Los tatuajes no binarios de Sara Agustina

as mañanas de Sara empiezan con meditación, estiramientos y un saludo a su mamá. Toma el sol, absorbe la energía mañanera y solo después se sumerge en las dinámicas de ser artista y vivir de ello: publicar en redes sociales, contestar correos, mandar cotizaciones, interactuar con seguidores, agendar clientes.

Definir su trabajo no es algo que le interese, como tampoco lo es definirse a sí misme. Decir que es artista y también una persona no binaria es darle gusto a quienes insisten en etiquetarle de alguna manera, pero esa no-definición, y sobre todo el placer que le genera, se han convertido en su bandera: “siento que eso se refleja en lo que soy y en lo que hago, que también es un lugar de comodidad para une espectadore que busca no definirse y no aburrirse”.

Sara estudió artes visuales en Cali, donde vive ahora. Tiene una perra que se llama Meryl Streep (o Memi), y aunque le encanta la pintura, también hace ilustración digital, tatuaje handpoke y muralismo. No puede estar quiete porque tiene un sol en Géminis que le impulsa a estar en constante exploración de técnicas, expresiones e intereses que componen el universo que habita y que plasma en diferentes lienzos, y que se va llenando de elementos y símbolos: la astrología, la mitología mexicana, cuerpos no binarios, jarrones, su mamá que murió hace pocos meses.

La primera vez que agarró una aguja para tatuar fue de noche, en Bogotá, después del trabajo. Sara estaba haciendo su práctica en VICE y el desocupe (o el afán por siempre estar haciendo algo) le llevó a aprender handpoke. Eso fue en 2015. Dice que estaba chiquite y que sentía que podía con todo, y sí: sus amigues le prestaron sus piernas y costillas para que elle practicara, y se trasnochó muchas veces. Encontró la oportunidad, se aferró a ella y le dio con toda: ahora solo tatúa dos veces a la semana para poder tener tiempo de pintar y de existir. 

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El handpoke es un ritual que empieza con la disposición del espacio de trabajo y que alcanza su punto más trascendental cuando la otra persona está frente a Sara. La lentitud de la técnica, punto a punto, propicia una conexión muy profunda: “me obliga a desconectarme de todo y a enfocarme en entregar una energía linda. Intento poner conversa, que la gente se relaje o se ría. Si quieren estar en silencio, está bien. Que se sientan felices en su silencio o contándome cosas superíntimas, tramitando o exorcizando sus emociones”. El ritual termina con otros rituales: limpiar el espacio otra vez, bañarse con palo santo o con sal marina, agradecer y dejar ir el tatuaje que acaba de hacer, agradecer y dejar ir a la persona que acaba de conocer.

De manera muy modesta Sara dice que tiene una facilidad para las relaciones públicas, pero lo cierto es que le encanta hablar con otras personas y hacer que se sientan cómodas, y que eso hace que sus tatuajes tengan un significado consciente, energético y espiritual que quizá se percibe de manera diferente en sus pinturas e ilustraciones. 

Sobre lo que tatúa, depende. Parte de sus diseños están atravesados por aquello que le interesa, y en esa medida, son cambiantes: hace poco hizo un flash con diseños zodiacales, y también varios jarrones, un objeto que elle ve como una metáfora de sí misme: “quiero elegir de qué estar llena, quiero tener agua fresca para poder estar clara y tranquila y poder compartirme sinceramente con quienes me rodean. No sé si esta ‘metáfora’ es del todo precisa, pero sí sé que quiero llenarme de flores”. Aunque algunos de los diseños los hace en conjunto con su cliente, otros son dibujos que ella hace para sí misme. Justo antes de que su mamá muriera, Sara ilustró una mamá pájaro y una niña agarrada a ella. Abajo decía “no te vayas, pero si te vas, voy a estar bien”. Cuando publicó la ilustración, alguien que también había perdido a su mamá le escribió y le pidió que le tatuara esa frase.

Sara dice que lo aleatorio es parte de su obra y que ha aprendido a dejar de sentir culpa por ello porque sabe que los símbolos que dibuja y tatúa siempre cobran algún sentido después. Habla del tatuaje que le hizo en el tobillo a su mamá: una mano que sostenía una rama rodeada de estrellas y que ahora elle relaciona con sus últimos meses de vida, pasando las cuarentenas en el campo y manteniendo una huerta: “mi mamá se estaba yendo mientras traía a la vida un montón de plantas. El tatuaje representaba la huerta, que no sabíamos que iba a ser su último proyecto, y se fue con ella”. 

Su desafío ahora es aceptar que cada vez que se sienta a dibujar va a terminar hablándole a su mamá. Dejar de pensar que está siendo repetitive e ignorar la voz que dice “ya, supéralo”. “Cuando me hacen encargos la meto a ella ahí sin que nadie se dé cuenta. Todo el tiempo estoy intentando hacerle honor, desde la ilustración que me piden para un periódico hasta el cuadro que encargó una familia”, y en el fondo, trabajando para tenerse compasión por ello. 

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Sara estuvo en Bogotá hace poco. Tatuó y pintó un muro con el logo que había diseñado para Los Rulos Vinyl Club, un colectivo de melómanas que se reúne semanalmente para tocar acetatos, y recuperó un cuadro que había pintado hace tiempo: Sangrado corazón. La idea para el cuadro le llegó en Bogotá, mientras visitaba una iglesia en la que había una exposición, que coincidió con una obsesión suya por la iconografía religiosa y mezclarla con lo profano: “la iconografía religiosa tiene que ser o muy pulcra o muy sangrienta, y me ha gustado mucho también pensar en juntarla con cosas profanas como la menstruación. Mezclar lo sagrado con lo profano”. El cuadro es “ una pelada menstruando en una cama que es como la camita donde ponen al niño dios, acompañada de plantas y un murciélago. Lo que te dije: yo cojo una tómbola de todo lo que me gusta y ¡pra! Lo saco en una imagen”. 

Si el tiempo y el dinero fueran infinitos, a Sara le gustaría hacer una serie de pinturas que se acompañe de una serie de cerámicas que se acompañe con una serie de bocetos de ambas cosas. Que la gente pueda ver las piezas terminadas, los cadáveres, y también de dónde salió todo. Por ahora, está concentrade en equilibrar sus citas de tatuaje con proyectos de pintura e ilustración que otres le encargan y también que nadie le pide. 

Sara ha ilustrado para VICE, El Espectador y Sentiido, donde colaboró en un especial sobre personas no binarias que el medio publicó recientemente. En julio de este año participó en Constelación, un espacio francés de difusión artística y de solidaridad con la comunidad LGBTIQ+, y ahora mismo está produciendo una línea de ropa no binaria que refleja lo que elle quiere ver en la ropa que usa, y su creencia de que el género y la identidad también se expresan a través de la vestimenta.