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Cortesía con los monstruos

Cortesía con los monstruos

 La escritora caleña Carolina Andújar tiene un gran número de seguidores que conocen de arriba abajo su obra. Con un tratamiento muy especial a personajes mitológicos como los vampiros y las brujas, sus libros mezclan lo mejor de la novela gótica con tramas que enganchan. Esta es una escritora poco convencional entre el panorama de la literatura juvenil colombiana.

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Jorge II de Inglaterra estaba convencido de que los vampiros existían. Tal vez porque durante los años en los que reinó (1727-1760), la leyenda sobre esas oscuras criaturas que chupan la sangre de los vivos alimentó la histeria colectiva que se despertó con la epidemia de la peste. Fue precisamente en el siglo XVIII cuando por primera vez apareció impresa la palabra vampir, y cuando toda Europa comenzó a colgar ajos por doquier para ahuyentar a esos monstruos que succionaban la vida de quienes caían enfermos.

El arquetipo del vampiro es casi tan antiguo como el hombre. Hay registros de ritos funerarios en Egipto que buscaban prevenir que los muertos salieran de las tumbas para alimentarse de los vivos; Sherezada en Las mil y una noches cuenta la historia de Gul, un espíritu demoniaco con forma de mujer y con costumbres asesinas similares a los vampiros; y los rabinos han estudiado la figura de Lilith, una vampiresa lujuriosa que fue la primera esposa de Adán. Y sin embargo, fue en el siglo XIX, bajo la pluma de los escritores románticos, que este mito cobró la voluptuosidad y estética que hoy conocemos. Como bien lo reflejó el escritor irlandés Bram Stoker en su Drácula (1847), estos relatos ambientados en castillos góticos giran en torno a criaturas de largos colmillos y tez pálida que atormentan a sus víctimas. Solo basta ojear algunas páginas de Carmilla (1871) de Sheridan Le Fanu para encontrar pasajes como: “Vivo en tu cálida vida y tu morirás… dulcemente morirás… en la mía. No puedo evitarlo. Así como yo me acerco a ti, a su vez, tú te acercarás a otros, y conocerás el éxtasis de esa crueldad que, sin embargo, es una forma de amor”.

Drácula y Carmilla son los dos libros que la escritora caleña Carolina Andújar más ha releído en su vida: “Los escritores que más han estimulado mis deseos de escribir han sido los del siglo XIX. Amo su uso del lenguaje y la atmósfera de sus libros. Es superior a todo lo demás. Los autores decimonónicos remueven mi sensibilidad artística y hacen que desee que haya más libros tan bellos como los suyos porque en verdad son pocos, no me bastan. Leo periódicamente Drácula, Carmilla, Las flores del mal y Cumbres borrascosas y siguen sorprendiéndome. Además, mi opinión de ellos varía con cada lectura, que es parte de la magia de los libros, pues siempre los leemos siendo quienes somos en un momento determinado; la objetividad lectora es un gran intangible”.

Carolina creció en un ambiente new age donde temas como el alma, la trascendencia y el devenir de conciencia eran palabras cotidianas. Esto la puso en contacto con diversas religiones, culturas y mitologías, y desde siempre se sintió atraída hacia la idea de arquetipos y metáforas que dieran cuenta de la condición humana. Desde que era muy pequeña, disfrutaba imaginando y escribiendo historias: “Llevaba diarios de mis viajes y reflexiones, y también escribía ficción con una buena amiga en la preadolescencia. Además de eso, apreciaba las ocasiones en que teníamos la oportunidad de realizar talleres de escritura creativa en el colegio. Sin embargo, nunca quise ser escritora ni se me ocurrió que fuera a ejercer la escritura como carrera hasta después de haber escrito Vampyr, mi primera novela”. Carolina quería leer una historia de vampiros clásica tipo Stoker, pues extrañaba este estilo de libros, y se puso en la tarea de escribirla ella misma. Se la pasó a varios amigos y familiares que disfrutaban de los relatos de vampiros, y ellos se maravillaron con el ritmo vertiginoso de la narración. También se la hizo llegar a varias editoriales y no obtuvo respuesta. Sin embargo, esto no mermó el placer que le producía la escritura y siguió con Vajda: “Empecé la segunda novela de todos modos, ya confiando en mi capacidad de escribir un libro largo y consistente, y olvidé la publicación. Siempre escribí por placer, no para convertirme en una autora publicada y tener una carrera llamativa, aunque es grandioso poder dedicarme exclusivamente a la escritura hoy en día. En ese aspecto, creo que mi corazón siempre ha estado en el lugar correcto: amo las artes y si practico alguna es porque me mueve una pasión genuina”.

