivos, tenebrosos y prestados del universo gánster que se entienden como una evolución lógica a la estética del zoot suit de los años cuarenta y cincuenta. Chivo no habla mucho, pero lo dice todo con un arte enmarcado en el orgullo, la resistencia, la fraternidad y la música.
Suscríbase a nuestro boletín
Sin spam, notificaciones solo sobre nuevos productos, actualizaciones.
Dejar un comentario