Dentro de la bodega Buscalibre
Vender libros por miles y a distancia no es un reto menor. Una empresa chilena ha convertido esa tarea colosal en su apuesta mientras crece por todo el continente. Visitamos sus bodegas para averiguar cómo lo hacen.
La lectura es una actividad solitaria, pero parece que cada vez más un mayor número de personas la incluyen en su rutina. Lo cierto es que, según datos de la Cámara Colombiana del Libro en 2022, el promedio anual de lectura ha crecido desde el confinamiento, cuando se volvió al libro como refugio. El colombiano promedio en el sondeo más reciente consume unos 2.7 libros anuales, mientras que en Bogotá se llega a casi el doble con 4.6 títulos leídos en ese mismo tiempo. La tendencia va en alza y una empresa en particular ha buscado aprovechar este incremento en el mercado.
Buscalibre es una plataforma que conecta a compradores con un catálogo de cerca de cinco millones de títulos, facilitando la entrega domiciliaria del producto comprado, que también puede importar sin un gasto extra. Este esquema que conecta lectores con libros, además de proveer títulos a veces difíciles de conseguir, ha convertido a esta empresa en una especie de titán de la industria. Nació en Chile en 2007 y pronto abrió sedes en España. En Colombia, México y Argentina, la librería digital empezó operaciones en simultáneo en el segundo semestre de 2012. Más tarde se expandió hacia los Estados Unidos y espera abrir oficinas en Uruguay y Ecuador en lo que queda del año.
“Nosotros nos pensamos como una empresa de logística y de tecnología más que de libros”, explica Juan José Daza, gerente regional de Buscalibre en una visita guiada que hicimos por las bodegas de la empresa. “Logísticamente nos acomodamos a la manera de trabajar de los otros países. Tenemos un sistema que los conecta y eso es lo que permite poder traer los libros rápidamente. Tenemos cinco millones de títulos, pero aquí no están todos”, explica al referirse al espacio a las afueras de Bogotá en el que albergan entre 60.000 y 70.000 títulos. El resto de los libros se encuentran en las imprentas con las que trabajan las distintas editoriales.
“Nosotros no hacemos un filtro para decir qué libros sí y qué no. Trabajamos con más de 3000 proveedores alrededor del mundo: editoriales, librerías, autores independientes, etc. Normalmente trabajamos con proveedores de los países en los que tenemos oficinas”, aunque añade que ya tienen proveedores en Francia e Inglaterra. Pero entonces, ¿cómo lo hacen? ¿Cómo es vender libros a la escala de miles a la semana por no hablar del movimiento en fechas especiales?
El proceso en la bodega
“Cuando alguien compra un libro, le llega el mensaje inmediatamente al proveedor para que lo mande a la bodega del país de origen y nos lo manden luego a nosotros”, explica Daza.
La empresa de distribución –que en Colombia es Servientrega– tiene un camión parqueado permanentemente en las bodegas de Buscalibre. También se encarga de entregar los pedidos internacionales que llegan de otros centros de operación, como España, que envía casi 2000 libros semanalmente. Estos se catalogan de dos maneras: aquellos que ya han sido comprados y deben despacharse o los que entran a la bodega por consignación, para ser vendidos en el transcurso de los días siguientes. Estos últimos son generalmente libros de gran rotación como El milagro metabólico de Carlos Alberto Jaramillo, cualquier título de Alberto Linero o Dejad que los niños vengan a mí, de Juan Pablo Barrientos, aunque también se encuentran títulos de Oliver Sacks, Julio Cortázar o Martín Caparrós en las bodegas colombianas.
Contrario a lo que podría pensarse, estos libros no se agrupan por ningún sistema de bibliotecología. “Así empezamos haciéndolo y nos dimos cuenta de que no funciona. [Aquí] puede haber un mismo título en diez ubicaciones distintas, para poder volver eficiente el uso del espacio”, añade Daza. Cualquier sistema de catalogación ordenada obliga a llenar los espacios vacíos con títulos de la misma categoría, ya sea alfabética, temática, por editorial o por autor. Esto desaprovecha el espacio libre que queda entre títulos, pues tendrían que cumplirse una serie de condiciones muy específicas para poder llenar cada estante así.