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Fue en 2009 que Vampyr llegó a las manos de Carlos Castillo, quien en ese momento era editor de ficción de Norma. Castillo no dudó en publicarla: “Me pareció llamativo que alguien se atreviera a escribir algo fuera de lo tradicional en nuestro país, y que además fuera de un género tan específico. Por otro lado, en ese momento empezaba el auge del fenómeno Crepúsculo y percibí que ahí podía haber un filón comercial importante. Cuando empecé el libro ya no pude parar de leer y me lo devoré en dos días; quedé muy impresionado por el ritmo, por su absorbente capacidad narrativa y por lo original de la trama”. Castillo notó la atmósfera gótica que Andújar construía en sus relatos y esto le llamó mucho la atención: “Yo no era ni mucho menos conocedor del género, para ese entonces ni siquiera había leído Drácula. En los siguientes días revisé tanto la obra de Stoker como la de Stephanie Meyer para tener una referencia más clara de las posibilidades, y eso confirmó mis sospechas: me di cuenta de que tenía algo grande y distinto entre manos. A diferencia de Meyer, Carolina hablaba del vampiro clásico, stokeriano, pero era capaz de imprimirle al género un tono bastante atractivo para los jóvenes. Desde el primer momento supe que iba a ser un gran éxito de ventas”. Y lo fue. Hoy, siete años después de la publicación de Vampyr, Carolina se encuentra revisando y editando nuevamente sus libros porque el coloso editorial Penguin Random House publicará toda su obra. Después de la desaparición de Norma, sus libros se han hecho difíciles de conseguir. Ahora esta editorial multinacional será su nueva casa y distribuirá sus novelas góticas por todo Latinoamérica.

En las últimas décadas, el mercado de literatura juvenil ha crecido exponencialmente. Autores como JK Rowling o John Green pueden triplicar las ventas de cualquier escritor consagrado por el canon literario, y figuras como los booktubers (que pueden tener fácilmente sesenta mil suscriptores a su canal) se encargan de difundir y reseñar los últimos títulos. Se trata de un público voraz, que ha crecido a la par de sus personajes favoritos. Niños que comenzaron leyendo Harry Potter y que ahora son adultos con poder adquisitivo, y que no han parado de leer este tipo de ficción. En palabras de la editora independiente Carolina Venegas, que ha investigado literatura infantil y juvenil: “Son consumidores voraces a los que les gusta ver cómo evolucionan los personajes pues hay una identificación y una relación personal muy fuerte con ellos”.

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Tal vez por esta razón, los vampiros –esos eternos adolescentes– se convierten en un tema muy atractivo para este público: “Los vampiros tienen un gran encanto. Son elegantes, melancólicos y rebeldes. Estos relatos hablan de una sexualidad exacerbada y atracción por lo prohibido”. Sin embargo, para Venegas, Carolina Andújar es una escritora que se destaca. Su preferencia por la novela gótica no hace parte de una moda editorial, sino que da cuenta de algo más: “Son novelas largas, que demuestran un oficio y que están llenas de referencias a la tradición literaria. Creo que su éxito también se debe a que ha creado una comunidad en torno a su obra por medio de las redes sociales. Ella siempre ha sido amable con la gente que le escribe y es muy buena para responderle a su público”.

Desde que Vampyr apareció en librerías cautivó a un séquito de jóvenes lectores ávidos de historias góticas, que se agruparon bajo en nombre de “vamps”. Como lo dice Paula Pineda, creadora del club de fans de la escritora –que cuenta con 2730 miembros en Facebook y 1039 en Twitter–: “Los libros de Carolina son mágicos. No encuentro otra palabra para describir lo maravillosos que son. Las escenas que describe me hacen sentir que estoy en ese lugar, viendo los paisajes, sintiendo el olor de los espacios, comiendo los suculentos platos. Siempre me ha gustado leer pero con las obras de Carolina siempre tengo esa compulsión de seguir leyendo, incluso ahora que los leo por segunda o tercera vez. Sus historias mezclan miedo, comedia, misterio, drama, suspenso y romance. Sus personajes, tanto los oscuros como los que están llenos de luz, son verosímiles pero fantásticos”. Paula recuerda la primera vez que tuvo la oportunidad de conocer a Andújar. Cuando la escritora supo que ella y su mejor amiga viajarían desde Medellín hasta Bogotá para el lanzamiento de uno de sus libros, ella les regaló entradas y conversó un largo tiempo con ellas. En palabras de Paula: “Desde ahí, ha sido genial estar en contacto con ella, en distintos eventos y por mensajes en redes sociales”. La escritora es muy activa en su página de Twitter –que cuenta con más de 6.500 seguidores– y en su página de Facebook –con 7.000 seguidores–. Allí comparte anécdotas sobre su vida, la inspiración de algunos de sus personajes y una que otra canción de heavy metal.

Al éxito de Vampyr le siguió la publicación de Vajda, Pie de Bruja y el libro infantil La princesa y el mago sombrío, obras que la misma Carolina describe como “novelas góticas que ofrecen tramas bastante complejas. En cierta medida, son novelas negras disfrazadas de historias de fantasía. Me gusta que sea de ese modo: el suspenso aporta mucha emoción a la narración y estimula el deseo de dar vuelta a la página”.

