Acné: cuando el remedio es peor que la enfermedad
Tomar medicamentos contra el acné dañó mi estómago e hígado y me dio depresión. Y no, no se me quitó. Estas son algunas cosas que no nos dicen en voz alta sobre estos tratamientos.
l primer granito se asomó en mi frente cuando tenía doce años y mis papás lo vieron como algo normal. “Nuestra niña ya es una mujer”, decían. Me dieron aguas de apio y de ortiga y me pusieron a dieta por la falsa idea de creer que la comida tenía algo que ver con esta enfermedad. El horror.
Ir a la tienda por la cebolla y el tomate del almuerzo, o a una fiesta en la casa de mis amigos del barrio, era un acto de valentía. Mi mamá o mis amigas tenían que convencerme de que no era “tan grave”, hasta que salía y la mirada de todos se clavaba en mi cara. Siempre lloraba en el baño o me empañetaba la cara con maquillaje, lo que empeoraba todo.
Cuando me gradué de la universidad me di cuenta de que no era normal que a mis veintiún años tuviera tanto acné, así que, desesperada, fui a ver una dermatóloga para preguntarle por una droga que, había oído, dejaba la cara libre de todo mal. Ella me la recetó, no me hizo exámenes y no indagó en mi salud más allá de mirarme el rostro con detenimiento. El medicamento era Roacután. Me dio algunas recomendaciones como que no podía tomar alcohol o exponerme al sol y, sin más, acepté y comencé a tomarlo.
Además de la resequedad y la intolerancia a algunos alimentos, mi humor cambió drásticamente: no salía de mi cuarto, no hablaba con nadie y lloraba hasta porque el viento soplaba. No voy a decir lo que llegué a pensar hacer en ese tiempo, solo diré que consideraba que ocupaba espacio, y antes no era así. Si estaba triste, lloraba, comía dulces y veía películas, todo tenía solución, en cambio, en ese momento estaba hundida en un tedio y dolor continuo que solo se iba cuando dormía. Finalmente fui al médico y me diagnosticó depresión leve que traté con antidepresivos y gotas homeopáticas, pero la verdadera mejoría la sentí cuando dejé de tomar Roacután, aunque ya no soy igual a la persona que era antes de tomarlo. Nunca seré igual.
¿Qué había hecho mal?, ¿no había tomado la dosis juiciosa?, ¿era normal sentirme como una mierda?, ¿la doctora realmente me había dicho todo lo que tenía que saber de esta droga?, ¿era la única que sentía eso? Al hacerme estas preguntas, comencé a indagar sobre las consecuencias de este y otros medicamentos que los médicos, en medio de su automatismo, a veces olvidan advertir. Hay que aclarar que las investigaciones de laboratorios, universidades y revistas médicas generalmente hacen un muestreo pequeño con condiciones específicas por lo que no es sensato tomar todos los estudios como una verdad irrefutable, aunque sí es importante mantener una actitud incrédula y tener todas las cartas sobre la mesa.
Por ejemplo, en un estudio de la Asociación Médica Norteamericana “el uso de Isotretinoína (Roacután) en el tratamiento de acné moderado y severo en adolescentes no aumentó los síntomas de depresión. Por el contrario, el tratamiento del acné con Isotretinoína se asoció con una disminución de los síntomas depresivos”. Por otro lado, una investigación publicada en la Revista Mundial de Psiquiatría estableció que “se discuten puntos de vista opuestos sobre el papel de la Isotretinoína en la aparición de la depresión. Incluso si los riesgos de suicidio parecen débiles, se debe introducir un principio general de control de la terapia del paciente. Se requieren más estudios para establecer vínculos con el trastorno bipolar y la psicosis durante la terapia con Isotretinoína”.
Estos análisis no son definitivos, pero me ayudaron a entender que no, no había hecho nada malo, no era normal sentirme así: la doctora no me había advertido de todas las contraindicaciones del Roacután, y no, no era la única. Este medicamento es el as bajo la manga de médicos y dermatólogos que han encontrado en este la solución más “fácil y perfecta” ante la mirada desesperada de sus pacientes.
César, por ejemplo, no tuvo acné en la adolescencia, pero a los treinta años tuvo rosácea y pústulas. Después de intentar con cremas y antibióticos, un doctor le recetó Roacután y tampoco le mandó exámenes previos. Se le secaron las fosas nasales, se le partieron los labios y le comenzaron a caer mal ciertos alimentos. Cuando le preguntó al doctor, le dijo que no era normal, pero que podía seguir tomando Roacután.
