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Veinte años de Él mató a un policía motorizado

Veinte años de Él mató a un policía motorizado

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Él mató a un policía motorizado ha sido un ícono de la música alternativa latinoamericana desde hace veinte años. Con su nuevo disco, Súper terror, ratifican el lugar esencial que ocupan en los diales y en nuestros corazones.

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Con veinte años de carrera Él mató a un policía motorizado es una de las bandas más longevas del indie argentino contemporáneo. Formada en la ciudad de La Plata por un grupo de cinco amigos –tomando su nombre de la película R.O.T.O.R. (1987) y su desafortunada traducción–, la banda se ha mantenido vigente a pesar de profundas transformaciones en la industria discográfica y los hábitos de consumo musical. Los álbumes La dinastía Scorpio (2012) y La síntesis O’Konor (2017) les permitieron obtener el estatus de estrellas, distinción que no ostentan con soberbia, sino con la responsabilidad de entender que cada paso que están dando está siendo visto por millones de personas que aún creen que el rock vive. Y lo hace con fuerza. 

Liderados por el bajista y compositor Santiago Barrionuevo, mejor conocido como ‘Santiago Motorizado’, han creado una poderosa producción discográfica en la que se yuxtaponen los sonidos del punk rock, el indie, el rock espacial y psicodélico que reitera un carácter melancólico y existencialista.

BCNK ARTÍCULO Santiago Motorizado

Cada uno de sus seis álbumes ha sido parte fundamental de los procesos del indie latinoamericano. Hace ya mucho tiempo que Él mató a un policía motorizado ha dejado de ser una banda de nicho: además de agotar localidades en el Luna Park de Buenos Aires e ir de gira por todo el globo, ahora se suman al cartel de la primera edición del Primavera Sound en Colombia. Después de dos álbumes de reversiones (La otra dimensión de 2019 con lados B y reversiones de La síntesis O’Konor y Unas vacaciones raras de 2021 en el que volvieron sobre temas del principio de su carrera para musicalizar la serie argentina Okupas), la banda regresó a principios de julio con Súper terror, su primer álbum en sentido estricto en seis años. 

A propósito de este nuevo trabajo, que podría ser el mejor a la fecha de la banda, hablamos con Santiago Motorizado, líder del grupo, sobre sus dos décadas juntos, sobre la necesidad de probar cosas nuevas en el campo creativo y la imagen retrofuturista de su último disco en el que, por primera vez, aparecen los rostros de los integrantes de la banda. 

La banda surge en 2003 con el lanzamiento del álbum Tormenta roja. ¿Cómo recuerdas ese momento vibrante del sello discográfico Laptra? ¿Cómo era la movida musical en lugares de culto como República de Cromañón y Niceto Club?

La verdad es que tengo los mejores recuerdos. Obviamente van quedando en el pasado y se mezclan. En un momento, a cierta edad, el tiempo deja de ser lineal y es un poco circular. Hay cosas que recuerdo y no entiendo si pasaron hace tiempo o si pasaron hace poco. La verdad es que aquellos primeros años fueron muy divertidos, de mucha experiencia, de mucho salir a la calle y de vivir el día a día, recorrer la ciudad de La Plata. Tengo los mejores recuerdos. 

La verdad es que este presente me encanta, pero siento que estamos muy atravesados por la virtualidad y eso ya no me entusiasma tanto. Entonces son importantes los recuerdos de aquellas noches de muchas charlas, de muchos encuentros, no sé, de vivir las cosas con otro enfoque, con otra atención. Es una época muy virtuosa también. Porque en medio de un contexto social muy adverso, con una crisis en 2001 que partió a la Argentina a la mitad, que económica y socialmente dejó un agujero oscuro. Ese contexto tan desfavorable también le daba una potencia diferente a las cosas. Realmente, si teníamos ganas de hacer eso era por amor, sin ambiciones, sin expectativas, sólo por el hecho de vivir la aventura, de tener una banda con tus amigos y ver qué pasaba con esas canciones. 

Después de Tormenta Roja vinieron los EPs, Navidad de reserva (2005), Un millón de euros (2006) y Día de los muertos (2008). ¿Cómo fueron esos lanzamientos? ¿Cómo fue ayudar a ilustrar el libro que Walter Lezcano hizo sobre ellos?

La verdad es que para nosotros fue un momento muy especial. Sobre todo en Navidad de reserva, obviamente en todo lo que vino después, encontramos el sonido de la banda, algo que marcó una impronta que en el primer álbum estaba en exploración. También en esa exploración el primer álbum tiene una gracia muy especial en esa búsqueda todavía no muy definida. En Navidad de reserva encontramos un sonido que marcó un estilo que perduró y sobre todo está el ejercicio de buscar un concepto a la hora de buscar algo que disparara las ideas, las ideas musicales y narrativas, la verdad que nos encantó. 

