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Epilepsia, cannabis y prohibición

Epilepsia, cannabis y prohibición

Ilustración

La efectividad del cannabis medicinal y sus derivados ha despertado cada vez más esperanzas como tratamiento para afecciones neuronales como la epilepsia. Sin embargo, la regulación de la hierba ha dificultado su uso por parte de pacientes, médicos y laboratorios. Un caso particular permite conocer parte del panorama.

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La primera vez que me dio, yo estudiaba en la universidad y trabajaba. Fui a ver una película, había dormido poco, me clavé un severo perro caliente con nachos, una Coca Cola gigantesca y de repente comencé a ver destellos blancos en la pantalla como si a uno le dieran una muenda en una caricatura”, me cuenta Nicolás Samper, historiador y cantante de Niño Pueblo y La Tromba Bacalao. “Perdí la conciencia y me fui de jeta. Luego me desperté en el carro de una amiga de mis papás que de milagro estaba por ahí: me acuerdo perfecto, estábamos llegando al Hospital San Ignacio de la Javeriana. Y desde entonces he tenido otros ataques más y de distinto tipo; en el segundo, estaba en una fiesta y me acuerdo de poder ver y oír a toda la gente a mi alrededor, volteándome y hablándome, pero sin yo poder decirles nada o moverme mientras convulsionaba. Y una angustia terrible… Uno alcanza a pensar, listo: lo que sigue es la luz y el túnel”.

La epilepsia es una enfermedad neurológica que afecta a alrededor del 1% de la población mundial. Se trata de un trastorno del sistema nervioso central que produce crisis convulsivas, debido a una descarga eléctrica neuronal excesiva; se diagnostica después de tener dos o más crisis, según me explica Fabio Enrique Suárez, neurólogo de Colsanitas especializado en epilepsia. “Uno puede tener una sola crisis y no tener epilepsia. Hay que hacer algunos estudios e interrogar muy bien al paciente. Pero es muy importante diagnosticarla y tratarla, porque hay muchas formas de epilepsia y los riesgos son muchos: por una crisis la persona puede tener traumatismos graves en cualquier parte del cuerpo o un estatus epiléptico, una crisis mayor a 5 minutos, que puede requerir manejo en Unidad de Cuidados Intensivos y ventilación mecánica, porque también se puede producir muerte por una crisis”.

Como para pacientes con otras enfermedades y trastornos de difícil manejo, los derivados del cannabis han representado una esperanza para muchos, por dos motivos principales según se puede leer en la literatura especializada y en distintos testimonios: es muy útil para controlar la epilepsia refractaria –resistente al tratamiento convencional– y ofrece una alternativa para los efectos de algunos de los medicamentos usuales en el tratamiento de la epilepsia, que pueden causar malestar en algunas personas. “La base del tratamiento hoy es farmacológico,” me explica el doctor Suárez. “Hay más de diez medicamentos que se pueden usar. Con ellos la mayoría de personas con epilepsia van a estar controlados y eso es lo más importante por los riesgos que te expliqué. Pero pueden producir temblor, mareo, somnolencia, alteraciones en coordinación… Otros producen cambios de peso, alteraciones de hígado, sanguíneas, cambios en el estado de ánimo, algunos lo modulan, otros lo empeoran. Muchos de los efectos adversos se podrían considerar frecuentes, pero depende mucho del perfil del paciente y del medicamento.”

A Nicolás no le fue bien. Con el primer medicamento que le fue recetado, se le brotó todo el cuerpo y tuvo que aguantar un picor que por poco no para. Por eso le dieron otro potente anticonvulsivo que, sin embargo, le produjo bruscos cambios de humor, volviéndolo irascible y por momentos hundiéndolo en depresión. Motivo por el cual comenzó a buscar alternativas. “Yo ya había comenzado a leer estudios de varias universidades de California en que se hacían revisiones de beneficios de los cannabinoides para la epilepsia. Se enfocaban mucho en los beneficios que tienen en niños con formas muy severas de epilepsia, pero igual me animé a probar porque es que además puede ser medicación para toda la vida. Es algo serio. Por otra parte, me habían aclarado que el trago empeoraba mucho el tema de los ataques y por eso también terminé encontrando en la hierba una alternativa para relajarme y pasarla bien.”

