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Dilemas de teta: Instagram y mi lactancia

Dilemas de teta: Instagram y mi lactancia

Ilustración

Al tener su primer hijo, una periodista de 27 años enfrenta las mismas preguntas que muchas otras mamás primerizas y busca las respuestas entre especialistas, otras mamás y el vasto océano digital. Pros y contras de la lactancia y la leche de fórmula en esta primera entrega de la columna Mamá Milenial.

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-M
i amor, yo no voy a amamantar. No quiero que me duela, no quiero que se me caigan las tetas y no quiero un bebé pegado a mí todo el día.

Eso fue lo primero que le dije a mi pareja cuando supimos que estaba embarazada. Lo que yo no sabía es que la maternidad trae muchas cosas bellas: una satisfacción incomparable al verlos sonreír, noches más largas que el día, facturas interminables, un sube y baja de emociones, pañales cagados y, sobre todo, mucha teta.

Para mí la lactancia era lo más anormal del mundo. Yo había visto a mujeres dando teta, pero muy pocas. Crecí escuchando a las mujeres de mi familia hablar de lo poco lecheras que eran y de lo necesaria y buena que es la leche de fórmula. Además, para mí amamantar siempre había tenido un aura de misterio, de incomprensión. “¿Hay mujeres que dan teta más de seis meses?”. “Yo creo que máximo se debe dar ocho meses de lactancia”, son cosas que decía cuando veía a mujeres alimentando a bebés que a simple vista se veían de uno, dos, tres años. Por eso no es raro que al quedar embarazada eso fuera lo primero que le dijera a mi pareja. Mi razonamiento era simple: si yo soy hija de la fórmula y salí bien, pues mi hijo también puede salir bien a punta de tetero y leche artificial.

Pero durante mi embarazo me fui enamorando poco a poco de la idea de dar teta. Instagram tuvo mucho que ver con eso. Veía a mujeres hablando de lo lindo que era amamantar, del vínculo que se creaba con el bebé. Y para mí, que no tenía ninguna relación con la lactancia, esa visión romantizada era un cuento de hadas. Pero lo que me convenció de dar teta fue que en la semana 22 de embarazo me salieron de la nada unas pequeñas gotas de agua de los pezones. En ese momento me sentí la vaca más lechera de todas, a la que le salían chorros de leche, la que podía amamantar a todo un campamento de bebés. Y con una seguridad que hoy no entiendo de dónde salió, le dije a mi compañero: “Sí voy a amamantar”.

Pero seguía sin saber muchas cosas. Por ejemplo, no conocía todas las trabas que tenemos las mujeres para dar teta en Colombia. No sabía nada sobre la falta de apoyo de la familia, de muchos médicos, de los conocidos, de los desconocidos y de la sociedad en general. Las que son mamás se van a identificar con estas frases: “Mija, no te sale suficiente leche, dale fórmula”. “Tu niño no engorda rápido, dale fórmula”, “Tu bebé está muy grande, no te alcanza, dale fórmula”. Y la clásica: “Amor, quedó con hambre, dale fórmula”. “Dale fórmula”, “dale fórmula”, “dale fórmula”. Eso lo dicen las abuelas, las tías, las mamás, las amigas, los maridos e incluso algunos médicos.

Miremos algunas cifras. La Encuesta Nacional de la Situación Nutricional en Colombia encontró que para 2005, el 46,9% de los bebés menores de seis meses recibían lactancia materna exclusiva; en 2015 esta cifra era de 36,1%. ¿Las razones? Los mitos en torno a la lactancia, la falta de entrenamiento en este tema en los cursos psicoprofilácticos, el hecho de que no veamos a otras mujeres amamantando en la calle, la cantidad de publicidad en torno a la leche artificial y que muchos  médicos no se actualizan ni se entrenan sobre la lactancia –y lo que es más grave: muchos de sus eventos son patrocinados por industrias que entre sus productos ofrecen leche de fórmula–.