Esa época estuvo marcada por mucho camino, fueron discos que salieron muy seguidos, y fue como la gestación de lo que fue Él mató en esos primeros años. Empezamos a viajar más allá de nuestra ciudad, a recorrer el interior del país, a salir al exterior por primera vez. Fue una época de mucha aventura y de mucha sorpresa, de ver la potencia que podía tener una canción grabada de manera muy casera, con bajo presupuesto, y que podía llegar más allá, más allá de todo. 

BCNK ARTÍCULO Santiago Motorizado

De izquierda a derecha, y por años: Navidad de reserva (2005), Un millón de euros (2006) y Día de los muertos (2008)

En 2012, el álbum La dinastía Scorpio los hizo mucho más visibles entre un amplio público. ¿De qué manera este nuevo alcance, nuevos festivales, la fama y la presión por reinventarse afectaron el proceso creativo de la banda? 

Para mí igual está bien. Primero, lo que más disfruto es estar arriba del escenario: salir de gira, tocar. Después está bien, o es natural, que cada nueva etapa o cada nuevo disco necesite un poco más de tiempo, porque también la apuesta siempre fue cambiar un poco, ampliar ese universo, ir en búsqueda de lo nuevo. Y eso necesita un tiempo. A veces sucede rápidamente y a veces no. 

Hay un cambio en el tipo de producción entre Día de los muertos y La dinastía Scorpio, porque ahí empezamos a trabajar con Eduardo Bergallo, ingeniero de sonido, y él nos propuso captar la esencia de la banda en vivo. A él le gustaba mucho la banda en vivo y no sentía el mismo entusiasmo cuando escuchaba el disco. Obviamente él como ingeniero de sonido veía todas las deficiencias de esas primeras grabaciones de bajo presupuesto, pero quería captar la esencia de la banda en vivo, entonces La dinastía Scorpio fue eso: una sala de grabación muy grande en Buenos Aires, tocando todos juntos, capturando eso, y estuvo bueno porque fue como un buen lazo entre lo que estaba antes y en lo que vino después. 

Después La síntesis O’Konor tuvo que esperar cinco años. En medio salió Violencia. Estábamos en ese proceso. Cuando empezamos a preparar canciones nuevas, estaban las canciones de Violencia. Pero ese grupo de canciones que luego conformaron La síntesis O’Konor estaban yendo para otro lado, estaban como teniendo otro recorrido. Y Violencia sirve como un eslabón. Cada disco responde un poco al anterior y prepara el terreno para el que viene. Son como bisagras. Uso esa figura como ejemplo porque realmente esta dilatación en el tiempo entre los álbumes, más allá de la gira y la dinámica de la banda, también tuvo que ver con un trabajo en el estudio y la sala de ensayo de exploración. 

Es como si en cada disco uno siempre estuviera haciendo algo nuevo...

Un poco sí. En lo particular, siempre estoy pensando. Cuando no estoy con el instrumento, la cabeza me va llevando a lugares posibles donde pueden ir sonidos de Él mató. Y me entusiasmo con muchas cosas disímiles y todas son caminos válidos. Incluso Súper terror procede de estas jornadas de Sonic Ranch. Armamos 18 o 19 proyectos de canción en Pro Tools. Al final, como veíamos que era muy ambicioso el plan de hacer un disco tan largo, decidimos partir ese grupo de canciones en dos. Porque identificamos que había dos grupos de canciones que iban por lugares diferentes. 

En un principio nos gustaba la idea de que esos universos estuvieran entremezclados, que no importara, que no hubiera una relación directa. Pero cuando vimos que no podíamos tanto, todo esto en medio de un 2022 que fue muy intenso porque fue el año post pandémico, decidimos volver a la idea de concepto más cerrado y de esos dos grupos salió Super terror, que estaba un poco más avanzado, más enloquecido por estos sonidos. Pero el otro grupo de canciones va para otro lado y está bueno. A mí me entusiasma. Hay cosas muy interesantes que quedaron a medio hacer, algunas más, algunas menos, pero cuando pase la gira de Super terror las vamos a volver a encarar y vamos a terminar ese disco porque estamos muy entusiasmados con esas canciones. 

Los tiempos de la comunicación y difusión siempre son distintos a los de la creación. Cuando ustedes ya están pensando en el siguiente álbum, nosotros apenas estamos descubriendo el que nos acaban de dar. Hay un eterno no-tiempo. 