Cuando le pregunto a Nicolás si le comentó esto a su neurólogo, me dice: “Sí, pero el tipo era muy conservador o no sé cómo decirle a eso. El hecho es que me dijo que no y que no, que solo el anticonvulsivo y punto. Apenas me redujeron la dosis para controlar el efecto en mi estado de ánimo, y yo comencé a llevarlas ambas, el cannabis y el anticonvulsivo, porque eso sí, me hizo sentir mejor. La hierba me ayudó mucho a manejar el problema de la ira y el malestar que sentía recién me tomaba el anticonvulsivo. Me daban ganas de mentarle la mismísima madre a cualquiera y la hierba calmaba eso de una. Es más, yo que sufría de insomnio hacía muchos años, al principio me ayudó a dormir mejor también…”.

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Y no cabe la menor duda: ya en 2017, en un artículo del Journal of Epilepsy Research, el Dr. Emilio Perucca anotaba que:

Los cannabinoides tienen propiedades farmacológicas numerosas y complejas. En modelos experimentales, por ejemplo, el THC ha revelado complejos efectos psicoactivos, efectos anticonvulsivos variables, y actividad analgésica, cognitiva, relajante muscular, anti-inflamatoria, estimulante del apetito y antiemética. Por el otro lado, el CBD está ampliamente desprovisto de efectos psicoactivos adversos y posee propiedades anticonvulsivas, analgésicas, contra la ansiedad, antieméticas, inmunomodulantes, anti-inflamatorias, neuroprotectoras y antitumorales.

Como explica el doctor Suárez, los cannabinoides, que son muchos más que el delta-4-tetrahydrocannabidol, THC, y el cannabidiol, CBD, tienen una enorme variedad de usos y efectos debido a que interactúan en todo el cuerpo sobre el sistema nervioso central y periférico, por medio del sistema endocannabinoide: una red neurotransmisora que funciona por medio de los receptores cannabinoides CB1 y CB2 gracias a las partículas que produce nuestro propio cuerpo, endocannabinoides, y en las que ajustan también las derivadas del cannabis –de ahí el nombre y su gama de efectos, entre los cuales están los medicinales.  

Sin embargo, cuando le pregunto al neurólogo si fumar marihuana de forma recreativa podría ser un modo de obtener los beneficios medicinales, me aclara: “Esto es importante, el consumo recreativo y el uso medicinal deben ser entendidos por aparte, en tanto dar un tratamiento que vaya a la causa de una enfermedad o el síntoma implica ceñirse al componente clave y así ofrecer más beneficios que riesgos.” Le pregunto por qué.

“Al fumar, claro, hay algunos efectos benévolos: te relajas, puede ayudarte a dormir, pero estás consumiendo todos los compuestos y eso incluye tanto los que buscas como los demás, y los efectos psicoactivos, por ejemplo, pueden producir delirios o psicosis en algunas personas, además de que para nadie es un secreto que fumar expone los pulmones al humo y eso evidentemente genera riesgo. Por otra parte, el aceite también puede producir los mismos efectos cuando es extracto de la planta directo: tiene la misma concentración de cannabinoides variados que tiene la planta de partida. Y es más, para el caso de la epilepsia, hoy también sabemos que el THC –que puede ser útil en el tratamiento de los espasmos de la esclerosis múltiple, por ejemplo– podría desatar una crisis. Hasta ahora se ha estudiado, comprobado, usado e indicado el CBD como tratamiento para la epilepsia refractaria, que es la que sigue presentando ataques a pesar de tratamiento con dos medicamentos en dosis adecuadas. Y no lo reemplaza, entra como coadyuvante a ese tratamiento.”

De hecho, el año pasado fue aprobado por el INVIMA el primer medicamento de este tipo en Colombia, un concentrado de CBD producido por Procaps en Barranquilla. Pero no hace mucho, por cuenta de la prohibición total, acceder a los beneficios del cannabis exigía conseguir la hierba de la mano de dealers, que como bien me explicaba Nicolás, “era la que le quisiera vender el man, crespa o corinto, pero vaya uno a saber qué plantas y qué proceso tenían detrás, por qué manos hubieran pasado y qué proporción tuviera de cada cosa. Para rematar la hierba a mí me comenzó a acentuar unas tendencias esquizoides y terminé teniendo que dejarla por un tiempo.

”Lo que se consigue en el mercado negro está muy lejos de esa marihuana milenaria o de la que hablaban Antonio Caballero y Andrés Caicedo, mucho más “medicinal”. Era imposible de conseguir en esos años en que yo buscaba una alternativa y aún es difícil, aunque menos. Porque eso sí ha cambiado mucho gracias a todo este florecimiento de la cultura cannábica. Con eso de uno poder sembrar su hierba, seguro las personas tienen más control sobre qué deciden usar, para qué y por qué. Porque como me dijo una vez un taita: la diferencia entre un veneno y una medicina es la dosis. Tanto la cantidad como la calidad. Y eso que yo no soy epiléptico de nacimiento ni tengo alguno de esos síndromes que le dan tan duro a muchos niños. Yo ni me imagino lo que era para los padres de esos niños buscando cómo ayudarlos a tratar esta condición tan difícil.”

