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La ilustración de Camilo Andrés desnuda sus engranajes

La ilustración de Camilo Andrés desnuda sus engranajes

El universo gráfico de este ilustrador bogotano es una exploración visual en la que el proceso se convierte en un elemento mismo de la imagen. Sus piezas han sido publicadas en nuestra revista y han sido expuestas en el Salón Visual Bacánika

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Camilo Andrés está terminando un proyecto para BibloRed del que no puede hablar mucho. Se trata de una exposición sobre el futuro en la que el ilustrador bogotano plasma su interés por la ciencia ficción y una corriente visual asociada a esta literatura que se llama steampunk, que utiliza el vapor como energía dando lugar a una serie de aparatos sorprendentes que aparecen en cintas como La ciudad de los niños perdidos, La brújula dorada, 9, Atlantis o La invención de Hugo Cabret. No es la primera vez que el artista trabaja con elementos que nacen de la literatura. Su extenso portafolio, que nos compartió para el desarrollo de este perfil, parte de un ejercicio sobre El hombre ilustrado, un libro de Ray Bradbury de relatos enmarcados en el que los tatuajes de un hombre misterioso cobran vida si uno los observa con detenimiento. Es una metáfora redonda sobre el trabajo de este creativo, cuya minuciosa labor construye universos autocontenidos cargados de detalles que dan a intuir muchas historias que no son evidentes en primera instancia.

BCNK articulo Camilo Ándres 01

Este ilustrador bogotano empezó a dibujar desde pequeño, pero no fue sino hasta que salió del colegio a la universidad que se decidió por la carrera que lo llevaría a trabajar en el campo de la ilustración. En principio no sabía si estudiar Artes Plásticas o Diseño Gráfico, pero se decantó por la segunda al final y se inscribió en la Universidad Jorge Tadeo Lozano, en la que, además de las asignaturas que cursaba, empezó un camino de aprendizaje vinculado a talleres sobre la ilustración y la imagen. “Aparte de las clases que vi en la Tadeo, hice parte del semillero de artistas dirigido por Julián Velásquez, Aquí no hay artistas. Este fue el lugar en el que se plantearon las preguntas sobre las imágenes que a mí me interesaban y fue también el espacio en el que empezó todo mi trabajo conceptual”, explica Camilo Andrés sobre este espacio que busca desterritorializar la imagen, estudiándola como representación y problema en el que se articulan preguntas sobre la tecnología, la cotidianidad y la comunicación.

“Adicionalmente, asistí a varios talleres de CasaTinta y de Taller Trescientosuno. Estuve en uno súper importante para mí con Nicolás Uribe, un pintor colombiano, un taller de pintura y de dibujo”, complementa sobre su formación el ilustrador quien, en sus años universitarios, accedió a una serie de espacios centrales para su profesionalización más allá de la técnica. Su interés por el arte lo complementó con espacios de aprendizaje enfocados al dibujo. Estudió pintura, color, composición, dibujo e ilustración en espacios académicos alternativos como casas culturales o pequeñas academias. “Para mí la guía ha sido el dibujo clásico, naturalista. Es un dibujo enfocado en entender la forma. Todo lo que he pintado a través de los años nace de ese interés y del interés alrededor del cuerpo”, explica el ilustrador. Por ello, el cuerpo está en el primer plano de sus composiciones, convirtiéndose en una excusa para experimentar con distintos materiales que le dan una calidad matérica a sus creaciones, un universo digital en el que sobrevive la mano y el trazo del artista.

En ese orden de ideas, para él la bitácora se ha convertido en un elemento central de su obra, no solo para el momento previo de ideación, sino como componente de algunos de sus trabajos principales. “Entre varios de los referentes que tenía estaban James Jean y Nicolás Uribe. El primero tiene un trabajo con bitácoras súper potente que me llamó mucho la atención”, explica el creativo. “No era solo traducir la realidad al dibujo, si no tiene que existir un trazo que medie. La bitácora es clave”, añade. Ésta se convierte en el primer laboratorio de un proceso de manipulaciones y experimentos. Aquí suma todo lo que raye, todo lo que manche, toda materia que se transforme en trazo.