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Carolina vive en medio del campo, a una hora de la ciudad más cercana. Dice que este lugar es ideal para escribir pues no hay ningún tipo de ruido y en la ciudad le cuesta mucho concentrarse. Se trata de un sitio tan alejado de carreteras principales y vecinos bullosos que bien podría ser refugio para todo tipo de espectros, o al menos así lo sintió cuando estaba escribiendo Vampyr y la intensidad y sugestión de su trabajo la hacían temblar del miedo pensando que los vampiros se encontraban por toda la casa. El clima templado de la zona permite que tenga un jardín inmenso, casi calcado de las descripciones antiguas de los bosques hechizados, y que le sirve como telón de fondo a la hora de trabajar o revisar redes sociales. Aunque, confiesa, esa vegetación es producto del curso de la naturaleza, pues no tiene mucho conocimiento en jardinería.

Carolina no sigue ningún ritual a la hora de escribir. Solo necesita café y silencio. También un lugar que le permita estar cómoda, pues sus jornadas son maratónicas y puede pasar entre doce y veinte horas escribiendo: “A la hora de escribir, sólo escribo. Nunca diseño un plan, jamás una tabla meticulosa y no tengo la trama en la cabeza. Tengo muy vivas las emociones y las pasiones que quiero que la obra suscite y, por lo general, los personajes principales ya han cobrado vida dentro de mí antes de sentarme a escribir pero lo último no es algo fijo, a veces toman forma en cuanto aparecen en la acción o cuando los nombro por primera vez mientras escribo. Sé dónde inicia la obra, tanto en lo relacionado con el lugar y la época como en lo circunstancial aunque nunca sé dónde concluirá. Los personajes hilan parte de la trama con sus reacciones pero ellos no mandan: en lo que les concierne, yo soy el hado y decido cómo serán sus vidas, sus victorias o tragedias. La trama que va surgiendo en mi mente conforme escribo es más importante que ningún personaje, y es la que dictamina si un personaje vive o muere, por ejemplo”.

Ella afirma que en un mundo paralelo le gustaría ser como Carmen, la mejor amiga de la protagonista de Vampyr, o como Ava, protagonista de Pie de bruja, porque son capaces de desafiar a quienes cometen injusticias. En su mesa de noche tiene el libro Mitología primitiva – Las máscaras de Dios, de Joseph Campbell, y los autores contemporáneas que más disfruta leer son Stephen King y Beth Fantaskey, conocida por sus sagas de vampiros llenas de humor e inteligencia. Le encanta el rock duro, sobre todo el black death metal y el grind. Aunque intenta ver a sus bandas favoritas en concierto, se considera mucho más cinéfila que melómana. Una de las películas que más le gusta es el clásico del horror The Lost Boys (1987) por su uso de la comedia y su estética rockera. Sin embargo, tal vez porque gracias a su oficio está más que familiarizada con los trucos que los guionistas usan para crear suspenso, “hace mucho que no me dan miedo las películas de terror, me pongo es a analizar cómo construyen el punto culminante del suspenso y me pongo a comparar entre técnicas”.

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Sin embargo, para Carolina la literatura de terror y las películas de miedo son muy importantes pues resultan catárticas. O al menos esto es lo que le ha enseñado su oficio: “Cuando escribí el segundo libro me di cuenta de que estaba exorcizando mis miedos por medio de la escritura. Creo que nuestra psique nos hace buscar experiencias para la integración psíquica y, si somos miedosos, vivir esta emoción por fuera de la vida real nos prepara para los miedos reales. Nos ayuda a lidiar mejor con este lado de nuestra mente”.

Cuando se le pregunta si tuviera la oportunidad de salir en una cita con el Drácula de Bram Stoker, asegura que: “Iría a una iglesia abierta y lo esperaría crucifijo en mano. También llevaría un termo de café, por supuesto, no hay por qué ser descortés con los monstruos: ellos sacan lo mejor de nosotros”. Eso sí, iría acompañada de Buffy, la cazavampiros, pues necesitaría que le hiciera las veces de guardaespaldas.

De ñapa, Carolina nos dejó esta lista con la música que más le gusta:

Escuche este podcast en alianza con Radiónica: 

Gloria Susana Esquivel

Natalia Swarz es una ilustradora nacida en los 90. Pinta personas inventadas, amores secretos o extraños de camisas de rayas. Cree infinito en el girl power. Ha trabajado ilustrando para revistas como Nylon, Darling, Bacánika, y para marcas increíbles como Maaji, Juan, y Romy and the bunnies.   

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Natalia Swarz es una ilustradora nacida en los 90. Pinta personas inventadas, amores secretos o extraños de camisas de rayas. Cree infinito en el girl power. Ha trabajado ilustrando para revistas como Nylon, Darling, Bacánika, y para marcas increíbles como Maaji, Juan, y Romy and the bunnies.   

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