He hablado con distintas mujeres que conocí en Instagram sobre este tema. Y todas coincidimos en que muchos médicos y enfermeras tienen poca confianza en nuestra capacidad de amamantar, y pareciera que recomiendan la  fórmula por rutina. A @mamaprimeriza le dijeron que su leche no llenaba a su bebé, que le diera fórmula; a @educandoenamor le dijeron que su pezón no era apto para amamantar, que le diera fórmula; a @dahianaeacosta le dijeron que su hija estaba desnutrida por culpa de su leche, que le diera fórmula; a @basuranograta le dijeron que no producía suficiente leche, que le diera fórmula; a @diana_ibagon le dijeron que su leche no alimentaba, que le diera fórmula; a @supermami le dijeron que su hija no hablaba por culpa de la teta, que no engordaba por culpa de la teta y que si no le quitaba la teta iban a llamar a Bienestar Familiar, así que le “recomendaban” que le diera fórmula.


Hago la claridad de que conocí a estas mujeres por Instagram porque este es un aliado en la lactancia. Para una mujer que acaba de convertirse en madre y que da teta una o dos horas seguidas doce veces al día, el celular se convierte en su mejor amigo. Mientras el marido duerme, los familiares que van a conocer al bebé duermen, las mascotas duermen y el bebé mama, una se la pasa viendo publicaciones de Instagram. En mi caso esperaba esos momentos con un poco de ansiedad, sobre todo en las tomas de la madrugada, donde nadie me interrumpiera, para buscar cuentas que me ayudaran a entender a mi bebé. En tres meses he seguido, sin exagerar, más de cincuenta de estos perfiles: @desafiomama, @lananacoach, @amamantarcol, @fulareskargo @prolactancia... y la lista se hace interminable. Cuentas que hablan de cómo dormir al bebé, cómo portearlo, cómo estimularlo, cómo alimentarlo cuando cumpla seis meses, cómo superar la etapa de las pataletas a los dos años y, por supuesto, cómo lactar.

Pero que una tenga que recurrir a Instagram para conocer sobre lactancia encierra un gran problema: ¿por qué no nos preparan durante el embarazo para dar teta? ¿Por qué cuando el bebé nace no lo pegan a la teta inmediatamente? ¿Por qué el pediatra no nos enseña a amamantar? ¿Por qué lo primero que hacen muchos médicos cuando ven a un bebé que no cumple sus expectativas es mandarle fórmula? ¿Por qué el sistema de salud en general critica a las mujeres que dan teta hasta que el bebé o ellas quieran?

A Paula Duque (@pauladuquepediatra) la encontré en Instagram, la contacté y le pedí ayuda para solucionar los problemas que tuve cuando comencé mi proceso. Porque, como a muchas mujeres, mi hijo me destrozó los pezones, y me daban ganas de llorar cada vez que pedía teta. En esos días la idea de amamantar ya no era un cuento de hadas sino una película de terror.

–Paula, yo creo que hay una crisis en la lactancia. ¿Es verdad o es idea mía? ¿Y por qué existe esa crisis?

–Estamos ante equipos de salud que están desinformados –me dijo Paula–. Hay muchos mitos alrededor de la lactancia y además una gran falta de interés en despejar esos mitos. Una como mamá cree que todo va a fluir fácilmente una vez tengamos a nuestro bebé en brazos, pero tú ya sabes que no es así.

–¿Por qué los médicos no nos ayudan a mejorar nuestra lactancia?

–Desafortunadamente a nosotros como médicos no nos formaban para conocer sobre lactancia materna. Esto está cambiando, pero todavía nos falta mucho. Hay muchos mitos, desinformación y poco interés por parte de los profesionales de salud en conocer cómo funciona la lactancia. Y hay otro asunto además de la falta de conocimiento y sensibilidad: a veces por más buena voluntad que tengamos, los tiempos de consulta son muy cortos, sobre todo a través de las EPS. Para hacer una asesoría de lactancia adecuada se necesita por lo menos una hora, y el tiempo de consulta promedio es de 20 minutos. Entonces, mientras escuchas a los papás, examinas al bebé y respondes preguntas se va toda la consulta.

–¿Cuándo es necesaria la fórmula?

