El Callegüeso: tres panes y una panela
Jacobo Vélez, exintegrante de La Mojarra Eléctrica, decidió volver a sus raíces caleñas para reencontrarse con el mito de su bisabuelo. Con su último álbum, El Callegüeso y su malamaña, el músico hace un homenaje a sus
ancestros y a las leyendas del Pacífico colombiano.
Prólogo
Hace unos años me llamaron para hacer una presentación musical durante el Festival Iberoamericano de Teatro, así que hablé con músicos de agrupaciones como Sidestepper, La 33 y La Mojarra Eléctrica para crear El Callegüeso y La Mambanegra, que surgió de una historia que mi bisabuela me había contado sobre una orquesta que fundó mi bisabuelo en los años cuarenta en Nueva York. Después de la presentación, Julia Díaz –periodista y actual cantante del grupo– me preguntó por qué había elegido ese nombre y yo le conté; al terminar, ella me dijo que alguna vez encontró en la hacienda de su abuelo un escrito que se titulaba “El Callegüeso alborota el avispero”. En esos días, "Tostao", de Choquibtown, dijo que apenas vio el nombre de la agrupación en la programación del encuentro teatral decidió ir a Bogotá, volando literalmente, ya que su abuelo Rúbrico le hablaba desde pequeño de este personaje.
A partir de esos encuentros entre testimonios, rumores y exageraciones, Jacobo decidió sumergirse en el mito de su bisabuelo para contar su historia y el dibujo en humo de ella, de lo que fue, pudo ser y se ha convertido ahora para el músico caleño. Esto fue lo que encontró.
I
Mi tatarabuela fue esclava. Desde África llegó a la calurosa Cali y, cuando tuvo edad, su amo “le hizo un hijo” que se llamó José María Cabal, padre de Tomás Rentería, mi bisabuelo. Un día, en 1933, Tomás y sus amigos quisieron entrar a un concierto del Trío Matamoros en la ciudad pero el show estaba lleno y no pudieron. Aburridos, se fueron a un bar y, horas después, se encontraron con los artistas que habían querido ver; bailaron y tomaron hasta el amanecer y, entre chistes y anécdotas, Ciro –uno de los Matamoros– les propuso irse a Nueva York a buscar fortuna.
Al único que le sonó la idea fue a mi bisabuelo, que “cogió tres panes y una panela”, como decía mi abuela, y se fue en un ferrocarril a Buenaventura y luego en barco, como polizón, atravesó el Canal de Panamá. Cuando estaban cerca de La Habana, lo pillaron, lo encendieron a golpes y lo tiraron al mar sin contemplaciones; a punto de perder el aliento, sintió la mano de un pescador que lo subió a un barco, lo miró a los ojos y le dijo “Te estaba esperando”. Tomás se desmayó y perdió la memoria.
En este audio, Jacobo nos cuenta qué pasó con Tomás, quién era el misterioso salvador y por qué se llamó El Callegüeso.
II
Mi bisabuelo vivió unos siete años en Cuba, donde conoció a figuras como Chano Pozo, que le regaló una flauta traversa de ébano forjada en África llamada mambanegra. Según el percusionista, el instrumento tenía el poder de devolverle la memoria a los que la habían perdido y, además, recogía la historia del que la hubiera tenido: si alguien la tocaba, podía ver y escuchar cada una de las historias de quienes el instrumento había curado.
El Callegüeso se metió tres días y tres noches, sin comer ni dormir, a un cuarto a tocar la flauta esperando que su magia le devolviera los recuerdos. Cuando obtuvo lo que quería, buscó a Chano para agradecerle por haberle dado el instrumento pero le dijeron que él ya no estaba porque Dizzy Gillespie se lo había llevado a Nueva York, así que él decidió reemprender su viaje. Para despedirse de la isla, se fue de rumba y conoció a una joven llamada Nina, -una caleña de la que supe gracias a múltiples visitas que hice al barrio obrero para investigar sobre mi bisabuelo-. “Devuélvete a Cali tranquila que yo apenas tenga dinero voy a buscarte y nos vamos para Nigeria, allá tengo familia y allá quiero armar mi banda”. Entonces alistó la mambanegra, tres panes y una panela y se fue de polizón en un barco rumbo a la capital del mundo.
Nueva York y el misterio de Nina vienen en el siguiente audio.
