Cinco libros surcoreanos que debería buscar en la FILBO 2022

Corea del Sur es el país invitado a esta edición de la Feria del Libro de Bogotá. Aquí, una serie de recomendaciones para que se familiarice con la producción editorial reciente de este país.

Comienza una nueva edición de la FILBO 2022, el evento editorial más importante del país. Después de dos años, Corferias vuelve a abrir sus puertas para esta celebración cultural.

En el marco de este encuentro, que se extenderá hasta el 2 de mayo, Corea del Sur tiene su propio pabellón como país invitado. Celebrando el aniversario sesenta del establecimiento de relaciones diplomáticas con la república asiática, este año la Feria del Libro trae una agenda para que nuestro país pueda conocer culturalmente el rico universo coreano.

Más allá de las series y películas, que cada vez más ponen al país en el mapa del entretenimiento mundial, y la explosión del K-Pop como parte fundamental del mundo de la música, la oferta coreana de escritores es enorme. En aras de facilitar un acercamiento al universo narrativo del país, les compartimos una serie de libros que deberían buscar en algún momento cuando no estén en el pabellón de caricatura o haciendo fila para los baños.

El regalo del ave
Eun Hee Kyung 

Eun Hee Kyung es una de las voces femeninas más interesantes de la contemporaneidad coreana. Desde pequeña empezó a ficcionalizar sus vivencias al descubrir que sus compañeros de curso leían a escondidas su diario, en el que empezó a relatar historias que no le habían ocurrido. Su prosa es una de las más cínicas y contundentes del mundo asiático, pues desconfía de todo y sabe que en cada ideología hay un resquicio que descubre lo patético, que la hace flaquear en medio de su enunciación. Así, el amor, el prestigio, la familia, la política o el orden patriarcal trastabillan entre sus páginas que están teñidas de una fina ironía, siempre dolorosa y divertida. Nada es ajeno a la sospecha en Eun, a pesar de que paradójicamente sea el amor uno de los motivos centrales de su obra. Sin embargo, más en el centro, está la idea de que las personas somos incapaces de comunicarnos entre nosotros, por lo que al final cada existencia pareciera derivar en monólogo.

El regalo del ave le mereció a Eun el Premio Munhakdongne de ficción en 1996, apenas un año después de debutar como escritora. En su segunda novela, Eun nos presenta a Kang Jinhee, una mujer entrada en sus treinta que recuerda su vida cuando era una niña alegre de doce años. “Cuando cumplí doce años, ya no necesité crecer más”, dice en las primeras páginas del relato, antes de llevarnos a ese momento políticamente convulso de la década de los setenta. Para poder sobrevivir en medio de la incertidumbre, nuestra narradora aprende a desprenderse de sus emociones, utilizando este mecanismo de defensa para no ser herida, afirmando que las personas deben ser observadas desde la distancia. Así, va mutando hasta convertirse en una adulta fría y escéptica, que pone en duda todo cuánto le es dado. Estas páginas destilan hiel, pero hay un sosiego último en sus reflexiones: la certeza de que no estamos solos cuando desconfiamos del mundo, de que al menos en nuestro miedo a ser heridos estamos acompañados.

Ananda. 108 poemas zen (versos iluminados)
Ko Un 

Después de padecer los horrores de la guerra, Ko Un se internó en un monasterio budista del que no salió sino después de diez años. Allí, en el recogimiento del silencio, el monje se transformó en poeta y presentó sus versos al mundo. A su salida del templo, fue activista político en los movimientos democráticos de la década del setenta, por lo que pasó un buen tiempo en prisión, desde donde continuó escribiendo. La poesía de Ko se inscribe en la tradición modernista y está empapada de una vitalidad y dinamismo de delicada factura. Cada uno de sus versos es una flor en un paraje solitario, en cuya belleza repararemos solo si tenemos los sentidos despiertos para encontrarnos con la magia cotidiana de lo anodino. La fuerza de su poesía reside en su carácter universal: una particular experiencia vital en un momento crítico nacional es el motor que activa la sensibilidad del antiguo monje, pero no nos obliga a estar familiarizados con las formas particulares del budismo en su país, sino que engloba la necesidad humana de estar en equilibrio y armonía.

Ko recorre el camino con los pies descalzos. Sus poemas son la depuración máxima de la forma y, en su tramposa sencillez, encuentran la palabra justa para despertar en nosotros una nueva lectura del mundo. Una en la que la vida tiene más sentido si se vive de manera activa, una en la que tenemos que estar despiertos, en el ahora, para poder encontrar la magia que nos rodea y que le da sentido a esos minutos u horas que desperdiciamos en preocupaciones intrascendentes. Es una poesía llena de valentía, pues invita a la depuración del adjetivo y simplemente es, como todo cuanto ha sido, antes de que los hombres estableciéramos en categorías el orden de las cosas: “Un relámpago en la colina de enfrente/ Un trueno en la colina de atrás/ entre las dos/ una piedra muda”, versifica en “Un día”, contenido en este volumen.

