Ursula Meier, un retrato familiar cubierto de nieve
La directora francesa, invitada a la pasada versión del BIFF, ha hecho fama mundial con filmes que fijan la mirada en las tensiones entre lo familiar, lo disfuncional, la fragilidad y el amor. Una entrevista y perfil al trabajo de esta cineasta de las metáforas que se esconden en nuestros vínculos más azarosos y, supuestamente, entrañables.
Ursula Meier acepta riendo que quizás su visión sobre el amor no es aquella con la que asociaríamos al cine francés. Después de todo, en los últimos quince años se ha dedicado a explorar precisamente los límites de este sentimiento al que tantos parecen querer dedicarle canciones sin explorar cuán profunda puede ser la herida que dejó la flecha de Cupido, cuán restrictivos pueden ser los vínculos de sangre que nos unen como presos encadenados, todos los silencios que tenemos que guardar para decirle a nuestros allegados cuánto los amamos.
Nacida el 24 de junio de 1971 en Besançon, Francia, pero formada en Suiza, Ursula Meier ha dejado su huella en el cine con su capacidad para explorar temas sociales y familiares de manera sensible y provocativa. Se dio a conocer internacionalmente con su película Home (2008), que recibió elogios de la crítica y varios premios. Le siguió Sister (2012), seleccionada como la entrada suiza para el Premio de la Academia a la Mejor Película en Lengua Extranjera. La película examina la relación entre un niño y su hermana mayor, quienes viven en una estación de ski donde ella intenta conservar un trabajo mientras él hurta objetos de los ricos esquiadores, los repara y los vuelve a vender para mantener a su hermana.
La cinematografía de Ursula Meier se caracteriza por su atención a los detalles, su enfoque en los personajes y su habilidad para abordar narrativas complejas con sensibilidad. Su contribución al cine contemporáneo ha sido reconocida tanto a nivel nacional como internacional. Por tal razón, fue una de las directoras invitadas a manera de homenaje en el pasado Bogotá International Film Festival (BIFF), en el que se proyectaron algunas de sus películas históricas, además de The Line, estrenada en 2022.
Home y el origen del viaje
“Estoy muy sorprendida porque la película está ahora más conectada con el mundo contemporáneo. Eso es muy extraño”, reflexiona Meier sobre el impacto quince años después del estreno de Home, una película sobre una familia a la que, después de diez años de obra negra, les construyen una autopista al lado de su casa. Resignada, la familia intenta continuar con sus actividades cotidianas, aunque muy pronto se da cuenta de que le será imposible sobrevivir con el ruido y la polución. Incapaces de abandonar el hogar que han construido por la frágil salud mental de la madre, la familia convierte su hogar en un búnker en el que no puede entrar el ruido. Ni el aire.
“Por supuesto que la película no trata sobre la polución y esos problemas. Es una metáfora al ver al mundo como una autopista: polución, ruido, agresividad. Es una especie de guerra, y en eso estaba pensando cuando la escribí. Ahora el tema es Palestina e Israel, pero durante el proceso de escritura pensaba en eso, que esta autopista es una metáfora para muchas cosas pero, sobre todo, [de] la guerra”, explica. “Porque el amor puede matarnos, puede llevarnos a convertir nuestra casa en un búnker. Es difícil entenderlo: pero puedes llegar a matar a alguien por amor”.
Ya en Home, Meier empezó a interesarse por las difíciles dinámicas familiares, presentando un retrato cercano a la realidad de muchos hogares más allá de la perfecta fotografía que acompaña a los portaretratos que venden en masa en las tiendas de cadena: todos sonrientes e impolutos. Si bien la película no presenta una violencia en el centro de la familia, se ocupa de mostrar cuán frágiles pueden ser los seres humanos, cómo entran a vulnerarse ideas monolíticas como la masculinidad paternal cuando el mundo intercede en los procesos vitales de las familias. Además, fue en esta película que Meier comenzó a trabajar con el actor suizo Kacey Mottet Klein, quien, al momento de la filmación, tenía nueve años al momento de la filmación y que la ha acompañado en casi todas sus películas desde entonces, exceptuando The Line de 2022.