Para llevar el control se utilizan los códigos de las estanterías y de los libros, que cambian diariamente. Así, con una máquina que registra dónde se archivó alguna copia de un libro, la persona encargada de las entregas puede buscarlo entre pasillos, localizarlo, darlo de baja en el sistema y entregarlo al equipo de empaquetado. Cuando se están vendiendo miles de copias de El milagro metabólico (que ha vendido más de 12.000 a través de Buscalibre) o Sí, sí es contigo de Calle y Poché (que vendió más de 6000 en 2020), los números empiezan a ser abrumadores.
Precio, descuentos y fluctuaciones
Al momento de finalizar este artículo, por ejemplo, Carta sobre los ciegos para uso de los que pueden ver del peruano-mexicano Mario Bellatin podía conseguirse por dos valores distintos. El primero costaba 42.246 pesos, incluyendo un descuento del 15% sobre el valor de 54.000 que tenía en un principio (y que se mantiene en la Librería Nacional). Tenía además el sello de entrega en un día. El segundo por su parte costaba 84.240, obtenido sobre un valor original de 140.400 con un descuento del 40%. Ambos libros son editados por Alfaguara, pero en el primer caso el libro sale directamente de las bodegas colombianas, mientras que en el otro llega del exterior. “El precio de un producto que viene de otro país tiene varias variables: el precio en el país de origen y el costo de envío, todo esto impactado por la tasa [de cambio] representativa del mercado, que es la que realmente hace que los precios fluctúen”, añade Daza.
Otro de los diferenciales de Buscalibre es su política de descuentos, que se determinan con base al movimiento de los títulos. Cada libro es un objeto que almacenado en cantidad puede ocupar un espacio significativo. Por eso tienen que venderse de manera expedita, para que puedan irlos reemplazando con nuevos títulos y para que las imprentas puedan funcionar creando productos que de hecho sí se van a vender. Por ello, lo que callan los libreros es que los títulos sólo pueden permanecer cierta cantidad de tiempo almacenados antes de llegar a su fin último: primero, al quedar abandonados cuando no fueron leídos y, segundo, final más prosaico y definitivo, al convertirse en trizas para el reciclaje. Para evitar llegar a eso, todo el tiempo hay descuentos en Buscalibre.
El lector: retos y posibilidades
La pandemia tuvo como efecto colateral incentivar la lectura, una actividad para la que se necesita, idealmente, tiempo, silencio y soledad. Sin embargo, con la reapertura de los espacios sociales, de restaurantes a bares, pasando por parques temáticos, centros comerciales y hasta bibliotecas públicas, esta tendencia no podía durar. Los canales de venta digitales mantuvieron vivas a las librerías en aquellos meses de encierro pero, según Daza, hoy es más probable que vendan el grueso de su mercancía de manera presencial. Antes de la pandemia las compras por internet eran de apenas el 11% en el país y llegaron a alcanzar un 20% durante estos meses contingentes. Buscalibre suplió una necesidad que reapareció en el mercado y ahora tiene que redoblar esfuerzos para mantenerse en la punta.
“Estamos empezando a entender mejor a la persona como individuo y no como un dato. Yo creo que esos grandes datos de rangos de edad están obsoletos. Nosotros tenemos que empezar a entender a Juan, a Andrés, a Pedro, a Luis, independientemente de que tengan la misma edad”, complementa el gerente. “En esta primera etapa nos vamos a concentrar en dos variables: autor y categoría. Si una persona ha comprado diez libros y nueve son de Isabel Allende, le vamos a recomendar a Isabel Allende.” Sin embargo, en el salto de uno a otro es donde persiste el reto sobre cómo sofisticar el sistema de recomendación: “Hay muchísimos autores y no es fácil hacer match entre uno y otro, porque, aunque sean parecidos en algunas cosas, en otras son diferentes. Ahí es cuando se empieza a recomendar no una sola cosa, sino varias. La persona va decidiendo y, a medida que van construyendo ese nuevo perfil, el mismo sistema también va eliminando recomendaciones y agregando otras”, complementa.
Buscalibre ha construido y fomentado una comunidad importante en un país en el que el acceso a la conectividad es un privilegio y hay que reconocer que sus esfuerzos han sido valiosos para promover el hábito de la lectura en Colombia. Contrario a lo que podía pensarse, esto no implica la muerte del librero ni mucho menos. Daza es enfático: “En Colombia las librerías hemos caído en un error al vernos como competidores, cuando el mercado todavía es muy pequeño. Tenemos que hacer crecer la torta, por lo menos al doble. Ahí hemos fallado como sector, porque tenemos que unirnos para hacer crecer el hábito de lectura”.
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