–La verdad es que son muy pocos los casos en que las mujeres no pueden amamantar. Por ejemplo, hay una enfermedad que se llama galactosemia, que es cuando los azúcares de la leche materna hacen daño al bebé, pero es una condición muy rara. Otro caso es cuando la mamá tiene VIH o cuando está sometida a radioterapia. A veces les dicen a las mamás que no pueden amamantar porque tienen pezones invertidos, pero esto es falso; con estas mujeres hay que trabajar más el agarre, pero al final sí logran amamantar a su hijo. Otros casos en que se utiliza la fórmula es cuando la bajada de la leche se demora o el bebé nace muy grande y necesita más leche que la del calostro, pero en estos casos es temporal la complementación, de ninguna manera es que siempre va a ser así. Finalmente, cuando un bebé está bajo de peso también se envía fórmula, pues es la forma más rápida de recuperar el peso de un infante.

–O sea que casi siempre las mujeres podemos amamantar.

–Sí. Son muy contadas las situaciones en que no.


También hablé con Carolina Villalba, Jefe de Lactancia de la Clínica Colombia, adscrita a Colsanitas.

–Yo soy radical en este tema: la fórmula no es necesaria –me dijo Villalba–. Son contadas las veces donde sí se necesita. Yo siempre les pongo este ejemplo a las mamás: ¿Cuántas especies mamíferas hay? Muchas. ¿Has visto alguna vez leche de tarro para los leones, los gatos, los perros? No. Todas las hembras mamíferas amamantan a sus crías. Entonces este tema tiene que ver más con la industria de los lácteos que con la realidad.

–Si la fórmula no es necesaria, ¿por qué los médicos la envían?

–Es importante entender que cuando una persona se está formando en el pregrado como médico, enfermero o nutricionista, la única profesión que recibe toda la capacitación de la lactancia materna es la o el nutricionista. Entonces no es que sea un mal pediatra o un mal médico, sino que no conoce. Si tú eres pediatra y llega un niño que está por debajo de la línea de peso que esperas y la mamá te dice que le está dando lactancia materna exclusiva, tú, como pediatra, envías fórmula porque es la manera fácil de solucionar el problema. ¿Cuál es la manera difícil? Hacer una consejería de lactancia o buscar quien le ayude a la mamá. Y aquí hay otro tema que es importante mencionar. La lactancia no es un asunto de mamás, es un asunto de sociedad. La leche materna es el mejor alimento para el bebé y ninguna fórmula es equiparable a ella.

Lorena Beltrán es conocida en Instagram como @amamantarcol. Después de tener a sus hijos se certificó como asesora de lactancia, y actualmente ayuda a muchas mujeres a lactar. Y aunque Lorena es una profesional en la materia, tampoco ha escapado de las miradas inquisitivas de los médicos, que ven que todavía amamanta a su hija de cinco años. Un claro ejemplo de esto fue en una cita de Desarrollo y Nutrición. Su hija, que en ese entonces tenía tres años, le dice “Mami, teta” frente a la doctora. Y esta, cuenta Lorena, la fulmina con la mirada y le dice: “¿Te pidió qué?”, a lo que Lorena le dice: “Teta”. “¿Todavía le estás dando teta?”, responde. “¡Ya tenemos que destetar!”, remata.

Estos tipos de profesionales son los mismos que mandan a amamantar por horarios (cada cuatro horas), a empezar la alimentación complementaria antes de los seis meses y a quitar la teta antes del año. Estos tipos de profesionales son los mismos que ignoran que la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que el bebé se alimente exclusivamente de la teta de su mamá los primeros seis meses de vida, a libre demanda (es decir cuando el bebé quiera), y que aun cuando comience la alimentación complementaria la leche materna seguirá siendo su principal fuente de alimento hasta que el bebé  cumpla un año. Por este tipo de consejos, el pediatra español Carlos González, defensor de la crianza respetuosa y con apego, dice que la lactancia materna está en crisis, pues dar teta ha perdido su carácter natural y se ha imbricado en una suerte de mística.

Pensemos por un segundo en un bebé alimentándose. ¿Cuál es la primera imagen que se nos viene a la cabeza? Cuando yo hice este ejercicio hace unos meses, lo primero que me imaginé fue un bebé con tetero. Y hoy me doy cuenta de que la sociedad ha convertido el biberón en lo natural y la teta en lo antinatural. ¿Dónde se promueve la lactancia materna exclusiva? ¿Cuándo vemos un comercial donde se esté dando teta al bebé? Y por otro lado, ¿qué pasa cuando una mujer amamanta a su hijo en público sin algo que la tape? Sé por experiencia propia que nos miran mal, y cordialmente nos piden prudencia, es decir, ponerle a nuestro hijo una cobija encima como si se tratara de un objeto o de un animalito.