Esos síndromes epilépticos, para los cuales está ya aprobado el CBD en numerosos países, son el Lennox-Gastaut y el Dravet, una versión bastante infernal del asunto. “Hace unos años hubo un boom de padres que incluso llegaron al autocultivo de marihuana para poder darle algo a sus hijos de seis u ocho años”, me explica el doctor Suárez. “Es una cosa muy complicada: niños con treinta o cuarenta crisis al día y, como te explicaba, resistentes a la medicación… Pero al mismo tiempo, uno sabe que poner un niño a fumar está lejos de ser la forma adecuada de dar un tratamiento, para mí como especialista es inconcebible, porque como con cualquier sustancia el consumo tiene sus riesgos y en un niño son mucho mayores… Por eso es que ha sido tan importante que los estudios y los marcos legales hayan comenzado a abrirle las puertas a este tipo de medicamentos.”

Y es que no deja de ser una gran paradoja: la penalización, ilegalización y demonización que recayó sobre la siembra y consumo del cannabis en la segunda mitad del siglo XX no sólo terminó haciendo difícil su obtención para fines recreativos o medicinales, sino incluso desviando la mirada de los investigadores. De historiador a historiador, Nicolás me señalaba un detalle importante: “Hay un boom de los estudios que coincide con el cambio político: como se estaba legalizando, las universidades le ponen todas el ojo encima a la hierba.” Y tiene todo el sentido. En el artículo indexado del doctor Perucca se muestra una gráfica que prueba que la investigación médica con cannabinoides se ha disparado año tras año desde 2011, año para el que muy buena parte de los Estados Unidos había legalizado su uso medicinal desde que California fuera pionera en 1996, y un año antes de la legalización recreativa en los primeros dos Estados de la unión. Vale la pena recordar que en Colombia, para llegar al marco legal que le abrió las puertas a la marihuana medicinal hizo falta esperar hasta 2016 a pesar de que se trata de un mercado enorme aún por ampliar y aprovechar en el país.

“Una parte complicada es que todo este asunto de penalización y demonización del cannabis, ha creado una renuencia colectiva hacia sus derivados también”, retoma el doctor Suárez. “Esto hace que para muchas personas incluso estos derivados medicinales, producidos por farmacéuticas, sean vistos con sospecha, con una etiqueta maligna. Por eso hace falta darle un giro al tema en términos de información y pedagogía, porque la mayoría de medicamentos que usamos vienen de otras plantas también… Hay que entender que el cannabis es una planta y que sus distintos derivados tienen efectos distintos, y que muchos son terapéuticos, que el CBD por ejemplo no representa ningún tipo de riesgo psicoactivo, y puede ofrecer varios beneficios para distintas afecciones y se van encontrando cada vez más. Hoy se están haciendo estudios con CBD en pacientes que llegan a estatus epiléptico, con crisis de más de 5 minutos, por ejemplo. Y también para otras enfermedades neurológicas como la esclerosis múltiple, el Alzheimer o el autismo, donde ya ha mostrado un buen potencial, y también para el manejo de dolor crónico en pacientes con cáncer, o las náuseas y el vómito. Todavía queda un horizonte de investigación muy amplio por explorar.”

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Si quedó con dudas y quiere saber más sobre los mitos y verdades alrededor del cannabis, aquí le dejamos una lista de dudas (resueltas) y una entrevista que le hicimos hace unos años a una psiquiatra al respecto.

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Jorge Francisco Mestre

Escritor, periodista e historiador. Ha publicado dos libros de poesía, Música para aves artificiales (2022) y Música de los abismos moleculares (2024), y el ensayo Enema of the State (2024). Ha sido colaborador de El Malpensante, Bacánika, Bienestar Colsanitas y el Boletín Cultural y Bibliográfico del Banco de la República. Cuando las estrellas se alinean, escribe sobre astrología en esta revista como Mestre Astral. Fanático del café y las historias contadas con calma.

Escritor, periodista e historiador. Ha publicado dos libros de poesía, Música para aves artificiales (2022) y Música de los abismos moleculares (2024), y el ensayo Enema of the State (2024). Ha sido colaborador de El Malpensante, Bacánika, Bienestar Colsanitas y el Boletín Cultural y Bibliográfico del Banco de la República. Cuando las estrellas se alinean, escribe sobre astrología en esta revista como Mestre Astral. Fanático del café y las historias contadas con calma.

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