Familia es familia
No hay en el mundo una institución tan central como la de la familia, sea en Francia o en China, incluso en Colombia. Sobre esta piedra angular se han erigido los valores y sobre ella construimos nuestra identidad, siendo el primer lugar de aprobación o censura cuando empezamos a descubrir el mundo. En ese sentido, Meier parece no trabajar con personajes sino con la noción comunitaria de la familia, subvirtiendo imaginarios y relatos manidos a fuerza de repetirse tantas veces. “En este momento se está abandonando la idea de comunidad. Ya no es algo en lo que confiamos”, explica. “Es un pensamiento más individualista. Por eso la familia es esta última comunidad. Es muy extraño cómo las personas se enquistan y se aferran a su familia porque con las redes sociales la familia más cercana se vuelve el último lugar al que puedes acudir”.
En las películas de Meier la obligación y la responsabilidad, la culpa y la manipulación, la tragedia y las pequeñas victorias se entretejen en un tapiz sombrío que se enmarca como memento en las paredes desleídas de hogares frágiles y rotos. The Line es particularmente incisiva en este aspecto. La cinta estrenada el año pasado trata de una familia completamente desestabilizada por la ira de su hija mayor, Margaret Celestini (Stéphanie Blanchoud), a quien se presenta como responsable de una granizada de platos rotos y discos de vinilo arrojados a su madre Christina (Valeria Bruni Tedeschi) antes de ser expulsada de la vivienda que comparte con su progenitora y sus hermanas. El incidente conduce a una orden de restricción que le prohíbe acercarse a 100 metros de la casa, un perímetro que su hermana menor Marion (Elli Spagnolo) decide pintar alrededor de la propiedad tanto para proteger a su madre como para evitar que Margaret se ponga en peligro, dado que este ataque de ira fácilmente podría repetirse.
“Pienso que la manera como creciste junto a tu familia es un reflejo de lo que ahora eres como adulto. Es la razón por la que somos como somos”, reflexiona Meier, mientras vuelve a la historia de la familia Celestini. En el seno de ese hogar, el amor por la música se ha transmitido de generación en generación, pero también un sentimiento de furia dado que Christina, la madre, claramente se resiente por el hecho de que tuvo que renunciar a una prometedora carrera como pianista una vez que tuvo hijos, siendo Margaret el primer retoño de este jardín descuidado. “En The Line vemos al final y al principio a la madre de Christina, el personaje que interpreta Valeria Bruni, porque es importante para entenderla. Es algo que no explico, pero que la gente puede ver. Poder ver a una abuela medio loca, explica parte de la dinámica entre madre e hija”.
La distancia insondable
“Trato de no irme por lo fácil. Porque, cuando estás escribiendo, existe una tradición y unos temas conocidos que son más sencillos de abordar, en los que hay mayor drama”, explica Meier sobre su interés en las familias disfuncionales. “Trato todo el tiempo de salirme de lo que ya se ha dicho, de lo que ya se ha hecho, de profundizar en las relaciones más complejas, porque ese es el cimiento y si lo martillamos podemos analizar casi clínicamente cómo se construyen las personas. Es difícil escribir porque no hay una manera sencilla. Cuando comienzo a escribir, la idea es que el espectador no empatice directamente con el personaje principal. Pero al final lo ama. El filme se convierte en un viaje para sentir y encontrar la fragilidad del personaje”.
Las cintas de Meier representan de una manera poderosamente visual esos milímetros de piel que nos separan del otro en el abrazo. Hay una distancia imposible de sortear, un mínimo resquicio que adquiere profundas dimensiones emocionales cuando reparamos en que nunca podremos complacer plenamente a nuestros padres en sus aspiraciones proyectadas sobre nosotros o que, como progenitores, somos incapaces de acceder a la mente de una persona que tiene nuestros rasgos repetidos en su rostro, a quien no podemos proteger plenamente de los peligros del mundo exterior fuera de los muros que hemos erigido para ellos.