A todo esto se suma que dar teta incluso puede pensarse como un signo de pobreza. La revista británica The Lancet Global Health, en una serie que hizo sobre lactancia materna en 2016, reveló que en el siglo XX se hizo menos común amamantar en los países de ingresos altos;la lactancia materna también perdió terreno dentro del grupo de mujeres mejor educadas y con mejores ingresos en países en vía de desarrollo. En palabras del artículo: “Los sucedáneos de leche materna se percibían como algo moderno y prestigioso, y la lactancia materna se asoció con ser pobre y poco refinada”. Y bueno, no nos digamos mentiras: no todo el mundo tiene 40.000 pesos para un tarro de leche que dura tres días. Yo no los tengo, por ejemplo.

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Cuando comencé a dar teta, recuerdo que mi mamá me dijo: “Para mí el único beneficio de la lactancia es el ahorro; siento que es mucho mejor la leche de tarro”. Esto no solo lo piensa ella, hay que aclararlo: lo piensan las madres de muchas mujeres con las que he hablado. Somos los hijos de la fórmula, de eso no hay duda. Por eso, en este punto hay que preguntarnos si la leche de fórmula es equivalente, en términos nutritivos, a la leche materna. Para responder esto hablé con Katerine Villa, nutricionista infantil y asesora de lactancia materna en Lactar y Nutrir (@lactarynutrir en Instagram), una empresa que acompaña a las familias en este proceso.

–Los nutrientes de la leche materna no pueden compararse con los de la fórmula. Es un tejido vivo que tiene inmunoglobulinas, es decir, anticuerpos, y que se vaadaptando a todas las etapas del bebé. Nunca es la misma leche. Cuando el bebé nace es una (el calostro) y cuando va creciendo es otra (leche de transición y leche madura). Tampoco es la misma leche la de las ocho de la mañana que la de las 6 de la tarde. Y además de que cambia de toma a toma también se transforma si el niño tiene una gripa, una tos, un resfriado, pues sus anticuerpos y nutrientes ayudan a proteger al bebé y a que se recupere más rápido. ¿Qué fórmula puede hacer eso? La leche materna también tiene componentes de ácidos grasos esenciales que favorecen al desarrollo cognitivo y sensorial del bebé, el DHA. Algunas fórmulas hoy en día también aportan DHA, pero nunca en la misma medida que la leche materna. Además, la fórmula no deja al niño con sensación de saciedad. La leche materna tiene hormonas y tiene enzimas relacionadas con el apetito (lectina y grelina) que ayudan a que el niño se autorregule previniendo el sobrepeso. Una les puede dar seis onzas de leche de fórmula a un bebé y después de tomada no se sienten llenos, por lo que muchas veces les damos más fórmula de la que el bebé realmente necesita.

–¿Y hay un momento específico para destetar? ¿La leche deja de ser nutritiva en algún momento?

–La leche materna siempre va a ser nutritiva. Recuerda que es un tejido vivo que se adapta a las necesidades del bebé o niño. Como te dije, nunca es la misma. Hay mamás que hacen lactancia hasta los dos, tres, cinco años, y sobre esto hay que decir que mientras la mamá se sienta cómoda y el niño esté bien no hay ningún problema. El destete debe ser cuando la mamá y el niño lo decidan, es una decisión solo de ellos dos y nadie más debería entrar a mediar ahí.

También hablé con Claudia Cristina Sánchez, pediatra, consejera de lactancia y la fundadora y directora de Celacma (Centro de Estudios de Lactancia Materna). Ella me envió un email con la siguiente información:

“La fórmula no es equivalente a la leche humana porque sus proteínas son de origen animal (la vaca), la cual no está diseñada para ser digerida por el bebé humano, tiene un alto contenido de sodio, no apto para el riñón del lactante, no contiene enzimas digestivas, tiene menos cantidad de ácidos grasos y tiene menos cantidad de vitamina A, la que es necesaria para optimizar el sistema inmunológico. ¿Sabías que el bebé humano está diseñado para amamantar hasta los siete años de edad?”.