A los siete meses se fue a Nueva York y su carácter cambió. Ni siquiera cuando se divorció ni perdió un hijo se había sentido así; sí tuvo un duelo, pero no esa sensación profunda de tristeza. Cuando nadie le pudo enviar las pastillas a tiempo, se dio cuenta de que su cuerpo y su mente se equilibraron y paró de tomar Roacután definitivamente.
Aunque su estado de ánimo mejoró, tenía dolores gastrointestinales, por lo que fue a ver a una médico alternativa que le dijo que tenía un problema serio en el hígado y que su organismo estaba intoxicado. Cuando le contó que él había tomado Roacután, la doctora no dudó en decirle que era un veneno.
Luna* ha tenido que tomar dos veces este medicamento. Una cuando tenía dieciséis años y era mujer, y hace unas semanas, ya que el tratamiento para hacer el tránsito con hormonas para convertirse en hombre le produjo acné.
La primera vez que lo tomó le dio depresión. El médico le dijo que era posible que se debiera a que algunos de sus familiares tenían episodios y ese factor genético la afectó. Luna fue a ver a una psiquiatra que le recetó un antidepresivo que la ayudó. “La ‘pilotié’ con eso y todo bien, salí, al final no me maté”, dice. Ella va a retomar el tratamiento con Roacután a principios del próximo año y aunque sabe las consecuencias, dice que está dispuesta a enfrentarlas. Recientemente, le comentó lo que le ocurrió a la doctora, quien le advirtió que si sentía cualquier indicio de depresión al tomar la pastilla, lo detuviera de inmediato.
De acuerdo a la Revista Colombiana de Psiquiatría, “este fármaco se introdujo en el mercado en 1982, y el año siguiente Hazen y Al publicaron 24 casos de depresión relacionada con el uso de Isotretinoína (Roacután). En un inicio los reportes de casos con síntomas psiquiátricos parecían ‘anecdóticos’, o una reacción idiosincrásica al medicamento, hasta que en 1998 la Food and Drug Administration (FDA) exigió al laboratorio que desarrolló la molécula original de Isotretinoína insertar una advertencia en la caja del producto: ‘Puede causar depresión, psicosis y raramente ideación suicida, intentos suicidas y suicidio. La discontinuación de este medicamento como terapia puede ser insuficiente, por lo que evaluación adicional puede ser necesaria’”.
Además de las investigaciones sobre el Roacután que confrontan las posibles consecuencias psicológicas de este medicamento, pacientes y familiares han denunciado ante los medios de comunicación y los tribunales la posible incidencia de este en su salud. La escritora Piedad Bonnett publicó una columna en el periódico El Espectador refiriéndose a la responsabilidad de este medicamento en el suicidio de su hijo Daniel, además de contar su testimonio en el libro Lo que no tiene nombre. También se han conocido sentencias en las que se ha responsabilizado a centros médicos de salud, como el caso de un español que desarrolló diabetes, y condenas legales al laboratorio Roche, como la que sucedió en Uruguay, donde un ciudadano tuvo aplasia medular (desaparición de las células encargadas de la producción de la sangre en la médula ósea).
Para la dermatóloga de Colsanitas María Bernarda Durán, “todavía no está aprobado o confirmado que este medicamento produzca depresión. Lógicamente no se debe recetar el medicamento a personas que tengan trastornos psiquiátricos, o sea, en una enfermedad bipolar, en una enfermedad maníaco-depresiva o un paciente depresivo. Si ocurre algunos de estos cuadros, tiene que consultar con su dermatólogo para que haga la remisión con la psiquiatra o el psicólogo. Siempre que haya un antecedente con esas enfermedades es preferible no utilizar este tratamiento”.
¿Qué le debe preguntar al médico antes de aceptar tomar Roacután?
Según el Centro Dermatológico Federico Lleras Camargo, en el 2016 atendieron más de 7000 consultas por acné y el 60 % de pacientes sufrían trastornos depresivos; de ellos, el 30 % eran severos y el otro 30 % incurrió en intento de suicidio.
No tiene que tener la cara destrozada para tomar medicamentos contra el acné, de hecho, esta enfermedad es más común de lo que se piensa. Según este centro, entre el 80 y el 90 % de los adolescentes sufren de esta enfermedad en Colombia. Generalmente, aparece en hombres y mujeres desde los doce hasta los veinticinco años, pero hay múltiples casos en los que se manifiesta en la adultez, este centro tiene un registro de acné en adultos hasta de cincuenta años.
Antes de tomarse la primera pastilla, pídale al médico que lea su historia clínica, que le mande a hacer exámenes de laboratorio (cuadro hemático, triglicéridos y colesterol), que revise sus antecedentes personales y familiares de enfermedades psiquiátricas como la depresión y la bipolaridad y que haga un análisis, al menos parcial, de su comportamiento.