Totalmente. Me gusta eso. Es parte natural del proceso creativo. Uno está inquieto incluso en las dudas. Como cuando estás terminando un disco y dices “Espera, ¿y si mejor hacemos un disco distinto?”. Son caminos válidos y están buenos, pero ese pensamiento constante es virtuoso y, a veces, te puede demorar. Cuando veía cómo se iban formando las canciones de Super terror, en este ejercicio de ir a jugar un poco con el vértigo final de lo que sucede en el estudio sin tanta planificación, veía lo que se iba formando entre todos y me iba envalentonando, nos íbamos motivando, para seguir profundizando ahí. Hoy te diría, obviamente tiene que ver con el presente de cada uno, que es el disco que más me gusta de todos, el más redondo. Hay momentos musicales de los que puedo rescatar cosas muy puntuales: en Navidad de reserva se define un sonido; en La dinastía Scorpio realmente hicimos un salto, un cambio; en La síntesis hay un cambio más profundo. Este presente me entusiasma porque veo que todo lo que se creó ahí me sorprendió. Es un disco que escuché bastante antes de que saliera. Porque era tan fresco y tan nuevo que me invitó a volver a escucharlo. Es algo que no suelo hacer. 

Ahora que hablas del vértigo de soltar las canciones, también se han permitido el ejercicio de volver sobre ellas y permitir que lleguen otras sensibilidades. Pienso en el proyecto de Unas vacaciones raras y quería saber cómo fue musicalizar una serie que ya te gustaba con canciones de larga data en su trayectoria. 

La dinámica fue muy simple porque en realidad fue Bruno Stagnaro, creador y director de Okupas, nos invitó a participar. Él tenía que volver a musicalizar toda la serie y había pensado en siete canciones ya existentes y dijo “‘Quiero que esta canción esté en esta escena”. Obviamente nosotros estábamos felices. No tenía que ni preguntarnos. A esa serie le agregamos una canción nueva que se llama “La otra ciudad” y la verdad estuvo bueno porque fue un momento también especial, pues volvíamos a juntarnos después de la cuarentena, a principios de 2021 que recién había permisos para salir a grabar y hacer unas cosas muy puntuales. Ese reencuentro tenía esa carga emocional de volver a juntarnos, de estar casi un año sin tocar, sin hacer nada musical y lo especial que era ser parte de Okupas, algo con lo que crecimos y que fue una influencia muy directa en la banda. 

Creo que esas primeras canciones de las que hablamos hoy del primer álbum y de esos EP, de esa Navidad que muestra una periferia, un lugar diferente, no una Navidad luminosa, sino oscura, de esa concepción del fin del mundo de Dia de los muertos y de Un millón de euros con esa narrativa más urbana o suburbana, tiene influencias muy directas de Okupas. 

Fue especial atravesar de nuevo esas canciones porque decidimos regrabarlas para esta versión de Okupas, manteniendo mucho el espíritu de sus versiones originales, pero con formas de producción más cercanas a la actualidad. No lo veo tanto como una reversión sino como un nuevo recorrido de esas canciones, que es algo que solemos hacer todas las noches cuando tocamos. Intentamos respetar el sonido original, por algo Bruno las había elegido, pero las volvimos a grabar y atravesarlas desde el estudio. 

La pandemia acaba de quedar atrás, y algún día se nos va a acabar la tela a los periodistas culturales para seguir preguntando, porque todos sabemos que fue terrible. Pero, siento que en el caso de Él mató las canciones son tan personales que nos interpelan desde un lugar muy sincero, para poder hablarnos. Quería saber cómo nacieron, desde ese lugar, las canciones de Súper terror, en ese otro encierro que es el estudio de grabación de Sonic Ranch, en Texas.  

Es un lugar que queremos mucho. Es muy placentero grabar ahí, estar ahí en esa situación creativa en ese lugar con toda esa tecnología y esas herramientas también, de nivel top. El disco, a diferencia de otros, está escrito en ese momento. Yo fui con ideas muy básicas de canciones, bocetos que tenía grabados en el teléfono de armonía y melodía en una estructura muy básica, pero sin letra. Melodías tarareadas. Inevitablemente las canciones estaban atravesadas por la pandemia y por la post pandemia, por muchos cambios en mi vida personal que ocurrieron a partir de esta situación: me mudé a otra ciudad, relaciones que se terminaron. Eso repercute. La discografía de Él mató tiene mucha melancolía. Acá hay un poco más de bronca. Algo de lo luminoso de la post pandemia que contrasta con una realidad social, mundial, o por lo menos en Argentina y nuestro continente de desigualdad y de problemas que no sólo no se resolvieron sino que en un punto se profundizaron y que se expusieron de otra manera. 

