Un Nuevo Error: el espacio de encuentro para creativos en Medellín
Medellín vive un emocionante momento para el diseño, la ilustración y la gráfica. Toda una generación de jóvenes creativos se da cita en espacios ubicados en los barrios Belén, Laureles y en el centro de la ciudad. Un Nuevo Error es uno de ellos.
El 11 de mayo de 2018, en una esquina del barrio Belén Granada en Medellín, hubo una fiesta. El diseñador gráfico David Rodríguez y el ilustrador Alejandro Metaute habían decidido inaugurar una nueva forma de habitar ese espacio que ya conocían. Habían llegado a trabajar a esta casona vieja y amplia cuando allí operaba el colectivo Por Estos Días pero cuando estos decidieron irse, David y Alejandro no los siguieron y en cambio se hicieron cargo. Querían un sitio para compartir herramientas, para hacer trabajo colectivo, una casa que además fuera oficina, parchadero y auditorio. Entonces convocaron personas, pusieron música y una piñata que en algún punto se confundió con una pared y terminó llena de huecos. Llegó la policía. Así se abrieron las puertas de Un Nuevo Error.
Belén Granada es un barrio semi industrial en el occidente de la ciudad; hay talleres, bodegas y la fábrica de helados Bugui. Hay casas que resisten, edificios donde alguna vez hubo una casa enorme, una tienda que pertenece a alguien llamado Andrés, una revueltería histórica –el Yucal– y una fábrica de buñuelos legendarios. En el cruce de la carrera 73 y la calle 29 hay una casa esquinera de techo de barro mitad pintada de blanco hueso y mitad verde eucalipto intenso. Es una residencia de esas presididas por un patio central al que le entra el sol y que está rodeado por habitaciones que incluye una gran cocina. Un Nuevo Error usa las habitaciones como talleres múltiples y la cocina como punto de encuentro y expendio de pola, agua fría y papitas de limón.
El espacio se llama Un Nuevo Error porque quieren invitar a los habitantes a experimentar y hacer cosas sin miedo, pero también porque pensaban que el proyecto de esa casa común iba a salir mal y entonces querían eso: un nombre sin expectativas. Ya han pasado cuatro años y sobreviven, pero todavía se sienten al borde de un abismo en el que aún no caen, pero sabiendo que puede estar cerca el derrumbe.
Según escriben sus fundadores allí están bienvenidas las feas artes, esas que operan así: “Manuscritos y bocetos mejoran con tachones. Si se avería, arréglalo. Si sobra, úsalo. Si se acaba, despídete. Si se hace, diviértete. Aprende y vuelve a empezar. En el carrusel somos pasajeros. Flores para los artistas ingenuos. Abrazar un error es dar un gran salto”. Sin poner ningún tipo de filtro ni condición, los habitantes de la casa suelen estar relacionados con la autopublicación, la ilustración, las narrativas gráficas o artes afines. Han estado allí artistas como Alejandra Tilano, Elizabeth Builes, Raeioul, Juan José Bianchi y cada tanto se renueva la camada.
Yapi, por ejemplo, es ilustradora y tatuadora. Llegó porque allí se reunían a veces con el laboratorio de Cómic Chimenea, y justo eso fue lo que la atrapó: encontrar un espacio de coworking donde además confluyen encuentros, eventos culturales, lanzamientos, colaboraciones entre artistas. Quería esa combinación no siempre fácil de encontrar: buena socialización y buen trabajo. “Aquí hay gente que tiene mucha experiencia con la imagen, que para mí es una ganancia muy grande al poder tener su retroalimentación y compartir proyectos”, dice.
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También ha sido la casa de sus tatuajes. Cada tanto llegan personas nuevas que no saben que Un Nuevo Error es también casa de tatuajes y rápido se convierten en clientes para Yapi. A veces saca la camilla al patio para sentirse como en un spa, a veces hay eventos de flash tattoo con muchos públicos que trae tener habitantes tan diversos. Un Nuevo Error puede ser cualquier cosa. Yapi dice, además, que entre la amplitud, la luminosidad y la disposición, en esta casa todos caben.
También hay quienes hablan otro lenguaje alejado de las artes gráficas y encuentran allí un refugio. Mariana White es periodista y gestora de experiencias en Mutante. Llegó a Un Nuevo Error por vecina; vivía a dos cuadras en la casa de la abuela, es decir, en una casa llena de ruido: el teléfono que suena, visitas sin aviso e interrupciones. Necesitaba algo de calma para poder trabajar y encontró en Un Nuevo Error esa tranquilidad y cierta fascinación por lo impredecible. Por los encuentros espontáneos en la cocina que terminan a veces en un parche en el Yucal, por las voces distintas que llegan siempre y por ver los procesos tan diferentes a los suyos.
Va todos los días de la semana. Ya había trabajado en oficinas pero llenas de periodistas a quienes les cuesta un poco hablar de otra cosa que no sea la labor o la realidad, por eso llegar a esta casa fue una especie de respiro; acá sí se habla de actualidad, cuenta, pero además son hábiles compartiendo su mirada, sus procesos y llevando la conversación a un nivel a la vez enriquecedor y divertido. También ha aprendido una lección simple que le ha matado algunas ansiedades: “no hay que buscar no equivocarse”.
