Mujeres que ilustran México
México es heredero y productor de una de las culturas visuales más polifacéticas del continente. Estas cinco ilustradoras mexicanas hacen gala de su riqueza y ofrecen un testimonio de la inagotable fuente para la imaginación y el diseño que ofrece su tierra.
La editora de moda que ayudó a crear las fotografías más impensables para ediciones de Harper's Bazaar y Vogue en el siglo pasado, Diana Vreeland, solía decir: The eye has to travel. Se traduce literalmente como “el ojo debe viajar”, pero es tan solo una forma de decir que la mirada debe educarse. Esto, claro, no solo se hace tomando un bus o un avión a lugares donde se corren los horizontes y donde se obtienen paisajes nuevos que sorprenden por lo desconocidos, sino que también se puede entrenar la mirada a punta de estampas locales. El entorno que más cotidianamente nos rodea es el germen sobre el cual el resto de sitios –que pueden ser también libros, películas, personas, sonidos, olores y sensaciones– se construyen y se aparecen como diferentes; es la base sobre la cual observamos.
Aquí hay cinco miradas distintas que han tenido un escenario común: México. Son mujeres que dibujan y que han encontrado en los colores, la comida, las personas y los ecosistemas múltiples del país donde nacieron, elementos para expandir y darle sentido a su trabajo. La mirada de estas ilustradoras ha viajado, sí, pero ha sabido también entender que ese lugar próximo es feraz y que pueden encontrar allí las formas y los colores que necesitan para completar obras abundantes y armónicas.
[widgetkit id="417" name="Articulo - (ILSUTRA MEX1 - PACHECO)"]
Grandes mujeres de colores
Dia Pacheco
Dia Pacheco nació en Chihuahua, al norte de México. Una ciudad con un desierto propio y homónimo que también es el más extenso de la parte norte del continente y que se extiende hasta tocar Estados Unidos. Cuando era pequeña hacía parte de ese grupo de niños a los que se les daba bien el dibujo y solía ver a Bob Ross en la televisión, imaginando que algún día podría hacer algo como eso pero no con paisajes diáfanos, sino con caricaturas. Entonces estudió Artes Visuales y encontró la palabra para eso que quería –unir el dibujo y el arte con algo funcional– y supo que podría llamarse a sí misma ilustradora. Más tarde se mudó a la Ciudad de México, un poco más al centro del país, donde se dedicó a buscar su estilo de ilustración y encontró uno diverso aunque reconocible.
Las ilustraciones de Dia han aparecido en piezas de marcas como Facebook, The Washington Post, Target, Instagram, Adobe, entre otros. Están llenas de colores; cree que es así porque responde a los tonos chillones que ha visto en su país y que representan la naturaleza divertida, amigable y enjundia de su comunidad. Quiere retratar arte popular mexicano, la cultura maya, el panteón mexica, la comida y las historias de la gente que ha visto desde siempre y a diario. También, hay en sus ilustraciones mujeres con brazos prominentes y piernas enormes sosteniendo cuerpos voluminosos de pieles de colores. Lo hace así para contraponerse al cuerpo delgado, pulcro y blanco que ha visto retratar a las agencias de publicidad donde alguna vez trabajó.
Más tarde cambió el ruido, el caos y los apartamentos chicos de Ciudad de México, por un lugar más amplio, con más espacio para crear, para tocar el pasto y estar cerca al mar. Es en el sur, en Mérida, Yucatán, donde hoy ilustra sobre todo en un iPad, pero con deseos de volver a coger pinceles, aerosoles y máquinas de tatuar. A veces piensa que hay espacio para todos los que quieran ilustrar en México, pero le gustaría que los no están en la capital no piensen que tienen que migrar allí para ganarse su espacio. Hay que desenmarañar, ampliar y expandirse a otros rincones del país; hay que descentralizar, dice. Cuando ilustra para ella tiene café, snacks, algo cómodo y un buen soundtrack que pueden ser las canciones de Cómo entrenar a tu dragón o cumbias que escucharía en el microbus.
