Perú más allá de Machu Picchu
Sin despreciar el impresionante complejo inca, hay otros lugares de Perú que superan una postal.
Por supuesto, la vía más fácil para entrar a Perú es su capital. No hablaremos sobre Lima –que es mucho más divertida de lo que uno cree– porque la dejaremos para otra entrega. En este artículo proponemos un recorrido por la costa peruana, recomendado para viajes cortos y de bajo presupuesto a ese gran país andino. Moverse suele ser muy fácil y barato en bus y, para desplazamientos más largos, avión.
Paracas (a cuatro horas de Lima)
A medida que uno se aleja de Lima, hacia el sur, el paisaje se vuelve cada vez más y más desértico y polvoroso. En la plazoleta principal de Paracas, junto al embarcadero, podrá comer platos de mariscos de 15 a 30 soles. Sin embargo, el principal atractivo de este punto son las Islas Ballestas, conocidas por tener un gran número de leones marinos, pingüinos y miles de aves endémicas y de paso, además de que la superficie de sus islotes muestra un color cobrizo gracias a ciertos metales. Este es como un Galápagos en miniatura que se recorre en lancha durante una mañana.
Huacachina (a una hora de Paracas)
En la costa de Perú se encuentra este oasis, obviamente, en medio de un desierto –a pocos minutos de la ciudad de Ica–. Huacachina es un pueblo pequeño que tiene en su centro una laguna color verde en la que adultos, niños y perros se divierten. Tiene variedad de restaurantes –algunos sobrepasan los 25 soles, unos 22.000 pesos colombianos– por lo que puede elegir entre comer ahí o ir a la plaza de mercado –a diez minutos caminando– a probar precios más cómodos. Si quiere bailar, existen varios clubes que rodean la lagunita y abren hasta las seis de la mañana; hay que aclarar que la combinación de salsa y reggaetón está revolucionando las pistas de baile peruanas, así que prepárese para el perreo. Las dunas son lo más sorprendente de este lugar: hay paseos en buggy que incluyen sandboarding (no se preocupe, no hace falta ser experto para resbalarse en la arena y las posibilidades de un accidente son casi nulas) por precios entre 20 y 50 soles.
Nazca (a tres horas de Huacachina)
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Si quiere fotografiar en todo su esplendor las líneas de Nazca –que también se puede escribir Nasca–, lo más recomendable es que no coja las avionetas porque tienen vidrios gruesos con poca visibilidad y los vuelos son costosos (230 soles). Si sube a los miradores, a donde se puede llegar en taxis locales, alcanzará a ver algunas de las líneas –existen las originales y las realizadas por Greenpeace–.
Pero la magia de Nazca no acaba en sus líneas que para muchos son alienígenas. A casi treinta kilómetros de la ciudad, está Chauchilla, una necrópolis preincaica que conserva momias y restos en sus tumbas originales. A pesar de los continuos saqueos, los cuerpos siguen bien conservados –por el clima desértico–.
Trate de no dormirse o quedar atrapado en su celular mientras viaja: las rocas que rodean esta zona no solo tienen una que otra línea o símbolo, sino que también resplandecen al sol con colores marcianos gracias a los metales presentes en sus montañas y a las planicies que se han ido oxidando a través de los años.
Valle del Colca (a nueve horas de Nazca)
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Si quiere atravesar este valle y sobrevivir sin morir o desmayarse en el intento, es mejor que llegue al pueblo de Chivay para que se vaya acostumbrando a la altura que va desde los tres mil hasta los cuatro mil metros. La noche puede costarle entre 10 y 25 soles y un plato de comida, entre 6 y 20.
Además de Machu Picchu, en Perú hay más de treinta ciudadelas prehispánicas que se han conservado. Una de ellas es Maukallaqta o Uyo Uyo, de la cultura Collagua, ubicada en Yanque, a diez minutos de Chivay. Sus casas y templos se mantienen en pie pero los restos de tumbas y arte han desaparecido poco a poco por culpa de los guaqueros.
El cañón del Colca es el segundo más profundo del mundo y uno de los mejores lugares para ver al cóndor andino de cerca –es posible si madruga, así que no se enfieste la noche anterior–. A lo largo de todo el valle verá algo muy similar a ciertas estructuras indígenas: escalones en las montañas para lograr una mejor distribución del agua.
Lago Titicaca (a cinco horas desde el Valle de Colca)
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Para llegar a este gigantesco cuerpo de agua, que colinda con Bolivia, tiene que parar en la ciudad de Puno, una suerte de Bogotá comparable por el tráfico y el frío. Aquí puede encontrar hoteles y hostales a precios cómodos y comida desde 6 soles.
Para navegar el lago, tome una lancha de motor –entre 40 y 50 soles– que lo lleve a conocer las tres islas que hacen parte del Perú: Uros, Tequila y Amanti, islotes artificiales que flotan gracias a un tejido de totoras o khili que se entrelazan para formar el suelo.
En las islas conviven poblaciones de la cultura aimara y quechua que venden una amplia variedad de objetos, como tapetes con figuras de indígenas y animales. Si le cobran más de 70 soles por estas piezas, puede estar pagando de más, así que tenga cautela con el dinero.
En contraste con su tradición en lengua, arte y costumbres, los aimaras y quechuas han aprendido a incorporar elementos modernos como paneles solares, así que no se sorprenda al caminar entre las totoras y tropezarse con un cable.
// Fotografías: Andrea Melo Tobón y Daniel Páez //
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