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Así, Camilo Andrés se interesa tanto por los procesos materiales como por la investigación en torno a la figura humana. Cuando recibe el encargo de una ilustración parte del papel primero y finaliza de manera digital, pues siente que no le fluye de igual manera cuando está trabajando directamente en el computador o en una tableta. Por lo tanto, Camilo Andrés boceta y conceptualiza en el papel. Aquí define y resuelve la composición, determinando qué elementos se incluirán en la ilustración. Luego, desarrolla un dibujo más grande con los elementos que le permite saber si la manera en la que planteó la imagen, para luego definir el trazo que va a utilizar para imprimirle una sensación específica al dibujo. Con todo esto resuelto, la ilustración está casi finalizada y se escanea para mejorar algunos detalles en la tableta y jugar con la escala de grises para finalizarlo. “Cada vez que trato de resolver las cosas al mismo tiempo, me doy cuenta de que el paso anterior era muy importante. Entonces estoy aprendiendo a confiar en el proceso”, explica sobre su método que, por ahora, le ha funcionado muy bien para la realización de encargos que vienen, principalmente, desde el mundo editorial.

“En el semillero nunca dije que iba a ser un ilustrador editorial o de producto. A mí me interesaba que mis imágenes contaran historias. Siempre lo quise así”, explica. “Me empezaron a llamar de Bacánika y Editorial Vestigio, por lo que hay desde entonces una cercanía con el mundo editorial. Ahí aparece el tema de los textos. Siempre estuvieron, sin embargo: poder crear imágenes a partir del texto, de la palabra a la imagen. Todo mediado a través del dibujo”, añade Camilo Andrés. Fue en el semillero de Aquí no hay artistas cuando el ilustrador empezó a trabajar con historias escritas. Julián Velásquez aportaba relatos que planteaban una serie de preguntas sobre la imagen, lo que significa y cómo problematiza la traducción de la realidad. De allí, por ejemplo, nace el ejercicio con El hombre ilustrado, un cuerpo vivo que cuenta y padece historias, ahuyentando a todos los que se acercan a él.  

“En el semillero nos traían un montón de textos y alrededor de esos textos había una serie de preguntas sobre la imagen. Me gusta leer los artículos y pensar qué imágenes voy a ilustrar, pensar cómo resolver un universo visual que le haga justicia a los textos”, añade Camilo Andrés. “Los textos en Vestigio, que son extraños y de ciencia ficción, me permitieron llegar a imágenes que solo existen porque conocí esos relatos. Es una relación que me gusta mucho. Hay unos elementos que aparecen en esas historias que me ayudan a pensar imágenes. Eso me interesa un montón”, complementa. Precisamente fue un texto de Vestigio el que le dio la excusa para participar el año pasado en el Salón Visual de Bacánika: sobre un papel milimétrico dos cuerpos se enfrentan en un baile o una lucha que recuerda el deporte sagrado del sumo. Alrededor suyo se intuyen elementos de un laboratorio, esbozados rápidamente en color rojo. Entre ambos cuerpos, dos esqueletos se erigen distraídos, uno negro y otro blanco, como si estuviéramos viendo la imagen negativa de uno y de otro.

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Esta ilustración, que quedó seleccionada para la pasada edición del Salón Visual, nace de un relato que Vestigio publicó, titulado “Un apocalipsis en la palma de la mano”. En el texto, un científico descubre la fórmula para la duplicación y, a través de las matemáticas y la física, explica la posibilidad de la contingencia, esto es, que cualquier cosa puede suceder. “Antes me enfocaba en la técnica y en dibujar, pero ahora estoy buscando sintetizar las ideas para construir una cápsula conceptual”, explica Camilo Andrés. “No se trata de contar todo, sino de insinuar en dónde estábamos, de sumarle capas de sentido al dibujo”, concluye.

La obra de Camilo Andrés es una en la que el artista y sus proceso están en primer plano. El interés por lo material, la textura y la marca del accidente se convierten en elementos visuales que resuenan y nutren la composición. Camilo Andrés es una persona metódica, una mano que ilustra y un ojo que observa. Observa con atención. Los resultados de su procesos son la confirmación de que cada paso del trabajo es importante, que cada eslabón del proceso le suma al resultado. Escapando a la realidad distópica que se plantea en el mundo de las artes, y que ya existía hace tiempo en los relatos de ciencia ficción que sirven para nutrir su imaginación, nunca una inteligencia artificial podrá crear estas imágenes. Porque no nacen de los datos, sino de la interiorización personal que cada uno de nosotros hacemos de ellos.

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Imágenes: Camilo Andrés

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Ignacio Mayorga Alzate

Literato e historiador del arte, selector de vinilos y periodista cultural. Aprendió a leer en silencio para que no se lo llevara el Diablo. Fanático de lo periférico, lo terrorífico y lo sangriento. Escribe frases largas y párrafos extensos. No muestra su rostro en video.

Literato e historiador del arte, selector de vinilos y periodista cultural. Aprendió a leer en silencio para que no se lo llevara el Diablo. Fanático de lo periférico, lo terrorífico y lo sangriento. Escribe frases largas y párrafos extensos. No muestra su rostro en video.

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