[widgetkit id="418" name="Articulo - (ILSUTRA MEX2- ESTIBALIZ)"]
Una casa para sus dibujos
Jimena Estíbaliz
La ilustradora Jimena Estíbaliz es hija única. En el carro de su mamá siempre había una caja de colores para que Jimena dibujara y la casa solía estar repleta de materiales que su papá –diseñador gráfico– usaba para trabajar y compartía con su hija. Su acercamiento al dibujo fue, por decir lo menos, orgánico y permanente. Por eso, aunque tardó en encontrar esa carrera, no fue sorpresa que estudiara Diseño y Comunicación Visual en la Universidad Nacional Autónoma de México. La imagen y el color eran –son– su refugio, un lugar donde no existe el aburrimiento.
Jimena nació y aún vive en la Ciudad de México y son los colores de allí una de sus fuentes primarias. Replica y enaltece las paletas que se crean entre las casas de las colonias por las cuales camina. La música, la comida y la naturaleza son los lugares desde donde hace preguntas que luego resuelve ilustrando. Le gusta de México que puede tomar un carro y en unas horas llegar a un ecosistema distinto y a veces inverso del que vive. También le gusta que en su país parece que hay un espacio para todos los ilustradores que tengan capacidad para adaptarse. Cree, además, que hay un junte tranquilo donde cada uno puede ser genuino e ilustrar en sintonía con su forma de mirar.
La mirada de Jimena está siempre en la búsqueda de símbolos que le permitan construir metáforas. Uno de sus símbolos más cercanos, por ejemplo, son los gestos del cuerpo; bailó ballet 16 años y la expresión corporal se trasladó de su propio cuerpo a los cuerpos de otros que ella replica a través de acrílicos, tintas o pixeles. No es buena escribiendo, dice, pero utiliza el dibujo y la entrelínea para explicarse a sí misma o explicarle cosas a otros: desde cómo es una mujer en duelo hasta qué puede haber en las entrañas de un volcán. Desde ese perseguir símbolos, Jimena ha creado para marcas de vino, ropa, piezas para temas deportivos, álbumes musicales, libros. Le gusta aceptar lo que venga porque finalmente lo que busca es una casa para sus dibujos.
[widgetkit id="419" name="Articulo - (ILSUTRA MEX3- MIJANGOZ)"]
Una dibujante arquitecta
Amanda Mijangos
Amanda Mijangos estudió arquitectura en México, pero no fue allí donde se dio cuenta que quería ser ilustradora. Tuvo que ir a pasar un año en Buenos Aires, Argentina, para descubrir en la cátedra de ilustración de Daniel Roldán que eso era a lo que quería dedicarse. Tenía, para entonces, no más que la certeza de haber estudiado un oficio que le parecía irresponsable ejercer, pues parece un error que otros habiten en espacios hechos sin ánimos. Sin embargo, ha encontrado entre sus dos disciplinas –la que estudió y la que ejerce– muchas similitudes: ambas son la relación de un algo con otro algo: “la arquitectura es espacio –forma o habitar– contenedor. Y la ilustración es texto-imagen. Los límites son muy similares así el resultado sea abismalmente distinto”.
Amanda, que hoy ilustra libros como Diccionario de mitos clásicos o Las ovejas, no era la típica niña diestra para el dibujo; para ella las figuras y los colores eran más una forma de mantenerse quieta cuando tenía que estarlo. Era lo que hacía mientras su mamá estaba en clase o cuando los adultos estaban por ahí haciendo cosas que necesitaban silencio. Hace poco vio los dibujos que hacía en su infancia y no tienen nada de memorables. Tampoco era algo que la apasionara realmente. Pero ahora sí. Ahora incluso se obsesiona, como cuando descubrió que las acuarelas eran de alguna forma un material indomable e hizo de su tiempo una misión para intentar dominarlas y hacer que el aparente descontrol fuera suyo y voluntario, y no un batido de agua y manchas.
Para esta ilustradora que no ha vivido ni trabajado en otro lugar que no sea México –tan solo por encargos–, las personas de su país se equivocan cuando a veces tienden a ver la ilustración como una disciplina nueva. Esto hace que la conversación sobre su oficio muchas veces sea limitada y se piense que no hay suficiente espacio ni suficientes soportes para la ilustración. Sin embargo, dice, “si pensamos bien qué significa ilustrar, podríamos llegar hasta los códices prehispánicos”.