Para mí no ha sido fácil dar teta. Inclusive me ha tocado convencer a mi familia de que tengo la capacidad para amamantar a mi hijo, de que mi leche lo alimenta, de que lo engorda y de que lo deja lleno. No ha faltado el “dale fórmula”, ni la burla cuando les explico que los problemas que una tiene con la lactancia son normales. No ha faltado la duda de si produzco suficiente leche, de si mi leche es lo mejor para él, de si voy a aguantarle el ritmo a mi bebé. Pareciera que la sociedad necesita que nosotras fallemos en nuestro proceso de lactancia para confirmar sus ideas, para seguir con la generación de la fórmula. Para seguir alimentando esa industria.

En pocas palabras, hay un desconocimiento general sobre la manera en que funciona la lactancia, y si una no se empodera pierde su proceso. Yo casi la pierdo cuando Nicolás tenía solo 17 días de nacido, cuando de un momento a otro parecía no quedar satisfecho. Mamaba y mamaba sin descanso. Incluso lloraba en mis pechos. Llegó a estar pegado a mis tetas diez horas seguidas. Mi mamá ya me había dicho que habría un momento en que el bebé quedaría con hambre y tocaría empezar a darle fórmula, porque al igual que ella yo iba a ser “poco lechera”. Y su vaticinio se estaba cumpliendo. Los primeros días mis tetas mantenían duras, todas mis blusas se mojaban, el bebé se atragantaba por el montón de leche que me salía. Pero para ese momento, 17 días después del parto, nada de eso pasaba. Así que creí que mi lactancia se había acabado. Que me había secado.
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Sin embargo encontré a Paula Duque y me explicó lo que ningún médico ni enfermera hasta el momento me había explicado (ni siquiera en el curso psicoprofiláctico, donde se supone que nos preparan para el postparto): Nicolás estaba en un brote de crecimiento, el cual debía durar máximo una semana. Esto es cuando el bebé mama más para que una produzca más leche, pues lo único que garantiza que una produzca más leche es la succión del bebé. ¡Vaya revelación! Ni el agua de hinojo, ni la aguapanela con leche, ni la cerveza, ni la Pony Malta, ni nada de esas cosas que nos dan a las recién paridas sirven para algo más que engordarnos.

Saber que no me estaba secando y entender qué pasaba en mi cuerpo en ese momento me  ayudó a seguir adelante, y ha hecho que mi maternidad sea más consciente, más informada. Gracias a esto aprendí que la leche no se vuelve agua después de los seis meses, que hay mujeres que amamantan hasta que sus hijos tienen cinco años o más (y que eso está bien), que si te duele dar teta es que algo estás haciendo mal, que es normal que el bebé parezca quedar con hambre unos días y que la mayoría de las mujeres podemos alimentar a nuestro bebé sin ayuda de fórmulas.

Ahora, si una no quiere amamantar, eso es otra cosa. Una no es buena o mala mamá por dar o no dar teta. El problema es no hacerlo por falta de información, por falsas creencias, por médicos desactualizados, o porque la sociedad ve con malos ojos que una le dé teta a su hijo hasta que el bebé o una quiera. Hace poco le leí a @amamantarcol que la lactancia es una decisión y por ende las mujeres tenemos derecho a querer o no querer dar teta. Pero si tomamos la decisión de no amamantar, hay que hacerlo informadas, no porque otros digan que nuestra leche no alimenta o no es suficiente.
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María Fernanda Cardona Vásquez

Socióloga, periodista, escritora y mamá. A través de su cuenta de Instagram comparte reflexiones sobre la maternidad, recomendaciones literarias y su experiencia en el oficio de la escritura. Es la creadora del podcast "Escribir para narrarnos", un espacio donde conversa con autores reconocidos sobre las complejidades del proceso creativo. Es autora de "Maternidades imperfectas" (2024), un libro que invita a desmitificar la maternidad y la crianza, explorando sus múltiples facetas sin idealizaciones.

Socióloga, periodista, escritora y mamá. A través de su cuenta de Instagram comparte reflexiones sobre la maternidad, recomendaciones literarias y su experiencia en el oficio de la escritura. Es la creadora del podcast "Escribir para narrarnos", un espacio donde conversa con autores reconocidos sobre las complejidades del proceso creativo. Es autora de "Maternidades imperfectas" (2024), un libro que invita a desmitificar la maternidad y la crianza, explorando sus múltiples facetas sin idealizaciones.

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