Delirios ilustrados: Karma
“Kharma is a bitch”, dicen por ahí.
Lo que hagamos en esta vida lo pagamos en la siguiente, dicen por ahí.
Nada tan bonito como una colaboración entre escritores e ilustradores, decimos nosotros. Esta es una primera entrega de “Delirios dibujados”, colaboración entre Lorena Salazar, en las letras, y Paola Escobar y Alejandro Mesa en la mesa de dibujo.
Vida de alcantarilla
Como era un ratón presumido, se fue a vivir a la cocina del restaurante más famoso de la ciudad. Un día, mientras intentaba alcanzar unas migajas de parmesano, escuchó un ¡clac! que le encalambró la cola. Había caído en una trampa para ratones. Chillando de dolor, rodó por la ventana del tercer piso y fue a dar al fondo de una alcantarilla. No era la primera vez que caía tan bajo, al fin y al cabo, en una de sus otras vidas había sido político.
El topo
Aún no se había acostumbrado a su nueva vida, pero ya llevaba tres días cavando bajo la tierra. Cuando por fin pudo salir a la superficie, lo recibió un balonazo que lo devolvió al hueco del que había salido. Estaba en la mitad de una cancha de fútbol. “No vi ese balón”, dijo repitiendo las mismas palabras que un día, en su anterior vida, le había dicho a un jugador que le reclamó por no pitar un penal clarísimo en una final. Desde ese momento lo apodaron El Topo.
Lágrimas de cocodrilo
Vivir bajo las aguas del Amazonas era mejor de lo que había pensado. No era muy diferente a lo que estaba acostumbrado. No pagaba por nada y todos le tenían miedo. Una mañana, mientras perseguía a una iguana, le dispararon un dardo y lo encerraron en un camión. Pronto se convertiría en un hermoso bolso de piel, muy parecido a los que les robaba a las señoras emperifolladas a punta de navajas y pistola, en su antigua vida de ciudad.
El pulpo y la sardina
Mientras paseaba por la cueva marina, vio a un pequeño pez nadando cerca. Era una sardinita de las que tanto le gustaba perseguir. Así que, sin pensarlo mucho, se la tragó de un mordisco. Pero como las cosas a veces no son lo que parecen, la sardina no era tal, y él terminó convertido en la cena de un restaurante de la costa. Allí, un par de chicas, como a las que constante mente se “topaban” con sus dedos en el transporte público en su vida de humano, picaron en pedacitos sus tentáculos y se los comieron con limón y papitas fritas.
El cucarrón amarillo
Estaba limpiándose las patas cuando la dueña de la casa apagó la luz del cuarto. Como estaba pegado al bombillo, inmediatamente cayó en picada y se estampó en el piso, con tan mala suerte que quedó patas arriba. Un rayito de luz le dejaba ver a otros insectos que pasaban por su lado, ignorándolo. Mientras él les suplicaba que lo ayudaran a voltearse, se acordó de todas las veces que en su vida anterior le había dicho a la gente que lo paraba en la calle: “Ah no, yo por allá no voy”.
Ilustraciones: Paola Escobar / Alejandro Mesa
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