Además de los indicios de enfermedades mentales, algunas de las consecuencias de tomar este medicamento son el aumento de los niveles de triglicéridos y colesterol; el aumento de sensibilidad de la piel a los rayos ultravioleta; daños hepáticos; resequedad de la piel, las mucosas de los ojos y las mucosas de la nariz –puede haber sangrado–; labios deshidratados y dificultad a la hora de tener relaciones sexuales porque disminuye la lubricación.
Cremas que queman y pastillas que derriten el estómago
El Roacután no es el único medicamento formulado que ha probado tener consecuencias de salud en el cuerpo. Las cremas a base de peróxido de benzoílo o retinoides y los antibióticos también pueden dejar graves secuelas si no se evalúa cada caso adecuadamente.
Daniela* no tuvo acné en su adolescencia, pero a los veintidós años le apareció cada que tenía menstruación, hasta que decidió seguir el consejo de una compañera que le contó sobre un tratamiento láser. La primera vez se hizo un peeling, le mandaron tres cremas a base de ácido retinoico, ácido azelaico y ácido salicílico, las cuales se aplicó sin temor. Los efectos fueron tan fuertes que le dejaron el contorno alrededor de la boca y la frente completamente rojos. Luego le recetaron Betametasona que la inflamó, le brotó la cara e hizo que sus labios tuvieran pus.
“Me sentía muy mal porque incluso me dolía alzar las cejas, estaba escamada y se me cayó mucha piel. De hecho, me hice el tratamiento láser para quitarme las marcas del acné, no para que me salieran más”, cuenta.
¿Qué le debe preguntar al médico antes de aceptar el tratamiento de cremas a base de peróxido de benzoílo o retinoides ?
Antes de echarse el tubo entero en la cara, haga que el especialista revise su piel y su cicatrización, si tiene una piel sensible es probable que estas cremas lo pongan a ver estrellas del dolor.
Consecuencias: Puede hacer que la piel se enrojezca, se seque, se irrite, arda y tenga apariencia de escamas. También se han registrado casos de blanqueamiento de piel y pelo.
En el caso de los antibióticos como la Doxiciclina, la Tetraciclina, la Limeciclina o las sulfas, también se producen efectos que pueden dañar su tracto gastrointestinal.
Sara* tiene acné desde niña y lo ha tratado con muchos medicamentos hasta que el dermatólogo de turno le recetó Doxiciclina. Aunque le ayudó a mejorar la apariencia de su cara durante el tratamiento, le produjo mareos y vómitos a diario. Cuando lo suspendió, el acné volvió. Actualmente tiene úlcera crónica, se volvió resistente al consumo de varios antibióticos y sigue teniendo granos que controla a punta de cremas. “De vez en cuando se me alborota el acné, pero decidí no ensayar más con tratamientos invasivos”.
¿Qué le debe preguntar al médico antes de aceptar el tratamiento con antibióticos?
Pídale al médico que lea su historia clínica, ya que si tiene antecedentes de gastritis o úlceras estos medicamentos pueden agravar su condición.
Consecuencias: El paciente puede tener daños gastrointestinales, hacer que la piel se vuelva muy sensible a la luz solar y desarrollar resistencia con el tiempo, haciendo que el antibiótico sea menos efectivo. Según la investigación “Acné: un enfoque global”, de Ana Kaminsky, la administración descuidada de antibióticos orales en el acné incrementa hasta un 30 % de la resistencia bacteriana y también causa candidiasis vaginal (infección ginecológica), trastornos pigmentarios, hipertensión EC benigna y síndrome vertiginoso.
***
El acné puede ser un factor que determine muchas cosas en nuestra vida, pero no deje que la desesperación por tener una piel “normal” lo lleve a tomar lo primero que le receten. Pregunte, investigue y exija que le hagan todo tipo de exámenes antes de iniciar un tratamiento: recuerde que puede exigir en su EPS análisis de su cuadro hemático, triglicéridos, colesterol, revisión de su historia clínica y familiar, así como un estudio parcial de reacciones alérgicas en su piel.
Muchas veces tener acné es frustrante y doloroso porque no podemos levantarnos un día sin que la cara tenga invitados indeseados y, a veces, las personas que nos rodean pueden ser insensibles y mirarnos mal cuando comemos papitas fritas, chicharrones o empanadas porque no entienden mucho de qué se trata esta enfermedad. Pero hay que tomarla suave. Es importante dejar el afán por mejorar nuestra apariencia a toda costa pues tener acné es incluso mejor a tener el hígado o la cabeza jodidos.
Suscríbase a nuestro boletín
Sin spam, notificaciones solo sobre nuevos productos, actualizaciones.
Dejar un comentario