Ya sabíamos de la desigualdad, ya sabíamos de las situaciones sociales y económicas complejas que atraviesan al continente, pero la pandemia las puso en un lugar límite. Volver, obviamente celebrando esta nueva normalidad, pero, a la vez entendiendo que había cosas que estaban peores. Entonces no te diría que hay canciones que hablan directamente de eso, pero sí que sí estuve atravesado por esos sentimientos a la hora de sentarme a escribir. Después un poco el ejercicio es dejar que el texto domine la situación y cuando uno empieza a escribir con ese disparador después empieza a dejarse llevar por lo que te está pidiendo en ese momento la canción. También hay una cosa luminosa de las cosas que terminan y las que comienzan. La incertidumbre de lo nuevo, pero también con cierta esperanza y mezclada, que para mí es lo más divertido, con una música que por momentos invita a bailar. En esas cosas que parecen contrapuestas se genera una síntesis especial que se potencia. 

Y, en ese sentido, ¿cómo nacen los videoclips en este proceso? En “Medalla de oro” aparecen personajes como Ícaro buscando el sol en medio de una obra en construcción. Luego, en “Diamante roto”, tienes el ocaso de este luchador que te conmueve. ¿Quién escribe estas historias? ¿Cuánto hay de tira y afloja con los directores de los audiovisuales?

Lo visual es algo que a nosotros nos ha emocionado mucho desde siempre. Obviamente al principio no teníamos los recursos, eran solamente ideas en nuestra cabeza dando vueltas y después lentamente nos animamos a apostar a eso porque fue con el tiempo que empezamos a recibir los recursos. Nos encanta presentar nuestras ideas, tenemos muchas ideas, porque sentimos que hace parte del concepto global de una etapa la parte visual. En nuestros pósters, en las portadas de nuestros álbumes y también en los videos. Siempre es muy divertido, muy placentero. La gente que se suma a los proyectos suele gustar de nuestras ideas. Y algunos nos animamos a dirigirlos nosotros, como el video de “La otra ciudad” o “El universo”, pero siempre estamos ahí en los rodajes aportando. Por más que confiemos un montón en los chicos, siempre está bueno discutir los detalles. En los detalles hay universos y sentimos que tiene que haber un compromiso del músico en todos los campos que abarcan un momento.

Para finalizar, cuéntame de la tapa del disco. Es la más reducida en paleta de colores y tiene la particularidad de que los personajes no tienen ojos. Ya habían probado ese mismo rasgo en La síntesis O’Konor. ¿Tiene algo de ciencia ficción? 

Dentro del concepto del álbum hay un juego a la idea de buscar el sonido nuevo, con elementos del pasado, jugar con esa idea del retrofuturismo y, en esa idea, se me ocurrió la posibilidad de tener nuestras caras digitalizadas, pero no como se hace ahora que ya nos cuesta distinguir entre lo virtual y lo real con estas fotos generadas por inteligencia artificial, sino digitalizarlas con la estética de principios de siglo, de esos videojuegos que pretendían lograr el máximo realismo, pero que todavía no les alcanzaba la tecnología. Esa estética que buscaba este presente, pero aún no llegaba, es la que me entusiasma. Este presente en el que no puedes distinguir lo real de lo digital ya no me entusiasma tanto, a nivel estético. Será fascinante a nivel tecnológico. Pero no se ve bien para mí.

Se trataba también de un homenaje a la portada de Kraftwerk de Electric Café y a su concepto como banda que siempre está mirando al futuro, pero a la vez es una banda antigua, es una banda de los setenta. Y en esa portada de Electric Café se buscaba también la representación del futuro, pero hoy con la distancia vemos que es un futuro de los ochenta, de lo que se programaba como digital, un poco más geométrico. Son muchas cosas. También está la idea de que nosotros estemos en la portada como novedad. No habíamos estado nunca. Nunca es una sola cosa, pero se va generando de esa manera. En el proceso.

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Ignacio Mayorga Alzate

Literato e historiador del arte, selector de vinilos y periodista cultural. Aprendió a leer en silencio para que no se lo llevara el Diablo. Fanático de lo periférico, lo terrorífico y lo sangriento. Escribe frases largas y párrafos extensos. No muestra su rostro en video.

Literato e historiador del arte, selector de vinilos y periodista cultural. Aprendió a leer en silencio para que no se lo llevara el Diablo. Fanático de lo periférico, lo terrorífico y lo sangriento. Escribe frases largas y párrafos extensos. No muestra su rostro en video.

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