Rumbo a Gorgona
no de esos destinos obligados para quienes disfrutan de las profundidades del mar. Ubicada en el Océano Pacífico colombiano, la isla Gorgona es un paraíso natural al que llegan cientos de especies de aves migratorias y marinas, entre ellas dos de los gigantes de los mares: el tiburón ballena y las ballenas jorobadas.
Poco a poco comenzó divisarse entre las aguas la figura de un tiburón gigante que nadaba de manera relajada, apenas moviendo las aguas, mientras nosotros luchábamos contra la corriente que esa mañana azotaba “El mirador”, uno de los 14 spots de buceo que ofrecen los alrededores de la isla Gorgona. Los primeros buzos en verlo comenzaron a hacer sonar sus llamadores, capturando la atención de todo el grupo. Fue cuestión de minutos para que el tiburón ballena se presentara ante nosotros, en pleno, con sus más de 5 metros de longitud, sus manchas bien marcadas y su andar sereno y solitario.Todos quedamos estupefactos. Como pudimos nos agarramos de las formaciones rocosas que conforman aquel ecosistema submarino para evitar que la corriente arrastrara con nosotros, y entre la excitación y el asombro nos dedicamos a disfrutar de aquel espectáculo de la naturaleza durante los pocos minutos que duró. Rápidamente el tiburón se perdió en medio de la corriente nadando hacia al fondo, siendo imposible seguirlo.
La emoción o el miedo del inesperado encuentro, según el caso, hizo que algunos respiraran en exceso el aire de sus tanques. Una vez en la superficie todos gritábamos de emoción, habíamos sido testigos de uno de los gigantes del océano, una especie en vía de extinción, inofensiva para los seres humanos, que pese a su gran tamaño solo se alimenta de plancton y pequeños peces. Aquella mañana nos dimos cuenta de lo insignificantes que somos nosotros, los humanos.De vuelta en el María Patricia –la embarcación que nos condujo desde el puerto de Buenaventura hasta Gorgona en un viaje de cerca de 10 horas en mar abierto, y que durante los últimos días había sido nuestro lugar de descanso, restaurante y hotel– compartimos nuestra aventuran con el capitán, Harold Botero, un experimentado buzo quien ha explorado estas aguas desde la década de los 70, cuando la isla todavía funcionaba como cárcel y el gobierno lo encomendó a enseñarle a un grupo de presos las artes de la pesca submarina, para así abastecer con alimentos a las más de 2.000 personas que por ese entonces habitaban Gorgona.
A bordo del María Patricia
El verdor de la selva húmeda tropical de la isla se confunde con el del mar. Sus tonos son más intensos en las primeras horas de la mañana cuando el sol logra colarse por los nubarrones que generalmente cubren el cielo en el Pacífico. Esa es la hora cuando comienza el movimiento en el María Patricia. Las señoras de la cocina comienzan a servir los desayunos, la tripulación llena tanques sin parar y los buzos medio adormilados andan de un lado a otro de la embarcación armando sus equipos, poniéndose los ajustados trajes, buscando sus máscaras y aletas y acomodando el peso de su lastre. Todo debe estar listo para cuando el “capi” de la orden de ir al agua.
La regla en el María Patricia es ir a la cama temprano y salir de ella temprano, todo con el fin de hacer el máximo de inmersiones posibles, siempre teniendo en cuenta las normas de seguridad establecidas. La primera de ellas es en un lugar llamado “El Planchón”, que como su nombre lo sugiere se trata de un antigua plataforma, hundida a 14 metros de profundidad, en donde se ha creado un ecosistema marino en el que viven pargos, jureles, barracudas, morenas y si se tiene suerte, tortugas. Este buceo de poca profundidad y con condiciones tranquilas, se utiliza como una inmersión de adaptación, para familiarizarse con el equipo, conocer las condiciones del lugar y afianzar las habilidades de los buzos.
En superficie botes inflables vigilan a los exploradores marinos, siguiendo sus burbujas, y los esperan para llevarlos nuevamente a la embarcación, donde siempre hay bebidas y snacks disponibles y agua dulce para retirar el salitre tanto de los equipos como de la piel. Los intermedios entre inmersión e inmersión varían dependiendo del tiempo y la profundidad de cada buceo, y son un momento ideal para disfrutar de las vistas que ofrece Gorgona, nadar, tomar una siesta, leer, hacer nuevos amigos o simplemente tirarse al sol.
Durante el primer día el María Patricia permanece anclado en uno de los costados de la isla. En una sola jornada se pueden llegar a realizar en promedio 3 inmersiones diurnas y 1 nocturna, esta última se realiza nuevamente en “El planchón”. Aunque para muchos adentrarse en las profundidades marinas durante la noche puede llegar a hacer una experiencia inimaginable, en realidad es un momento único en el que la oscuridad cobra vida y es posible apreciar las diferentes dinámicas de estos ecosistemas (hay algunos animales que solamente son activos en la noche). El gran espectáculo son los pargos de gran tamaño cazando de noche, a los que se les puede ver incluso desde el barco, cuando se prenden los reflectores que apuntan al agua y estos saltan detrás de los peces voladores.
Uno de los spots de buceo más populares a este lado de la isla es la “tiburonera”, a 30 metros de profundidad. Una formación rocosa cuya caverna sirve de resguardo a los tiburones nodriza. Más adelante se encuentra la “Plaza de toros”, donde por lo general se encuentran los tiburones de arrecife aleta blanca, también son muy comunes las morenas de gran tamaño y las barracudas.
El buceo termina en “La Parguera”, a tan solo 7 metros de profundidad, un lindo arrecife coralino rico en fauna y flora marina.
Si las condiciones lo permiten, el segundo día las inmersiones se realizan al otro lado de la isla. Los spots más frecuentados son Montañitas I y Montañitas II. En este costado también se encuentra Playa Palmeras, el lugar de desove de las tortugas. Al final de la tarde el María Patricia vuelve a anclarse frente a “El Planchón” y es este costado de la isla donde se hacen el resto de los buceos, antes de partir nuevamente a Buenaventura.
Fue justamente en una de nuestras últimas inmersiones cuando nos topamos con uno de los gigantes de los mares, y cuando el “capi” ya en cubierta nos contó, en una de las tantas conversaciones que tuvimos cuando ya había terminado la jornada, los tanques estaban vacíos, los trajes de neopreno colgados en cubierta, el sol se escondía detrás de la Gorgona y el María Patricia parecía levitar sobre las aguas del pacífico, que “antes era común ver en Gorgona varios tipos de tiburones, muchos más que ahora”.
*Nota: este viaje fue realizado en las primeras semanas de junio, cabe anotar que dependiendo de la época del año las condiciones marinas cambian.
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