No sorprende que para Amanda, que vive con cinco gatos, los animales sean una de las cosas que más disfruta dibujar. Aunque se considera una persona nada atrevida y poco aventurera, le gusta entender cómo está hecho un bicho o un animal vertebrado a través del dibujo. Pero no siempre puede dibujar animales, claro. Cuando se está enfrentando a un texto para crear su universo gráfico, lo que hace es leer, buscar el sentido, la atmósfera, y alejarse; así, en esa distancia, entiende qué formas pueden existir allí, qué colores y qué técnicas.
[widgetkit id="420" name="Articulo - (ILSUTRA MEX4- MAGDELENO)"]
Permanecer en el análogo
Mariana Magdaleno
Mariana Magdaleno estudió Artes Visuales en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda. Su abuelo paterno era acuarelista y el materno era publicista, entonces siempre tuvo el arte cerca y los insumos para crearlo. Su obra habla de mujeres, animales y bestiarios que unen especies aparentemente disímiles como ratas y niñas, serpientes y mujeres de rodillas o cabras que florecen. Estas obras aparecen a veces en exposiciones, ferias y libros sobre el mundo natural. Dice que si no tuviera un cerebro “tan onírico, tan abstracto”, sin duda se dedicaría a algo relacionado con la ciencia. Por fortuna su trabajo la ha acercado a los bosques y al mar e incluso a pedazos de la ciudad donde vive –Ciudad de México– que están escondiendo animales y plantas. Hace poco, por ejemplo, ilustró plantas para una publicación sobre un levantamiento botánico en la colonia Santa María La Rivera y sintió que era un trabajo hecho para ella.
Mariana no usa medios digitales para dibujar. Busca un contacto directo con las tintas y el papel para hacer sus obras y por ahora siente que es así que lo necesita. También busca las acuarelas por esa transparencia que alcanza a develar el dibujo y a veces llega a los acrílicos y pinturas para hacer murales. Le gusta trabajar en su estudio, pero aprovecha también los espacios alrededor del dibujo que están apareciendo con más frecuencia en la ciudad y que, a su consideración, amplían la mirada sobre lo que puede ser la ilustración y quitan la pretensión de imposible de este oficio cada vez más común. Mariana también hace cerámica y ha encontrado allí una fijación por la tridimensionalidad y por los procesos largos y contingentes donde tanto puede salir mal. Tardó en encontrar la cerámica –dice–, a pesar del enorme taller que hay en La Esmeralda, pero asegura que no lo dejará jamás.
[widgetkit id="421" name="Articulo - (ILSUTRA MEX5- ZORRILLA)"]
Brujas y fantasmas para niños
Flavia Zorrilla Drago
La ilustradora y diseñadora gráfica Flavia Zorrilla Drago nació en México pero vive en Inglaterra. Estudió diseño gráfico y lo ejerció solo hasta que encontró el libro álbum, un espacio que le gustó por la sensación de creación libre donde el dibujo –algo que ha hecho desde niña y nunca paró de hacer– es el centro. En el 2016 se fue a estudiar la maestría de Libros Ilustrados Infantiles de Anglia Ruskin University en Cambridge y ahora está cursando un doctorado en el cual estudia el terror en los álbumes ilustrados infantiles, tema que descubrió investigando para sus propios libros. El primero se llama Gustavo the shy ghost sobre un fantasma que quiere conseguir amigos y el segundo es Leila the perfect witch sobre una bruja que hace pasteles.
Su relación con el terror y los monstruos también tiene que ver con su país de origen. Allí la muerte, las calaveras y lo sobrenatural hacen parte de la cotidianidad, de lo que conforma la cultura popular. Hacerse preguntas sobre los monstruos y ver cómo el terror impacta su trabajo y el de otros ilustradores tiene también que ver con las historias que conoce desde niña. Además, le gustan las películas de terror y cree que los monstruos nos dicen mucho sobre lo que somos como humanos.
Del libro álbum le atrae que puede experimentar. Ha trabajado con ilustración digital, ha usado acrílicos, collage, guasch, intentó con acuarela y también con técnicas de grabado a cobre. Hoy ilustra con mezclas de técnicas tradicionales que luego colorea en Photoshop. Prefiere hacerlo así, con tintas, lápices y crayolas, porque le permite obtener texturas que ningún pincel de ningún programa le ofrece. Usa los materiales a su favor, a favor de la historia que está contando a través de dibujos.
Suscríbase a nuestro boletín
Sin spam, notificaciones solo sobre nuevos productos, actualizaciones.
Dejar un comentario