La vegetariana
Han Kang

Al despertar después de un sueño intranquilo, Yeong-Hye se encontró en su cama convertida en vegetariana. La tercera novela de la escritora Gwangju es una obra extraña, difícil de comprender hasta para su propia autora. Los personajes que la componen son poco emocionantes, pero las circunstancias que los envuelven terminan por develar la falla estructural de un sistema familiar que opera en Corea y que Hang Kang parece, a veces, querer denunciar. La historia trata de cómo Yeong-Hye, un ama de casa ejemplar, después de un sueño decide dejar de comer carne. Esta decisión en el cambio de su dieta desata una serie de problemas en su núcleo familiar y en la aparente armonía que rige su existencia cotidiana, hasta su inevitable final en un hospital psiquiátrico en el que “deja de ser por un animal” y parece cumplir su sueño de ser árbol.

Construida como un tríptico, La vegetariana no es una novela sobre los problemas éticos de la ingesta carnívora, ni el daño ambiental de los monocultivos de soya para alimentar el ganado bovino ni, mucho menos, los beneficios de una dieta verde para el sostenimiento del planeta. Es quizás una crítica a la existencia humana o a la difícil existencia de la mujer coreana en la actualidad. Yeong-Hye, la vegetariana, progresa a través de tres etapas de desapego, enmarcadas en el relato de tres personas de su entorno que la observan, despojándose primero del imperativo de estar a la altura de las convenciones vacías (ante la figura del esposo mediocre), luego del deseo (al rechazar las fantasías eróticas de su cuñado que busca convertirla en parte de su obra de videoarte) y finalmente de los apegos más primarios de sangre y compasión (cuando se desprende de su hermana y su conexión familiar).

La vegetariana retrata esta sensación de desapego hasta el punto de alcanzar la eliminación total del ego: cuán liberador podría resultar disolverse en el vasto reino vegetal y, también, cuán aterrador es dejar de ser todo lo que nos han dicho que fuimos.

El buen hijo
You-Jeong Jeong

You-Jeong Jeong es la principal escritora de thrillers psicológicos y de novela negra de Corea del Sur. Su debut en el mundo literario llegó en 2000, después de trabajar varios años como enfermera. Alcanzó su primer galardón en 2007 y desde entonces se ha convertido en una de las escritoras de su país que más venden en el mundo. Con cuatro novelas bajo el brazo y un libro de viajes al Himalaya, la escritora ha recibido el título de “la Stephen King coreana”, siendo el principal objeto de estudio en su obra la existencia del mal en el ser humano. Así, con una prosa dinámica y electrificante You-Jeong Jeong ha construido una obra oscura, una serie de volúmenes que, al ser puestos de manera vertical para guardarlos en el estante, destilan gruesas gotas de sangre.

El buen hijo es su última novela, una historia escalofriante sobre un joven quien encuentra muerta en un charco de sangre a su madre. Su condición epiléptica le ha truncado sus sueños profesionales y ahora debe entender si fue él quien dio muerte a su progenitora. “Mi nombre es Yu Jin y, para controlar los ataques de epilepsia, debo tomar medicación cada día. La enfermedad interrumpió mi fulgurante carrera como nadador olímpico. Las pastillas me provocan insufribles dolores, así que decidí saltarme algunas tomas. Anoche sufrí un colapso de los que me nublan la memoria y ahora no recuerdo nada: ¿quién ha matado a mi madre? ¿Por qué creo que la oí gritar mi nombre? ¿Me pedía auxilio o imploraba clemencia?”, pregunta Yu Jin en un tono seco y cerebral que recuerda a El extranjero de Camus. Esta novela viaja al origen del mal y con una descripción meticulosa va llevando al lector en un descenso hacia lo más profundo de las pasiones humanas, el lugar oscuro del que nacen los miedos y la violencia.

La salvación de lo bello
Byung-Chul Han

Byung-Chul Han es hoy por hoy uno de los filósofos más influyentes en el mundo. Su obra nos ofrece una mirada distinta a los problemas asociados al desarrollo capitalista y las lógicas del mercado neoliberal con una sencillez que permite acceder a sus textos sin pretensiones. Formado en Alemania, el filósofo surcoreano ha escrito su extensa obra en el idioma de su patria adoptiva, pero contrasta su estudio de Heidegger, Nietzsche y Hegel con ecos de la filosofía oriental de la que es heredero cultural.

La salvación de lo bello es un libro corto en el que Han explica una de sus mayores preocupaciones desde el campo de la estética: en la sociedad contemporánea el hombre se exige hasta el cansancio en un afán de positividad extrema mientras encuentra remedios espurios para su crisis y agotamiento, como son los libros de autoayuda, que reactivan en el individuo la prerrogativa de superar su cansancio, volver a mostrarse activo para recuperar su valor en el mercado.

Lo liso, lo pulido, el arte despojado de su carácter sublime y convertido en adorno táctil presenta una crisis en el ámbito estético, le inhabilita la posibilidad retórica de cuestionar la realidad. Las esculturas de Jeff Koons (banales, monumentales, lisas sobre las que podemos ver nuestro reflejo) son un síntoma de una sociedad consumista que anestesia al individuo de las reflexiones filosóficas. Han invita a devolverle la carga crítica al objeto de arte, a una belleza que nos sobrecoja y nos invite a profundizar sobre problemas reales. Es un llamado de atención para salir de la sociedad esclava del “me gusta”. El arte tiene que volver a cuestionarnos, a oponerse a nosotros, no fungir como mero ornamento para una selfie en la que se le vea al fondo, nebulosa, ausente, intrascendente.