III
Un día en la Sultana del Valle, unos hombres le armaron pelea en el bar "El Avispero" y la trifulca salió por radio. Nina estaba escuchando y se fue a buscarlo, lo encontró y se declararon nuevamente su amor. “Dame tres días, reúno plata y nos vamos para Nigeria, donde mis antepasados. Pero antes de eso te voy a dejar este escrito para que quede en la posteridad”, dijo Tomás y le dio un texto que decía “El Callegüeso alborota el avispero” –el mismo que encontró Julia Díaz en la hacienda del abuelo–.
Nina creyó en la segunda promesa y se fue para su casa en un barrio pudiente de Cali, se peleó con sus papás, agarró la maleta y se fue para el puerto de Buenaventura a esperar a Tomás hasta el tercer día, llegó la noche y El Callegüeso nada que llegaba… el cuarto día, nada… el quinto día… el sexto… así que compró un pasaje y se fue sola a Nigeria.
Jacobo Vélez nos cuenta a continuación por qué El Callegüeso no llegó al encuentro con su enamorada y lo que vino después.
IV
En el año 2012 armamos un grupo de investigación en Cali con Julia Díaz, César Herrera, Christian Salgado y un taxista al que le dicen Lulo. Un día, mientras hablábamos sobre El Callegüeso y la Mambanegra, el conductor nos interrumpió: “yo conozco a un tipo en el barrio obrero al que le dicen El Callegüeso” y nos quedamos pasmados. “Es un señor que anda como loquito con una flauta en la mano y se la pasa vestido de blanco”. Pensamos que así fuera una persona que hubiera asumido el rol de mi bisabuelo, nos funcionaba para el documental y la investigación que estábamos haciendo; además, Tomás no podía ser porque tendría 112 años: él nació el 31 de diciembre de 1900.
Así que Lulo nos llevó a la casa donde nos abrió una viejita y le contamos la historia que habíamos estado recopilando a través de familiares, amigos, músicos y habitantes del barrio. Ella entró y se demoró una hora en salir, cuando apareció me dijo que solo yo podía entrar. Seguí a la anciana por un corredor oscuro, me señaló un lugar, abrí la puerta y me recibió un tipo vestido de blanco, con unos profundos ojos negros fumándose un tabaco, que me dijo “Te estaba esperando”.
El viejo me preguntó el nombre y el de mis padres y me dijo “sí, vos sos mi sangre”. Luego se movió por la habitación y me dio unos regalos: un bastón africano, unas partituras que son la canción 9 del disco que acabamos de sacar y un sombrero. Me pidió que me quedara en la mitad del cuarto y me comenzó a pegar con una rama a la que le dicen el abrecaminos mientras rezaba unas palabras en lo que parecía ser lengua yoruba; me echó ron y tabaco y dijo “tu misión es armar la Mambanegra y vas a convocar los poderes de El Callegüeso cada vez que te pongas este sombrero”. Desde entonces, cuando toco, siempre lo tengo puesto.
Yo quedé loco: si era mi tatarabuelo, me lo llevaba para la casa; si mi mamá lo veía, lo reconocería. Pero cuando le mencioné al viejo la idea, se puso furioso y me sacó a patadas de la casa. Le conté todo a mi mamá y le pedí que me acompañara para averiguar si sí era o no su abuelo; fuimos en el carro y la señora de la vez pasada nos abrió de nuevo: “el señor Callegüeso cogió tres panes, una panela y la mambanegra y se fue al puerto de Buenaventura para montarse a un barco como polizón rumbo a Nigeria y buscar la tumba de una tal Nina”.
Saber si esta historia es cierta, falsa o un sueño, representa un desafío; gran parte del relato que aquí se recoge hace parte de la investigación que Jacobo y Julia hicieron durante varios años. Pero para no quedarnos con la mera impresión de su nuevo disco, quisimos recogerla para tal vez así entender de otra manera cada canción de este álbum El Callegüeso y su malamaña que, más que un homenaje, es una forma de vivir un mito que nos lleva a una historia del país, lejos del fenómeno “ombliguista capitalino”. Música, realidades y un poquito de ficción.
Hoy la Mambanegra y Bacánika regala sonidos del Callegüeso con su canción "Barrio caliente", solo disponible el día de hoy. El video fue dirigido por Jacobo Vélez y Carlos Ospina, convirtiéndose en un homenaje contemporáneo a“Agarrando Pueblo”, aclamado falso documental en Colombia realizado en 1978 donde se retrató la miseria que se vivía en la época. En ese entonces la fotografía en blanco y negro la realizó Fernando Vélez, padre de Jacobo.
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