Quizás en su trayectoria no haya un mejor ejemplo que el difícil personaje de Louise en Sister, interpretado con maestría por una Léa Seydoux quien ya había empezado a hacerse un nombre internacional, previo al éxito de Blue is the Warmest Color o las dos cintas en las que asume el rol histórico de la chica Bond. La película funciona como una dolorosa reflexión sobre la culpa y el silencio, sobre las familias disfuncionales y la soledad. “Louise en Sister le dice cosas terribles a Simon; no trabaja, no nos gusta su personalidad. Empiezo con eso y realmente quiero que durante la película empecemos a quererla. Es interesante ver cómo todo se transforma”, reflexiona Meier sobre el personaje de una mujer quien quiere convencer a todo el mundo de que su pequeño acompañante es su hermano, antes que aceptar que es un hijo que tuvo para probarle a todo el mundo que podía tenerlo después de que su familia le reiterara que era incapaz de ser una madre.
Mientras tanto, en The Line, todos han tenido que convivir con la idea de tener una madre que parece no querer serlo en primer lugar. “La madre es una víctima en The Line y durante la película sentimos que todo cambia y tal vez resulte que Margaret, la hija, sea la víctima. A nivel psicológico. Me gusta jugar con eso. No es fácil no escribir para mí, porque es complejo ir, investigar y entender. Me alegra mucho que las películas gusten en distintos países porque trato de ser universal cuando las escribo. Es realista en el sentido de cómo se sienten los personajes, no desde un enfoque documental”.
En la piel del personaje
“No hablo mucho del pasado de mis personajes durante la película. Hay indicios, un trasfondo. No doy mucha información”, explica Meier sobre cómo construye los personajes de la mano de sus actores, quienes terminan convirtiéndose y entendiendo mejor que la propia directora. “En Sister, por ejemplo, sabemos que su familia le dijo ‘No tienes que quedarte con este bebé’. Louise lo menciona en algún momento cuando está en la cama con Simon. Es un pequeño indicio, pero es importante porque con Léa hablamos muchísimo sobre el pasado de su personaje. Hablo mucho sobre el personaje con los actores: qué hacía cuando era joven, cómo se sentía. Imagino circunstancias sólo para saber cuán difícil fue para ellos llegar al lugar en el que ahora están, cómo es ser una madre soltera tan joven y siendo tan hermosa, el tener que renunciar a eso”.
Una vez sus actores se convierten en los personajes, durante el rodaje, se olvida todo cuanto se ha dicho, pues ya son otras personas. “Creo que el guión es muy importante para construir estos personajes. Shock Waves, que es una historia basada en la vida real, es sobre un hijo que asesina a sus dos padres, es la primera vez que hago esto. Kasey, el actor, entró a un espacio que es extraño de conocer en una película”, explica sobre la experticia que ha adquirido el joven actor que, de alguna manera, formó la directora. “Un día este adolescente se despertó y dijo ‘Tengo que matar a mis padres’. Es muy difícil interpretar a esa persona como actor. Y como director fue también complejo. También sé que para Kasey era importante leer mucho sobre este chico, ser este chico, convertirse en este chico”.
“A veces utilizo un metrónomo para ver qué pasa si hacemos más rápida la escena. Son herramientas. Es chistoso porque para Home me di cuenta que no dirigía a los actores sino a los personajes que estaban interpretando”, reflexiona. “Por ejemplo, el personaje de Marion es muy científico entonces hablamos mucho con la actriz que la interpreta, Madeline Budd, y lo preparamos, por supuesto. Pero en el set, la dirigí de una manera muy científica: vas a entrar a la escena, esperas tres segundos y luego, durante dos segundo, vas a murmurar para luego subir la voz. En cambio, a Kasey lo dirigí más de manera física, explicándole los gestos y su personaje resultó siendo una persona llena de gestos y movimientos. No tengo un único método, experimento constantemente porque somos humanos y cada uno de nosotros es diferente. Me adapto conscientemente con relación a la persona que tengo frente mío”, concluye.
El trabajo de Ursula Meier cubre un cuerpo pequeño de películas en las que se ocupa minuciosamente de cada detalle. En cada línea de diálogo y sobre todo en cada silencio, la directora nos invita a reflexionar cómo los cuerpos individuales se constituyen dentro del marco del gran cuerpo social. Así, sus películas son agudas reflexiones sobre los sacrificios y derrotas que asumimos para hacer felices a quienes nos aman. A pesar de nosotros mismos, dejando de lado también nuestros sueños y deseos más recónditos.
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