Un día en la Isla Gorgona
n este momento de la historia sería ingenuo afirmar que uno “descubre” un lugar, cuando a duras penas se puede decir que uno “conoce” su pueblo natal. Sin embargo, sitios como Isla Gorgona producen una sensación de hallazgo similar, quizás, a la que vivieron los conquistadores europeos al llegar a América. La experiencia puede sumar muchos factores, pero ver ese pequeño terreno tan agreste, tan exuberante, bajo ese cielo soberbio, produce un impacto indescriptible. Incluso si uno ya ha ido a la isla, su selva siempre es una sorpresa.
Durante un año, por problemas de orden público, el Parque Nacional Natural Gorgona estuvo cerrado. Hoy volvió a abrir “con restricciones”, como aclara la página de Parques Nacionales. Así que llegó la hora de volver a Isla Gorgona. Claro, no es barato, no es un paseo de olla ni un plan muy romántico; no se puede beber dentro del parque y hay que tener mucho cuidado con el frágil ecosistema. Eso no le quita (de hecho, le suma a) lo increíble. Aliste botas de caucho, bolsas plásticas (la humedad y la lluvia son serias) y protección contra el sol.
Nuestro viaje, como muchos, empezó en Guapi, temprano para evitar las olas más fuertes. De todas formas, prepárese para el mareo.
Entre julio y octubre es posible ver ballenas jorobadas a lo largo del Pacífico colombiano. “Ver” es un decir: rara vez se logra atisbar más que la cola de una yubarta y las olas que produce con sus saltos; sin embargo, sus cantos y su presencia son suficientes para sumarle puntos al viaje hasta Gorgona –no sobra aclarar que hay once especies de ballenas y delfines en el área protegida–. La palabra biodiversidad cobra un valor impresionante aquí: miles de aves migratorias, arrecifes de coral, más de 300 especies de peces y al menos 17 endémicas en un sitio tan pequeño son apenas unas cifras para llamar la atención.
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Por desgracia, no pudimos tomar fotos bajo el agua; uno de las mejores planes en Gorgona es el buceo y el careteo pero toca tener equipo fotográfico especial. Los servicios para quienes quieren sumergirse los prestan generalmente los mismos encargados del transporte a la isla; averigüe en Internet antes de viajar y reserve lo que pueda en Guapi o en Buenaventura –según desde dónde viaje– porque no hay posibilidad de conseguir equipo de buceo dentro del parque. Por supuesto, no se puede hablar de la isla sin pasar por la prisión abandonada y sin mencionar los petroglifos de las culturas prehispánicas que se calcula que habitaron el lugar hace tres mil años.
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Obviamente hay playa. Aunque no se encuentran servicios turísticos como restaurantes o zonas de camping, la idea es que uno también se pueda relajar en Gorgona, sin convertirla en un balneario. Lleve mecato, mucha hidratación y cuide su basura. Los lancheros también suelen incluir comida en sus planes; aproveche porque el Pacífico colombiano tiene, probablemente, la mejor cocina del país.
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Cómo llegar
Primero hay que llegar a Buenaventura (Valle) o a Guapi (Cauca). Desde Bogotá, Popayán y Cali salen aviones hasta Guapi, que es la vía más corta para transportarse a la isla. Desde ahí, toma dos horas en lancha rápida, viaje que puede costar entre $150.000 y $250.000 por persona, ida y vuelta, incluyendo otros servicios como buceo, guías y alimentación, según lo que se escoja. Saliendo de Buenaventura se navega en buque y tarda doce horas en llegar a Gorgona; desde que se eliminó el hospedaje dentro de la isla, esta opción obliga a dormir dos noches en el buque (una de ida y otra de regreso); los costos varían según el proveedor y los servicios, aproximadamente por $350.000 el día sin equipo de buceo.
La entrada al Parque Nacional Natural Gorgona para niños cuesta $10.500, para adultos colombianos, $18.000, y para extranjeros, $43.000 (poco menos de quince dólares al cambio actual).
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