Hay diferentes maneras de llegar a Un Nuevo Error. Por proximidad, como Mariana, o por la búsqueda de compañía temática como Yapi. También es posible llegar como residentes. Así le pasó a José Olascoaga que es uno de los historietistas de la casa y que la primera forma de habitarla fue a través de una residencia de tres meses que no es habitacional sino que brinda el espacio de trabajo mientras el residente adelanta un proyecto. Para José fue un momento de adelantar su novela gráfica autobiográfica –en la que aún está trabajando– y de encontrar el sitio que prefiere para pasar sus días.
José va todos los días de la semana a Un Nuevo Error y dice que desde que llega es como una “fotocopiadora”. Dibuja todo lo que puede. Va a dar una vuelta por el barrio cuando hace buen día y comparte su trabajo, “Aquí hay personas que admiro y que pueden darme una opinión respetuosa e informada y yo lo aprovecho. Me gusta estar aquí porque a pesar de que cada uno está en su trabajo, hay cierta colectividad en la que si a uno le va bien, a todos nos va bien”. De sus compañeros busca la opinión pero además los métodos, los referentes y el descubrimiento de la diferencia que le dicta que hay muchas maneras de hacer.
Las residencias como la que hizo José muchas veces terminan también en apoyos con talleres y asistencia a los eventos que suelen realizar en Un Nuevo Error. Hay unos –la mayoría– que son mediados por la casa pero no gestionados por ella como fiestas, encuentros de colectivos y cenas. Pero hay otros que sí hacen parte de la intención de Un Nuevo Error de visibilizar lo que pasa alrededor del fanzine, la autopublicación y las narrativas híbridas.
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Cocodrilos, por ejemplo, es una feria que arrancó en el 2019 y es de carácter formativo y especializada en publicaciones ilustradas locales. Los residentes suelen participar en la programación que incluye muestras de procesos, lanzamientos y charlas. De ahí nació también una fanzinoteca digital donde hay más de 90 títulos de descarga gratuita y que está en camino a convertirse en un espacio de la memoria gráfica del país, pues tienen publicaciones paisas –claro–, pero también caleñas y rolas.
Además de Cocodrilo, otra iniciativa de Un Nuevo Error alineada con la misionalidad de la casa y sus habitantes es El Salón de Errores que ya completó su primera versión donde hubo una muestra de errores enfocados en creaciones, productos expresivos y artísticos: grabados que salieron mal, artículos sin editar y sin ser publicados y hasta errores en la cocina. Hubo también un carrusel íntimo donde algunos creadores compartieron la historia detrás de sus errores e incluso su relación con este concepto enorme y útil.
Para Un Nuevo Error y todos quienes habitan allí, equivocarse está permitido y hace parte de la búsqueda. Incluso, a veces, constituye el resultado. Esto hace que sea un espacio seguro donde todos –fijos y visitantes– pueden ver en el proceso el sentido del quehacer y en el error una manera generosa de creación.
En esta casa suelen haber unas tres o cuatro personas por habitación. Hoy hay 18 personas y cada estación está hecha a la medida de las necesidades del habitante pero en general suelen tener mesas, afiches colgados en las paredes, postales a la altura de la mirada de un cuerpo sentado, objetos que son recuerdos, libros y diccionarios.
Hay otras estaciones más particulares, como la de Natalia Tejada. Natalia es politóloga, graduada de la Universidad Nacional de Colombia. Un poco antes de graduarse, comenzó a estudiar joyería, algo que quería hacer desde pequeña. Empezó, a la par de las clases, a comprar todas las herramientas para sus joyas pero rápidamente se quedó sin espacio en su casa y le tocó mudar el taller. En la búsqueda, recordó que muchos de los ilustradores que seguía compartían una casa en el barrio Belén Granada y allí llegó. Se encontró con personas con oficios diversos y un espacio acogedor a medio camino entre la creatividad y el encuentro.
Su taller queda en la primera habitación de la casa y aunque tiene, como todos, una mesa de trabajo, también guarda todo lo que requiere para hacer las joyas para su marca Natío. Como tiene otro trabajo de politóloga, a veces va dos o tres veces por semana pero también puede llegar a perderse por meses. Siempre que llega primero se dispone a limpiar todo lo que necesita, que es mucho. Su taller, entonces, se ve así: hay una mesa alta con una piedra, varios cajones chiquitos y alargados sobre la que cuelga una placa con alicates y martillos; hay un fogón con una olla de peltre blanca, hay una prensa alta y robusta, hay cajas e implementos en el suelo y colgados en la pared.
Antes, cuentan quienes se han acercado a la casa y conocen de antaño lo que ha sucedido en el barrio, allí residían familias, hubo un negocio familiar y un negocio electrónico. Pero hoy parece difícil imaginarse el barrio sin esta esquina fértil para la creación. No saben si tarde o temprano venderán la propiedad para que cumpla el destino predecible y trágico de convertirse en un edificio, pero por ahora el plan continúa siendo quedarse, hacerse cargo. La casa es agradecida, salvo algunos problemas con el techo. Aunque se han dado cuenta que cuando los talleres se despueblan y las habitaciones están más vacías, la casa se cae más. El cometido entonces, es que muchos se den cuenta que todos caben en Un Nuevo Error.
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