¿Alucinación o barbarie?
Quince crónicas y adjetivos que dicen que es un libro sorprendente, ¿qué puede salir mal? Esta es nuestra reseña.
lucinación o barbarie es el título literario perfecto para que un ávido crítico o reseñista juegue, pregunte y concluya si el libro es alucinante o, por el contrario, una barbaridad; si vale la pena recomendarlo o no; si es una publicación con alcurnia u otro proyecto fallido de los títulos literarios colombianos.
El libro del periodista y editor de la revista Carrusel, Julian Isaza, Alucinación o barbarie, empieza mal. Seamos sinceros, ¿quién (sin ser seguidor de una revista con artículos sobre el exceso de sodio y las últimas tendencias para decorar en Navidad) esperaría que el editor de esa publicación escriba un buen libro de crónicas sobre la minería artesanal, sobre los muertos que flotan en el río Magdalena o sobre los nukak en el Guaviare? Yo no. ¿Quién seguiría dispuesto a leer el libro (a pesar de lo anterior) cuando en la contraportada aparecen adjetivos tan empalagosos como “las magníficas crónicas de Julian Isaza” o “Estos quince relatos periodísticos (…) sorprenden por el atrevimiento sutil y (…) sórdido” o “Un libro que dignifica el género de la crónica”? Yo no.
Pero como mi tarea no es cuestión de comprar o no leer sino escribir una reseña, seguí el camino y, en un par de horas y con varios prejuicios encima, recorrí estas sutiles, sorprendentes, sórdidas, versátiles, enviciadoras, frescas y dignas crónicas de, como dijo Alberto Salcedo Ramos, “uno de los sucesos más felices de nuestro periodismo narrativo de los últimos años”. Vaya uno a saber.
Alucinación o barbarie es la recopilación de quince crónicas y perfiles del colaborador de Cromos, Shock, Cambio, Don Juan y El Tiempo, Julian Isaza. En estos relatos, retrata las vidas y creencias de algunos habitantes de Puerto Berrío (Antioquia) que día tras día reciben y adoptan cuerpos muertos que siguen la corriente del río Magdalena; habla del presente de los indígenas nukak; relata el peso del oro, por la minería artesanal, en La Toma (Cauca); narra el devenir histórico de los corridos (género musical) en Colombia. También cuenta la vida del director caleño Jairo Pinilla, del melómano Doctor Rock, del director Dago García, de Totó La Momposina y de La Tigresa del Oriente.
Los quince textos, amparados por los cánones de la “literatura de no ficción” –como le dicen los gringos–, fueron publicados en Carrusel. Y ahí viene un problema del libro: parece que los relatos fueron transcritos tal cual como salieron en la revista. Hay algunos errores de copy-paste (palabras pegadas a signos); los primeros párrafos de cada texto son entradillas, ganchos o chapós (jerga periodística) que confunden al lector porque el siguiente párrafo repite varias ideas ya escritas y, en el texto de El extraño caso del chupacabras, salen las famosas preguntas que pretenden enganchar a un lector para una próxima entrega (recurrentes en publicaciones semanales, quincenales o mensuales): “¿Habrá muerto el chupacabras? (…) Estas y otras respuestas en nuestra próxima edición” (la próxima edición está en la página siguiente del libro).
Pero bueno, más allá de lo anterior y de lo anterior de lo anterior, entre un par de inhalaciones y exhalaciones, las historias contadas por Isaza son buenas, logran cautivar (y esto no es un cliché de contraportada), más que por su estilo, por los personajes y por los temas. Por ejemplo, el perfil del ventrílocuo Carlos Donoso toca la intimidad del hombre, la crónica sobre los corridos prohibidos está muy bien documentada y el texto sobre las prácticas religiosas alrededor de los muertos que flotan en el río Magdalena es un hallazgo periodístico y narrativo para aplaudir. Sin embargo, lo que más sorprende del libro son los lugares a los que Isaza viaja y vive, por unos días, con fotógrafo incluido, para desarrollar cada relato –fuera de Chapinero (Bogotá), de El Poblado (Medellín) o de Granada (Cali)–: en Pie de Pató y Bojayá (Chocó), en Agua Bonita (Guaviare), en Chiscas (Boyacá), en La Toma (Cauca) o en Churubamba (Perú). Lograr eso, en una era en la que los periodistas resuelven sus historias en Google, es, en serio, para quitarse el sombrero.
Alucinación o barbarie ni es alucinante ni es una barbaridad. Es un libro que, a pesar de sus errores de edición, bien vale la pena explorar por las historias que Julian Isaza logra descubrir y narrar. En el libro está gran parte de Colombia, un país que está lleno de alucinación y barbarie.
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